Capítulo 24
—¿Que la has invitado, dices?
—Pues... ¿si? —Me mordí la lengua.
—Mira, yo no soy nadie para decirte lo que debes hacer. Pero Kye y cena de ricos... Amigo, un poco de cordura por favor. —avisó Chris al otro lado de la línea.
—Bueno, se joden todos, porque ya la he invitado y no voy a cambiar de opinión. —le aclaré.
—¿Lo saben tus padres?
—No. —murmuré con la boca pequeña.
—Joder, esto se pondrá bueno. Nos vemos en la noche, Raggy. Ya quiero estar ahí. —se despidió y colgó.
Me llevé las manos a la cabeza y solté una carcajada. No sabía que carajos iba a hacer, pero no me arrepentía en lo absoluto de haberle pedido a la pelinegra acompañarme esta noche.
Eran las seis de la tarde, mi hogar era un caos. La verdad es que no tenía intenciones de salir de mi habitación hasta que no fuese estrictamente necesario: mi madre se ponía histérica con todo el asunto de la organización del evento pese a que teníamos una casa gigantesca, varias personas pertenecientes al personal de limpieza, y un asesor de eventos personales. Así que yo decidí resguardarme de una posible contienda familiar en la que no tenía ni media gana de participar.
Aproveché para leer, tomar más fotografías del paisaje de mi ventana, elegir entre los veintidós trajes que mi madre me había traído para la cena de hoy, y hasta me quedé mirando fijamente el espejo pensando que quizás me gustaría hacerme un piercing en el lóbulo derecho. Luego deseché la idea pensando en que mi padre pondría el grito en el cielo, y más tarde, me convencí de que era lo más jodidamente genial que se me había ocurrido.
Finalmente me quedé dormido. Los gritos de mi madre me levantaron, así que tuve que bañarme en tiempo récord y ni siquiera me fijé detalladamente en el traje que me coloqué, puesto que elegí al azar uno de los veintidós colgados del armario. Bajé apresurado y tuve que regresar porque había olvidado que no podía ir descalzo a una cena de beneficencia.
Cuando controlé que todo estuviese en orden, pude llegar al último peldaño de las escaleras y hacer la digna entrada para comportarme como el buen anfitrión que mis padres esperaban que fuese. Un saludo por aquí, un apretón amistoso por allá... Todo eso hasta que llegaron los amigos.
—¡Raggy! Que elegante vas. —Me abrazó Brett.
—Lo mismo te digo. —Miré su traje azul marino.
—Hola campeón, ¿Dónde está nuestra chica? —Chris me abrazó por los hombros.
—Pues aquí —Molly apareció frente nuestra —. Hola mi amor, que bonito te ves.
Dejé que Molly me besase fugazmente mientras veía como mis amigos claramente se observaban de reojo, pensando lo mismo que yo: ella no era la chica que esperábamos. Sin embargo, hicimos nuestro mejor esfuerzo para que pareciera como si en realidad lo fuese.
Luego de que la mayoría de las personas estuvieron presentes, mis padres los invitaron a degustar algunos aperitivos para así esperar la cena. Yo estaba nervioso, había pasado al menos media hora y Kye no aparecía, no respondió mis mensajes y menos, atendió mis llamadas. Estuve a punto de darme por vencido, creí que ella había desistido de venir a un lugar en el que al parecer no encajaba para nada, pero nada más mi madre invitó a todos a las mesas para el plato principal, una figura se apareció por las puertas abiertas de la entrada.
Decir que se veía preciosa era poco. Llevaba un jumpsuit de color azul eléctrico, con un hombro al descubierto y unos tacones de infarto. Casi no llevaba maquillaje, solo sus labios iban de un hermoso y sutil rosa claro, casi pastel. El pelo lo llevaba todo hacia un costado, suelto, sin ningún detalle más que un diminuto arreglo de piedras que formaban una flor. Era ella, más elegante que otras veces, pero no había perdido ni su delicadeza ni su simpleza.
—Joder... —murmuré.
—Vaya, pero si es Kye Griffin —habló Molly con sorpresa—. ¿Qué hace aquí?
—Ragnar la invitó.—soltó Brett con alegría.
—Oh. De acuerdo. La verdad es que está muy bien arreglada, incluso podría decir que encaja perfectamente con este... Ambiente. ¡Kye! —Molly la atrajo hasta nosotros y le dio un abrazo que se vio algo incómodo, al menos para la pelinegra—. ¡Que hermosa estás!
—Gracias, lo mismo digo.
—Bueno, iré a reservar cinco lugares juntos en las mesas. ¿Vienes, Raggy?
No fue una pregunta, más bien pareció una sutil orden puesto que luego me tiró del brazo y me alejó de la pelinegra, sin dejarme decir ni un mísero hola. Brett y Chris se quedaron con ella, ambos le ofrecieron sus brazos y ella caminó gustosa siguiéndonos, acompañada de mis dos mejores amigos.
Como una jodida reina.
Llegamos a la mesa que Molly había elegido para nosotros, y por suerte tuvo que ausentarse unos minutos puesto que sus padres la necesitaban con urgencia para saludar a unos inversionistas de Asia con los que su familia y la mía ya habían hecho negocios.
—Pareces la personificación de la menstruación, rojo.
Me gire y sonreí de lado. Ella estaba cruzada de brazos, observándome con una sonrisa. Bajé la vista a mi traje burdeos, y entendí la referencia.
—Mi única defensa es que me quedé dormido. —Me acerqué y dejé un beso en su mejilla. Santo cielo... El perfume que desprendía está chica era delicioso.
—Me gusta, el rojo se te ve sexy. Y debo decir que me encanta el detalle de la camisa y los zapatos negros. —Acercó sus dedos a mi cuello y jugueteó con la cadena de oro que descansaba en él.
—Apuesto a que soy la personificación más sexy de la menstruación que jamás hayas visto.
Ella río y nos sentamos en los lugares indicados: Chris, Kye, yo, Molly y Brett.
—Lo eres.
En nuestra misma mesa había otros jóvenes de nuestra edad, hijos de socios de nuestros padres. Tres chicas y tres chicos, todos observando atentos a Kye, pero con miradas que transmitían cosas completamente diferentes.
—Christian —habló una de las chicas—. ¿Nos presentas a tu novia?
Chris ahogó una carcajada y se limpió la barbilla con el agua que había salpicado al reírse.
—No es mi novia.
—Es amiga nuestra —corregí—. Compañera del instituto.
—¿Si? Nunca te habíamos visto en estos lugares. ¿Quiénes son tus padres, encanto? —cuestionó otro chico. A él lo conocía, era el primo de Molly: John.
—Pues —Molly no dejó hablar a Kye, cuya mirada podría haber jurado que le clavó al menos cinco cuchillos en la frente antes de suspirar y sonreír—. Sus padres no han venido, están en una conferencia en otro país. Ella los representa. ¿Cierto Kye?
La pelinegra no dijo nada, solo se quedó mirando a John con gracia y bebió de su vaso.
—Ni en broma estas personas deben saber que Kye no es miembro de la élite. ¿Sabes lo bochornoso que sería para ellos enterarse de esto? Aún no entiendo cómo tus padres permitieron que asista. —susurró la rubia en mi oído, y yo gruñí con enojo.
—Pues porque no lo saben, y tú no vas a decírselo tampoco. Y ya te he mencionado que me molesta esas actitudes elitistas que tienes. Si las harás, que sean cuando no estoy presente, por favor.
Molly bufó molesta, pero se mantuvo en silencio.
La cena estuvo demasiado tranquila, mis padres nunca se acercaron, por lo que no tuvimos que presenciar ningún escándalo en el que ellos descubrían que Kye estaba metida aquí. Trajeron el plato principal, todos charlaban entre ellos, menos Kye y yo. Ocasionalmente respondíamos alguna que otra pregunta, pero nada más.
De repente, sentí la mano de Kye en mi muslo. Pegué un bote pequeño pensando que haría alguna de las suyas solo para ponerme nervioso, pero me sorprendió cuando tomó mi mano y la puso en posición para... Bueno, para jugar guerra de pulgares.
Sonreí y la miré Ella estaba pacífica en su lugar, bebía un poco de vino, sonreía cuando debía y una que otra vez le susurraba algo en el oído a Chris haciendo que este tuviera que cubrirse la boca para no reír. Nadie se imaginaria que por debajo de la mesa me iba ganando siete a dos en el juego.
Al llegar el postre, su mano hizo el amague de soltar la mía, pero se lo impedí entrelazando mis dedos con los suyos. Ella me miró sorprendida.
"Déjala". Articulé con mis labios.
Ella suspiró, pero por suerte hizo lo que le pedí.
Mis dedos acariciaron los suyos mientras ambos degustábamos el fino postre que nos habían traído. Me sentí repleto de miles, no, millones de sensaciones que aceleraron mi corazón y me entrecortaron la respiración. No estábamos haciendo nada raro. Pero no podía evitar sentirlo tan... Especial.
Luego de que los platos quedaron vacíos, al igual que la mayoría de las copas de vino, pusieron una música elegante y varias parejas se levantaron para bailar.
Molly se giró para rogarme ir hacia allí, pero para mi fortuna, su primo no la dejó hablar y se la llevó a la pista.
—¿Qué están haciendo? —me preguntó Kye, luego de que ambos estuvimos observando a la gente bailar en silencio.
—Pues bailan.
—¿Por qué lo harían en una cena de beneficencia?
—La beneficencia es solo la portada que cubre la excusa de mis padres para organizar una fiesta, y gastar mucho dinero para aumentar su prestigio dentro de esta sociedad. Sí, juntamos donaciones, pero eso para ellos es lo de menos. Lo importante es asegurarse de invitar gente con contactos para aumentar la influencia de los Novak en la élite. —bufé, molesto.
—¿Por qué me has invitado a esto?
—Porque quería pasar tiempo contigo. Me gusta hacerlo, siento que no es suficiente verte solo en el Instituto... Además, moría de ganas de verte en un vestido elegante. —me sinceré.
—Te he fallado, porque no tengo un vestido.
—Tú nunca me fallas. Lo que llevas es mejor que cualquier vestido. Vamos a bailar. —Le tendí mi mano.
—¿En frente de todos? Nunca he bailado música lenta. —Se puso de pie poco convencida.
—Bueno, me dijiste una vez que sentías como te escondía de todo mi... ¿Entorno? Creo que esa era la palabra que habías usado... Pues no quiero esconderte ahora, es más. Si puedo hacer que todos vean que estoy bailando una pieza lenta con la chica más preciosa de todo este lugar, lo haré. Solo si tú quieres.
Sus ojos observaron todo mi rostro en silencio, y no pude evitar sentir que quería besarla aquí, en frente de todos. De Molly, de mi madre, de mi padre incluso. Quería gritar que estaba loco por Kye, que me gustaba demasiado para seguir soportando tanta farsa. Sin embargo, dejé que tomase mi mano aún extendida, y solo la llevé hasta la pista de baile. Ella pasó sus brazos por mi cuello y nos mecimos suavemente con la música. Solo quería sentir como se amoldaba a mí, cómo sus dedos hacían movimientos circulares siguiendo los rizos de mi nuca, cómo los latidos lentos de su corazón se sincronizaban con el mío, que bajaba de a poco sus palpitaciones y se calmaba siguiendo las respiraciones de la preciosa chica a la que abrazaba.
Solo quería quedarme así, para siempre. Porque si existía algo mejor que esto no quería conocerlo... Porque me sentía a salvo. Completo. Me sentía verdadero.
—Ragnar... —Ella murmuró despegando su mejilla de mi pecho.
—¿Sí? —Me incliné un poco, acercándome a sus labios lentamente.
—No quiero arruinar el momento, pero Brett está haciendo un baile raro, como si estuviese teniendo un ataque de epilepsia justo al pie de la escalera. Creo que quiere llamar nuestra atención. —Señaló ella en dirección al pelinegro.
Giré mi cabeza y, efectivamente, Brett estaba haciendo el ridículo.
—Pues lo ha logrado —tomé su mano y caminamos juntos hacia él—. Hay que ver qué quiere.
Subimos detrás de mi amigo hasta la que solía ser mi sala de juegos, y que ahora había sido redecorada como la sala de reuniones informales que usaba mi padre para jugar billar, fumar habanos y ver deportes con sus amigotes. Allí estaba Chris, y la otra mitad de hijos ricos de los socios de mis padres, la conocida mitad rebelde... De la que nunca había sido parte hasta hoy.
—¿Qué hacen aquí? —pregunté sin soltar la mano de Kye.
—Chris nos ha contado que ahora vas contra la corriente, Novak. Así que nos pareció que sería interesante compartir tiempo de calidad contigo... Claro, si te parece. —La voz de la única heredera de los Dickson se oyó por sobre las risas de los casi diez adolescentes que se encontraban aquí.
—¿Qué tienes para ofrecernos, rubia? —preguntó Kye a mi lado.
—Joder, de rubia nada. Morena con crisis existenciales. Me presento, Venus Dickson —le tendió la mano—. De pija, solo la apariencia y el apellido. Tengo el nombre de la diosa del amor, pero de amorosa ni un pelo.
—Woah, pues... Kye Griffin, ni puta idea del origen de mi nombre. De elitista tengo menos que tú de amorosa, y se me dan como el culo las presentaciones. —Sonrió la pelinegra.
—Entonces nada, está hecho. Tú y yo nos llevaremos bien. A modo de bienvenida te ofrezco un porro de la paz.
Ella rió con gracia y se dejó arrastrar por Venus. Supuse que no le iba a negar un porro de bienvenida, Kye era educada.
—¡Vamos Novak! Vente con nosotras. No te duermas en los laureles que hace poco se me ha dado por explorar los horizontes de mi sexualidad, y si no activas tú con esta belleza de ojos increíbles, ¡lo haré yo!
Eso bastó para hacer reír fuertemente a la chica de ojos de universo que me giñó el ojo y encendió el primer atado de hierba de la noche.
Sonreí de lado y me senté con ellas y un par de chicos más, que se presentaron con sonrisas coquetas y agradables. ¿Quién iba a decir que ella, Kye Griffin, terminaría rodeada de ricos un sábado por la noche? Pues, la vida giros que a veces ni te imaginas.
Ella se entretuvo charlando con Venus y Chris, hasta que me animé a apoyar mi mano sobre su muslo derecho.
—¿Puedo? —Señalé el pitillo entre sus dedos.
—Seguro. —Me lo tendió.
Sin esperar ninguna instrucción, le di una buena seca.
Puedo jurar que casi a todos los presentes se le nublaron los pulmones... Tosí con fuerza, Kye palmeó mi pecho y me quitó el porro para darme un poco de cerveza, y esperó a que me tranquilice.
—Eres un peligro, Raggy. —Se carcajeó Brett.
—Tienes que tomártelo con calma, rojo. Así lo único que conseguirás es hacer un viaje astral del que quizás no vuelvas. Los porros son para disfrutarse, no para ahogarte en ellos.
Sonreí avergonzado, y no volví a pedirle el pitillo. Sin embargo, ella giró un poco su cuerpo y me tomó de la mejilla.
—Aspira, lento. —Me pidió. Pensé que iba a darme otra oportunidad, pero me sorprendí al ver que la que le daba una calada era ella.
Llevó sus manos a mis mejillas e inmediatamente supe qué iba hacer. Abrí lentamente mis labios y juro que casi desfallecí sobre ese sofá. Porque sentí su respiración, su aliento a vino y alguna especia dulzona que no identifiqué; y pude jurar que fue lo más sensual que le he visto hacer. Mantuve mi postura, y permití la entrada de a poco del humo, sin llegar a que sus labios tocasen los míos.
Me hubiese gustado decir que la noche estaba en pañales, que esto recién empezaba y quedaba mucho para divertirnos... Me hubiese gustado decir que podría haberme pasado la vida entre esa gente tan agradable, y en los brazos de Kye.
Si no hubiese sido porque la puerta de la sala de juegos se abrió, y por ella entró mi padre, Marcus Novak, rojo de furia.
Y Kye era el único centro de su maldita atención.
Ay mamacita ya me puse nerviosa. ¡Estoy agotada! Recién llegué a casa y prácticamente corrí hacia la computadora para subir el capítulo de hoy.
Hoy, va con dedicatoria especial para la bella Frany <3 ¡Que lo disfrutes, hermosa!
Les dejo mi Instagram (@ethereallgirl) para que chusmeen un poquito.
¡No olviden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta! Tienen todo mi cariño.
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
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