26. El Principio en el Fin
❛Es muy fácil aferrarse a las cosas, poseerlas, es algo que hacemos por instinto. Dejar ir es más difícil, hacer lo correcto en general es más difícil.❜
El tumulto en la plaza era ensordecedor y tuvimos que salir al palco principal del palacio para el discurso, Valtaria había recibido una amenaza, la prueba de que no importara todo lo que llevaba logrado en esos años, ningún teatro, ningún templo, ni las tradiciones más arraigadas, nada de eso quedaría cuando arrasaran con la ciudad entera.
El rey Lysander se encontraba en la habitación contigua, decidió que mostrarse solo aumentaría la molestia en la gente; si ya tenían cierta aberración hacia la idea de los refugiados, el atentado no hacía más que haberlo empeorado aún más.
Fue su siraytza Feryal quién salió a calmar a la multitud, vestida en sus clásicos tonos de oro y beige. Todo mundo calló ante su presencia.
──Pueblo de Valtaria, puedo entender su inquietud, su miedo, pero les pido que usen ese miedo para ganar resistencia, para vencerlo y así encontrar fortaleza ──clamó──. Valtaria es nuestro hogar y Rella la diosa que nos dió refugio, los Raguen son sus discípulos, sus elegidos para protegernos y no podemos echarnos en contra de ellos. Están entre nosotros, son parte de nosotros, nuestros hermanos y familia, ¿cómo podríamos negar nuestra sangre? ¿nuestra historia? El enemigo es aquel que divide, que nos atacó y espera ver caer estos muros. Entiendan, todos somos parte de esto, de Valtaria, de esta tierra y como vencimos antes, juntos, venceremos también ahora.
Por un momento la plaza fue silencio, no estaba segura de que hubieran aceptado la perorata, luego de un momento, cuando fue claro que Feryal hubo terminado; una ovación se levantó entre los presentes, vitores y aplausos precidieron.
Era difícil creer que un día antes la vi llorar y romperse en el piso del templo.
La reina Feryal le sonrió orgullosa a su gente, y pude observar la mirada aprobatoria de Lysander desde dentro, sus ojos obsidiana puestos en la que parecía ser la favorita del pueblo.
Pude ver la admiración en sus ojos negros.
──Pudimos salvar a Valtaria de un ataque, Astra ──Su vista se mantuvo al frente e impasible──. Mucha gente se salvó.
Y muchos más murieron.
──¿Qué harás ahora?
Entonces Lysander me contempló con expresión hermética, las ojeras bajo sus ojos declaraban que había pasado la noche en vela, pero necesitaba más que su preocupación.
──Capitán Sinester.
Un soldado se inclinó frente a Lysander, hombros erguidos, barba bien recortada y pelo hasta los hombros. Lectar tenía ambas manos detrás de su espalda y una expresión vacía y serena.
──Tengo noticias, saerev.
Lectar me devolvió la mirada con cautela.
──Puedes hablar.
──Ella despertó.
──Bien ──lo cortó──. Seguiremos en la sala.
El soldado asintió para adelantarse a la oficina de Lysander, lo seguí con la vista hasta que desapareció en la esquina de un pasillo.
──Lectar fue rescatado de una de las zonas de guerra ──explicó el rey──. Estuvo en prisión varios años, pero nadie sabe qué fue antes de eso.
──Ya, no sabía que había sido tan obvia.
──Está bien, no lo fuiste.
La junta duró mucho más tiempo del que hubiera creído, pero no se mencionó nada sobre esa ella de la que habló Lectar, o de la ausencia de Eskandar y Ela.
Al final, el capitán Lysander solo puso énfasis en lo que haría la patrulla de vigilancia, para dar asilo a los refugiados que habían sobrevivido y reparar los daños ocasionados.
Esperé a que todos hubieran abandonado la sala, para volver a inquirir. Anya y su equipo retrasaron su salida hasta notar que no me iría.
──Creí que no querías volver a estar a solas conmigo.
──¿Qué harás ahora?
Lysander levantó la vista de sus papeles, actuó con exagerada parsimonia mientras humedecía la tinta antes de colocar el sello.
──Estuviste en la reunión ──continuó garabateando, ignorando mi pregunta.
──Así que pones mi vida en peligro, pero no me dices por qué.
Dejó la pluma en el tintero, antes de sostener el mentón con su mano.
──Anoche fuiste de mucha ayuda.
──El ataque de ayer fue un desastre ──comencé, esta vez yo ignorando su comentario──. ¿Qué vas a hacer con los levantamientos ahora?
Lysander pareció meditar para sí mismo, ni siquiera me miró al volver a hablar.
──¿Cómo sabías lo de ese hombre, Astra?
──Lo ví en una visión.
──Claro ──Realizó una mueca, nada convencido, como si hubiera descubierto algo que no supiera.
Exhalé de forma profunda, luchando por mantenerme serena, escuché pasos al otro lado, me imaginé soldados sujetándome para arrastrarme lejos de ahí, y hasta las mazmorras. Ignoré el miedo a un lado.
──Feryal me contó todo, como la ayudaste con el informante ──expuso──. Dijo que ella te lo ordenó y no tuviste más remedio.
Fue sido un lindo gesto, pero dudaba que Lysander lo creyera.
──Maté al informante ──aclaré antes de que lo preguntara──. Lo dejé en la nieve sabiendo que nadie se acercaría a esa parte del bosque, luego convencí a la cocinera de que ella lo había visto escabullirse por la noche, rumbo a otra ciudad con joyas de Feryal.
Por un momento, noté cómo los nudillos de Lysander se volvían blancos.
──Luego decidí que podía capturar por mi misma a su contacto de Kaeser, que así podría ayudar a Feryal, pero no funcionó y él escapó ──expliqué──. Luego el daka…
──Anoche fuiste de mucha ayuda, Astra ──cortó mis explicaciones──. Si no fuera por ti…
──Mucha gente murió igual.
──Pero lo hubieran hecho muchos más si atacaban la ciudad.
──Y muchos menos si hubiéramos trabajado juntos desde el principio.
Solo hasta entonces me miró.
──Me pediste ayuda desde el primer momento, pero solo me tienes dando vueltas en vestidos y trajes...
──¿Por qué cambiaste de opinion?
──¿Qué harás, Lysander?
Él se dejó caer en el respaldo de su silla, como si fuera yo la que lo confundía y abrumaba.
──Sabes que debo castigarte por lo que hiciste.
──¿Qué harás? ──insistí.
Me contempló con ojos negros, si me hubiera obligado a mirarlo con una soga atada al cuello, no hubiera tenido tanta efectividad.
──¿Lo aceptarías si te lo digo?
──¿Por qué preguntaría de no ser así?
──Porque es mucho más complicado de lo que crees, Astra.
Por mucho que me gustaba verlo hastiado, no me dejó más contenta.
──Entonces me vas a seguir usando sin que tenga idea de lo que ocurre.
──No.
──Me dijiste que no eras como él.
──No lo soy.
──Me usaste como carnada el otro día ──le recordé──. O para defender la ciudad, o para conseguir información para…
──Basta ──me cortó, exhaló de forma profunda, por un momento se vió más cansado de lo usual──. Basta con eso.
──¿Qué harás?
Por un momento lo ví como lo que era, un joven ocupando un lugar demasiado grande, intentando resolver guerras que habían empezado antes de que él naciera y contra enemigos que lo querían muerto solo por el hecho de existir.
Como siempre, tardó un momento en barrer toda expresión de su rostro. Se sumió en su mutismo, lo suficiente para que me decidiera a dejar la habitación.
Cuando creí que ya no me contestaría, Lysander volvió a hablar.
──Esta noche, nos reuniremos en los cuarteles de La Guardia, ahí es usualmente.
No le respondí y él continuó.
──Desde ahora estás bajo el mando de Anya.
──Podrías hacer tu odio menos evidente.
──Deberían llevarse bien, son muy parecidas.
──¿Anya también te odia?
──Aparte de eso.
Volteé para verlo una vez más, su atención volvía a concentrarse en el papeleo, dudé antes de salir de la sala.
──¿Por qué castigaste a Eskandar?
──No puede darse el lujo de ser egoísta ──sentenció.
──¿Cómo puede ser egoísta pensar en alguien más?
──Parte de querer a alguien es aprender a dejarlo ir, es muy fácil aferrarse a las cosas, poseerlas, es algo que hacemos por instinto. Dejar ir es más difícil, hacer lo correcto en general es más difícil.
Asentí, recordando las palabras de Feryal, debatiendo en que quizás esa forma desapegada coincidía bastante con él y su visión de Valtaria.
Contrario a como había sido en un principio, ahora en verdad esperaba que Lysander tuviera razón.
¿Extrañaron a estos intensos?
Espero que sí♥
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