Capítulo 48
En algún momento, las palabras dejan de ser suficientes.
¿Cómo expresas las sensaciones que te golpean una y otra vez cuando miras a los ojos a quien te hace sentir más vivo? ¿Cómo controlas el latido fuerte del corazón que se nota hasta en los oídos, o incluso en la punta de tus dedos? ¿Cómo haces para que todo tu cuerpo no responda de forma magnética a aquella persona que te enloquece? ¿Cómo haces que tus pensamientos dejen de rogar por esa mente a la que sientes que perteneces por completo?
¿Cómo frenas el amor?
Mecía el cuerpo de Kye al compás del ritmo suave de la música que habían puesto especialmente para nosotros aquella noche. La cena había sido fantástica, todo con ella se sentía así. Cuando descansamos un poco de la comida y las preguntas que develaron nuestros pensamientos más profundos respecto al otro, la invité a terminar aquella pieza de baile que nos habían robado en la cena de beneficencia de mis padres, hace ya un tiempo. Mis manos se ajustaban a la curva de su cintura baja, acariciando la suave tela satinada de su vestido, mientras ella se dejaba llevar con sus brazos enroscados en mi cuello, cantando en mí oído la melodía:
—Take my hand,
Take my whole life too.
For I can't help,
Falling in love with you...
Sonreí, haciéndola girar, robándole una risa que hicieron que sus ojos se achinen y sus mejillas se coloreen suavemente de un tinte rosado. Ver a Kye sonrojarse sin duda era una de las imágenes más hermosas que yo había visto en los dieciocho años que tenía en este mundo. Deseé con todas mis fuerzas tener mi cámara en ese momento, y poder retratar quizás para siempre aquel gesto.
—Acompáñame. —le pedí, una vez que la canción terminó. Tomé su mano y juntos salimos hacia la terraza del restaurante.
Desde hace un poco más de media hora, el lugar había quedado vacío de clientes. Para este momento, la única camarera que nos había atendido a lo largo de toda la noche, se encargaría de dejar todo listo dentro, mientras nosotros disfrutábamos de un momento en la playa.
Cerca de los barandales, había una pequeña mesita con una botella de champagne frío en una hielera metálica, y un cloché que guardaba nuestro postre. Estaba por tomar la botella cuando ella me detuvo.
—¿Vamos al agua?
Parpadeé. El mar. No estaba en los planes el mar.
Pero ella me miraba con esos ojos y yo... Yo...
—No tenemos traje de baño, preciosa.
Ella se quitó los tacones en un pestañeo, tomó la botella de champagne y las dos copas entre sus manos, y me invitó a acompañarla.
—¿Y desde cuándo eso es un impedimento? —Me guiñó el ojo y comenzó a bajar las escaleras de madera que conducían hacia la costa.
Por mi parte solté una risa nasal, me quité el calzado, tomé la bandeja con el postre y la seguí.
Al llegar a la arena, suspiré. Ella me esperaba un poco más cerca del agua. Se las había ingeniado para descorchar y servir el espumante en las copas. Me extendió una de ellas apenas la alcancé.
Dejé la bandeja en el suelo y la tomé.
—¿Por qué brindaremos esta noche?
—Por ti, por mi. Por nosotros, en el ahora. Por esta noche increíble, y por todas las que nos quedan.
Chocamos las copas y bebimos.
Por todo lo que nos queda...
Me aproxime hasta tomarla de la cintura y la besé. Sus labios tenían el sabor dulce y seco de la bebida. Besarla me abría el apetito de querer seguir probándola y no detenerme hasta saciarme. Sus besos eran provocativos, tentadores, rudos, directos. Kye besaba de la misma forma que se comportaba y hablaba.
No noté sus manos traviesas hasta que las sentí en la piel de mis hombros. Me había abierto la camisa y ahora trazaba dibujitos aleatorios en mi abdomen.
—Gracias por traerme a la playa. —Dejó un beso suave en mi mejilla. Luego, se giró y comenzó a caminar hacia el agua.
Sus pasos lentos eran retadores, me estaba incitando a detenerla. En mi interior las luces de preocupación se habían encendido porque sabía perfectamente que sería capaz de meterse al helado océano si no la detenía. Pero era Kye. Y Kye iba a meterse en el océano si no la detenía, y si lo intentaba, me llevaría con ella. Así que cedí en la derrota antes de iniciar la batalla, y deslicé la camisa fuera de mis hombros hasta que cayó en la arena.
Dándome un vistazo por sobre su hombro, ella asomó una sonrisa y comenzó a bajar los tirantes de su vestido suave y lentamente hasta que la tela le rozó la cintura. Procedí a quitarme los pantalones que llevaba, quedando en ropa interior, y me acerqué hasta que mi pecho rozó su espalda.
—Te van a ver, pícara.
—No si tú me cubres...
Se giró, dejando caer el vestido a sus pies. Se me cortó la respiración cuando contemplé que no traía ropa interior. Sus manos se deslizaron hasta el borde de mis bóxers y, pidiéndome permiso con la mirada, los bajó también.
Suspirando, la tomé en brazos, haciéndola rodear sus piernas en mi cintura y nos conduje al agua.
Helada, estaba helada.
Nuestras pieles se erizaron cuando estuvimos dentro, pero no salimos. Se sentía bien el calor que emanábamos, y una vez que nos aclimatamos, comenzamos a jugar como si fuese mis dos críos en una piscina. Ella se soltó de mis brazos y nadó entre las pequeñas olas como si fuese un pececito. Cuando salió a la superficie, sus ojos brillaban con fuerza.
—Pareces una jodida sirena... —murmuré admirando sus clavículas desnudas, las gotas que caían lentamente desde su pelo, hasta sus labios y luego recorrían su mandíbula hasta perderse en el agua.
—Si te canto y te hipnotizo, corres riesgo de que te arrastre conmigo hasta el fondo del mar. —emuló en un tono seductor que me activó aquellos sentidos carnales que yo ya conocía bien.
La tomé de la nuca y volví a besarla, hasta que logré que me rodee de nuevo las caderas. Besar la piel de Kye y sentir el dejé del agua salada era excitante. Sin embargo, me alejé de ella para contemplarla y dejar de tentarme. Ella volvió a retarme con la mirada y aprovechó para desetabilizarme y hundirme.
—¿Por qué me haz traído hoy aquí? —susurró, mientras peinaba mi cabello y yo recobra la respiración.
La hice girar suavemente en el agua.
Porque te mereces esto y mucho más.
Porque te admiro.
Porque estoy orgulloso de ti.
Porque me haces feliz.
Porque contigo puedo ser mi mejor versión.
Porque me haces fuerte.
Porque mi corazón responde solo a ti.
Porque quiero cuidarte.
Porque creo que te amo...
—Kye Griffin —carraspeé—. ¿Serías mi pareja en nuestro baile de graduación?
Sus ojos se abrieron con sorpresa, y fue muy tarde para cuando se quiso dar cuenta de que no había sabido esconder la emoción ante mi pregunta. Intentó cubrirlo con una mueca burlesca y retadora, pero no funcionó.
—¿Es en serio? —preguntó suavemente, asentí—. Yo... Yo... ¿estás seguro?
—Respóndeme, ¿por qué querría ir con otra persona, cuando tú eres todo lo que quiero?
Sus ojos bailaron eufóricos sobre los míos. Buscaba algo en ellos, pero no pude descifrar qué. ¿A qué le temía? Me soltó suavemente y me regaló una sonrisa, nadando hacia la orilla hasta que salió del agua y comenzó a secar su cuerpo con una toalla que, al parecer, la agradable mesera nos había hecho el favor de dejarnos antes de irse. Luego, se colocó suavemente mi camisa, y se giró para verme, como si estuviese esperando por mí. Imité sus pasos, y cuando tuve los pantalones puestos, ella abrió el cloché para descubrir cual era nuestro postre.
Rió cuando contempló el pote de Ben & Jerry's, y dos cucharas. Me encogí de hombro con gracia, puesto que sabía que ese sabor era su favorito. Me tendió una cuchara y, sin mucho que decir, nos sentamos y comenzamos a comer.
Yo estaba impaciente, nervioso, rozando la histeria. Ella parecía alterada pero intentaba demostrarme con sus gestos cierta tranquilidad, y no entendí por qué rayos estaba siendo tan difícil responder a esa simple pregunta.
—Nunca he hecho este tipo de cosas, ¿sabes? Una cena romántica, una cita, nadar desnuda en el mar, ir a un baile de graduaciones. La gente siempre me dijo que parecían no encajar con el tipo de persona que yo aparentaba ser, así que me autoconvencí de que si esas cosas no iban conmigo, entonces yo no haría nada para buscar la forma de hacerlas. Lo cierto es que siempre he querido que me inviten a una cita. Me hubiese gustado tener una bonita e inocente relación y experimentar la ilusión del amor joven. Esas primeras experiencias, esas experiencias sanas yo... No las he tenido. Y en realidad no hay "un tipo de persona" para hacer o no determinadas cosas. El problema es que me he pasado seis largos años haciéndole creer al mundo que soy dueña de mi vida y mis acciones, cuando la realidad está muy lejos de eso. Me aterra no ser aceptada —se llevo una cucharada de helado a la boca—, me importa lo que la gente dice de mi, me afecta. Pero más me aterra que vean esa debilidad y se aprovechen, ¿sabes? Porque eso hace la mayoría: pisotear a los débiles para escalar en una pirámide de poder y ego, situando sus propias vidas y la de los demás a su alrededor en un estado de competencia constante. Yo no quiero esa basura para mi, pero tampoco quiero que me pasen por encima. Soy consciente de mi vulnerabilidad, pero más conciencia tengo de cuánto deseo cuidarla y preservar quien soy en verdad, aunque casi nadie logre conocer a esa Kye.
—Preciosa... —suspiré, comprendiendo sus nervios.
—Contigo ser vulnerable no me pesa. Contigo, ser es sencillo. Por eso me gusta ser yo cuando estás presente. Una versión de mi es briosa, ¿para qué negarlo? Pero tú ahora conoces muchas versiones de mi, y todas te adoran, Ragnar. Eso me da un miedo de los cojones, pero me encanta en partes iguales. Porque te has metido en una capa tan profunda de mi piel, que ser yo ya no se siente como algo de lo que la gente vaya a aprovecharse... Supongo que eso es una respuesta un poco larga para tu proposición con respecto al baile.
Giró su rostro y me contempló, con una sonrisa tímida. La tomé del mentón suavemente y la besé, el sabor dulzón del helado con el deje del salitre del mar hizo estallidos en mi lengua.
—Gracias por todo esto, Kye.
Su silencio cómodo me dió a entender su respuesta. Luego de terminar el helado, caminamos abrazados de vuelta al restaurante.
—Wow, pensaste en todo... —Se llevó una mano a la boca, conteniendo la mueca de sorpresa cuando vio lo que había pedido que dejasen preparado en lo que estábamos ausentes.
Sí. Lo había pensado todo. Había tenido muchísima ayuda también. Maeve me había adelantado el color del vestido de Kye, y yo ya había mandado a confeccionar mi traje a juego con él. El restaurante privado era de un tío de Chris, que había cedido a dejarnos pasar la noche ahí, colocando a todos los empleados a disposición de lo que necesitásemos, pidiéndoles que se retiren a cierta hora, dejando una nevera preparada para que comiésemos lo que quisiéramos. La mesera, Kelly, tenía el trabajo de dejar lista una cómoda e improvisada cama en el piso superior, cerca de donde habíamos cenado. Para ello había llevado esa misma mañana un colchón de dos plazas y ropa de cama; los mismos que ahora se encontraban perfectamente dispuestos sobre el suelo de madera, apuntando hacia una pared en la cual un proyector la iluminaba. Del lado izquierdo poseíamos los ventanales con vista al mar, que nos despertarían mañana por la mañana.
—Digamos que busqué un balance entre tus gustos y los míos...
—Solo te faltó la ropa, no dormiré con vestido. —Sonrió coqueta, acostándose en la cama.
—Kye —me quité la camisa y recorrí gateando el colchón hasta quedar sobre ella—, todos sabemos que dormirás desnuda... Pero si quieres, te compré un pijama bonito y ropa interior de algodón para que estés cómoda.
Y un cepillo de dientes, y desodorante, y un perfume, ¿por qué no? Gracias, Maeve.
—Eres delicioso. —Me tomó del cuello y me besó.
La velada fue maravillosa, no mentiré. Vimos una película, comimos cosas dulces (y quizás experimentamos un poco con ellas y nuestros cuerpos), y al final de la noche, elegimos sacar nuestra camita improvisada y dormir bajo las estrellas.
Esa noche creo que no la olvidaré jamás.
Veintisiete de mayo.
La noche en la que le pedí ir al baile conmigo.
La noche en la que deseé pedirle muchas más cosas que eso.
La noche que nos arropó desnudos bajo su manto de mar y brisa salada.
La noche en la que elegí hacerle el amor a la mujer de la que estaba completamente enamorado.
La noche en la que se lo tuve que haber dicho...
Era una persona de buen amanecer, eso no podía negarlo. Pero aquella mañana, mi amaneces fue más que bueno. Fue maravilloso.
Luego de retozar en la cama por casi una hora con la castaña, con susurros, caricias y risillas entre medio, ambos elegimos tomar un rápido baño para volver a nuestra realidad. Nuestra primera cita había llegado a su fin, y cada uno de nosotros tenía sus respectivas actividades aquel sábado para realizar. Así que una vez estuvimos listos, tomamos un espectacular desayuno que ambos preparamos en aquella cocina increíble, dejamos todo limpio, y partimos agradeciéndole a Kelly por su atención una vez que ella llegó a cumplir con su horario de trabajo.
Dejé a Kye en su casa, prometiéndole que el lunes nos veríamos en Reachmond. Ella aceptó, me deseó un hermoso fin de semana, y me besó ferozmente a modo de despedida, por si no nos volvíamos a ver hasta el inicio de la nueva semana de clases: la penúltima de nuestro curso.
Sí. Solo quedaban dos semanas para graduarnos, era increíble. Yo me encontraba ansioso, no solo porque ya había mandado varias cartas a algunas universidades prestigiosas de las que esperaba pacientemente una respuesta, sino porque hoy por fin podría cerrar mi trato con Marcus. Su visita anterior, en la que pensé que acabaríamos con esto de una vez, se vio interrumpida cuando tuvo que volver a salir de urgencias rumbo a Japón por cuestiones de negocios que, bajo sus palabras, no podía posponer por firmar un papelito sin sentido con una cría que lo estaba sobornando.
Quise reírme, para ser honesto, ante semejante desfachatez. Pero me ahorré palabras hirientes de su parte que no tuve ganas de oír, y asentí cuando me confirmó que lo resolveríamos cuando volviese. Y eso había sido ayer por la tarde.
Así que oficialmente me encontraba a pocos minutos de pactar aquel contrato que aseguraría mi libertad, la protección para Kye, y la oportunidad de hablar con Molly y serle completamente sincero respecto a lo que estaba ocurriendo con ella, y con ambas familias.
Al llegar a casa, el abogado que había contratado para acompañarme en este asunto legal, ya esperaba en el salón de la entrada.
—Señor Leclerc, puntual como siempre. ¿Tiene los papeles? —Le sonreí tras quitarme los lentes de sol, y estrechar su mano.
El asintió sin expresar mucha emoción en su rostro. Me tomé el atrevimiento de caminar hacia el despacho de mi padre y abrir sin tocar. Allí estaba él, charlando entre risotadas con su propio abogado, compartiendo una medida de ginebra.
Asentí con la cabeza a modo de saludo, y entré con mi acompañante para tomar asiento alrededor del escritorio de Marcus. Minutos después, ambos profesionales se encontraban abriendo sus maletines, tomando los correspondientes documentos y preparando la mesa para firmar. Mientras ellos hacían su trabajo, yo me cagaba en los pantalones de los nervios.
Y es que aquel hombre que de hacía llamar mi padre, del cual me pasé años esperando reconocimiento, orgullo, o alguna muestra de algo más que indiferencia o desprecio; me observaba como si todo esto fuese un juego de niños que le estaba haciendo perder su tiempo.
Tenía muchos sentimientos encontrados por él. Ahora ellos también se asimilaban al desprecio que yo había recibido. Era un odio mutuo, que rozaba niveles que me creí incapaz de sentir por alguien que tuviese mi propia sangre.
Mi progenitor. El que debería haber cumplido su rol de padre había quedado perdido o anclado en alguna parte de la historia familiar, porque definitivamente en el rostro del magnate Novak no quedaban rastros de él.
Yo no tenía padre. Ese fue el momento en el que entendí por qué Kye tiempo atrás me había mencionado la muerte de su madre.
El mío también había muerto hace años.
—¿Podemos terminar ya con esto? —Chasqueó la lengua cuando vio que no me movía de mi posición. —Dame esos malditos papeles.
Con un graznido se los arrancó de la mano a mi abogado; tomó su pluma, no se preocupó de leer lo que habíamos redactado semanas antes con el señor Leclerc, y garabateó su firma en las últimas hojas del documento. Me deslizó con asco los dos documentos idénticos para que yo hiciese lo mismo. Tras finalizar, le di una de las copias a su abogado, y la otra al mío.
Los hombres guardaron las cosas en un silencio profundo; y yo me puse de pie para salir de la oficina sintiendo una extraña sensación de libertad, aunque no pude definirla con exactitud de esa forma.
Cuando quise acompañar a Thomas Leclerc a la salida, su rostro me observó de una forma que me confundió. Agachó la cabeza y se puso de pie.
—Lo siento, Ragnar. No espero que comprendas, pero todo lo que hice fue porque tengo a una familia que proteger.
Sentí una opresión en el pecho que dolió como si me estuviesen quemando por dentro cuando Marcus sonrió de lado, se puso de pie también y sacó de un cajón un maletín de cuero.
—Soy un hombre de palabras, Thomas. Puedes irte...
Mi abogado tomó el dinero y salió cabizbajo y a paso veloz de la casa, dejándome pálido y enmudecido de pie frente al escritorio.
—No... No —me desesperé tomando mi copia del documento—. ¡¿Qué hiciste?! ¡¿Qué coño hiciste?!
Pasé velozmente los ojos sobre las letras, sintiendo como me costaba respirar cada vez más. Mi cabeza pensaba más rápido de lo que podía controlar y la adrenalina me recorría el torrente sanguíneo haciéndome sentir su presión hasta en los oídos.
—Te lo pregunté antes, y te lo repito ahora, Ragnar. ¿Qué te hace pensar que puedes negociar conmigo o negarte a una orden que te dé? —Su timbre de voz fue frío, soberbio, poderoso; me erizó la piel—. Llevo más de treinta años negociando con idiotas el triple de poderosos y profesionales que tú, que han salido perdiendo. No puedes ganarme, no puedes contra mi. Soy el magnate Novak, soy tu jodido padre. Tú, tus aspiraciones baratas, tus sueños infantiles y tu amorío de cuentito de hadas me importan tan poco, que la única razón por la que acepté tu propuesta fue para divertirme un rato. No vas a salir con esa zorra de pelo oscuro, no estudiarás fotografía, no dejaras a la niñita Andrews, y no volverás nunca a refutar a una orden mía. Porque tu estás aquí —señaló la palma de su mano—, al igual que el idiota de tu hermano que no tiene idea de lo que le espera. Yo no voy a tener por herederos a dos mocosos que juegan a la revolución. Yo no he criado a dos inútiles. Si no lo aprendieron por las buenas, lo van a tener que aprender por las malas. Ya te he dejado divertirte mucho, esto se acaba el tres de junio. Fíjate cómo vas a arreglar la idiotez que cometiste, porque ahora no me lo voy a pensar dos veces cuando tenga que ir por la cabeza de esa pelinegra. Sabes de lo que soy capaz, no tientes tu suerte...
Su robusto cuerpo se puso de pie con tranquilidad, mostrándome una sonrisa que me supo tenebrosamente amenazadora. Rodeó su escritorio, palmeó mi hombro y desapareció por la sala.
Me había engañado. Había sobornado a mi abogado, había cambiado el contrato, había montado todo un teatro para que yo firmase aquellos documentos seguro del contenido en sus párrafos. Le había entregado mi cabeza, la de mi hermano, la de Molly y la de Kye servidas en bandeja. Y lo peor es que tenía razón, yo no podía volver a tentar mi suerte. Ahora tenía un documento legal para utilizar contra mi y no podía defenderme porque aquella arma que yo planeaba usar para protegerme, había terminado por acorralarme contra la pared, amenazando mi yugular con su doble filo. Un solo movimiento en falso y sería el fin.
Ya no había mucho más por hacer, las cartas estaban echadas. De pie en aquel lugar que odiaba tanto o más que a Marcus Novak, sentí el sabor agrio y doloroso de la derrota. Con el corazón en una mano, y el contrato arrugado en la otra, salí rumbo a la casa de Molly con un único pensamiento.
Proteger a Kye. A cualquier costo...
¡OMG, OMG, OMG!
Solo vengo a decir por aquí que espero no ser odiada. También les recuerdo que pueden dejar una preciosa estrellita mostrando su apoyo, comentar si lo desean y compartir esta historia con sus amiguis <3
Les deseo un precioso día, como siempre les recuerdo que mi inbox está abierto y disponible para lo que necesiten. También les refresco respecto a mi blog para escritores (lo encuentran en mi perfil).
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset.
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