Capítulo 2


Ahí estaba otra vez: sentado frente a todos, pero en las sombras de ella. Me gritaba a mí mismo que no debía ser tan cobarde y hablarle de una buena vez.

Pero no podía. No sabía cómo.

—Le hará un agujero en la espalda si sigue mirándole de esa manera. —habló una voz a mi derecha.

—Si sabes que no nos escucha, ¿verdad? Está absolutamente hechizado. —murmuraron a mi izquierda.

—¿Será bruja?

—Quizás.

No. No eran un ángel y un diablo en miniatura discutiendo sobre mis hombros, aunque podrían haberse hecho pasar por ellos a la perfección. Solo eran Brett y Chris, mis mejores amigos, los cuales creían que no estaba al tanto de las pavadas que salían de sus bocas. Pero lo estaba, aunque justo ahora no pudiese despegar mis ojos de la mesa que se encontraba a casi doce metros por delante.

—¿Con quién crees que se acostará primero Rhys cuando termine con Alana? ¿Conmigo o con Kye? —soltó Brett.

Me giré a verlo y le pegué en la nuca.

—No seas idiota.

Ambos rieron a carcajadas porque yo jamás maldecía, y menos, iba por la vida dando manotazos.

—Nunca me cansaré de decir cuanto me diviertes, Ragnar.

Sabía que me provocaban. Les gustaba picarme porque yo me alteraba cuando alguien bromeaba de manera tosca sobre ella, o cuando hablaban suciamente de su cuerpo, o del carácter "agrio" que tenía.

—Suficiente Brett.

El pelinegro se quedó jugueteando con su comida y mirando con aversión a Alana, que se colgaba de los brazos del chico peliazul que le gustaba.

—Puede ser que a ti te encante Kye. Pero Brett está perdiendo la cabeza por Rhys —susurró Chris en mi oído.

Sonreí y me levanté para ir a mi próxima clase.

—Déjalo ya, ambos estamos ilusionados por algo que jamás podremos siquiera alcanzar.



La práctica de lacrosse estaba por comenzar. Los vestidores de a poco iban vaciándose mientras los del equipo salían hacia el campus. Terminé de atar los cordones de mis zapatos y me encaminé a la salida; sin embargo, un par de voces vigorosas en el pasillo detuvieron mi andar.

La hubieses visto: toda encolerizada gritándome que era un idiota y que debía fijarme por donde caminaba en vez de ir viendo culos. Me la puso dura, hermano, solo podía imaginarme cómo se sentirían esos labios rojizos alrededor de mi polla mientras sus ojos bicolor...

Me hirvió la sangre nada más oír aquellas palabras.

—Muchachos —interrumpí la conversación, saliendo de donde me encontraba—. ¿No creen que es un poco despectivo y desagradable hablar así de una mujer? ¿Qué pensarían si es sobre sus hermanas,  parejas o incluso madres de las cuales hablan de ese modo?

—Ragnar —ambos me miraron con cautela—. Lo sentimos, es que...

—Que no vuelva a repetirse, por favor.

No era conocido en la escuela por mi mal carácter, de hecho podía asegurar que este ni siquiera existía. Pero tenía cierto nivel de respeto por mi posición en la élite californiana, de la cuál el instituto Reachmond era miembro. Se había hecho costumbre aquí que los de alta posición nos relacionemos entre nosotros y yo no rompería con esa tradición. Mi círculo social se quedaba entre Brett, Chris, varios chicos de lacrosse, Molly  y un par de miembros del equipo de las animadoras. Aún así me gustaba ser amable con todos aquí dentro, tenía una buena reputación. Pero me enojaba escuchar este tipo de comentarios, me hacían rabiar, me sacaban de las casillas. Y yo jamás quería salirme de mis casillas, no me gustaba la idea de tentar esa suerte.

Me alejé de allí intentando calmarme.

Malditos babosos, ¿quiénes se creían?

Intenté no pensar en lo que había pasado durante el entrenamiento, pero se me hacía imposible. Más aún cuando la vi sentarse cerca de la cancha a leer, siendo la carnada de varios pares de ojos que se la devoraban.

Porque Kye siempre llamaba la atención.

Un cuerpo me lanzó al suelo, desenchufando mis ojos de la pelinegra.

—¡Ragnar! —me gritó Chris en el oído. Me puse de pie aturdido cuando me tomó de la ropa— ¡Ya concéntrate de una buena vez y deja de mirarla!

—¡Chris! ¡¿Quieres callarte?! —pedí desesperado.

Él me amenazó con sacarme del entrenamiento si no me concentraba, y pese a que yo era el capitán del equipo, no rechisté a su orden. Me olvidé de Kye y me concentré en jugar. Era bueno en esto, pero no me gustaba. Al principio creía que sí... Tiempo más tarde me había dado cuenta de que me obligaba a pensar aquello porque todos esperaban que yo fuese el elegido, el capitán, el popular, el chico de oro. Aún así no había dejado el equipo; no lo haría, no podía decepcionar a mi padre de esta forma. El lacrosse no me gustaba, pero era un secreto que no revelaría jamás.

Al finalizar el entrenamiento, me duché y salí de la escuela rumbo al estacionamiento.

—¡Amor! ¡Amorcito! —Oí a lo lejos.

Me giré y pude divisar a Molly corriendo hacia mí. Sonreí.

Era una chica muy bonita, muy dulce. La definición de mujer ideal que todos deseaban para mí... Menos yo. Otro cometido que me había convencido de mantener por mis padres: estar con Molly. Ellos decían que "el chico perfecto necesita a su compañera perfecta. No debes tener ojos para otra persona que no sea Molly Andrews, Ragnar. El prestigio que destilan ustedes posiciona a ambas familias en la cúspide de esta sociedad. Y ese es el sueño que siempre hemos perseguido".

Así lo habían dicho mis padres, y así sería. Molly y yo éramos perfectos, quizás sí; eso no mermaba la culpa y el pesar que cargaba al saber que ella tenía ojos solo para mí, y yo los tenía para otra persona. Pero no podía evitarlo, pensar en Kye me colocaba en una situación que no sabía muy bien cómo controlar, aún.

—¡Amor! —Apenas llegó, pegó sus labios a los míos— ¿Cómo estás? No te he visto en todo el día.

—Hola Molly, he tenido entrenamiento. ¿Tú cómo te encuentras?

—Mejor, la semana anterior he ido al médico y me ha recetado unas pastillas para el dolor de cabeza. Ya estoy bien. —Sonrió y se subió a mi auto una vez que le abrí la puerta.

En los últimos dos meses ella había estado con terribles jaquecas, así que sus padres la habían llevado a una consulta para que se hiciese los estudios necesarios y así controlar que todo estuviese en orden.

Sonreí y conduje a mi casa mientras ella me contaba cómo había estado su día. Al llegar, subimos a mi cuarto y, mientras yo hacía un par de trabajos que nos habían encargado al inicio de la semana, ella jugueteaba con su celular en mi cama. En un momento sentí puro silencio, por instinto decidí girar para ver que era lo que ocurría, porque era demasiado raro que Molly estuviese por más de cinco minutos callada. Al hacerlo pude ver su cuerpo completamente desnudo caminando hacia mi.

—Moll...

—Shhh —puso un dedo en mis labios y se sentó sobre mí—. Disfruta, amor.

Sus besos me recorrieron los labios, la mandíbula y el cuello. Mientras sus manos se acercaban peligrosamente a mis pantalones.

Pero yo no sentía nada, las caricias de Molly no me hacían nada.

—Cariño, hoy no.

—Tócame, Ragnar.

Su mano tomó la mía y la guío hasta su entrepierna desnuda, cuando mis dedos rozaron su piel, me puse de pie inmediatamente.

—No, Molly.

Sus ojos me mostraron furia.

—¡Hoy no, ayer no, la semana pasada no, hace dos meses no! Soy tu novia, Ragnar, llevamos saliendo tres años, ¡y jamás me has tocado un puto pelo!

—No hables así, por favor.

—¿Acaso te parezco fea? ¿Es que no soy suficiente para ti? ¿No me deseas? —Parecía estar a punto de romper en llanto.

No, no te deseo. Eres hermosa pero no eres a quien quiero, y me enojaría mucho conmigo mismo si teniendo tu cuerpo bajo el mío sólo ella estuviese en mi mente. No lo mereces. No puedo.

—Claro que lo hago —le di su ropa y la tomé de las mejillas—. Pero quiero que sea especial, no así. ¿Entiendes?

Ella asintió y se vistió. Estuvimos en silencio alrededor de unos minutos y luego ella comenzó a hablar de tonterías. Estaba tenso, no era la primera vez que Molly hacía eso. Yo siempre ponía excusas para alejarla y evitar decirle la verdad... No podía arruinar mi relación con ella.

Molly me hizo prometer que iría a la fiesta del viernes en casa de Lisette, y tuve que aceptar. No sabía si mis padres me dejarían; yo no era mucho de salir... Ellos se preocupaban de que yo estuviese en cenas empresariales importantes en vez de fiestas de gente de mi edad.

La rubia se despidió de mi con un beso pequeño en mi mejilla, sabía que aún estaba algo molesta pero se le pasaría pronto. Siempre era así. Volví a mi cuarto, pero apenas cerré la puerta la voz de mi madre me gritó que debía bajar.

Suspiré y obedecí de inmediato.

—¿Si? —pregunté al llegar a la sala de estar.

Mi madre se encontraba leyendo una revista de moda, y mi padre fumaba un cigarro sentado en el sofá.

—¿Molly ya se ha ido? Hace un rato he escuchado su pelea desde mi cuarto.

Ay no.

—No pasa nada, mamá. Ha sido una tontería, lo prometo.

—Espero que sea cierto... Siéntate, con tu padre debemos hablarte de algo serio —pidió mamá con una sonrisa gentil.

Eso era raro, mamá casi nunca sonreía, al menos no genuinamente.

Me senté tal cual como ellos lo habían pedido y esperé a que comenzaran a hablar.

—Ragnar —empezó mi padre—. Sabes que con tú madre siempre te hemos dado todo aquello que has querido, has sido un hijo obediente , y ahora te has convertido en un diamante en bruto para nuestra sociedad. Por eso hay una última cosa que necesitamos que hagas... Es un paso importante para esta familia, para nuestra prosperidad. 

Suspiré. Que papá dijera estas cosas no traían nada bueno, por lo menos para mí.

—Los resultados de los análisis de Molly han llegado, Ragnar. Tiene un glioma en el cerebro. El oncólogo le ha adiagnosticado como mucho, algo más de dos años y medio de vida. Sus padres están devastados, han hablado con nosotros hace un rato. No le dirán nada, no hasta que la situación ya no pueda sostenerse más.

—¿Qué están diciendo? ¿No hay posibilidad de tratarla? Existen las cirugías, quimioterapias.. Por Dios, ¿y le ocultarán semejante información? ¿Cómo pueden hacerle eso? —Me puse de pie.

—Ragnar, no hay nada que hacer; el tumor tiene un grado avanzado. Sus padres no quieren que ella pase sus últimos meses encerrada en una clínica, conectada a agujas y metida en tomógrafos. Aún es menor de edad, no tiene poder de decisión en esto. Ahora escúchame bien: sus padres no tienen más hijos, ella es la única heredera del dineral que poseen. Todos aquí saben que ustedes están destinados a estar juntos, se espera que sea así. Pero debido a las condiciones tendremos que adelantar un poco los planes.

—Tienes que casarte con Molly —mi padre cortó las palabras de mamá; me ahogué con mi propia saliva—. Tienes que poner un anillo en su dedo apenas terminen la preparatoria, y tienes que embarazarla. Es la única manera que existe para que la fortuna de los Andrews pase a ser nuestra.

—¿¡Están locos!? ¿¡Quieren sacrificar todo mi futuro por dinero!? ¿Qué ocurre con ustedes? No se si se han escuchado, pero esperan que me case con alguien que no amo, que tenga un hijo de ella, para luego esperar su inevitable muerte y que ustedes se queden con su dinero. —Me tomé los cabellos con desesperación. 

Sentía que se me venía el mundo abajo, había comenzado a sudar y a respirar con dificultad. Tenía ganas de gritar, de gritar fuerte. Pero sobre todo tenía náuseas, y emociones repentinas cargadas de exuberante odio que crecía de forma casi exponencial.

—¡Ragnar, háblanos con respeto! Harás lo que tu madre y yo te digamos, como siempre ha sido, y que no me entere que me has desobedecido porque las cosas se pondrán feas —me gritó mi padre e instintivamente me encogí—. ¡Te casarás con esa chica, la ames o no, me da igual! Y tendremos lo que nos merecemos ¡Ahora lárgate de aquí, maldito mocoso maleducado!

Salí corriendo de mi casa oyendo los gritos de mi padre que seguía amenazándome. Corrí, corrí y corrí. Y no dejé de pensar.

Una cosa era que mis padres me pidiesen salir con Molly, pero ¿casarme? Era pleno siglo veintiuno, eso de juntar a los hijos ya no estaba bien visto. ¿Tener un hijo? Si yo era un idiota, siempre lo había tenido todo servido en bandeja de plata; no conocía la autonomía, no tenía idea de la vida. ¿Cómo podría criar a un bebé solo?

Estaba enojado; no, estaba furioso. Estaba realmente cabreado porque sentía que no me merecía todo aquello, no merecía ser el juguete de mis padres, no cuando siempre había hecho todo lo que habían querido. Y Molly... Ella no merecía que le ocultasen semejante secreto, no era éticamente humano y correcto hacerle pasar por todo eso sólo para que los ambiciosos de mis padres tuviesen más dinero del que ya nadaba en sus cuentas bancarias.

Por primera vez sentí el impulso de ir en contra de todo, de decir no. Tuve ganas de gritarle a mis padres lo falsos que eran, porque siempre me habían engañado. Ellos jamás habían sido como yo creía, a ellos les valía muy poco mi vida, solo querían asegurarse la suya.

Me detuve al ver la fachada del lugar al cual mis pies me habían traído sin darme cuenta.

La casa de Kye.

Entonces una bombilla se prendió en mi mente. Tuve una idea maravillosa, supe que tenía que hacer.

Volví mi andar hasta casa, pensando todo un poco mejor.

Solo debía dar el primer paso.



¡Helloo! ¡Nuevo capítulo!

Quería agradecerles por el amor que le están dando a la historia, y el apoyo que me vienen brindando a mí. Cada voto nuevo, cada leído... Simplemente me produce una emoción y una alegría gigantesca.

Si les gustó este capítulo, voten, y comenten. ¡Les toma solo un segundito, y es muy gratificante!

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Nos leemos sin falta el próximo sábado!

Besos!

Sunset.

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