25. Solo los Peones Pierden

❛En un juego de dioses y demonios, solo los peones pierden❜.

Valtaria era, en consideración con su población, una ciudad bastante pequeña. Esa era una de las razones por las que aprovechaba sus espacios con torres, pasillos, escaleras y edificios que se apoyaban unos en otros como camaradas en armas.

La general Anya Athenea trotó hasta llegar frente a nosotros, manejando su caballo atolondrado mientras impostaba la voz para darnos ordenes.

──Formen en U, Yak, Lectar, estarán en el muro, encárguense de cubrirnos, Sena, Terzeo, quiero que den refuerzos a las patrullas de vigilancia. Los demás vienen conmigo, no los dejaremos llegar a la ciudad. Ela y Eskandar, cubran a Astra.

Con esto, la general Athenea se adelantó para ir al frente de la formación.

El sonido de los cascos fue lo único que nos envolvió en la noche fría por las calles negras de la ciudad del arte, pero la tranquilidad parecía pronta a romperse.

Cuando las imágenes amenazaron con volver, me dirigí a Ela.

──No sabía que eras una Raguen.

──No lo soy ──respondió, tomando la oportunidad de una charla en medio del caos──. Es decir, no tengo ningún poder de sangre, como todos en Fajrak mis hermanos y yo fuimos reclutados a los diez años. Entendí muy tarde que solo sería carne de cañón para los ejércitos, no era la mejor en armas o combate cuerpo a cuerpo.

──Así que comenzaste a practicar la synergia.

──Algo así, busqué un refugio, y ahí entendí que sus poderes no vienen de la sangre, sino de los Dioses, de la Madre. La capacidad de usarlo, está en todos.

──¿Y tus hermanos?

──Volveré a verlos, a mi familia, les hice una promesa.

Sonrió con una candidez que envidié en medio de la desesperación. Me gustaría tener su misma entereza para mantener el temple.

A su lado, Eskandar iba tan callado como si estuviera meditando las palabras, si no fuera tan serio, hubiera hecho una broma sobre su semblante.

No volvió a hablar hasta que salimos de la ciudad, la oscuridad profunda del bosque tendiendo sus garras en la noche, invitándonos a entrar como un monstruo de fauces afiladas.

Los cascos de los caballos anunciando sus pasos, el susurro de las capas al viento, los latidos de mi corazón, los únicos sonidos que rompían el silencio de la noche mientras el aire frío entumecía todo lo demás.

Cuando ingresamos al bosque todo fue oscuridad, me pregunté cuántas almas habían pasado por los caminos marcados y cuántas veces los habían tenido que usar para defender Valtaria.

No nos detuvimos hasta llegar a un terreno escarpado, el leve correr del agua me advirtió de un río, pero las copas de los árboles hicieron su trabajo para mantener la escena a oscuras.

Escuché botas caer sobre la tierra, pero decidí que sería prudente mantenerme aún en la montura.

──¿Qué es?

──Un campamento, general ──respondió Ren.

Solo el llamado de su nombre fue suficiente para que Eskandar iluminara el lugar.
Al menos ocho carpas, una fogata lo suficientemente grande como para mantenerlos a todos protegidos del frío. Era algo arriesgado.

Pese a mi reticencia, desmonté para inspeccionar el resto, en busca de algún objeto que pudiera relatarme dónde se encontraban sus dueños.

Ela fue más rápida, encontró a un tipo tirado a un lado del río, su garganta fracturada como la causa más notable de su muerte. Por lo demás, su uniforme era del negro de la Guardia Delheit, por lo que seguramente habían planeado esto por más tiempo del que creíamos.

──Parece tener un tatuaje ──notó Ela, apoyó una bota sobre la pechera del tipo y tiró del brazo mientras se disponía a desenvainar su espada, muy dispuesta a arrancarle una extremidad como muestra.

──¿Ela, es necesario? ──A pesar de eso, Anya no lucía realmente sorprendida.

Su subordinada le respondió con un encogimiento de hombros.

──A veces me asustas, mon coeur.

──Los Raguen podrán analizarlo solo con este, ¿o quieres cargarlo?

Inspeccioné al hombre con mayor claridad, algo parecía sacudirse dentro de él, un hilo tirando de sus extremidades como si fuera un títere.

El títere de algún demonio…

──Aléjate de él ──ordené, rompiendo su voluntad hasta que Ela retrocedió varios pasos, luciendo horrorizada como no lo había estado ante la idea de un hombre cercenado.

──Astra ──Pero Anya no pudo terminar cuando una explosión estalló entre nosotros.

Ela lo cubrió un momento, una esfera contenida de fuego, un parpadeó despúes mi espalda chocó contra la corteza dura de un árbol, la puntada en mi cabeza produjo un pitido agudo que rompió los demás sentidos dentro de mi mente.

El dolor del primer golpe amortiguó el segundo, que no sentí pese a que me llegó el gusto caliente y salado de mi propia sangre.

Volviendo a la consciencia, pude vislumbrar la figura frente a mis ojos, la copas de los árboles bailaban sobre mí hasta que una mano tiró para ponerme de pie.

El mareo se acopló detrás de mi cabeza, al revisar el golpe, no noté sangre en mi cabello, como sí la había en la frente de Anya.

──Pude alejarme antes de recibir el impacto, pero Ren... no tuvo tanta suerte.

Observé el cuerpo destrozado del soldado, cubierto por su propia capa.
Ignoré el nudo en mi garganta, recordé el color pardo en sus ojos, su sonrisa desconfiada pero porte servicial, todo se volvería solo un espejismo.

──Fue una trampa, seguramente esperaban explotar en el Palacio ──explicó Anya, mientras le daba una mirada vacía al cadáver de su compañero──. Tenemos que avisar al rey Lysander.

──Son los refugiados ──entendí entonces──. Solo querían alejarnos de la ciudad antes del ataque.

Volví mi vista hacia la densidad del bosque, como si así pudiera calcular la distancia. Estaba muy lejos.

──Iremos por el rey, Eskandar, lleva a Ela a la enfermería, y discutiremos tu situación luego.

Monté con rapidez, con la idea fija en la ciudad, apenas di una mirada para ver al resto de los soldados rastrillando el campamento. De Eskandar solo vi su pelo escarcha mientras se agachaba junto a Ela.

Ambos estaban vivos, pude notar, y eso tuvo que ser suficiente para entonces.

Pese al cansancio que rugía en todo mi cuerpo, exigiendo un descanso cuando ya era consciente de haber rebasado mi límite, intenté establecer la conexión con Lysander. Quería recordar cómo lo había hecho antes, de forma inconsciente, pero no parecía acudir a mi llamado.

No sucedió hasta que cruzamos los muros de la ciudad, Anya se quedó en el puesto de la Guardia Blanca, pero no me detuve ante esto, ni a los gritos que le siguieron.

Solo hasta ese momento lo vi, la fila de personas, familias hambrientas, ancianos y niños en harapos de todas las telas y colores, hombres demasiado delgados como para sostener un arma y mujeres que seguramente nunca habían sido instruidas en combate.

Un niño de pelo carbón y mejillas cobre se acercó a la fila, vestido por completo de rojo, paseaba un juguete de madera por las personas en fila, como si fuera un puente, se detuvo junto a un niño que no parecía tener mucha más edad que él.
Hizo oídos sordos de las advertencias de su madre, y de la mirada esquiva de la señora en la fila, que se envolvía en un pañuelo mientras presionaba con más fuerza la mano de su hijo.

──Oye, ¿cómo te llamas?

──Vete, niño.

Hizo oídos sordos también al hombre detrás de él, de alguna forma se veía más nervioso que todos los antes nombrados (y eso era mucho). Sudor corriendo por su rostro, mientras sus ojos vacíos miraban sus zapatos desgastados de cuero.

──Oye, ¿vas a quedarte aquí? ──insistió──. Podría presentarte a mis amigos, pero vas a tener que hablar ──Se colocó frente a él──. No hablas mi idioma, ¿verdad? ──Le tendió el caballo como una muestra de bienvenida, la misma que no habían recibido los demás refugiados──. Es un regalo, mi madre dice que la bondad es una forma de lenguaje que se entiende en todos los idiomas.

El otro niño le respondió agachando la cabeza, pero tomó el objeto. Eso pareció ser suficiente para su nuevo compañero.

──Niño, lárgate ──Volvió a gruñir el tipo detrás.

──Oye, niño, bienvenido a Valtaria, aquí ya no tienes que tener miedo, estás a salvo, ¿sabes?

Ninguno de los dos respondió, ni volvería a decir nada nunca más, porque el hombre cayó de rodillas antes de desenvolver su atuendo.
Luego todo se distorsionó, de la misma forma que lo había hecho en el bosque.

No necesité otra información para suponer a qué se debía el desastre en las calles y que el Templo se encontrara vacío. No ví a Lysander cerca, por lo que decidí entrar en busca de algo más, o quizás porque ya estaba muy cansada para ser testigo de más desastres.

Encontré a la reina arrodillada frente al altar, la cabeza tan baja como si quisiera desaparecer en su pálido vestido de seda rosa.
Me pregunté cómo había llegado ahí, y si Ciara en el Palacio estaría bien.
Estaba demasiado agotada para revisar mi entorno a través de la synergia, por lo que tendría que valerme de mis instintos.

Debería haber dejado las armas antes de ingresar al templo, pero no vi la necesidad, rebusqué las dagas en mis muñecas y, con el frío del acero, me dieron la tranquilidad que no había encontrado nunca en un recinto sagrado. Me dispuse a la espera de una trampa.

──¿No lo crees verdad? ──indagó con la voz en un hilo delgado──. En nuestros Dioses.

Entonces Feryal volteó, pero parecía sin energías para levantarse, noté que sus mejillas se veían humedecidas y el tono rojizo de sus ojos era una muestra clara de lo que había llorado. Parecía una flor a punto de marchitarse, o luego de ser pisoteada.

──No creo en dioses de ningún tipo.

La reina no me miró con indignación, como solía hacerlo la mayoría, como si le hubiera dado una bofetada en la cara y orgullo. Por el contrario, me miró con una profunda lástima, como yo solía mirar a la gente que rezaba en silencio a un dios invisible.

Quizás les tenía cierta envidia, por la forma fácil en la que encontraban tranquilidad en una mentira.

Parpadeé varias veces.

Aún lo recordaba a veces, arrodillada en el templo de Rella, con las uñas sangrando mientras rasgaba el suelo.
No pedía por resistencia, no pedía que parara, siempre pedí por mi muerte.

Y nunca ocurrió. Había sollozado hasta quedar hueca, pero ninguna solución llegó, ningún dios sin rostro para oír mi llamado.

¿Por qué había creído que sería tan fácil? ¿Qué podría matar a Lysander y huir hacia dónde? ¿Fingir que no había una guerra al otro lado? Me llevé una mano a la cabeza, recordando el dolor de las puntadas, pero entonces solo quedó un entumecimiento.

──Los Dioses tienen su propia forma de actuar ──me reconfortó Feryal──. Si decides que no los necesitas, está bien, pero si lo que quieres es una prueba, ellos sabrán guiar tu camino.

──¿Qué ocurrió, Feryal?

Volvió a agachar la cabeza frente a la pregunta.

──Una guerra no se gana sin sacrificios, ¿no es así? ──preguntó devastada, vacía luego de haber sido quebrada──. Valen la pena si es por una causa justa, ¿no es así? Las muertes son inevitables y somos los que permanecimos en pie los que estamos obligados a hacerlas valer, ¿Astra?

Mi piel se heló con los escalofríos. Recordé mi viejo hogar al pensar en sus palabras. Tierras donde ya no había nada.

──No.

El silencio que le siguió me dió el tiempo para continuar.

──No encuentro nada con menos sentido que morir en una guerra, Feryal. Ni siquiera recuerdo los rostros de todas las personas que perdí en el castillo.

La reina sonrió, en discrepancia con su apariencia.

──Lysander también opinaba igual.

MARTES DE ACTUACIÓN, PIDAN UN DESEO AH.

el próximo capítulo se termina la primera parte de la novela, lo que significa que se vienen muchos cambios.

¿Quién creen que es más posible que termine siendo un traidor? astranocuenta.

PD: este capítulo es un antes y un después para Lysander y Astral,
ya verán por qué.

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