18. Donde Vuela el Narabi.

❛ Como un pequeño secreto entre ambos.
Un hogar a donde siempre volver❜.


Luego de días de preparación, esa noche al fin sería la gran velada para festejar otra ascensión de la reina Feryal. Debido a todo el ajetreo y preparativos, fue muy poco el tiempo que pude dedicar a otra cosa que no fuera servir a la siraytza.

Me dije que era por eso que no logré ver a Ciara antes, aunque en parte sabía que verla todavía sería doloroso. Estaba siendo egoísta, pero no podía hacerme a la idea de verla sufrir, llorando a la bestia que fue su padre.

No fue hasta que se hizo hora de cambiarme, y en el armario encontré uno de los vestidos azules que me había regalado, que la culpa se convirtió en algo demasiado pesado como para que no terminara sofocándome.

Fui hasta sus aposentos pero no la encontré, en lugar de eso me crucé con madame Vania y la reina Tania en el pasillo, ambas iban vestidas con el blanco de luto.

Realicé una leve reverencia antes de seguir mi camino.

──Supongo que estarás feliz ahora.

Sabía que no debía, me mordí los labios con fuerza, aun así inspiré y lo hice. Encaré a la reina.

Coloqué ambas manos sobre mis faldas.

──¿Disculpe?

Madame Vania abrió mucho los ojos en advertencia, como solía hacer cuando ella no creía que yo estuviera actuando con el decoro de una correcta señorita. Nunca la consideré una mala persona, pero era demasiado cerrada en su propia visión patética del mundo.

Me dirigí a Tania.

──Mírate, una doncella con vestidos de seda, y esos aros, así que el rey te tiene bien consentida ──Tuvo que destilar su típico veneno, porque de otra forma seguro la haría atragantarse.

──Soy una de las doncellas de la reina Feryal, el rey no tiene nada que ver.

Tania dejó escapar una risa seca. Su moño estirado hacía ver sus facciones más duras, en un intento desesperado por estirar las arrugas en los bordes de sus ojos.

──¿Doncella tú? ¿Cuántas veces te metiste en la cama de mi marido? ──escupió──. Ahora que él ya no está, tuviste que buscar otro imbécil que cumpla tus caprichos, Ciara siempre pensó que los regalos que te hacía el idiota de Saverio eran por ser su amiga, se cree inteligente pero no es más que una estúpida como su padre.

──Mi señora, llegaremos tarde...

──Cállate ──le ladró antes de continuar conmigo──. Dime, sucia tala, ¿cuánto tardaste en lanzarte a los brazos del rey?

──Está creando historias en su cabeza.

──¿Cuánto crees que lo soportará la reina? No creas que ella será como yo, en cuanto lo descubra, y por muy tonta que sea terminará por darse cuenta, tú obtendrás el castigo que mereces. Te lanzarán piedras en medio de la plaza ──Sujetó mi mentón con rabia, sus garras clavándose en mi piel──. No quedará nada de este lindo rostro.

Me llegó la imágen, sola en medio de la noche, sin poder dormir debido al dolor del hambre, encontrando consuelo en todas las formas que tenía para matar a Tania.

Cuando terminaba, el alba ya iluminaba la habitación, y estaba demasiado cansada como para concretar mis planes.

Esas eran solo ideas de una niña asustada, en ese momento, en realidad quise hacerlo, pensé en lo fácil que sería ahora que ya no estaba bajo su mando. Pero también pensé en Ciara y lo mucho que le dolería la muerte de esa infeliz.

Me safé de su agarre, con los ojos ardiendo de rabia.

──No tengo ningún amorío con el rey y no puede importarme menos la muerte de un idiota como su marido ──Le sonreí──. Y si no quiere seguirlo, bien podría aprender a mantener esa boca cerrada.

Alzó la mano, pero madame Vania la detuvo, me las ingenié para mantener la sonrisa a través de la bronca.

──Hágalo, no necesito más que eso.

──Muchacha atrevida e insolente ──Se liberó del agarre mostrando los dientes como un perro rabioso, pero no intentó repetir el arrebato.

Le realicé una reverencia, me despedí de madame Vania con un asentimiento antes de irme, ahogando las ganas de asfixiar a la reina Tania, no sin antes una última despedida.

──Que Rella la vigile en los peligros que esconden los caminos hasta las tierras de Serranta.

Los aposentos de los reyes eran tan grandes como para ser el salón de un pequeño palacio, tenían un enorme vestíbulo circular en común, el cual redirigía a tres salas, una oficina más privada para Lysander y el salón de Feryal, que ella usualmente utilizaba para prepararse.

Luego estaba la cámara real, donde ambos compartían la cama matrimonial y que a la vez conectaba con las dos habitaciones (el estudio y el tocador, respectivamente).

Cuando entré al salón de la reina Feryal, ella llevaba la combinación de seda que usaría esa noche.

Ela trenzaba un mechón de su pelo como si fuera una corona dorada. Adornada con flores celestes y azules.

──Astra, llegaste ──me recibió con una sonrisa──. Quería esperar a que estuvieran todas para la noticia.

Las otras tres eran Emery, Mert y Layan, según sabía las tres habían llegado con ella desde Val Velika. Layan tenía el pelo negro y corto de un lacio impecable, Emery dejaba sus largos rizos castaños siempre sueltos y Mert gustaba de hacer peinados en su pelo oscuro.

Las tres tenían más gracia y experiencia que Ela y yo en las cuestiones de gala, y si les remarcaba eso lo suficiente, entonces podía tener un pase a la información del reino. No había dato que pasaran por alto.

──¿A dónde te habías ido hoy? ──indagó Emery──. Estabas desaparecida.

──Emery, ya sabes que ella y Ela son soldados, y su labor en realidad es con el reino ──le reprendió Feryal.

Luego se puso de pie mientras otra doncella, Layan, se disponía a alcanzarle el vestido. Hombros descubiertos, escote recto y una cinta gris en la cintura, para caer con un azul que iba destiñendose en tonos de celeste y plata, flores decorando el tul como si estuvieran colocadas sobre un lago a medianoche.

Recordé los ojos negros de Lysander al verme en el vestido.

──Hoy se ve especialmente feliz, alteza ──Sonrió Ela.

No tenía idea de cómo suponía eso, siendo que Feryal rara vez andaba decaída, pero no iba a contradecirla.

──¿En serio? Puede ser ──concordó la reina, para luego sonreír de forma amplia al espejo──. No sé, quizás, las ascensiones siempre me ponen de buen humor. Chicas, ¿podrían ir por mi padre? Quiero que me dé la bendición antes de la ceremonia.

Las tres asistieron antes de retirarse de la habitación. Ella pareció más relajada entonces, comenzó desabrochando los listones que Layan había colocado en su cabeza.

──Mucho mejor, son mis amigas y las aprecio, pero no confío en ellas ──comenzó──. Sus familias harían lo que sea para ganarse el favor de mi padre, y sé que todo lo que me pasa termina en oídos del Alto Karsten.

Ela la ayudó atando los lazos en la espalda, mientras me disponía a buscar sus zapatos.

──¿No ha pensado en reemplazarlas?

Mi colega me lanzó una mirada de advertencia, la de una soldado y no la de una fina y delicada dama.

──No podría, mi padre les prometió a sus familias que les conseguiría matrimonio a todas ──respondió──. Emery ya tiene un fuerte pretendiente, con suerte Layan y Mert no tardarán en seguirla.

──¿Su padre siempre la vigiló de esta forma?

Feryal dejó escapar el aire, con un pañuelo limpiando alguna mancha invisible sobre su rostro.

──Mi padre cree que el mundo es su templo y todos somos sus fieles ──apuntó──. Entiendo su preocupación por mí, pero me gustaría poder mantenerlo lejos de mis asuntos.

──¿Y el rey Lysander mantiene buena relación con el Karsten?

Ela cruzó a mi lado para tirar mi pelo en el camino, Feryal seguía mirando su reflejo mientras fulminé su actitud. Lo único que recibí fue una sonrisa de suficiencia.

──Lysander mantiene una relación cordial con todo el mundo, se esfuerza mucho en preservar las relaciones en la Corte.

Le ayudé a colocarse los zapatos y Ela volvió con un frasco de perfume, dos gotas dejaron un tono floral en el ambiente.

──En todo caso, será mejor para todos cuando mi padre se vaya.

──Se conocen desde hace mucho, ¿verdad? ──insistí cordialmente con mi cuestionario──. Usted y el rey, eso es lo que he escuchado.

La siraytza sonrió, provocando que su rostro se iluminara con lo que podría ser un recuerdo. Ela me hizo señas al otro lado de la habitación.

──Estuvimos comprometidos desde niños, durante la adolescencia, y nos casamos hace seis años, cuando él todavía era príncipe.

──Está claro que se aman mucho ──mentí.

Todavía no llegaba a descifrar cuánto de amor o no había en su relación.

Feryal rebuscó en su cajón hasta dar con el pájaro que le vi entregar a Lysander aquella vez.

──Cuando éramos niños, encontramos un pájaro herido, una vez, lo ayudamos y curamos entre los dos. Era lo primero que hacíamos juntos ──explicó──. Antes de eso simplemente no encontraba nada compatible con él, desde niño fue serio y reservado. Luego de eso nos dimos una oportunidad de ser amigos.

»Liberamos el pájaro una vez estuvo sano, pero Lysander me regaló este collar la siguiente vez que nos vimos, desde entonces... Es algo que nos une.

──¿Qué pájaro es? ──Por inercia busqué la mirada desaprobatoria de Ela, pero ella tenía su atención puesta en el pequeño objeto.

Se vió absorta y fascinada en partes iguales, pero seguía frunciendo el ceño.

──Es un narabi ──contestó en lugar de la reina──. Un ave que regresa siempre al lugar que elige como su hogar, uno vivía con mi familia en Versat.

──¿Tenían uno?

──Tú no tienes un narabi ──me corrigió──. Ellos te eligen, era más como un huésped de privilegio.

──Ya veo.

Cuando contemplé el animalito de oro lo miré con nuevos ojos, era algo adorable.
Recordé cómo había visto a Lysander guardarlo cuando Feryal se lo dió, como un pequeño secreto entre ambos. Un hogar a donde siempre volver.

Feryal se colocó el collar, para luego guardarlo dentro de su escote.

──Nos separamos muchas veces y siempre le di el narabi para que volviera a mí.

──Es una hermosa historia ──acotó Ela, con una calidez genuina, por su mirada cristalizada quise rebuscar en su mente qué clase de recuerdo había evocado.

Por respeto no lo hice.

──Los animales suelen ser más inteligentes que nosotros ──Feryal se limpió las lágrimas antes de que salieran──. Sé que es algo tonto, pero me reconforta. Cada vez que se va pienso en la idea de que no vuelva, de que sea atrapado o masacrado en batalla. En estos años las situaciones fueron tantas, y sigue doliendo como la primera vez.

──Lo importante es que él está aquí ahora. ──Le sonreí, ante el mutismo de Ela──. Iré por su corona para que pueda ver el atuendo completo.

Una vez en el vestíbulo, me crucé con el rey Lysander Sinester.

El dorado de su atuendo lo bordaba como si lo hiciera con la noche misma. Era impecable, excepto por un mechón azabache que caía sobre su frente, su pelo tan negro y espeso que resaltaba su piel color marfil, sus ojos profundamente oscuros me captaron al mirarlo.

Clavé las uñas en mis palmas, al recordar la forma suplicante en la que le había pedido que me besara, y que lo hice justo después de prometer su muerte a cambio de mi libertad.

Intentando hacer eso a un lado, realicé una gentil reverencia.

──Saerev Lysander.

Lysander me detuvo, interponiendose en mi camino.

──Un momento, Astra.

Se enderezó en guardia al escuchar el crujir de las enormes puertas, Ela sostuvo el vestido de Feryal mientras ella lo arrastraba por el vestíbulo.

La reina le sonrió a su marido, todavía con los ojos humedecidos, se lanzó a sus brazos como el epítome de una damisela.

──Luces verdaderamente hermosa, Feryal.

──Se lo agradezco, majestad.

Ella aceptó las manos que Lysander le había tendido, luego él le besó el dorso y la bilis subió por mi garganta.

Detestaba las muestras de afecto.

──Siraytza Feryal ──intervino Ela──. Ahora que ya la ayudamos, nos iremos a cambiar para la gran fiesta.

──Claro, pueden retirarse.

Evité mirar a Lysander, o a cualquier lado, mientras hacía la reverencia.

Al salir de ahí, quise hablar con Ela sobre lo sucedido, ella se adelantó como si lo supiera y se perdió por los pasillos que conducían fuera.

Con tantos años de práctica en las tácticas evasivas, no fue difícil suponer que, sea lo que sea que le había pasado, todavía era un tema demasiado doloroso como para hablarlo.

¿Cuál va siendo su opinión hasta ahora? 🌚

¿Qué opinan de Feryal?

En un rato un capítulo nuevo para compensar el hiatus.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top