Capítulo 35


Para la mañana del día siguiente, los murmullos en Reachmond se hicieron presentes al verme ingresando con Ragnar y Rhys flanqueando mis costados.

 
Pese a que no me agradaba para nada estar aquí, después de meditarlo por algunas horas, justo antes de que rojo llegase a casa, decidí que simplemente no podía tirar la toalla. Esto iba a ser un todo o nada. Y yo iría por el todo.

Así que aquí me encontraba, caminando a la que —en un cursado normal— era mi primer materia del día. No pensaba perderme ni una sola hora lectiva más, aunque al finalizar el año Herworth me dijese que todo esto había sido una pérdida de tiempo iba a tomar cada una de las clases, haría todos los  trabajos correspondientes, y con un poco de suerte, convencería a los profesores de graduarme este año.

Química nos abrió las puertas, iniciando así una mañana casi espléndida, si no fuese por química en sí. Sacudí mis hombros, intentando mentalizarme de una forma más positiva, quería comenzar con el pie derecho. La profesora ingresó, nos saludó, posó sus ojos en mí, y salió inmediatamente del salón. Bufé, porque en menos de cinco minutos yo volvería a estar en la oficina de Raven Herworth.

Kye Griffin, se la solicita en dirección en calidad de urgente.

Sonreí, me puse de pie sin abandonar mis cosas, y caminé hacia el área de administración sabiendo que Ragnar Novak me pisaba los talones.

—Usted dirá, directora. —Tomé asiento una vez que me permitieron el ingreso. El bello chico pelirrojo quedó de pie a mis espaldas.

—No puedes estar aquí, Kye. Tu estás expulsada. Quiero que te retires inmediatamente de este establecimiento. —Su voz tenía un trasfondo de ira acumulada que me hizo sentir victoriosa.

—De hecho, déjeme decirle que no. Usted nunca mencionó una expulsión, sino una condición de repetición de cursado. Por ende, como todo alumno, tengo derecho completo de transitar por estos pasillos y asistir a cada clase que se me antoje. —Por detrás, los largos dedos de Ragnar habían comenzado a peinar mí cabello atado en una coleta alta. Cerré los ojos.

—No voy a permitirlo. Elevaré una queja al consejo.

Los ojos de Raven se movieron satisfactoriamente sobre el chico de oro y sobre mí. Suspiré y alcé mí rostro.

—¿Le explicas, dulce pelirrojo?

—Por supuesto, hermosa —Ragnar besó mi coronilla—. Verá, directora, el estatuto de está prestigiosa institución indica que solos los alumnos regulares pueden acceder a ello. Por ende, Kye Griffin tiene todo el derecho de circular libremente por los edificios de West Reachmond High School.

—Griffin es becada... —murmuró Herworth entre dientes.

Era becada. Hoy por la mañana hemos depositado la cuota de este mes. De hecho, la secretaria tiene sus papeles listos para confirmar su condición de alumna regular. —Sonrió él.

El rostro de la mujer se contrajo en una Mueca que me hizo asomar una sonrisa ladeada. Tenía cara de constipación, como si la noticia la hubiese literalmente secado.

—Cuando su padre sepa...

—Usted no va a decir nada —la silencié—. Porque si llega a tomarse ese atrevimiento, será reportada y recibirá como mínimo una sanción en la cual la removerán de su cargo de forma indeterminada, por aceptar sobornos de padres y alumnos de esta institución, desde hace más de diez años.

Herworth casi se ahoga con su saliva. Me puse de pie, y apoyé mis manos sobre su escritorio.

Había sido difícil para mí la idea, pero Ragnar me había convencido de dejar de ser becada. Y como él era el "abogado" de los dos, comenzó a explicarme lo que había estado pensando desde hace un par de días mientras ambos tomábamos aquel delicioso baño juntos. Al inicio me negué, pero luego de una larga y convincente explicación del pelirrojo, la idea de terminar mi último año siendo Marcus Novak quién pagase las cuotas me supo a victoria inmediata. Se lo merecía, así que acepté.

—Esto es un juego de poderes, ¿no? Usted y yo somos peones de un partido de ajedrez arreglado, así que le sugiero que no me tome a mí como el enemigo. Acostúmbrese a seguir viéndome por estos pasillos, porque aquí entre nos, quien tiene más para perder no soy precisamente yo.

Enderecé mí cuerpo y, dando media vuelta, tomé la mano de Ragnar y ambos salimos de la oficina de la mujer. Las clases aún no habían finalizado su primer módulo, por ende los pasillos estaban completamente vacíos. Tras alejarnos del área administrativa, vagamos aún con las manos entrelazadas por los corredores; acercándonos al baño, mi cuerpo fue empujado hacia una de las paredes. Los labios de Ragnar me robaron el aliento de forma sorpresiva, atrapando mi boca en una caricia salvaje que dejó mi mente en blanco.

—Como me gusta que hagas esto... —suspiré mientras mordía mi bajo mi oreja, muy suavemente.

—Me encanta cuando haces justicia, es algo muy sensual y provocativo de apreciar. Y ahora que puedo... Quiero demostrarte como reacciono cada vez que te veo hacerlo.

Puta madre...

Lo tomé del borde de su playera y lo arrastré hasta los baños de chicos, sin que nadie nos viese. Lastimosamente este no tenía traba, pero los cubículos sí, y eran bastante cómodos. Me encerré con Ragnar en uno de ellos y aseguré la puerta.

—Tú y yo vamos a jugar a algo... —susurré muy suavemente, pasando mi lengua por su cuello.

—¿Un juego...? —Lo oí suspirar.

—Si haces un solo ruido, por más pequeño que sea, va a tener su consecuencia, y no será beneficioso para ti. Ahora —mordí su labio inferior—, quiero que cierres esos ojos que tienes y cuando vuelvas a abrirlos, dejes la timidez a un lado y me muestres a ese Ragnar que yo quiero ver...

Me alejé un poco de él y vi como hacía caso a mis palabras. Al cabo de un rato, sus ojos seguían sin abrirse, puse una mueca pensando que, quizás, no era ni el momento ni el lugar para comenzar mis juegos con él.

—Rojo, si estás incómodo y prefieres hacer esto en un lugar más privado yo...

Su mano se movió rápidamente hasta tomar con sus dedos la hebilla del cinturón de cuero que sostenía mis jeans, y me pegó a él haciéndome sentir que, en realidad, si quería esto.

Y vaya que se sentía...

Abandonó el agarre en mis jeans, y subió hasta rodearme el cuello con su mano. Su toque delicado, tanteando mi piel me obligó a cerrar los ojos y entreabrir los labios para soltar un pequeño gemido. Sentí la presión de su brazo cuando mi cuerpo tocó sin mucha suavidad una de las paredes del cubículo. Su nariz se deslizó por el contorno de mi mandíbula, soltando aire tibio y logrando erizar mis poros. Siguió el recorrido por mi cuello, lamió la piel que se asomaba por mi camisa de seda oscura y mordió el inicio de mis pechos.

—Carajo...

Me tocaba jugar esta vez, lo senté en el retrete y le permití seguir recorriendo mi torso de a poco. Un botón suelto, luego otro, y otro más. Camisa abierta de par en par, sus manos aprovecharon para apretar la carne de mi cintura; me gustaba como besaba mi piel, no era ni tan brusco ni tan suave, y eso definitivamente era garantía de que luego allí habría una leve rojez. Me acerqué más a él y me encargué de sentarme en el lugar exacto para que ambos pudiésemos sentirnos a la perfección.

—Kye. —susurró.

—Shh... —lo besé—. A partir de ahora, te quiero concentrado en cerrar esa hermosa boca que tienes.

Elevé mi mentón dándole acceso a seguir con su tortura sobre mi piel, y comencé a mover mis caderas muy suavemente. Sus brazos se tensaron y sus dedos apretaron con fuerza la zona de mis costillas.

Abrí mis ojos y lo vi disfrutando del momento. Quería hacerlo tocar las estrellas sin posar mis manos en él. Mi meta era hacerlo desarme hasta llevarlo al borde de la locura. Iba a darle lo que nadie nunca había estado a la altura de ofrecerle.

Su dureza se sentía cada vez más marcada contra mi entrepierna y eso me arrancó un par de gemidos desde lo profundo de mi garganta, sabía que eso sería peor para él. Podía notar cuánto se estaba esforzando por no hacer ningún sonido. Aceleré mis vaivenes, tomando al pelirrojo de la mandíbula y robándole uno de esos besos que podrían llevarte de la mano hacia el infierno, e irías gustoso. Me separé y respiré con más fuerza, porque aquel punto más sensible de mi cuerpo comenzaba a sentirse más y más hinchado y húmedo.

Joder, iba a venirme en cuestión de segundos.

No detuve mi movimiento, Ragnar cada vez alzaba más sus caderas para chocar nuestros sexos a través de la ropa, era el instinto sexual hablando por él en su máximo esplendor. Llevé la mano a uno de mis senos y lo apreté, exhalando con fuerza.

En eso, oímos el ruido de la puerta de los servicios abrirse. Los ojos de Ragnar me miraron con sorpresa, y cuando quiso separarme de él y pausar nuestro momento, me acerqué hasta su oído.

—Si te detienes ahora —gemí apretándome un poco contra él—. Me aseguraré de no volver a hacer esto jamás contigo.

Sus iris azules mantuvieron mi mirada, desafiantes. En ningún momento detuve el ritmo de mis caderas. Su mano subió hasta la mía y ocupó su lugar, apretando uno de mis pechos. Mis ojos casi se ponen blancos al sentir sus labios en la piel que sobresalía del sostén que llevaba, lo sentí arañar, lamer, succionar y besar el monte de mi seno derecho, iba a hacerlo...

Callé mis sonidos presionando mi boca sobre el hombro del pelirrojo, mordiendo la carne que había quedado al descubierto al correrse su camiseta de lugar. Las voces de algunos alumnos aún llenaban el espacio, y eso hacía pasar por desapercibidos mis sonidos guturales.

Ragnar chocó su cadera con la mía una vez más, me abrazó por la cintura soltando al fin mi piel de sus deseables labios, y cerró los ojos en una expresión de éxtasis que llevó a mi cuerpo a soltar el orgasmo formado gracias al deseo acumulado que venía guardando por esta fantasía de chico sobre el que estaba sentada.

Gemí con fuerza justo cuando el timbre del receso sonó. Mi cabeza cayó hacia atrás, y me relamí los labios que habían quedado secos de tanto exhalar por la boca. Respiré con fuerza hasta que me calmé, enderecé mi cuerpo y me apoyé contra el torso de Ragnar. Sus brazos me rodearon y fui capaz de sentir como su acelerado corazón golpeaba con fuerza contra sus costillas.

Podría acostumbrarme a esto...

—Eso fue... Yo jamás... Wow. —Le oí decir contra mi coronilla—. Soy incapaz de explicar lo que ha sido esto para mí.

Separé mi rostro de su hombro.

—Lamento si no fue como esperabas, yo simplemente no pude resistirme. Quizás deseabas algo más íntimo y delica...

—No —me sonrió, trazando la línea de mi mandíbula—, en serio fue increíble, excitante y adrenalínico. Fue interesante lo que hicimos. Yo pensaba que era solo...

—¿Meter un pene en una vagina? No, corazón, hay un mundo más allá del coito en sí, y es realmente sabroso. —Lo besé.

—Quiero descubrirlo, Kye. Contigo.

Algo dentro mío, muy cerca del área izquierda de mi pecho, bajo la clavícula, que me negué a poner en palabras literales, se sacudió al oír sus palabras. Él quería, y lo quería todo conmigo. Y lo más importante, yo también lo quería, incluso lo deseaba. Deseaba hacerle conocer a Ragnar el maravilloso mundo del sexo, y también anhelaba que él me enseñase a mi a hacerlo con amor.

Sacudí la cabeza.

—Al parecer tendremos que esperar hasta que todos entren a clases de nuevo... —susurré, viendo cómo sus dedos abrochaba con suavidad los botones de mi camisa que a estas alturas ya estaba bastante arrugada.

—¿Se te ocurre alguna forma de divertirnos en lo que esperamos...?



—No quiero.

—Tienes que, sabes que es lo mejor.

Miré el centro médico, mire mis manos aplastando la orden escrita por Raven Hrrworth para mi re-admisión el próximo año y miré al pelirrojo.

—No quiero.

Ragnar abrió la puerta del piloto, bajó, dio la vuelta y prácticamente me bajó del auto.

—Vas a ir, y yo me quedaré a esperarte hasta que salgas. Volveremos a casa de Maeve, y me quedaré contigo. ¿Si? Por favor, Kye.

Me gustaba cuando tenía esas actitudes, y ese ímpetu por querer verme bien. Aún cuando yo no quisiese.

Asentí, y, tomados de la mano, ingresamos al centro. Llegué a la recepción y tomé todos los papeles necesarios para iniciar la terapia. Luego de esperar por cinco minutos, una voz me llamó al final del corredor. Me giré a ver al pelirrojo con temor.

—Tranquila —besó mi frente—. Aquí te espero.

Tomé aire y me dirigí hacia una de las puertas blancas, la única que se encontraba abierta esperando mi ingreso.

Allí dentro, un hombre que no llegaba ni a los cuarenta años, aguardaba sentado al otro lado de un escritorio. Su cabello rubio estaba perfectamente peinado hacia atrás, y sus ojos aparentemente marrones se escondían tras unas gafas elegantes.

Lindo.

—Bienvenida, Kye. Toma asiento por favor.

Apreté el bolso en mis manos y me senté en el sofá individual frente a él.

—Mi nombre es Charles Lewis, y seré tu terapeuta por los próximos meses, hasta que pueda presentar mi carta a tu instituto, afirmando que estás apta para ser reincorporada. ¿Quieres empezar?

—Básicamente estoy aquí porque en ese instituto de pijos, no aceptan a personas diferentes a ellas.

Lewis me analizó, anotó un par de cosas en una libreta, y me miró.

—Háblame un poco de ti. ¿Por qué te sientes diferente? ¿Hay alguna razón quizás que te haya hecho pensar que...?

—Deténgase ahí mismo. No voy a hablar de mi vida personal. No es la razón por la que estoy aquí. Quiero que firme ese papel pero no a costa de hablarle de mi vida. Si va a hacerme preguntas, será únicamente de mi experiencia académica.

—Kye, todo está relacionado. No puedes hablar de una sin mencionar la otra. Si tú no colaboras, no podré firmar ese pase.

Me quedé mirando unos segundos la madera del escritorio. No podía.

—Esto no funcionará. Lo siento. Adiós.

Tomé mis cosas y me retiré sin esperar respuestas. Ragnar nada más verme puso una mueca, me abrazó y volvimos al auto.

—No pude, rojo.

—Podrás. Solo tienes que mentalizarte de que es lo mejor ahora.

Asentí y lo dejé llevarme a casa. Al aparcar,  ambos bajamos.

—Ya vengo preparado. —me habló desde la cajuela del auto. Lo miré sin entender.

Sus manos alzaron un pequeño bolso que, deduje, tenía ropa dentro de él. Sonreí.

—Ya no tendremos que robarle la ropa a Rhys. O puedes dormir desnudo... No había pensado en ello.

Las mejillas del pelirrojo se coloraron de un rosado leve, y mi mente me llevó a lo que habíamos hecho hoy en la mañana. Lo recordé.

—Vamos —lo tomé de la mano y caminamos hacia la entrada—. Por cierto, no te creas que pasó desapercibido tu gruñido cuando te corriste en el baño.

Sentir su mirada sobre mi, saqué la llave y procedí a abrir la puerta.

—Perdiste el juego, rojo. Solo queda esperar que se me ocurrirá para castigarte por ello...



Tarde pero seguro, recién termino de escribir este capítulo así que salió directamente de mi cabeza a sus ojos.

Solo diré: no se olviden de comentar, compartir y votar si está historia les gusta.

Y déjenme saber que les pareció este encuentro entre nuestros beios protagonistas. Confieso que es la primera vez que escribo una escena de carácter erótico, así que ando nerviosa jajajaja.

Bañense con awita fresca y expíen sus mentes pecadoras.

Les dejo mi Instagram (ethereallgirl) y el wattpad de Editorial_Noctem

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset

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