CAPÍTULO X.

 Después de lo sucedido, Taemin no sabía qué actitud tomar. Su mente era una maraña de contradicciones; quería desaparecer para no tener que enfrentar a Minho, sentía vergüenza. Creía que se había comportado como una ramera y estaba angustiado por lo que suponía que él pensaba. "Seguro considera que soy un tipo callejero, me porté como un cualquiera."

Pero otra parte de él anhelaba que Minho se quedara, que esos brazos fuertes lo acurrucaran. Deseaba tanto ser amado, que no le importaba si solo era temporal, incluso si fingía cariño. Después de todo, Taemin ya estaba acostumbrado a ser tratado así. Sin embargo, la manera en que Minho lo había tocado, la forma en que lo había mirado, le daba la esperanza de que, quizá, podía aspirar a no ser considerado un raro.

"¿Y si le gusto aunque sea un poquito? Quizá no sienta asco de mí como..." "No, Minho no es como ese idiota, Minho es... es tan guapo, y sus manos son tan grandes y varoniles."

A Minho le hubiese agradado continuar con lo que hicieron, pero Taemin bajó las escaleras antes de que pudiera sugerírselo. Pensó que quizás se había arrepentido, por lo que decidió darle un poco de tiempo y espacio. Se quedó en el lugar contemplando la grandiosa vista hacia el océano. Después de una hora aproximadamente, también bajó, encontrando a Taemin en la cama que vio al subir, acurrucado y cubierto totalmente por una cobija. Entonces trató de no hacer ruido al descender los interminables escalones.

Cuando Taemin escuchó que Minho había salido del faro, subió nuevamente, y desde ahí logró ver que se dirigía hacia su accidentado yate. Se quedó un rato observando los movimientos tan varoniles del hombre; eso hizo que su piel hormigueara, mordió su labio inferior y finalmente gimió. "¡Mjm... está buenísimo!"

De pronto se percató de que tenía una erección. Sí, una durísima y jodida erección. Llevó automáticamente la mano hasta su duro miembro y lo masajeó, volviendo a gemir, esta vez más fuerte. "¡MMJM!"

"¡Carajo, Taemin!" "¿Qué te pasa?"

Minho se había dado cuenta de que era observado desde lo alto del faro, sonrió y se deshizo de la parte superior de la pijama, mostrando así su impresionante musculatura.

"¿Así que te gusta mirar, chiquillo travieso? Pues vamos a darte una buena función."

Durante las siguientes dos horas, Minho se puso a sacar algunas cosas del yate, haciendo alarde de su gran fuerza. Parecía más bien que estaba posando para una de esas revistas para caballeros. Taemin, por supuesto, no se despegó del gran ventanal mientras duró el espectáculo, dedicado especialmente a él.

Taemin anhelaba con desesperación satisfacer su fiebre, pero no se atrevía a hacerlo él mismo. Quería que el propio Minho lo tomara, lo sometiera, lo llevara a los límites de la cordura y la locura; deseaba perderse nuevamente entre las caricias ardientes que aquel hombre sabía dar. Sus pensamientos ya no le pertenecían, parecía que Minho los dominaba con su sola presencia.

Minho volteó a verlo y lo saludó desde donde se encontraba, ondeando la mano. Taemin de inmediato se agachó, tratando de ocultarse como un chiquillo descubierto al hacer una travesura. Su cara se puso completamente roja de la pena, por lo que se retiró del ventanal arrastrándose hasta llegar a las escaleras. Bajó prácticamente corriendo hasta llegar a la cocina, abrió el refrigerador y sacó lo primero que encontró en un envase, calentándolo en una olla. Si Minho regresaba en ese momento, haría como si hubiese estado cocinando, negando a toda costa que estuvo de fisgón, deleitándose con ese cuerpo atlético y bronceado.

Y exactamente eso fue lo que sucedió: Minho entró al faro, asoleado, con el sudor brillando en su pecho y espalda. Su cabellera se había encrespado, dándole un volumen rebelde, casi salvaje. Taemin tragó grueso, sintiendo la imperiosa necesidad de volver a meter sus dedos en esas mechas rebeldes. Se dio una bofetada mental para tratar de controlar esos impulsos eróticos. Requería con urgencia una ducha de agua fría o, de lo contrario, se abalanzaría a los brazos musculosos que parecían estar dispuestos a abrazarlo en el momento en que él lo pidiera.

—¡Mmm... huele delicioso! ¿Qué cocinas?

Taemin ni siquiera sabía lo que estaba calentando; la verdad, no había prestado atención a la comida. Pero, tratando de no quedar como un perfecto imbécil, solo atinó a decir:

—Es... es una sorpresa. Lávate las manos y siéntate, ya está listo.

Minho obedeció, lavó sus manos, secó todo el sudor de su cuerpo con una toalla, y luego se dispuso a sentarse. Mientras hacía todo esto, Taemin no podía apartar su mirada de él. Era como si estuviese hipnotizado.

"Taemin, compórtate, pareces un adolescente cachondo."

Sacudió su cabeza para apartar esos pensamientos, sirvió el guiso en unos platos y se sentó frente a Minho. La mesa era pequeña.

—Y bien, ¿pudiste salvar algunas de tus pertenencias? —preguntó Taemin para distraer a su traicionero cerebro.

—Sí, saqué algo de ropa, la puse a secar al sol. Por lo demás, ya ni siquiera me preocupo. En cuanto sea posible, llamaré a la aseguradora para que vengan a remolcarlo. Creo que será pérdida total.

—Tu yate debe ser muy caro, ¿cómo es que lo utilizas para pescar?

—Eso es una historia un poco larga y complicada —contestó Minho con desgano.

—Entiendo que no quieras contarme, soy un completo desconocido. ¿Por qué lo harías?

—No, Taemin, no quise parecer arrogante, es solo que mi vida puede resultarte complicada, y no creo que un chico como tú esté interesado en escuchar problemas ajenos.

 —¿Por qué no permites que sea yo quien decida eso? Además, recuerda que estaremos incomunicados por algunos días, y a menos que quieras perder el tiempo viendo la televisión, te ofrezco escuchar todo lo que tengas que decir, a cambio de que tú hagas lo mismo por mí.

Taemin levantó su dedo meñique y preguntó con una sonrisa juguetona:

—¿Es un trato?

Minho respondió con una sonrisa amplia y sincera:

—¡Es un trato!

Ambos entrelazaron sus meñiques, sellando así su pacto en un gesto que, aunque sencillo, llevaba consigo la promesa de comprensión y apoyo mutuo.

Terminaron de comer, recogieron los trastes y los lavaron juntos, disfrutando de la ligera rutina. Taemin se disculpó y subió a tocar el piano, dejando que las notas fluyeran a través de sus dedos con la precisión de un artista absorto en su pasión. Para cuando se dio cuenta, la oscuridad había caído sobre el lugar. No tenía hambre, pero notó que en una mesita junto a las escaleras se encontraba un vaso de leche y un sándwich que Minho le había dejado en algún momento. Sonrió ante el detalle, pero, como siempre, se perdió en la música, dejando que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Finalmente, lo comió todo y luego se preparó para acostarse. Se lavó los dientes y solo se puso una camiseta larga y unos bóxers; hacía calor esa noche. Antes de meterse en la cama, le gritó a su huésped desde arriba:

—¡Gracias por la cena, y buenas noches!

Desde abajo, Minho respondió con un tono cálido:

—¡Que descanses, Tae! Tocaste el piano maravillosamente.

Taemin sonrió, apagó la luz y se metió entre las sábanas. Todavía estaba algo estimulado por haber tocado el piano, y le costaría algunos minutos poder conciliar el sueño. Pero no sería necesario. Una voz familiar irrumpió en la oscuridad de la habitación.

—¿Tae? ¿Estás dormido?

Taemin se puso rígido, indeciso entre responder o no. Pero la curiosidad de saber qué había llevado a Minho a estar allí en medio de la noche fue más fuerte.

—Aún no. ¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? —Taemin encendió la lámpara de la mesita de noche, preocupado.

Minho respondió con un tono que mezclaba ansiedad y disculpa:

—Sí, me siento mal... por lo que sucedió esta mañana, pero no por lo que hicimos, sino porque no continuamos. La verdad es que ardo en deseos de poseer tu cuerpo, eres tan hermoso... Jamás conocí a alguien así, pareces un ser de otro mundo. Tu alma la siento tan pura. Cuando mis manos hicieron contacto con tu piel nívea, mi sangre hirvió de placer al verte enfundado en esa linda falda de colegiala. Mi cerebro colapsó, y no pudo pensar en otra cosa más que en poseerte. Perdóname por decirte todo esto, sé que parezco un bruto, pero te juro que es la verdad. Muero por ti, Tae, y creo que no te soy tan indiferente.

Cuando Minho terminó de hablar, el silencio que siguió fue eterno. Entendió que Taemin no sentía lo mismo. Una oleada de vergüenza lo invadió por su confesión, y con el corazón encogido, se dispuso a retirarse de la habitación, tragándose su orgullo. Pero en el momento en que iba a darse la vuelta, Taemin abrió la sábana, invitándolo a unirse a él en la cama.

CONTINUARÁ...

🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰

Ahora sí, el bebé Tae va a saber lo que es wueno.🥰😁

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