13. El Rey para las Sombras.
❛Podía sentir el hilo que me conectaba a su poder, tirando de mí e invitandome a tomarlo,
antes de que se enredara en mi cuello❜.
Al otro día seguimos el viaje muy temprano, las ojeras surcaban mis ojos mientras cabalgaba y Ela, luego de no haber aparecido en toda la noche, se veía igual de demacrada.
No nos detuvimos hasta muy entrada la noche, haciendo apenas una y otra parada para descansar.
A ese paso llegamos a Vestra en apenas tres días.
──Entonces estaba este tipo, con el brazo cercenado, pero yo tenía la espada en la otra ──prosiguió Ela──. Y no tenía ninguna forma de defenderme así que lo que hice fue...
──Romperle una pierna, de seguro le rompiste una.
──¿En serio soy así de predecible?
──Ela, puedes estar segura que eres todo menos predecible.
En ese viaje había aprendido a conocerla en mayor medida, por lo menos en el hecho de que detrás de su apariencia afable y gentil, se encontraba alguien que no tenía molestias en contarte hazañas de guerra como si hablara de unas vacaciones.
──Ya estuve en Vestra, sabes, pasamos por aquí para venir, preparan un excelente balche.
──¿Eso fue antes o después de que te reclutaron para doncella?
──No, eso fue en un viaje escoltando a la siraytza Feryal.
Iba a preguntar más cuando llegamos a la entrada de la ciudad.
Las compuertas abiertas como si estuvieran esperando nuestra llegada, pero solo había ruina y miseria para recibirnos.
Un clima tétrico nos envolvió al entrar, la ciudad era solo un polvo gris. Muros, calles y plazas recubiertos de hollín, muerte rodeando los escombros de lo que quedaba, apenas algunos edificios aquí y allá hacían lo posible para mantenerse en pie.
──Fueron atacados.
Ela se dejó caer junto a un mujer con ojos perdidos, envolvió sus manos esqueléticas con las de ella, pero la anciana estaba lejos de reaccionar a cualquier cosa que pasara en la realidad, repetía las mismas palabras una y otra vez, hasta que volvió a quedarse dormida.
Ela insistió en cargarla hasta Valtaria, pero dudaba que fuera siquiera a pasar la noche.
Atacaron Vestra cuando no tenían postura en esa guerra, como Allaranta, fue solo otra pequeña tierra arrastrada en el conflicto de grandes señores.
¿Cómo podían ser capaces de eso y después atreverse a llamarnos monstruos a nosotros?
Desmonté con rapidez, al igual que ya lo hacían los demás jinetes, pero no me tomé el tiempo de atar al caballo.
Caminé entre las cenizas en busca de alguna señal, extendí mi mirada a través de la escarcha, me llegaron las voces de miles de almas en pena, los escuchaba gritar y correr del fuego, de la masacre.
Un jinete se cruzó en mi camino y caí sobre las cenizas, cortando la conexión, me puse de pie con rapidez, sacudiendo el polvo y comprobando que esta vez no tenía ninguna herida.
Fue parte de una visión, pero no por eso lo percibí menos real.
A lo lejos pude distinguir al rey Lysander en su uniforme negro y dorado, su altura no lo dejaría pasar desapercibido.
Cuando iba en su alcance algo me hizo retractarme, él sostuvo mi mirada solo un momento, luego las sombras se levantaron a su alrededor como un escudo. Lo observé con extrañeza cuando cayó de rodillas, hundiendo su frente en la tierra mientras pequeñas arañas negras surcaban su piel.
“La synergia no es un don que se concede, es una deuda, un préstamo”.
Abrí los ojos ante el horror, la imágen me dejó en el pasmo, y una mano me detuvo detrás del cuello.
Mi codo se incrustó en su estómago pero no lo suficientemente rápido como para que otro soldado me empujara, sosteniendo mi cuello y chocando la zona trasera de mi cabeza contra la pared, explotando el dolor de forma cegadora.
Coloqué mi bota sobre su pecho, mientras sentía el aire escaparse de mí, alcancé el cuchillo serafín que guardaba en ella para luego clavarlo en su abdomen.
El hombre cayó de rodillas, luego debió sostenerse para no caer, una espada estuvo a punto de clavarse en mi estómago.
Me alejé a tiempo de ambos, una mirada fue suficiente para despojarlos de su voluntad. Hice que el más enjuto le sacara el cuchillo a su compañero, que seguía sosteniendo la parte izquierda de su cuerpo, una vez arrancó el arma de su carne, le ordené cortar su propia garganta.
Me acerqué solo para retirar mi daga de sus manos sin vida, el otro mercenario cayó ahí, listo para morir entre sangre y cenizas.
Corrí hasta llegar a las calles principales, no encontraba a nadie y luego pude distinguir al saerev, recuperado pero perdido en un trance, levantó una mano y las sombras fueron hacia los demás atacantes.
A las ruinas de la ciudad se le juntó el desastre de cuerpos y sangre.
Verlas actuar era tan extraño como magnífico, contemplar la forma en la que respondían como sirvientes, como soldados de humo y oscuridad. Los ojos del rey estaban recubiertos por una tinta negra mientras él observaba a un soldado ser desgarrado desde el interior, sangre y brea brotaron con los gritos de sus labios.
Podía escucharlas chillar, me paralicé al notar cómo una vez terminado con los soldados enemigos, estuvieron listos para empezar con los propios.
Así parecía, aunque por un momento se mantuvieron bailando entre nosotros como invitados casuales.
Ren me indicó que me mantuviera atrás.
──Permanece inmóvil, él siempre logra controlarlas.
¿Y qué ocurrirá cuando no lo logre?
Estábamos rodeados, el frío caló metiéndose como un cuchillo debajo de mi piel cuando escuché el grito de una de esas cosas desgarrándose cerca de mi oído.
Tragué al notar que mi garganta estaba seca.
Ela se dejó caer de rodillas, con el terror dominando sus facciones, las sombras la rodearon como aros de humo, como la ceremonia de preparación antes de comenzar un festín.
Las palabras de la anciana viajaron a mi mente.
Demonios. Demonios. Demonios.
Un grito me sacó de la ensoñación.
Las sombras corrieron por las calles, en gritos y siseos tétricos, en ese momento, Lysander Sinester, con los ojos huecos y de un negro húmedo, con su cuerpo en trance y por la forma en la que esas cosas lo observaban con tanta adoración como curiosidad.
No era el rey de las sombras, era su títere.
Podía sentir el hilo que me conectaba a su poder, ese que Lysander siempre guardaba para sí, ahora al descubierto, tirando de mí e invitandome a tomarlo, antes de que se enredara en mi cuello.
Saqué la daga que guardaba en mi muñeca, la fría tranquilidad de la obsidiana y me dirigí a clavarlo en el pecho del rey Lysander. Alcé el puño para un golpe tercero, mis pies preparados para un contraataque, él me detuvo.
Su agarre fue firme en mi muñeca, pero no hizo presión, sus ojos volvieron a su color normal, las sombras desaparecieron dejando el peso de su existencia en el ambiente.
──¿Estás demente? ──se exasperó Ren, gotas de sudor corriendo para perderse en el cuello de su uniforme──. Él es el único que los controla.
Presioné mis dientes, para evitar responder como quería, luego clavé mi bronca en Lysander y tiré para que me soltara.
Él se sacudió el uniforme, como si solo hubiera ocurrido un trámite.
──Revisa que entre el resto de la caravana, Ren, estaremos bien.
El soldado, ojos tan cálidos como salvajes, me dedicó una mirada más de recelo antes de irse.
El saerev Lysander enarcó una ceja en mi dirección, pero una voz rompió su mirada lejos de la mía, Ela estaba cubierta de polvo y solo conservó el chaleco interior, siendo que le entregó su chaqueta a la anciana medio muerta.
Su apariencia era un desastre, y debía ser un buen reflejo de cómo nos veríamos todos.
──Capitán, hemos encontrado a Eskandar.
Luego se perdió por un edificio a medio caerse, aún con la respiración acelerada y evitando mirar al rey Lysander, decidí que también me uniría a seguirla. El recinto parecía haber pertenecido al palacio provincial.
En el vestíbulo no eran más que tierra y escombros, el deterioro violento de un lugar que parecía haber sabido ser majestuoso, una escalera nos dirigió hasta un sótano oscuro, el olor a humedad y moho impregnaba el aire, el constante goteo del agua aumentaba el clima de asfixia.
Ren encendió la escena con una antorcha, Eskandar estaba al final de la habitación, como una vela de plata a punto de consumirse.
Sus brazos colgaban de cadenas sujetas a la pared de ladrillos, y que seguramente se habían utilizado como método de tortura en los interrogatorios.
Estaba desnudo de la cintura para arriba, con su piel de una palidez sepulcral, aumentando su imágen moribunda.
Ren detuvo a Ela de acercarse, en cambio, Lysander avanzó con pasos calmos.
Eskandar tragó con fuerza, sus pómulos más marcados de lo que habían sido antes.
──Te sacaré de ahí, Eskandar.
Su pelo había adquirido un tono ceniza, estaba cubierto de polvo y sudor, pero por su expresión vacía no parecía preocuparse por nada de eso.
──No me acerques esas mierdas ──Al final rompió el silencio con voz ronca.
Lysander sonrió con ironía, de una forma que no lo había visto antes, luciendo aliviado.
──Bien, suerte con eso.
Eskandar tiró la cabeza hacia atrás, el leve movimiento provocó que la viga crujiera. La única que quedaba para sostener el techo sobre nuestras cabezas.
──Tiene que sacarlo de ahí ──se alarmó Ela.
Me pregunté por qué lo habían dejado vivo, pero al momento entendí que tenía sentido, el secuestro o la muerte de Eskandar hubiera sido una forma rápida de crear una alianza entre Valtaria y Kaeser. En cambio, solo lo habían utilizado para enviar un mensaje al rey, una advertencia.
──Eskandar, evidentemente no tienes todo el día.
Observé el techo crujir sobre nosotros.
──Bien ──Respiró de forma superficial──. Podrías, traer a tus soldados, he visto que algunos manejan el metal.
──Sabes que no voy a hacerlo.
──Lysander, bastardo infeliz ──Tiró de las cadenas.
Otro crujido.
Noté que Ela tenía su vista en el techo, me pregunté si como veladora del viento era suficiente para mantener el techo sobre nuestra cabezas.
El rey sonrió, mostrando sus palmas mientras sus ojos adquirían un brillo de ébano. Chillidos avisaron la presencia de sus súbditos, intenté alejar el estremecimiento en mi piel como si fueran cosquillas.
Comprendía el miedo de Eskandar.
Ellos lo envolvieron como tentáculos, oscuridad, luego no quedó nada de él, otro chillido lo dejó sobre el piso de la habitación. Libre.
Tosió, gateando en busca de aire. Lysander río de forma grave y baja, lo observé con recelo.
Verlo bromear era extraño, aun más cuando su sentido del humor era bastante retorcido.
──Voy a matarte ──exhaló su hermano.
──Seguramente quisieras ──le tendió la mano.
Sin más opciones, Eskandar aceptó la ayuda, observé como el fuego escaló de uno a otro, apagándose en el hombro de un aburrido Lysander.
Ela rodó los ojos.
Una vez fuera, Lysander se quitó la chaqueta para tendersela a su hermano, pero Eskandar no se molestó en abrocharla.
──¿Qué fue lo que pasó? ──indagó Ela, acomodando su pelo, traje, y moviendo sus piernas, sin poder estarse quieta.
Eskandar evitó mirarla en todo momento.
──Una masacre.
──Siempre he admirado lo observador que eres, Eskandar ──indicó Lysander.
──Puedo saber qué ocurrió ──intervine──. Puedo sacar algo de aquí.
──Es peligroso ──soltó Ren.
Eskandar sonrió en mi dirección, me tendió la mano como si me invitara a un baile.
──Mira lo que quieras, chérie.
Enarqué una ceja pero decidí aceptar la oferta, tomando sus manos pálidas.
Lo vi entrando en la ciudad, le abrieron las puertas para recibirlo como a un rey, luego solo vi los destrozos, el trauma había bloqueado gran parte de sus recuerdos.
Los más presentes siendo sus noches en la celda oscura, las palabras que repetía como un mantra.
“El deber sobrepasa a un soldado, pero un soldado sobrepasará por su deber”.
Permaneció ahí, suspendido en la locura, extremidades entumecidas mientras escuchaba los gritos de la gente apagarse.
Luego lo ví en una habitación, las velas encendidas en los tonos bajos de la noche, escuché gemidos en la oscuridad.
Salí de su mente y lo golpeé con un puño cerrado.
──Lo has hecho apropósito.
──Claro que no, ¿cómo podría?
──Eskandar ──la calidez se había ido de la voz de Lysander.
──¿Crees que quería que me vieras follando? ──exclamó.
Me mordí la lengua, sabiendo que tenía razón, si muchas veces yo no podía controlar la forma en la que leía los pensamientos, menos él podría.
──Eso fue intrusivo, sabes.
──¿Qué viste? ──carraspeó Lysander.
Lo miré una vez más, como un correctivo, antes de dirigir mi mirada al rey.
──Nada, solo lo ví en la celda, sus recuerdos todavía son difusos ──espeté──. Sabían que no moriría, era obvio que que no lo dejarían ver nada.
──Entonces estamos como al principio ──dictaminó el rey Lysander.
──No, no es así, ahora sabemos contra quién luchamos, Lysander, ¿necesitas más razones?
──Zevo, Eskandar, ne cozam ne sako per tra me kontra.
(Basta, Eskandar, no es el momento ni el lugar para hablar sobre algo que ya dejamos en claro).
No tenía idea de lo que había dicho, pero fue suficiente para lograr el fastidio de Eskandar, realizó una mueca de indignación y hastío, luego se adelantó levantando polvo a su paso. Lysander lo siguió con la parsimonia de quien tiene todo bajo control.
No pude evitar la comparación entre ambos, Lysander la calma, la oscuridad, la sobriedad y elegancia del negro, Eskandar era volátil y visceral, la luz cegadora.
──¿Sabes qué fue lo que le dijo? ──indagué con Ela.
──Sé que es aessi, pero no tengo idea de qué le dijo. Sea lo que sea, lo arreglarán, el capitán Lysander siempre cede cuando se trata de Eskandar.
El viaje terminó, habíamos encontrado a Eskandar, y era hora de volver al palacio, con una situación así, el rey Lysander no podía darse el lujo de alejarse de Valtaria demasiado tiempo, por lo que esa misma noche partiríamos de Vestra, o lo que quedó de ella.
Esa había sido la idea pero Ren, el soldado de confianza de Lysander, sostuvo que era necesario descansar antes de seguir.
Ela aprovechó para rezar en un altar improvisado que había hecho con piedras y hojas escarlata de haya, dijo que lo haría por los muertos, para que encontraran paz.
Eskandar ya no parecía conmocionado por el hecho de su casi muerte y decidió compartirlo como una hazaña con los demás soldados.
Yo decidí que buscaría la compañía de una buena botella de ravén. Por mi suerte pude rescatar algo de las ruinas, porque la Guardia Delheit tenía una política estricta de cero alcohol durante las misiones.
Los observé reunidos alrededor de la fogata, busqué calor en el alcohol, con suerte la embriaguez me permitiría dormir sin pesadillas.
──Mis soldados ──Su voz pareció salir de la noche misma, su mano pálida me alejó la botella──. No deben beber durante una misión.
Escuché el cristal hacerse añicos contra la pared. Dejé caer mi peso contra el marco de la puerta (o lo que se quedaba de ella).
──¿Qué tal para celebrar el término de una?
──No hago preferencias entre soldados ──advirtió.
Me acerqué hasta que tuve que alzar la vista para tener un vistazo de sus facciones duras, sus ojos obsidiana bajaron hasta mí.
Lysander tuvo que recostarse contra el pilar opuesto para poner distancia entre ambos. Sonreí.
──¿Y que hay de lo de ayer? ¿También metes a tus soldados en la cama?
Él enderezó su gesto, un carraspeo antes de volver a hablar. Nuestras respiraciones se encontraron en medio del frío.
──Astra ──Su voz ronca, áspera, balanceando al borde de un pozo muy profundo.
El leve calor produjo un cosquilleo en mi vientre. Cuando coloqué mi mano sobre su hombro estaba rígido, demasiado, cernido sobre mí, le sostuve una sonrisa aunque él se mantenía serio.
──¿No fue eso lo que querías anoche? ──susurré sobre sus labios, desprecio quemando al salir──. ¿No mandaste a prepararme para ti? ¿No me hiciste esperarte desnuda en tu habitación? ──La rabia quebró mi voz──. Dime, ¿también te gustaría que te llame alteza mientras me follas?
Él colocó su mano en mi cintura, con una gentileza que me dejó helada, recostó mi espalda en el mismo sitio donde había estado antes. Mi sangre se congeló mientras los pensamientos se agolpaban en mi cabeza, las lágrimas ardieron en mis ojos, dejándome aturdida, furiosa y aterrada en partes iguales. Hundí mi peso en la superficie de piedra.
──Hablaremos en la mañana, Astra.
──Eres la misma jodida mierda que todos, no pienses por un momento que creo en tu teatro de hombre justo y correcto.
El rey Lysander me miró una vez más, sus ojos negros se mantuvieron mudos, luego se perdió en las sombras de la noche.
Ese día apenas había comido un plato del estofado que armó Ren, restos de jabalí y unas pocas zanahorias y legumbres que rescató de la cocina,
lo vomité todo.
¡FELIZ NAVIDAD!
Un regalito, bueno, no es un capítulo especialmente navideño pero ustedes entienden.
Espero la hayan pasado bien, rodeados de amor y cariño♥
[¹] Basta, Eskandar, no es el momento ni el lugar para hablar sobre algo que ya dejamos en claro.
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