Capítulo 33


Maeve Griffin había sido toda su vida una persona pacífica y comprensiva  con absolutamente todo el mundo, no existía cosa alguna en el universo que pudiese combatir contra su buen humor...

Excepto yo.

—¡Vas a matarme, tu padre va a matarme! ¡Va a rejuntar sus cenizas, me va a matar y me va a llevar con él!

Se merecía un Emmy a mejor actriz de drama.

—No es para tanto... —Me encogí de hombros.

Giró su rostro y me miró como si quisiese matarme en serio.

—¡Repetirás el año, Kye! ¡Lo repetirás porque lo que tienes de inteligente lo tienes de jodida holgazana! Es que de verdad no puedo creerlo. ¡No tenemos trabajo, niña! ¿Y ahora esto?

Se desplomó en el sofá, pasando sus manos por el cabello. Desde la entrada de la cocina, Rhys me observaba con una mueca de "lo hiciste de nuevo", y bebía su café como si esta situación fuese la más interesante del mundo.

—Trabajaré, Lou me ofreció una oferta: aportaré la parte que me corresponde de los ingresos. Y los ayudaré a conseguir trabajo a ustedes también. Puedo ir al banco y retirar...

—No. —me cortó mi tía—. Ese dinero no lo tocarás, es para tu educación universitaria, la cual tendrás apenas te gradúes. Y definitivamente buscarás un trabajo, todos lo haremos. Y el próximo año, cuando retomes las clases, lo harás de verdad Kye. En menos de dos meses cumples dieciocho y yo dejaré de ser tu tutora legal. Voy a mantener mi promesa de cuidarte y darte un techo hasta que comiences tus estudios mayores, pero no si sigues actuando de esa forma. Si para el próximo inicio de clases no cambias, ya verás como te las arreglas.

Levantó su cuerpo del mullido almohadón, y subió las escaleras sin decir una sola palabra más.

Por mi parte, bufé y tomé mis cosas para seguir sus pasos, pero rumbo a mi habitación. Escalón tras escalón, las palabras de Maeve me pesaban horrores, sobre todo porque sabía cuanta razón cargaban. Yo había abusado de cada oportunidad ofrecida al pensar que era invencible e intocable, por creerme mejor que el resto. Que tonta resulté.

Durante lo que quedó de la tarde, me encargué de buscar por Internet cualquier oferta de trabajo habida y por haber, envié muchos currículos de Maeve y Rhys, y por si acaso el mío, además de mensajes y ofertas. Solamente cuando terminé, a eso de las ocho de la noche, pude cerrar el ordenador y lanzarme de espaldas a la cama.

Toc, toc.

—¿De que sirve el toc toc, si de todas formas tocas la puerta?

—Tú le quitas lo divertido a la vida. ¿También pasaste la tarde buscando empleo? —Rhys ingresó y se acercó  a la jaulita de Light, el pequeño petirrojo al que Ragnar me había asignado cuidar.

El pelirrojo me había regalado un petirrojo, hasta rimaba y todo.

—Mis ojos no pueden más.

—Hola, bichito. —susurró mi amigo, moviéndole el dedo de arriba hacia abajo al animalillo.

—No te entiende, Rhys.

—Cierra el pico. Dile, Light, "cierra el pico, mocosa irresponsable".

Sus ojos voltearon a verme, y me sonrió. Dejó al petirrojo en paz y se lanzó a mi cama. Sus manos comenzaron a jugar con los dedos de mis pies, mientras que yo me dediqué a tirar de los vellos de sus rubias piernotas de jugador de lacrosse, arrancándole un par de maldiciones.

—¿Qué pasaría si, hipotéticamente hablando, me atrae alguien? —formulé de repente.

—¿Que te gusta Ragnar, dices?

Puse una mueca.

—Sí, no, osea no. ¿Qué pasa si me atrae Ragnar?

Sus ojos abandonaron el lugar anclado a las plantas de mis pies, y me observó. Pareció meditarlo un par de minutos, como si en verdad le hubiese hecho alguna pregunta imposible de responder.

—Pues, supongo que no pasa nada. A ver, Kye. ¿Tú quieres acostarte con Ragnar, verdad?

Asentí, y luego negué.

—No de esa forma, Rhys. Sí quiero hacerlo con él, pero no quiero lastimarlo o hacerle creer que es solo sexo y ya. Él no puede ser solo sexo.

—Si que puede, el problema es que tú no quieres que solo sea eso. Admítelo, nena, te gusta Ragnar. Y no me vengas con eso de "atraer no es lo mismo que gustar, gustar no es lo mismo que querer, y menos que amar", puras mamadas filosóficas... Al fin y al cabo es todo parte de un mismo proceso. Proceso al que estás completamente negada desde que murió tu padre y esa mujer te abandonó.

Si yo hubiese tenido poderes supernaturales, ya los habría usado contra Rhys y no para hacer el bien. Lo medité en mi mente un par de segundos. No. Definitivamente no. ¿O sí? ¿Ragnar podría gustarme? Quise llorar.

—Kye, tienes casi dieciocho años, un corazón hermoso, y eres la persona más genial que conozco, después de mí. ¿Qué tiene de malo intentar tener una relación seria? Alguien en quien puedas apoyarte, que te brinde cariño, que te escuche cuando lo necesitas, y con quién los silencios sean los más cómodos del mundo y las sesiones de sexo las más intensas.

Largué una risa, porque en verdad sí se oía lindo. Pero... ¿cuánta era la realidad que separaba los ideales de una pareja, con lo que en verdad significaba tener –y mantener– una relación? Ahí estaba la cuestión.

—Tu no entiendes... —Me escudé—. Rhys, Ragnar es un chico que no tiene estabilidad hoy en día, y sinceramente no sé si yo también la tenga. Formar, por más genial que se escuche, una relación con él ahora... Es... Es demasiado para lo que puedo permitirme. Además, piénsalo: él aspirará a una universidad prestigiosa seguramente muy lejos de aquí, y, en el caso de que las cosas resultasen y Ragnar pudiese librarse de sus padres. ¿Qué me queda? ¿Un novio a distancia cuyos horarios quizás sean diferentes a los míos, y la rutina de nuestras vidas nos lleve a terminar por un mensaje de texto?

Él se sentó en la orilla de mi cama y bufó.

—Con ese concepto, no vivas la vida Kye. Estas pensando mucho las cosas a futuro, algo poco normal en ti. Concéntrate en lo que tienes hoy, y después verás que haces.

—Sabes Rhys... Tengo miedo. —Me arrastré hasta llegar junto a él, acurrucándome en su costado.

Sus brazos me rodearon, colocando su gran mano sobre mi mejilla, haciendo que lo mirase a los ojos.

—Tienes que dejar de pensar que puedes controlar todo lo que sucede a tu alrededor. Ya ves que no es así, que hay situaciones que se escapan de los límites que eres capaz de manejar. Y ¿Sabes? Está bien que tengas miedo, porque eso es parte de tomar riesgos y hacer lo que en verdad deseas. No eres una máquina, Kye. Eres una hermosa chica, que posee el corazón más noble del mundo. Date la oportunidad, por una vez en la vida, de escucharlo y seguirlo.

Sus ojos se quedaron por un tiempo sobre los míos, finalmente suspiró, beso mi coronilla y dirigió su andar hacia la puerta.

—En una hora estará la cena.

Asentí y le dejé irse. Por mi parte, decidí escuchar un poco de música hasta que fuese la hora de bajar de nuevo. Me acerqué hasta el armario donde tenía guardada toda mi ropa y alguna que otra cosa que seguramente no pertenecía allí, y tomé la Deluxe México 72 que mi madre le había regalado a mi padre hace muchos años atrás, esas épocas en las que yo no existía ni en los planes a futuro.

Le pasé una camiseta vieja para quitarle el polvo, y deslicé mis dedos por las cuerdas, intentando afinarla. No pasó ni un minuto, cuando volví al armario y dejé el instrumento en su lugar.

—Si no hubieses sido tan importante para él, hace mucho tiempo me hubiese deshecho de ella. —le hablé a la nada.

Me quedé mirando la puerta del clóset en silencio. Me hubiese gustado aprender a tener más fuerza de voluntad para saber deshacerme de las cosas que ya no hacían mella en mi vida. Sentía, sin embargo, que con las pertenencias de papá aún no podía. Eran demasiados recuerdos para dejar ir.

Mi celular comenzó a sonar con el ridículo ringtone de los Backstreet boys que Rhys le había colocado hace bastante. Everybody iba a romperme los tímpanos cualquier día de estos.

Miré el celular, número desconocido. No atendí. Me lancé de espaldas a la cama y allí me quedé dejándolo sonar hasta que "everybody yeah yeah, rock your body yeah yeah" ya no pudo salir de mi mente.

—¡¿Quién putas eres y qué coño quieres?! —atendí finalmente.

Joder, boca sucia. Me duele que no recuerdes al único ser humano que fue capaz de pedirte un Uber mientras le planteabas rostro a Marcus, cara de pene flácido, Novak.

—La niña pija, que no es pija. —adiviné.

En efecto. Venus Dickson por si no te acuerdas mi nombre.

No es que me importe mucho tampoco...

—¿Para que me llamas? ¿Y por qué tienes mi número?

—Porque necesito ayuda. Ah, y lo otro... Tengo mis medios.

Dinero, yo era tonta pero no tanto.

—¿Y por qué crees que yo puedo ayudarte?

Necesito que vengas a buscarme, digamos que no tengo muchas amigas...

—Yo no soy tu amiga, Dickson. Si me necesitas, tienes que darme algo a cambio.

Repito, no tan tonta.

—Bien, bien. Búscame la siguiente dirección, fíjate si puedes llegar en algún auto negro. Yo pagaré todo cuando estés aquí, y te daré tu parte por ayudarme.

—Hecho.



Tras una jodida hora más tarde, el Uber negro se detuvo frente a una gran reja color plateado brilloso. En detalles de hierro se leía el nombre de "St. Hill", y ante la fachada estilo gótica y el nombre puesto cual aviso de ingreso al infierno, solo pude deducir dos cosas. O esto era un psiquiátrico o un internado.

Rogaba por la segunda...

Una vez la reja estuvo abierta de par en par, recorrimos el camino hacia las enormes puertas del edificio. Le había dicho al chófer que debía esperar en la entrada hasta que apareciese, y a juzgar por mi manera de hacer de todo una escena dramática, y sus ojos sin despegar de la imponente fachada, me di cuenta de que estaba un poquito acojonado.

Descendí del auto acomodándome el horrible atuendo que llevaba puesto, e hice resonar los tacones que le había quitado a Maeve hace hora y media, sin que se diese cuenta. En la puerta me esperaba una mujer regordeta enfundada en un traje de dos piezas color gris sin vida. Me dio un asentimiento de cabeza, y extendió su mano.

—Bienvenida al Instituto Saint Hill, señora Dickson. Soy Ophelia Bennet, la secretaria a cargo del establecimiento.

Me giré y puse una mueca.

Señorita, señorita. Los divorcios me sientan de maravilla. Es un gusto conocerla, querida. ¿Mi sobrina? —pregunté, acomodándome los lentes de sol.

—Debe estar bajando. ¿Su viaje fue ameno?

—La primera clase cada vez es más desastrosa, le pedí a la bendita aeromoza que me trajese un champagne extra brut añejo, y me trajo un espumante dulce... ¿Puede creerlo? Uno paga por servicios de lujo, ¿y que recibe a cambio? Ineficiencia en su máximo esplendor. —Agité mi cabello a un lado, como si en realidad estuviese molesta.

Porque diva se nace, no se hace.

—Entiendo... Es raro, señorita Dickson. No habíamos oído nada de una celebración de cumpleaños, la madre de Venus no avisó con antelación. —La mujer de pelo castaño con canas, dió un par de pasos a mi alrededor.

—Pues claro, mi querida cuñada pidió mantenerlo todo en secreto hasta la fecha. Venus suele ser muy ligera de palabras, ¿Sabe? Se le escapan ciertos detalles que...

—¡Tía Candice!

Me giré con susto ante el grito. Venus Dickson estaba de pie en el último peldaño de las enormes escaleras de madera oscura, con una maleta tamaño mediano en la mano, un uniforme bastante revelador para lo aceptable a los ojos de la señorita Bennet, y una sonrisa de oreja a oreja en sus labios pintados de algún color oscuro que desde donde estaba no se apreciaba muy bien.

—¡Sobrinis! —Le devolví el saludo y la dejé correr hasta mis brazos.

—Te debo una. —susurró en medio del abrazo familiar.

—¿Con ese atuendo no se te ve el culo? —Quise salir de dudas.

Ella no respondió, y se separó con una sonrisa más tenue. Trajo su maleta y se puso tras de mí, como si esta actuación fuese real y yo fuese una especie de escudo anti señoritas Bennet.

—¿Puede reiterarme la vuelta de nuestra querida alumna? —pidió la mujer, sin esforzarse por qué el "querida" sonase verdadero.

—¡El próximo fin de semana! —chilló Venus tras de mi.

La miré con dudas. Ella me devolvió la vista con una cara de asiente a lo que digo antes de que la caguemos.

Sí, sí. Próximo fin de semana. Ya sabe cómo somos los Dickson... Si no es a lo grande, que no sea nada.

La secretaria volvió a vernos a la pequeña mentirosa y a mi, y finalmente nos sonrió.

—Firme aquí, por favor.

Me condujo hasta un gran libro, donde puso la fecha y la hora exacta de hoy. Tomé la pluma entre mis manos enfundadas en unos guantes blancos que encontré de un disfraz de mimo que usó Rhys el Halloween anterior, y firmé un garabato ilegible que iniciaba con una perfecta "D".

Le sonreí a mi falsa sobrina, y nos despedimos amablemente de Ophelia Bennet, sin levantar la más mínima sospecha. Cruzamos la puerta enorme de madera, y bajamos las escalinatas.

—¿Por qué llevas lentes? Son las doce de la noche. Y eso que tienes... ¿Es un tapado de piel sintética? —me preguntó Venus una vez que la mujer no pudo escucharnos.

—Para más glamour —me encogí de hombros e ingresamos al coche—. Además, ¿Cómo explicarías el ojo de otro color? Ah, y la cosa esta era porque en las películas las señoras forradas en dinero lo usan. Quería saber qué se siente. Ahora me pican partes del cuerpo donde no sabía que podía tener comezón.

—Pareces un payaso. —Asintió ella.

—Lo sé.

El Uber se detuvo nuevamente una hora más más tarde, en la puerta de casa. Me bajé del coche y, con la puerta abierta, extendí la mano hacia Venus.

—Lo prometido es deuda.

Ella sonrió y sacó un fajo de billetes.

—Gracias por ayudarme, Kye. Hace mucho no me divertía así. Me agradas.

Me encogí de hombros y le sonreí, aceptado en dinero.

—¿Tienes donde dormir? —Taconeé mis zapatos contra el pavimento.

Venus me hizo una seña de que no me preocupase y cerró la puerta.

—Puedes quedarte si quieres. No sé la razón por la que te haz escapado del internado, pero si no tienes donde pasar la noche, al menos hoy, te ofrezco la mía. No es una mansión, pero se desayuna rico.

Los ojos de la rubia brillaron como si fuese la primera vez que alguien tenía un gesto lindo hacia ella. Suspiró, le pagó al conductor, y bajó.

—Gracias.

Le di un pequeño empujón amistoso y la invité a entrar.

Venus se quedó admirada por la comodidad del interior. En sus ojos se reflejaban las mismas emociones que había tenido Ragnar cuando estuvo por primera vez aquí: calidez, confianza, seguridad. Y eso hizo dividir mis sentimientos por la mitad. Por un lado el bienestar de ver qué mi casa era un espacio querido para otros, y por otro, una sensación de impotencia al preguntarme por qué estos chicos añoraban algo tan normal para mí como lo era un hogar.

Subimos hacia las habitaciones en silencio, y le ofrecí la de huéspedes. Con su mano y un "muchas gracias Kye", se despidió y cerró la puerta detrás suyo. Por mi parte, decidí sacarme este terrible disfraz, y darme una ducha. Dejé todo desparramando en mi habitación y corrí al baño. Diez minutos después, salí envuelta en una toalla gris. Caminé de regreso a mi cuarto, y cuando abrí, me encontré a Venus en el centro de mi cama, con un pote de helado que seguramente debió haber tomado de la nevera.

—Tenia hambre, lo siento. ¿Alguna vez has hecho una pijamada?

Negué, en silencio. Caminé hacia mi armario y me vestí mientras ella comía la crema helada y miraba la televisión. No me avergonzaba de mi cuerpo, y tampoco me iba a importar la opinión de una desconocida que me había tomado confianza.

—Yo tampoco.

—No parece.

Me observó con la cuchara en la boca, y palmeó a su lado, invitándome a tomar asiento, irónicamente en mi propia cama. Caminé despacio y me recosté a su lado.

—¿Quieres hablar de la vida? —me preguntó.

—Me das miedo. Tienes cara de psicótica.

Ella sopló por la nariz y simplemente comenzó a hablar.

Venus Dickson terminó por agradarme...


¡Welcome back! Este capítulo es uno de los que más me ha gustado escribir, es el inicio de algo prometedor, tanto para Venus y Kye, como para mí *guiño guiño*

Les recuerdo que si SONDER les viene gustando, pueden dejar su estrellita, comentar, y compartirla ♥️

Mi Instagram: ethereallgirl

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset



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