29. Lazos Quebrados.

❛Parecía haber encontrado que lo mejor era alejar a todos, para que nadie estuviera cerca cuando ocurriera el desborde❜.

Anya me encargó que fuera en busca de Lysander y así lo hice. Lo encontré en el salón principal del ala este, con su atención en las telas de distintos colores y escudos sobre la gran mesa de roble.
La fila de ventanales detrás de él dejaban su figura en una sombra, hasta que me acerqué y pude dilucidarlo con más claridad.

──Habrá la paz como se hizo la guerra ──recitó el anciano, de contextura ancha y espalda encorvada, que hasta entonces noté──. ¿Qué le parece, alteza? Es un buen lema.

──Sí, puede ser ──rechazó──. Y esto es todo lo que hicieron...

──Lo mandé hacer especialmente, es el dragón que representa su familia.

──Desearía que no se viera influenciado en los símbolos de mi familia, quiero algo que represente a Valtaria. ──Y antes de que el hombre pudiera rebatir, continuó──: Hizo una gran labor, pueden retirarse, pensaré en sus opciones. Astra, ¿noticias de la Guardia?

Asentí, esperando hasta que los demás abandonaran la habitación, mientras le echaba un vistazo a las banderas que habían traído.

──Traeremos la ruina ──propuse──. Es un buen himno de guerra.

Tenía sentido con la palabra que ellos habían elegido para nosotros. Ra guen.

Ra: los que traen, acarrean, los que cargan, los que portan.
Guen: desgracias, miseria o ruina.

Cuando giré a verlo, los ojos de Lysander me contemplaban con diversión, cuando notó que lo miraba apartó sus ojos negros hasta la bandera de terciopelo rojo, una elegante daga negra la cortaba justo en el medio.

──¿Qué tal algo que no suene como si quisiéramos arrasar con el resto de la humanidad?

──¿No queremos?

──Si lo creyeras, quizás no estarías apoyándome ──Intentó mantener su rostro en la distancia mientras me observaba──. Eres más empática de lo aparentas.

Busqué por una respuesta mordaz, hiriente, o cualquier cosa que le quitara peso a sus palabras, en lugar de eso, alejé mi vista como no pude alejar el sonrojo.

Agradecí que Lectar hubiera llegado para apresurarnos al salón de música, el palacio era tan inmenso que era difícil acostumbrarse a sus espacios, y más aun cuando Feryal movía los lugares cotidianos según la época del año.

En invierno, el sol apenas se asomaba por el este, por lo que se mudaban a esa zona para aprovechar los pocos rayos de luz, además los árboles de melicea formaban una línea que parecía un río de sangre visto desde el palacio.

Debido a su extraño ciclo, también era llamado el árbol del invierno, ya que en esa época daban un espectáculo singular, lo suficiente como para que Feryal decidiera trasladar su comitiva hacia la zona desde donde podría apreciarse mejor.

No podía culparla, pasaba todo el año encerrada en ese frío palacio, en su lugar, me iría a vivir en las torres o en las mazmorras, si eso me hiciera cambiar algo de aires.

Cuando llegamos, la reunión ya parecía haber comenzado, permanecí en el lado derecho de Lysander, ya que él no parecía con ánimos de unirse.

──Sorpresa ──Sonrió Feryal, el verde pálido del vestido hacía resaltar el color de sus ojos y la bonhomía de sus acciones.

Eskandar se veía igual de animado, con un traje escarlata, que contrastaba de forma teatral con el plata de sus cabellos y la palidez nivea de su rostro.

Podrían confundirlo por un príncipe, pero la verdad se veía más como el demonio que aparecía en el segundo acto de una obra, justo cuando el protagonista estuviera tan desesperado como para estar dispuesto a vender su alma en un trato mezquino.

──Mira a quién ha traído el mar.

──Valtaria no tiene mar ──soltó Ela, entre dientes, como si fuera algo automático aplacar la estupidez de Eskandar.

──¿Y entonces qué hará Lysander con sus modelos a escala? ──Su sonrisa no decayó en ningún momento, en contraste al rostro pétreo del aludido──. Le estuve contando sobre eso a Raelar, me dijo que ya tenías pasatiempos igual de divertidos en la Cruz Alta. En realidad son muy buenos.

El último comentario fue dirigido solo a Raelar, y el hecho de insinuar que podría interesarle la aprobación de su hermano mayor, pareció más disgustante para Lysander, que el hecho de que Eskandar lo hubiera querido sacar de su eje en primer lugar.

El ánimo en el ambiente parecía tan pesado como los nubarrones que siempre cubrían Valtaria, y fríos como el viento que hacía crujir sus estructuras.

Eskandar lucía entretenido con el recién llegado, y Feryal trataba por todos los medios de incluir a Lysander en cada conversación, como si ella sola pudiera atar el hilo roto entre los dos hermanos, uno que, según se podía ver, había dejado de existir hace mucho tiempo.

Quizás nunca había existido, si podía suponerlo por la línea apretada en la que se mantenían los labios de Lysander.

Pero ella no se veía dispuesta a darse por vencida, si podía adivinar, la siraytza había planeado la llegada de Raelar por mucho más tiempo del que se creía, porque no tardó un criado en avisarnos que todo el evento ya estaba preparado y los carruajes esperaban para trasladar a la comitiva.

Entonces la pequeña reunión se convirtió en un día de campo, las carpas azules contra la nieve y los miembros de la corte relucientes en sus mejores pieles.
Ela y yo ganamos buenos lugares para el partido de bertok.

──Raelar sacó a Eskandar de las calles, se enteraron que era hijo del rey en un recuento de sobrevivientes, luego de un atentado de guerra. Pero además de ser un bastardo, también era Raguen, por eso el rey eligió reconocerlo.

Ela me explicó desde nuestro lugar en las gradas, pronto el partido de bertok daría comienzo y los caballos ya estaban siendo llevados a la cancha.
A nuestro lado, de reojo, ví a Feryal intercambiar cortas palabras con su padre, luego de eso su espalda fue más recta.

──La madre de Eskandar fue quemada viva, declarada bruja en la ciudad de Fuko, él incendió una plaza entera y mató a cinco personas, estuvo escondido tres meses antes de que Raelar tomara la ciudad.

Recordé la noche que me había contado cómo se unió al ejército y que luego fue enviado a entrenar en Venari. Él veía sus poderes como algo que lo hacían único, y un grupo de gente había matado a su madre, lo habían obligado a huir y esconderse por algo que él entendía no solo como fascinante, sino como parte de sí mismo.

Estaba claro que encontraría un aliado en Raelar.

──¿Y qué hay de Lysander?

──Su madre era pianista, tocaba en el teatro Cierna Ruza, donde el rey Aeto la conoció y se enamoró de ella ──Hizo una pausa para un aplauso cuando Raelar embocó otro tiro en el aro──. No se sabe mucho más, a Lysander no le gusta sacar ese tema. Solo sé que hasta empezar su entrenamiento fue un chico muy solitario, se crió apartado de Valtaria, en un castillo a las afueras porque la ciudad estaba en crisis y él era el heredero del rey, aquí solo corría peligro.

Recordé a Lysander solo, en el frío, la lluvia y la noche, parecían la forma deprimente y típica de empezar un poema lúgubre. Quizás uno de los horribles que dedicaría Vaseg.

Raelar terminó por ganar el juego, como todo el mundo podría haber predecido. Él rodeó a sus hermanos, dando trotes con su pura sangre blanco, como si los estuviera midiendo.

Eskandar no tardó en saltar a un lado de su corcel pardo, Lysander bajó con la lentitud elegante que lo caracterizaba, cuando su hermano intentó abrazarlo, lo apartó con un rostro de fastidio.

Por los ademanes de Eskandar, el gesto no había servido para cohibirlo. Raelar se mantuvo al margen, hasta que le acercaron un ramo de flores azules, no tuvo tiempo de tomarlo, cuando Eskandar lo arrebató antes de que llegara a sus manos, tomó el ramo y lo alzó hacia la tribuna, podía sentir la ovación general ante el gesto del príncipe.
De reojo, noté como Ela cerró los ojos, con un ensayado fastidio, pero su expresión solo perduró la sonrisa ladina de Eskandar.

Lysander terminó con el teatro, tomó las flores para arrojarlas al suelo, seguido de palabras que no alcancé a oír en la distancia. Por primera vez, Eskandar respondió con seriedad.

Quizás quedó pasmado por el arrebato poco común en Lysander, quien por lo usual nunca se permitía llevar por sus emociones.

Aproveché el momento en que la gente se dispersó, dirigiéndose hacia la carpa donde habría un festín, para ir tras él sin ser notada.
Al entrar, lo encontré sirviéndose una copa de vino.

El muy hipócrita.

Claro que lo dejó al verme entrar, se llevó una mano al puente de su nariz, cerrando los ojos en lo que parecía un intento inútil de calmar sus ánimos.

──¿Qué ocurre, Astra?

──El rey acaba de comportarse como un imbécil frente a toda su corte, ¿sabes el porqué?

──¿Así que viniste hasta aquí para defender a Eskandar? ──Enarcó una ceja en mi dirección.

──Vine aquí porque me tienes asfixiada, tu mal humor me asfixia.

Lysander frunció el ceño hasta que pareció entender, el vínculo obligaba a que me acoplara a sus emociones, se volvía abrumador cuando eran intensas. Y viceversa.

──Lo dejaste muy mal enfrente de todos, no debiste haberlo tratado así, no es la primera vez.

──Lo sé.

──¿Entonces?

Él se dejó caer en el sillón de cuero, Rella cuide al rey de tener que pasar un momento fuera de sus lujos.

Ocupé el lugar a su lado, él siguió enfurruñado en su propio estado de ánimo, fingió estar más relajado, pero su pierna no dejaba de moverse de forma posesa.

──Creí que eran cercanos.

──Lo somos, pero él... ──Suspiró──. A veces es muy difícil comunicarme con Eskandar, en general, me es difícil... Y para él es todo lo contrario, es tan extrovertido y encantador, siempre va más allá, y tratar de seguirlo es molesto.

Debía estar realmente exhausto, porque era la primera vez, en un año de conocerlo, que lo veía dejarse llevar por la verborragia.

──Pero ese es tu problema, no el suyo.

──Sí, gracias, Astra ──Hasta entonces pareció notar su movimiento nervioso, por lo que se detuvo.

Lo observé como si hubiera descubierto que tenía un tercer ojo, era extraño pensar en alguien que pudiera sacar de eje a Lysander. O que de todas las personas, él envidiaría a alguien como Eskandar, porque esa era exactamente la energía que irradiaba.

También había algo más, y las emociones tenían líneas tan finas entre ellas, lucían de forma diferente según sus motivos. Como la forma densa y asfixiante que cubría a Lysander como una segunda piel, por lo general actuaba como una barrera, en ese momento lo veía como una represa cruzada por demasiadas grietas.

Y Lysander parecía haber encontrado que lo mejor era alejar a todos, para que nadie estuviera cerca cuando ocurriera el desborde. Conocía ese sentimiento, porque era justo la forma en la que tenía de tratar las cosas.

──Es peligroso cuando comienzas a pensar tanto...

──Tienes razón, pero esta vez no para ti.

Me puse de pie, sabiendo a dónde tenía que ir, la nota en el bolsillo de mi abrigo se había vuelto una carga muy pesada como para seguir soportándola. Una nota incriminatoria de mi poca habilidad para lidiar con ciertas cosas.

──Astra ──El gruñido de Lysander me volvió a la realidad.

──¿Quién es tu hermano ese? ¿Por qué nunca hablaste de él?

──Es mejor no hablar de Raelar, lo convocas, como a los demonios.

Decidí que no lo había dicho en serio, me preparé para a salir de la tienda, antes de que alguien entrara y me encontrara a solas con el rey.
Cuando estaba dispuesta a irme, su voz me detuvo.

──Astra. ──Mi nombre siempre sonaba suave en sus labios, pero me gustaba especialmente como retenía la te y la erre en una nota más profunda.

──Despúes ──Lo detuve.

Él asintió, pero cuando volteé todavía no había vuelto a su serenidad de siempre.

──Habla con Eskandar.

Le pedí como un favor, y él lo aceptó como una promesa.

Ciara tenía una contextura parecida a la mía, pero era varios centímetros más petisa, por lo que sus vestidos siempre me quedaban cortos en los brazos.
Por esto, comenzó a decirle a sus modistas que agregaran unos cinco centímetros en sus mangas, de esa manera, cuando me pasaba su ropa, no iba por ahí vestida como una campesina intentando encajar en las ropas de su patrona.

Aunque en cierta forma eso era.

Para evitar que ese exceso de tela le molestara, muchas veces mandaba a pedir ruedos, que yo luego podía descoser con facilidad.

Y ahí fue donde escondió la nota en el vestido azul, solo era una orden corta en la letra delgada y elegante de Ciara.

"¿Recuerdas cuando éramos niñas? Escondíamos algo, y luego guiabamos a la otra hacia allí con los ojos vendados. ¿Aún confías en mí, Astra?"

Lo hacía, esa era la única razón por la que hubiera decidido seguir una nota como esa.

Me pregunté dónde estaría Ciara en ese momento, y la culpa volvió a retorcerse como una serpiente. Fui egoísta, decidí hacerla a un lado, porque no sabía cómo lidiar con mis propios problemas y creí que compartirlo arruinaría nuestra relación.

Que podríamos seguir unidas si la mantenía alejada y le escondía las partes más feas.

Terminó siendo lo contrario.

Espoleé al caballo, para apurar el paso entre la espesura del bosque.

Desde pequeña crecí escuchando historias sobre los Raguen, sobre lo oscuros y peligrosos, lo despiadados y crueles que eran, y cómo se escondían en agujeros oscuros para hacer tratos con humanos incautos.

La idea de que nos vieran como monstruos siempre me pareció divertida.

Me gustaba imaginarme como la bruja del bosque, en vestidos negros, joyas con maldiciones antiguas que guardaban las almas de sus enemigos.

Desde pequeña había tenido fascinación por la teatralidad.

Y muchas de esas historias empezaban así, con una joven en busca de respuestas, adentrándose donde no debía.

Era obvio que el Bosque de Sangre, como le decían en Valtaria, no era obra natural sino de los Raguen, lo confirmé cuando llegué al tronco de un gran árbol, las hojas rojas cayendo como pequeñas gotas de sangre sobre el manto blanco, a los pies del árbol ancestral.

La puerta formaba parte de la misma corteza, y estaba abierta, al entrar, el lugar estaba apenas iluminado por la pálida luz del sol, que entraba en tímidos hilos, un polvo de plata brillando contra ellos, solo asomando desde un hueco en el techo, y ahí, en lo profundo del agujero, oculto en penumbras, con el cadáver de una mujer a sus pies.

El demonio del que debías cuidarte en todas las historias.

Raelar Sinester.


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