Capítulo 44


Familias disfuncionales, sí las hay. El prototipo idílico de familia no existe. Yo creí que la mía competía con buena posición en aquella categoría, pero definitivamente había encontrado a alguien que me ganaba por mucho.

Mi padre estricto e inquebrantable, mi madre títere y mi hermano hippie parecían sacados de "La familia Ingalls" a comparación de la de Kye.

Un padre muerto.

Una madre alcohólica y ausente.

Una hija rebelde, brillante, ex-adicta con un plus de un pasado depresivo.

Familias disfuncionales... Sí las hay.

—Pareces un maldito león enjaulado, Rhys. ¿Podrías quedarte quieto? —Había perdido la cuenta de las veces que Maeve le había pedido al peliazul lo mismo, en los trece minutos que llevábamos en la cocina.

Sí. Los había contado.

—Es tu culpa por traerme aquí.

—En teoría es de Kye. Ella nos pidió que...

—¡Tú te jodidos callas! —me interrumpió.

—¡Rhys! —chilló Maeve.

—¡¿QUÉ?!

El sonido de la puerta de la entrada se escuchó. Durante todo ese tiempo habíamos escuchado la conversación entre Kye y su progenitora. Si bien los muros habían amortiguado sus voces, la ira y la tensión había podido transmitirse de aquel ambiente al nuestro, como si no nos separase más que aire. Símil a un depredador atento y en cacería, el mejor amigo de la pelinegra alzó sus ojos y salió disparado de la cocina apenas el ruido cesó al otro lado de la puerta.

—Chispita, ¿quieres...?

—¡No! ¡No quiero! ¡Déjame en paz! —Oí el grito de Kye, seguido de unos fuertes pisotones y un nuevo portazo.

Me alarmé y quise salir de la cocina, pero la mano de Rhys en mi rostro, recargado en el marco de la entrada, me lo impidió.

—No quiere ver a nadie, no está en condiciones. Lo mejor será que te vayas, estorbas. —gruñó.

No es momento para tus escenas, Rhys Riott.

Le aparté la mano y fui hacia el salón. La entrada olía a alcohol mezclado con una fuerte colonia floral. No me gustaba aquel aroma, me producía escalofríos, y entendí que a Kye tampoco le hubiese agradado.

—Me quedaré aquí, te guste o no. Jamás la dejaría en una situación así, por más desconcertado que me encuentre respecto a lo que acaba de suceder. —bufé y me senté en uno de los sillones individuales.

Tía Maeve salió de la cocina al cabo de unos minutos, con café para los tres. Nos sentamos a beber en silencio.

Su rostro se veía ensombrecido ante la escena de hace rato, como si tragase a cada segundo unas inconmensurables ganas de llorar y gritar a todo pulmón hasta perder la voz... Sus manos temblaban ligeramente por los nervios y la preocupación de no saber qué podía estar pasando con Kye justo ahora.

—No hice nada... —rió secamente—. La dejé entrar, pasearse, y escucharla atacar a Kye... ¡Y no hice nada! ¿Qué clase de tía soy? ¿Cómo se supone que debo cuidar de ella si me quiebro en cuanto algo malo sucede?

—No es tu culpa —habló Rhys al cabo de unos minutos—. No planeaste que Sienna llegase aquí, jamás lo hubiésemos pensado, Maeve...

—Mi niña... Mi pequeña Kye.

—Deja de verla así. Ella ya no es una niña, es una mujer. Quizás todo esto era necesario, quizás es lo que ella necesitaba. Sienna no ha visto a Kye en seis años, cuando la abandonó era una cría. Se ha acojonado del pedazo de leona que se plantó frente a ella, por eso la atacó. No le quedó más opciones que usar el dolor contra Kye, porque es la carta más sucia que podía jugar en esa situación. Y aún así no la vulneró, o al menos Kye no se mostró así...

—Si ella... —Maeve sorbió por la nariz, ahuyentando las lágrimas—. Si Sienna la ha vuelto a romper... Te juro Rhys que haré todo lo que esté en mis manos para destruirla. Ella no es tan fuerte, es una niña aún. Tiene miedo, lo pude ver cuando bajaba las escaleras. Lo único que quería era olvidar el pasado y hoy lo tuvo en frente. ¿Qué crees que ocurrirá con todos los pensamientos con los que ha venido luchando por años? ¿En serio piensas que todo se va a olvidar tan fácil? Estás tan equivocado...

Miré mis manos, con un nudo en el corazón. No... Kye no podía volver al pozo. Todo lo que había pasado, todos sus logros serían en vano. Si Sienna ganaba, ¿qué quedaría de Kye?

Siento algo... No está bien. Algo sucede.

—Ya verás que juntos sal... ¡Oye! ¿A dónde vas? —me gritó su amigo.

Corrí escaleras arriba y abrí la puerta de Kye sin pedir permiso. Esta estaba sin seguro... Porque allí no había nadie.

No, no, no, no...

Salí de su habitación e instintivamente me moví hacía el cuarto de baño. Cerrado.

—Kye... —Toqué suavemente—. Preciosa, por favor, abre la puerta.

Silencio.

—Bonita —oí las pisadas de Maeve y Rhys acercarte suavemente hacia donde estaba—, ojitos de universo. Déjame verte.

Un sollozo se oyó al otro lado, pude respirar un poco mejor.

—¿Podrías abrirme? No diré nada si no quieres, déjame abrazarte.

Comencé a perder las esperanzas, al cabo de unos minutos. Pensé incluso en tirar la puerta abajo hasta que un suave click se escuchó.

Al entrar, mi respiración se volvió a cortar y mi corazón quedó en pisoteado en el suelo.

Kye, frente al espejo, bañada en lágrimas. Con una chuchilla de afeitar entre sus dedos apoyados en el frío mesón del lavabo.

—Había una vez, una niña cuya madre era una malvada villana. Ella creció a base de miradas duras y palabras hirientes, hasta que su padre, su héroe, le contó que comenzarían a vivir juntos en un nuevo castillo sobre una colina, a la vista de un mirador. Sin embargo, la felicidad no duró mucho, su héroe y la villana del cuento siempre gritaban y peleaban en una sala llena de gente con un señor que los miraba desde lo alto de un trono, haciendo sonar su martillo de madera para poner orden. Más de seis años duró aquella guerra, hasta que nuestra niña se convirtió en una doncella de apenas doce inocentes años. La villana tenía una cueva muy fea, a la que el juez y su martillo le habían dicho que debía ir cada fin de semana, sin falta. Custodia compartida, le decían algunos. Para aquella niña no era nada más que el infierno en la tierra, por dos días completos. La villana odiaba que le llamase mamá, así que ella había desistido de nombrarla así. De esa forma se ahorraba los golpes que le daba de no hacer caso a sus peticiones...

Los dedos de Kye jugaron con la cuchilla, y mis nervios aumentaron.

—Mamá, que ya no era mamá, siempre tenía en casa botellas transparentes, algunas llenas y otras vacías totalmente. Su cueva olía muy mal, y la oscuridad la azotaba cada vez que iba, sin dejarla dormir durante dos noches seguidas a causa del miedo. La joven muchacha había descubierto también bolsitas transparentes con cristales preciosos en ellas... Que resultaron no ser cristales, si no algo mucho peor. A la villana le encantaban, esos y las jeringas rellenas de "mágia", como la mujer le decía en su vaivén entre la conciencia y la inconsciencia. Una tarde, llegó a la cueva un caballero que de brillante armadura no tenía nada. La pequeña le temía, puesto que sus ojos siempre la veían de una forma rara, que le daban ganas de llorar y salir corriendo. Pero mamá, que ya no era mamá, le decía que debía querer a su amigo, que él la cuidaría, que sería su padre nuevo... Pero su héroe nunca la hubiese mirado cómo aquel hombre le miraba, jamás le hubiese dicho las obscenidades que aquel ogro disfrazado de caballero le lanzaba... Y menos la hubiese tocado de la forma en la que aquel animal intentó tocarla aquel doce de julio. Donde el cuento llegó a su fin.

El filo relució al moverse. Tragué intentado pensar una forma de quitar aquello de sus manos sin que alguno de los dos saliese lastimado.

—¿Por qué entonces la joven doncella no decía nada a su héroe? Porque jamás había sido tan valiente. No era una guerrera, era una cobarde. A sus pobres doce años, serlo era la única solución que encontraba para justificar su miserable situación. Gritos era igual a no ver más a papá... Silencio era soportar solo dos días y volver a la feliz vida en el castillo. Eso era lo que la villana le había prometido. Pero cuando aquella tarde de verano llegó, la doncella ya no pudo callar más. La armadura oxidada del caballero se había caído, dejando ver al ogro en él. Intentó aguantar cuanto pudo, todo por ser feliz con su héroe en el castillo. Pero cuando las garras del ogro se posaron en ella y rompieron sus vestidos, el grito no quiso quedarse en su lugar. Gritó, gritó y gritó. Y tuvo el valor por primera vez para correr y lograr llamar a su héroe. Inmediatamente él salió volando para rescatar a su damisela en apuros, pero nunca llegó a salvarla. érdió el rumbo de su vuelo veloz chocó, y jamás volvió a elevarse. Así la profecía de la villana se volvió cierta. Si yo gritaba, no volvería con papá... Y nunca regresé con mi héroe, porque lo vi colisionar y desangrarse hasta morir, una cuadra antes de llegar a la cueva de la bruja de Sienna Cardelli. Todo para salvarme, todo porque había gritado...

—Kye... —Un nudo se atravesó en mi garganta, cuando la vi alzar la navaja.

—Supongo que ese es un cuento que no puedes contarle a un niño, ¿no? Pues a veces no es divertido ser la protagonista de algunas historias.

Ágilmente sus manos cortaron el aire, y mi respiración se atragantó en un grito. Vi su cabello caer en mechones negros largos, en cortes desprolijos.

Por cada corte, una lágrima escurría por su mejilla. Su respiración era errática, caótica. Los espasmos del llanto le impedían ver bien donde cortaba, hasta que vio sangre en su dedo y lloró más fuerte.

—Dame eso... —Tomé el filo y su cabello entre mis manos.

Corté suavemente hasta que cinco centímetros quedaron de largo entre su cuero cabelludo y las puntas. Nunca dejó de mirarme a través de espejo y nunca dejó de llorar.

Cuando terminé, le devolví la navaja. Confiaba en ella. Kye la devolvió a su lugar y suspiró. Luego se giró a mirarme.

—No soy como ella, ¿verdad? —habló en un murmullo atragantado en llanto, quebrándose nuevamente—. ¿No lo soy?

La alcancé rápido entre mis brazos cuando sus piernas perdieron el equilibrio. Mis ojos no pudieron soportar las lágrimas, lloré sosteniéndola en aquel diminuto baño lleno de cabellos negros.

—No... No preciosa. No eres como ella, jamás lo serás. Tú misma lo dijiste, eres más que eso. Dios, eres mucho mejor. Tú, Kye Griffin, eres todo lo que está bien en esa jodida vida de mierda. Tú si eres una guerrera, eres mi guerrera. Y se que tu padre está orgulloso de la mujer en la que te haz convertido. A veces, hay sacrificios que estamos dispuestos a pagar por las personas que amamos, y Dago no pensó diferente. Tú puedes vivir gracias a él. Sé que odias no tenerlo, pero él vive en ti. No Sienna, no una mujer llena de odio, y menos una niña cobarde. Kye Griffin es una persona amable, amorosa, leal, sincera, luchadora, llena de vida, decidida, leal. Tú sabes lo que es el amor, eres más qué todas esas cosas que te han ocurrido. Estás más allá de una madre de mierda y su falta de amor. Gracias a tu fuerza, esa tarde no fuiste abusada por un alcohólico, ni volviste a esa casa con aquella arpía. Pero no perdiste a tu padre... Y eso también importa. Porque todo lo que ha ocurrido te ha unido a quienes amas. Y eso lo incluye a él. Somos más que este envase de piel... Y lo sabes. Pero esto —toqué su corazón—, jamás se va. Vive a través de los que aún están, y siempre será así. Tu padre no está muerto, Kye, solo se ha convertido en algo más que este cuerpo que todos poseemos. Aprovecha eso, aférrate a eso. Tú jamás serás como Sienna Cardelli. Eso te lo puedo jurar. —Sonreí secando sus lágrimas con mis pulgares.

—No puedo creer que le haya permitido lastimarme de esa forma... —lloró.

—A veces es necesario rompernos un poco para volver a armarnos.

—Ya estoy cansada de romperme. Esta no soy yo, esto es lo que queda de la pisoteada que me han dado...

—Entonces no nos apartes y déjanos ayudarte a volver a ser Kye Griffin. La preciosa mujer capaz de mover montañas por sus ideales, aquella leona que lucha por quienes ama y por si misma. Déjanos estar ahí para ti, para recuperarte.

Kye asintió suavemente, y me dejó besarla.

—¿Tú sabes cuánto te quiero? —susurré.

—¿Mucho más que lo largo de la torre de un castillo? —Sonrió a medias.

Pff... Muchísimo más que eso.



Afuera ya había oscurecido para cuando Kye salió de bañarse, luego de haberle pedido a Maeve comprar un tinte para el cabello y teñírselo dentro del baño —ya limpio— de su hogar. Pasaron un par de horas, no supe de lo que habían hablado... Cuando la vi en la sala de estar, con su nuevo corte mucho más prolijo de lo que yo se lo había dejado, y con un color castaño claro hermoso, ella tenía una sonrisa en su rostro. No, no era la sonrisa de Kye. Pero Kye tampoco era cien por ciento ella misma, y dada la situación por la que estaba atravesando, si decidía que teñirse el cabello, llorar, y gritarle a Sienna cuánto la odiaba era cerrar una etapa... Entonces yo la apoyaría sin dudarlo. Todo por recuperar a mi Kye. Todo por verla nuevamente feliz.

—¿Cómo te encuentras? —La recibí cuando se sentó en mis piernas y me abrazó por el cuello.

—Mejor —suspiró—. ¿Me veo bien? Es obvio que sí, pero quisi...

—Te ves hermosa —susurré luego de callarla con un beso—. Como siempre.

Sus dedos se escurrieron entre mis rizos y sonreí apoyando mi frente en la curva de su cuello.

—Esto me gusta. —murmuré cual niño pequeño.

—Lo sé. ¿Te quedas a dormir?

Asentí con un ruido gutural, y la dejé mimarme por un rato más.

—Hay un proyecto de fin de año, ¿sabes? Se trata de documentar la vida de alguien importante para nosotros...

—Acepto —me besó—. Quiero hacerlo.

¿Cómo sabía que se lo iba a proponer?

—Tendrás que hablar de tu vida, tu infancia... Después de hoy, ¿en verdad estarías dispuesta?

—Esa es exactamente la razón por la cual lo haré. No puedo pasarme la existencia escondiendo quién soy... Tengo una vida complicada, como todos. Si contarla te ayuda a ti a pasar ese examen, y a otros a ser aconsejados a través de mi experiencia... ¿Por qué habría de negarme? —Hizo el amague de pasar un mechón por detrás de su oreja, pero bufó al darse cuenta de los impedimentos de su nuevo look—. Entonces, ¿comenzamos ahora?

Asentí efusivamente y corrí hacia mi coche para buscar las cámaras. Era definitivamente el mejor escondite dónde mis padres nunca buscarían.

Volví al living y acomodé el trípode a un lado de la mesa de té. Prendiendo la filmadora, enfoqué a Kye sentada en el sofá, con su pijama de cuadritos y los ojos aún hinchados de la tarde.

—Y... Acción —le hice una señal y ella rodó los ojos—. Preséntate, por favor.

—Me llamo, eh... Kye Griffin. Vivo actualmente en la ciudad de los Ángeles, California. Tengo diecisiete años, y acabo de tener una crisis existencial.

Sonreí y negué, antes de leer en mi block de notas la siguiente pregunta.

—¿Por qué aceptaste ser la protagonista de este documental?

Enfoqué de cerca su expresión cambiar a una más seria.

—Por que es hora de enfrentar mis problemas, y deshacerme de ellos...



Nuevo capítulo de SONDER fresquito para ustedes (ya tengo listo el próximo, así que entre mañana y el domingo estaré subiéndolo <3

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Si estás atravesando un mal momento en tu vida, o simplemente necesitas hablar, aquí estoy si me necesitas. Tienes mi apoyo por completo <3. Recuerda que a veces solos no podemos con los problemas y no tiene nada de malo pedir ayuda cuando realmente las cosas están mal. ¡Te quiero mucho, lector!

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset.

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