42. El Lenguaje de las Flores.

XLII:

El Lenguaje de las Flores.

La insensibilidad también es una forma de crueldad

LYSANDER

La prisa no dejaba mucho margen para la sensatez, por lo que solo al día siguiente de la velada por inicio de la Luna de Sangre, decidí aceptar la invitación que ofrecía Kaeser para una negociación.

Decidí establecer la ciudad portuaria de Seleari como punto de encuentro, ellos aceptaron de seguro porque me querían tan lejos de su isla, como yo a ellos de la capital del imperio.

Solo tres días después, habíamos llegado a destino, tras lo que fueron dos días por tierra y un día más por barco hasta desembarcar en el puerto.

La galera atracó con la facilidad que le permitía lo dinámico de su diseño, no poseía la carga de un navío de guerra ni era tan enorme como uno comercial.

Nos movimos en tres barcos: Killian, Alister y Fennella, decidí que trasladaría solo a la Guardia Delheit, así como a Feryal y sus tres doncellas.

Pese a la propuesta de Raelar para quedarse a custodiar la ciudad, decidí delegarle ese cargo a Anya, como la teniente del territorio estaba más que capacitada.

Y, lo más importante, confiaba en que ella no me recibiría con un golpe de Estado.

Si Valtaria era la ciudad del arte, Seleari era el auge para el comercio, en sus tierras pronto aprendías que nada valía tanto o tan poco como para no ponerle un precio.

Llegamos por la noche, recibidos por todo el espectáculo de luces que encendían la ciudad, los picos más altos brillando con el calor del fuego blanco.

Una extraña variación, bastante más resistente que una llama común, mucho más duradera, que de alguna forma Seleari había logrado pactar con Kaeser para utilizar en su ciudad.

Aun así, tenía en expreso prohibido comercializarlo fuera del imperio de Valtaria.

Era una maravilla ver cómo miles de luces resplandecían en la noche negra, en rascacielos mucho más modestos que los picos de Valtaria, pero con las terminaciones igual de rocambolescas y dragones posados sobre estos, como si observaran la ciudad desde las alturas.

Pese a las altas horas de la noche, el puerto rebosaba de gente engalanada en túnicas y vestidos de faja alta, todos en brocados y colores vibrantes, una extraña moda que habían adoptado desde las tierras al este.

No tenían mucho que ver con la sobriedad valtense.

Yak se encargó de dirigir la pasarela por donde descendería toda la comitiva, mientras se terminaban los preparativos, me acerqué al lado de Feryal, que observaba el espectáculo desde la barandilla.

Noté cómo sus hombros se cuadraban, su espalda más recta, como cada vez en esos tres días que habíamos compartido espacio durante las comidas, o incluso si había cruzado a su lado en alguna habitación.

──Saerev, siraytza, la gente los espera.

La voz de Lectar pareció ser una luz para Feryal, se apresuró a seguirlo, arrastrando el ruedo de su fino vestido de seda roja por la superficie del barco.

Aplané los labios, ajustando las mangas de mi chaqueta antes de seguirla, aceptó mi mano, sin mirarme, mientras ambos bajamos hasta la multitud que estaba siendo contenida, dos filas abriéndose ante nosotros, con soldados vestidos de rojo, pertenecientes al territorio de Seleari.

Había demasiada gente como para brindarle atención a todos, una marea vibrando en medio de la noche.

Alcé la mano en saludo a ellos, Feryal se alejó de mí un momento, un parpadeo, y la vi agachada junto a un grupo de niñas que cargaban flores en pequeñas canastas.

Ella se arrodilló para que una de las infantas pudiera colocarle una corona de flores sobre la cabeza.

El soldado más cercano miraba la escena con evidente nerviosismo, sabía que debía interceder porque no era seguro dejar a su reina expuesta al público, pero arrastrarla hasta su lugar parecía igual de grosero.

Con un leve asentimiento, le indiqué que no interviniera. 

Las sombras señalaron que no había peligros cerca.

Feryal volvió cargando una corona de azucenas, y un ramo del que eligió una rosa amarilla para colocar tras mi oreja, me incliné lo suficiente para que lo hiciera, por el suspiro ahogado, eso pareció maravillar al público.

──A veces es fácil olvidar que te criaste en un teatro, Sinester ──Me sonrió con la candidez que no guardaban sus palabras──. Hubieras sido un gran actor.

Enarqué una ceja.

──¿No los son todos los gobernantes?

El camino hasta el carruaje se volvió interminable, odié el hecho de que habíamos tenido que organizar toda esa pantomima. 

Hubiera preferido solo llegar en un barco de madrugada, al puerto vacío y silencioso para escurrirnos hasta la estancia donde seríamos hospedados.

Pero el Consejo quería una bienvenida por todo lo alto, que la gente solo viera una visita casual y, sobre todo, dispersar los rumores de pleitos en la corona.

Feryal estaba poniendo su mejor sonrisa, haciendo su mejor acto para la multitud, como siempre había hecho.

Cuando me coloqué a su lado, su sonrisa flaqueó. Aun así, aproveché el momento antes de que subiera al carruaje.

──Me gustaría hablar contigo, Feryal, a solas.

──No sería adecuado.

Intentó irse y la detuve, un movimiento imperceptible para la efusiva multitud.

──¿No crees que nos debemos una conversación?

──Creo que me debo respeto y lealtad, creo que me debo la calidad de ser tratada como tú igual y no un trofeo a ser relucido en tus actos.

──Jamás te traté de forma diferente.

Las pálidas mejillas de Feryal adquirieron un tono rosado, una rabia cerril produjo destellos en sus ojos esmeralda. 

La expresión herida que me dedicó me clavó como un puñal.

──Feryal.

──¿Recuerdas nuestra boda, cuando te dije lo feliz que estaba? ──me acusó──. Eras mi único amigo, y te amaba por eso, me dijiste que harías todo lo que pudieras para hacerme feliz.

──Y lo hice, siempre te puse por delante de todo.

──Pusiste a Valtaria y tu deber como rey.

Tragué con fuerza, pensando las siguientes palabras con cuidado, estudié la cantidad de ojos sobre nosotros.

──Lo hice, y parte de mi deber como rey es proteger a la reina ──fulminé──. Debí hacerlo mejor, debí cuidarte, y debí corresponder lo que estabas dando, Feryal, pero todo lo que pasó no fue más que mi culpa. Nuestro matrimonio era… un reloj.

──El problema con nuestro matrimonio, Lysander ──ironizó con una sonrisa, demasiado perfecta para ser real──. Es que siempre fuimos demasiadas personas en él, ¿no crees? ¿No disfrutas tener una aventura? ¿Un secreto que solo les pertenece a ustedes dos? 

Tuve la suficiente sensatez como para no tratar de excusarme.

──Hablemos esto ──pedí en cambio.

──Protegeré a Valtaria, mi posición como reina e incluso a Astra y su importancia para la hermandad, pero nada más. Y serías amable en dejar de exigirme nada.

La retuve del brazo.

──Algún día vas a tener que volver a mirarme a la cara.

──Espero que no.

Nuestra conversación siguió en los aposentos que nos fueron asignados, criados y las doncellas de Feryal corrían de un lado a otro cambiando las cosas de la reina de lugar.

Estaba seguro de que ella había pedido de forma expresa no cruzarse conmigo, ocupar ambos habitaciones separadas.

Si bien la idea parecía ser la más acertada, también lo era limar las asperezas del matrimonio del cual dependía un imperio.

Crucé la puerta que llevaba a la habitación de Feryal, la encontré colocando en agua el ramo que le habían regalado, mientras Emery se quedaba paralizada, sostenía tres vestidos que supuse venían del cuarto contiguo.

──Moi saerev.

──Pueden retirarse ──ordené──. La siraytza llamará cuando las necesite.

Feryal no le dio permiso para irse, pero tampoco rebatió mis palabras, pude ver la dudas en los ojos de la joven un rato más, hasta que se marchó de la habitación, y los demás también tropezaron en reverencias antes de marcharse.

──Podría el saerev seguir sus órdenes e irse también ──dijo mientras acariciaba los delicados pétalos azules de una hortensia.

──Somos los gobernantes de esta nación, Feryal, entenderás que no podemos jugar al gato y al ratón.

Una sonrisita curvó los labios de la reina.

──¿Y qué juegos se nos son permitidos, amado esposo?

Tosí varias veces ante la insinuación, porque al parecer ya había terminado con la inagotable fuente de paciencia de Feryal.

──Esta noche tendremos una reunión con representantes del Consejo de Profetas…

──Ya veo… ──Soltó las flores, antes de dirigirse al balcón.

Uno de los tres balcones con arcos abiertos a la inmensa noche y mar de Seleari. 

Entendí que ninguna conversación surgiría entre nosotros, antes de dejar las cosas en claro.

──Si pudiéramos hablar, entenderías que los hechos no sucedieron de la manera en la que crees…

Ni siquiera volteó a verme.

──¿De qué quieres hablarme? ¿De cómo la nombraste doncella para tenerla cerca? ¿Todas las veces que te burlaste de mí? Tenme algo de respeto. 

──No fue así, no empecé a sentir cosas por ella hasta mucho después. No pude impedirlo…

Cualquier elección de palabras me hubiera dejado igual o más condenado.

──No pudiste impedirlo ──se mofó, esa vez sí, volteando para caminar hacia mí──. Me ignoraste por años, así que no sé por qué no podías hacer lo mismo con ella.

──Feryal, yo... ──El silencio pareció alcanzarme──. No quiero verte herida. 

──Entonces no te hubieras acostado con ella en nuestro propio hogar.

──No me acosté con ella ──Escuché mi voz caminar sobre cuerda floja, en una cuerda por quebrarse.

──¿Y entonces qué hizo ella para que hayas entregado tu reino a Kaeser?

──Kaeser quería la guerra mucho antes de esto.

──Dime que no la amas ──exigió cansada.

Recordé su rostro cubierto de lágrimas cada vez que sus ilusiones se habían roto, cuando nos casamos sin estar enamorados, la noche que ocurrió el atentado de los refugiados y la hermandad del Sae, en la que ella había decidido confiar, sabía que ocurriría y sin embargo no fue capaz de interrumpirlo.

La noche en la que la tuve en mis brazos mientras lloraba por la traición de su padre, y le prometí que nunca lo haría.

Quise arrancar cada cabello de mi rostro, pero fui más prudente al solo peinarlo con mis dedos.

Decidí que no podía seguir mintiéndole.

──¿No vas… a responder? 

──No quiero hacerte daño, eres la única persona con la que alguna vez había podido imaginar una vida ──dije lo que sí era cierto.

──Hasta que llegó ella y notaste que no era necesario resignarse ──lo cortó de raíz.

──Feryal…

Solo entonces dejó que su ira terminara con su falso temple calmado, sus ojos verdes llamearon hacia mí.

──Te odio y te odio tanto porque nunca pusiste nada de ti en esto, asumiste que no funcionaría y jamás me diste una oportunidad. No me engañaste porque estés enamorado, me engañaste porque era lo que ibas a hacer desde el primer momento en que nos casamos.

──¿Crees que no me esforcé en esto?

──No, no lo creo, lo sé, porque es lo que siempre haces, te guardas todo, juegas por tu cuenta y evitas que nadie se acerque.

──Feryal.

──Claro que no te acostaste con ella, porque nunca jamás serías capaz de dejarte llevar y entregarlo todo una vez ──La rabia pareció guiar la voz de Feryal a través de cada palabra──. La insensibilidad también es una forma de crueldad, y una que refinaste muy bien.

──Tienes… cierta razón ──bajé mi tono para mantenerlo a un nivel sensato──. Lamento, lamento mucho que alguna vez hayas tenido que casarte conmigo, porque sí merecías alguien que se hubiera enamorado de ti desde el primer momento ──La observé quedarse sin palabras un momento, por la bronca o la verdadera sorpresa, nunca pude leerla con la facilidad que debería──. Pero no puedo, Feryal, incluso si no estuviera Astra, no puedo darte nada de lo que quieres.

──Quiero lealtad, un esposo que no se escabulla por ahí con mi doncella, no es demasiado para pedir a las estrellas.

Ver a Feryal furiosa generaba una extraña dicotomía con su imagen cándida, saber que era el objeto de su derrumbe me hizo sentir un merecido miserable.

──Lo lamento mucho…

──Por favor no me pidas perdón ──Su voz fue una súplica──. No me mires así y digas que lo sientes, porque a veces siento que voy a perdonarte y odiarnos a los dos por el resto de nuestras vidas.

Alejé mi mano, guardandola como si enfundara un arma, Feryal había reaccionado de la misma forma.

──Te mereces mucho más que eso, Feryal, mucho más que solo alguien que te quiera y esté acostumbrado a estar contigo.

──Solo vete, Lysander.

En el primer arranque de sensatez en mucho tiempo, abandoné la habitación.

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NOTITA:

¿Qué tal?
Este capítulo es nuevo y no estaba en la versión anterior, me pareció bueno dedicarle uno a la relación de Lysander y Feryal, porque bueno, su relación habla mucho resume mucho de cómo es Lysander.
Espero les haya gustado.
❤️

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