Capítulo 49
La noche del tres de junio cayó sobre nuestros cabezas antes de que pudiésemos siquiera detenernos a pensar en ello. Si bien había podido contemplar el gran caos que había sido el instituto en estas últimas semanas, gracias al cielo no había sido parte de todo ello —¿ventajas de ser una alumna recusante? Quizás—. Las actividades extracurriculares como talleres, comités y demás nunca habían sido mi fuerte... Ahora lo agradecía. Habíamos podido ver muy poco de la decoración, pero sin duda se notaba preciosa. No podía negar que los alumnos habían hecho un gran trabajo en el instituto, que ya de por sí era elegante y sofisticado.
Aquel atardecer era caluroso. En casa, Rhys se había instalado en mi habitación, que era la única que gozaba de un buen aire acondicionado. Su traje, accesorios, objetos para aseo, ropa interior y demás estaban desperdigadas por toda mi cama.
—No pongas eso ahí, vas a manchar el edredón, inútil. —lo reté.
—Hoy estás particularmente más malhumorada que otros días, y no sé cómo eso puede ser posible... —respondió él, colocándose sus bóxers por debajo de la toalla que adornaba su cintura marcada.
Sí, lo admitía... Estaba algo ¿impaciente? ¿Molesta?
—Nunca he ido a estas mierdas de bailes y tal —acepté en voz alta—. No se cómo sentirme.
Además, el hecho de que Ragnar no hubiese dado señales de vida desde antes de ayer por la mañana, haberlo visto tan extraño desde nuestra cita en el restaurante el sábado por la noche, y teniendo en cuenta que apenas logramos intercambiar un par de escuetos diálogos durante la semana. No lo sé, me generaba inseguridades en las que deseaba verdaderamente dejar de pensar. Quería que fuese nuestra noche especial, antes de que todo esto se terminase y cada uno comenzara a planear su vida: él fuera de Reachmond, y yo aún aquí.
—Relájate, chispita. Todo saldrá bien, no te preocupes... Ahora, ayúdame.
Por las siguientes tres horas y media, Rhys y yo nos alistamos para el baile. Él se colocó su traje impecable de conjunto de camisa del tul, pantalones blancos y chaqueta a juego, estilizó con gel a la perfección sus preciosos cabellos azul eléctrico, y hasta me rogó por realizarle un delineado inferior del mismo color que su pelo. El resultado final, más la joyería de plata que eligió, lo hicieron ver realmente deseable y hermoso.
Por otro lado, el vestido amarillo que había comprado hace un par de meses en aquella feria, me quedaba de maravilla. Llevaba en los pies unas sandalias doradas de tacón increíblemente cómodas, y algún que otro accesorio dorado. Había estilizado mi cabello logrando un efecto realmente rebelde y a la vez elegante que se ajustó a la perfección al estilo del pixie. Mis ojos eran rojos, y mis labios iban totalmente limpios... Suspiré y sonreí.
Cuando tomamos todo lo que debíamos llevar y nos rociamos nuestros respectivos perfumes, bajamos tomados de la mano hacia el salón. En él, tía Maeve aguardaba con su bonita cámara instantánea —que solo utilizaba en ocasiones especiales—, lista para hacernos prácticamente una sesión de fotos.
—Es suficiente... —Rhys rió, tomando la cámara—. Llego tarde para recoger a Brett. Nos vemos en el instituto, guapa. Relájate. Te amo.
El peliazul besó mi frente y se despidió de nosotras, saliendo disparado por la entrada. Le había dejado llevarse el Jeep, puesto que Ragnar pasaría por mi en menos de quince minutos, según habíamos acordado hace días.
Me senté en el sofá con Maeve, a ver un programa de televisión. Cuando la hora acordada pasó por diez minutos, tomé mi celular y marqué el contacto del pelirrojo.
"El número con el que intenta comunicarse no..."
—Maldición. —bufé, colgándole al buzón de voz.
Ragnar no era impuntual.
—Kye, ven aquí. Ya llegará, no seas impaciente, puede estar unos minutos demorado.
Le hice caso a mí tía y decidí esperar. Al cabo de una media hora, volví a intentar llamarle. Nada. Una, dos, tres, cuatro veces. Nadie me contestaba el jodido teléfono.
—Voy a buscarlo.
—No. Si no responde, no hay forma de que sepas dónde está. No te apresures mi cielo, traeré un poco de agua. —Volví a ser detenida.
Mi espera continuó. Y así paso otra media hora, y una hora más. Y cuando las once de la noche se hicieron presentes en el reloj de la sala de estar, no me contuve.
—Me largo de aquí. —No esperé respuesta. Tomé la motocicleta de mi mejor amigo y, sin preocuparme de llevar nada conmigo, salí rumbo hacia la casa de Ragnar.
Ahí tampoco lo encontré. Magnus me contó que lo había visto salir en su auto, y pensó que estaba conmigo. Así que si no estaba en su casa, la única parada que me quedaba era Reachmond. Conduje rápidamente hacia el instituto. Para este punto, el haber manejado sin casco me había hecho lagrimear, corriendo el maquillaje del borde de mis ojos. El vestido se había arrugado y mi humor estaba por el subsuelo.
Caminé apresurada por la estúpida alfombra roja, evitando a todo el que se me ponía en frente.
—Kye, necesitas la pulsera para entrar. ¿Por qué no te tomas una fo...?
—¡No me toques los ovarios, Tiana! —le grité a la pobre chica que estaba en la entrada, recibiendo a todos. Ella no se merecía mi maltrato, pero para ese punto yo ya ni siquiera distinguía la preocupación del enojo, ni a quien se lo adjudicaba.
Recorrí el predio del campus completo. Había tanta gente que era difícil ubicar a Ragnar, cuando debiese ser hasta pan comido encontrar a un pelirrojo enfundado en un traje con detalles amarillos. Pero no veía ni una jodida mancha de ese color en ningún lado.
Caminé, caminé y caminé. Solo cuando me detuve a pensar con claridad, me percaté de que podía subir al escenario para ver todo mejor. Y así lo hice. Me paré en una de las esquinas, sin la intención de que alguien me viese, y contemplé a la multitud de adolescentes bailando, bebiendo y comiendo.
Y si hubiese sido lo suficientemente idiota e ilusa, me habría pasado toda la noche buscando aquel traje. Porque en ese lugar no había ninguno. Sin embargo a la mata de cabello pelirrojo perfectamente peinado si la encontré. Llevaba un traje clásico y aburrido color negro, con una corbata lila... La misma que debía hacer juego con el vestido de su pareja.
Y esa noche no era yo.
Era una chica rubia muy bonita, de unos ojos azules grandes, que lo abrazaba como tantas veces había tenido que soportar ver desde lejos en frente de otros, sabiendo que aquel cuello, esos hombros y ese rostro lleno de pecas que tanto había besado y amado, hasta hace horas decía ser mío.
Con todo el coraje que fui capaz de reunir, me giré y bajé los escalones que me separaban del suelo, y caminé lejos de allí, a paso lento. Al llegar a la motocicleta, alguien me llamó por detrás.
—¡Aquí estás! He intentado contactarme contigo.
Volteé a ver a Rhys, su rostro lucía contraído y decepcionado. Detrás de él, Brett y Chris me miraban prácticamente disculpándose en silencio.
—Dejé el móvil en casa. ¿Ustedes lo sabían? —abordé a los dos mejores amigos de Ragnar—. ¡Respondan!
No era necesario aclarar el motivo de mi pregunta. Todos aquí teníamos ojos, todos aquí sabíamos a qué me refería.
—Es que no es así como parece...
—Espera —Rhys interrumpió a Brett—. ¿Sabías que él vendría con ella y no dijiste nada? ¿Nos viste toda esta semana y no se te ocurrió siquiera avisarnos de la jugada traidora de tu amigo? ¿Qué clase de sentido de ética tienen ustedes?
Mi mejor amigo soltó la mano de Brett, que lo miró dolido. Chris endureció su mirada ante aquel acto, como si en verdad pareciese defender las acciones del pelinegro y en consecuencia, de Ragnar.
—No me jodan... —Bufó pasando sus manos por su cabello—. ¡Se están riendo de nosotros en la puta cara! ¿Con que derecho? ¿Qué mierda ganaban con todo el teatro de niños ricos rebeldes? —Señaló a Brett—. No te vuelvas a acercar a mi, por que me voy a encargar de hacerte la vida imposible. Búscate a otro idiota que esté dispuesto a jugar tu sucio juego de niño bueno, no necesito esto.
Rhys tomó mi mano y ambos nos subimos a la motocicleta, rumbo a casa. Al llegar, sin decir ni una sola palabra, cada uno se fue a su habitación. Maeve eligió esperar al día siguiente para preguntar que había sucedido, y lo preferimos así. Al cerrar la puerta de mi cuarto, tomé asiento en la cama. Lo único que hacía era respirar, mi mente estaba en blanco. No había nada en ella, no sabía qué sentir, qué hacer y menos, qué pensar.
No quería hacer más nada.
Me levanté automáticamente y me deshice del vestido, colocándome una camisa grande de Rhys. Luego de desmaquillarme y de lavar bien mi rostro, volví nuevamente a mi habitación.
—Kye...
Llevé una mano a mi pecho, asustándome, apenas cerré la puerta. Ragnar estaba de pie junto a la ventana de mi jodida habitación.
—¿Qué carajos quieres? —Me contuve.
—Lo siento, preciosa. Lo que viste...
—Me dejaste plantada, por ella. ¡Por ella! ¿Acaso soy un juego para ti? ¿Por qué me hiciste esto?
—No pude avisarte, mis padres asistirían al evento y no tuve opción. Lo siento, Kye. Por favor... Perdóname.
Suspiré. ¿Hasta cuándo seguiría oyendo esas mismas palabras? ¿Seguían significando lo mismo para mí? ¿Qué tanto pesaban?
—Creí haberte escuchado decirme que lo de Molly había terminado, Ragnar. Que ya no teníamos que fingir... Habíamos dejado de hacerlo, ¿por qué ahora sí? ¿Qué ocurrió con tu padre cuando volvió de su viaje? Has estado tan raro desde entonces, esta semana ha sido tan confusa . Me dejaste plantada en el puto baile de graduaciones por el que organizarse una cita para invitarme a mi..
—Por favor, preciosa. Ya estoy aquí, el baile fue muy aburrido en realidad, y lo de mis padres y Molly una estupidez para aparentar... Santo cielo, en verdad moría por verte en ese vestido. —Dio unos pasos hasta llegar a donde me encontraba.
Demasiadas preguntas sin respuestas.
—Jódete, no me lo volveré a poner.
Él sonrió de lado y me tomo de la cintura, llevando su nariz a mi cuello.
—Aún tienes el perfume... Es delicioso. —dijo, y luego besó exactamente dónde su nariz había tocado.
Kye...
Joder, es que así no podía razonar. Yo sentía que en verdad lo amaba, quería todo de él. ¿A quién le importaba un estúpido baile de gala? Solo anhelaba que me besase hasta no sentir los labios y que me tocase como sólo él sabía que me gustaba.
Suspiré cuando dejó una serie de besos húmedos por mi cuello ya inclinado, para darle mejor acceso. Me tomó de los muslos elevándome, chocando sus labios con los míos. Un gemido se me escapó cuando me acorraló contra la pared y me sostuvo entre sus brazos, apretándome con sus manos mi trasero descubierto por la camiseta.
Ahí estás, depredador. ¿Por qué me llevas a los límites de mi pensar? ¿Por qué siento que me quiebras y me rearmas a tu antojo?
Me besó hasta hacerme perder la conciencia, y cuando se cansó de mis labios, me bajó y me giró presionando mi pecho contra la fría pared. Sus manos recorrieron mi espalda hasta llegar al borde de la camiseta y quitarla, dejándome únicamente en bragas. Sus dedos recorrieron mi columna en una caricia que llegó hasta mi trasero, apretando mi nalga contra sus dedos.
—Quítate ese aburrido traje, rojo. —ordené sin mucha paciencia. Necesitaba ser seca, necesitaba saciarme y curar mi enojo. Necesitaba ser ruda.
—No te gires, Kye. —me advirtió en voz baja, enviando corrientes hacia todo mi cuerpo. Él ya sabía cómo darme órdenes, y yo desfallecía por ellas.
Lo esperé oyendo el tortuoso sonido de la ropa rozar su piel y caer al suelo. Cuando sentí el calor tibio de su pecho contra mi espalda, eché mi cabeza hacia atrás para unir mis labios con los suyos ferozmente.
Luego de eso me entregué a él, como ya antes lo había hecho, gustosa. Lo dejé tocarme, probarme, besarme, lamerme y apretar todas las partes de mi cuerpo que él quisese. Y luego de tres orgasmos que quedaron al borde del estallido, me dejó hundirme en él y llevar el ritmo. Le encantaba y él a mi. Estábamos perdidos el uno en el otro. Nuestros cuerpos sudaban y se movían sincronizados buscando el placer mutuo en cada vaivén de caderas.
Solté un gemido que no pude contener en la garganta y eché mi cabeza hacia atrás, sintiendo todos mis músculos tensarse y luego relajarse, soltando todo el aire en un suspiro que me hizo cerrar los ojos. Volví a incorporarme y bajé mis labios hasta los de un agitado y desnudo Ragnar, que me observaba como si yo fuese lo más preciado en su vida.
Salí de encima suyo y me recosté a su lado, peinando sus rizos con mis dedos. No me importaba nada. Había olvidado quien era, donde estaba y como me sentía. Lo único que no podía olvidar era que estaba con él. Él.
Todo de mi era para él.
—¿Vamos a descansar, preciosa?
Asentí y él apagó la luz de mi mesita de noche. Se acercó hasta mi cuerpo desnudo y me abrazó, tapándonos con una sábana.
—¿Tiraste el condón? —susurré, adormilada.
—Por la mañana ordenaremos. —Aseguró.
Elevé mis ojos hasta que dieron con los suyos. Tenían un brillo muy bonito, pero a la vez parecían perturbados. Como si algo le doliese en ese momento.
—Rojo, ¿todo está bien?
Él asintió y besó mi coronilla.
Tomé aire y me armé de valor para confesarle aquello que moría por salirse de mis labios desde que canté en su oído a Elvis, durante aquella inolvidable velada nocturna.
—Te amo. —susurré, acariciando su pecho.
De repente, lo sentí tensarse.
—¿Qué? —Se incorporó y encendió la luz.
—Vamos... Ya me oíste, no me haga avergonzarme. —Rodé los ojos, sonriendo y sentándome.
—Kye... No.
Mí ceño se frunció.
¿No? ¿Cómo que... No?
—No, no. Joder, Kye. No. ¿Qué rayos dices? No puedes amarme. —Se levantó y buscó su ropa interior.
—¿Qué cojones? ¿Y acaso crees que yo puedo elegirlo? Solo es un sentimiento, supéralo. —Me crucé de brazos.
—Equivocaste las cosas. No me amas, estás confundida. Es el sexo, y que pasamos mucho tiempo juntos...
—¿Confundida? ¿Qué mierda te pasa? —Me puse de pie sin importarme mi desnudez—. ¿Qué carajos es eso de que no te amo? ¡Habla!
Su rostro se contrajo en una mueca de confusión y sorpresa, como si no me quisiese cerca. Terminó de vestirse en silencio.
—No me puedes amar, Kye, porque ni siquiera me conoces. No estamos juntos, no tenemos una relación. No me amas ni yo a ti.
Mis piernas temblaron, dejándome sentada en el borde de la cama, con la boca abierta.
—¿Cómo puedes decir eso? Las... Las noches juntos, los castigos, las fiestas, todo... Joder, Ragnar. ¡Dijiste que me querías! ¿De qué me hablas ahora?
—Sí. Cariño. Te aprecio y te quiero. Pero ¿amor? No me jodas, Kye. Esto no es amor. Tu me ayudaste con mis padres y yo con la escuela, eso es todo. Somos dos personas que se encontraron en un momento donde se necesitaban y no había nadie más para sostenernos. Lo que compartimos fue genial, pero no es como tú crees. —Frunció el ceño.
—Tu peleaste con tu padre por mí. Me dijiste que teníamos vía libre para lo nuestro!
—¡Era mentira! Tenía que mantenerlo alejado de aquí para... —Se calló.
—¿Para qué? —Mi labio tembló al borde del colapso.
No. Simplemente no puede estar sucediendo esto. No contigo, Ragnar. No juegues conmigo como todos lo hicieron...
—Para acostarme contigo un par de veces, ¿ya? Para experimentar... Para probar un poco de la libertad que me fue robada, para vivir.
Un interruptor se activó en mi cerebro, me incorporé nuevamente y elevé mi rostro hacia el suyo.
Esto nos iba a doler.
—¿Te crees capaz de ir lastimando a las personas por que a ti te lo han hecho? Qué inmaduro eres. ¿No me amas? Te creo. Tú no eres capaz de amar a nadie. Tú no sabes lo que es el amor. ¿Cómo podrías aprender qué es, si todo lo que te rodea se crío sin él? Eres falso, estás vacío, todo lo que sabes hacer es victimizarte para conseguir absorber lo mejor de las personas y oscurecerlas. Yo te di y te mostré lo mejor que tenía, y te enseñé lo más profundo de mi dolor. Y lo pisoteaste. Elegí amarte y me traicionaste por la espalda. Vienes aquí, y te acuestas conmigo como si fuese tu puta personal —reí—... Resultaste ser igual al resto. Púdrete, Ragnar Novak. Yo si te amo, y probablemente lo haré por un buen tiempo. Pero te juro que serás tan fácil de olvidar como los otros que han estado antes de ti, y así como ahora te amo al punto de que me estoy muriendo por dentro y me cuesta respirar... Así también voy a borrarte de mi memoria, por que ni mi odio te mereces. Vete de aquí y ni se te ocurra volver a aparecerte en mi vida. De ti solo quedará el recuerdo de ser tan solo otra persona que he sumado a la lista de muertos en mi historia.
Sus ojos se oscurecieron y su boca quedó medio abierta sin saber que decir ante mis palabras llenas de ira. Percibí un cambio en su energía, algo acababa de romperse. Sus irises que antes había admirado por su fulgor, perdieron su brillo. Fue como si realmente se hubiese muerto por dentro. Asintió hacia mi, y sin más se escabulló por la ventana.
Aún sin una prenda, me asomé a la ventana y lo vi alejarse hasta que se subió a su coche y se perdió en la calle.
Corrí hacia la ducha y tomé un baño. Raspé una y otra vez mi cuerpo hasta que quedó rojo. No quería nada de él. Ni su delicioso aroma, ni el sabor de sus besos en mi piel, ni los restos de mis respuestas a sus caricias. Estaba llena de Ragnar, todo mi cuerpo estaba marcado por sus manos, sus labios, sus caricias. Lo quería fuera de mí, de mi sistema. Al salir del baño no contuve las ganas de vomitar al ver la cama deshecha y percibir aún el olor a sexo en la habitación. Luego de reponerme y lavar mis dientes, me vestí con ropa limpia y desarmé la cama, pensando en cuánto deseaba quemar esas sábanas. Quería quemar todo aquí para que dejase de oler a él. Todo tenía su huella, su impronta. Mi vida olía a Ragnar. Estaba perdida.
Corrí hacia la habitación de Rhys, intiendo mi cuerpo temblar, se asustó cuando abrí la puerta pero no preguntó nada. Me abrazó mientras me decía que intentase relajarme y respirar lentamente. Cuando me calmé, me alcanzó un vaso del leche tibia de la cocina y me hizo espacio en su cama. A los pocos minutos de observarme con cautela para controlar que nada me pasaste, se durmió. Yo me quedé contemplando su espalda desnuda, aún con el vaso entre mis manos.
Y de repente, como flashes de fotografía, los recuerdos de lo que había visto hace menos de dos horas en el instituto volvieron a mí, azotándome como si de látigos se tratasen.
Molly Andrews abrazaba y bailaba al suave compás del cuerpo de Ragnar Novak, haciendo mover su delicado y hermoso vestido liláceo alrededor suyo. Como si todos estos meses nunca hubiesen existido, él le rodeaba la cintura y le miraba con cariño. Como si nuestros recuerdos se hubiesen borrado, ella le sonreía y él rozaba su naríz con la suya. Como si nuestra historia estos meses jamás hubiese sido real, Ragnar besaba suave y efímeramente los labios de su compañera.
Que no era yo.
Que al parecer, nunca lo había sido.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla, la primera de la noche. Todas las restantes cayeron pensando en él.
Ahí supe que Ragnar Novak no solo había marcado mi vida... También me la había jodido.
Yo no estoy llorando, yo no estoy llorando...
Comienza la cuenta regresiva, damas y caballeros. Les recuerdo que pueden dejar una bonita estrellita, comentar y compartir SONDER si les gusta; también tienen disponible en mi perfil un blog de consejos, por si gustan sumarse a esa bonita comunidad <3
Mañana, le ruego a todos los dioses un baño de inspiración, nos volveremos a encontrar en una nueva actualización (doble, si todo sale bien).
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset.
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