06. Ejército de Hielo
❛Si matas a un hombre es asesinato, si inventas una razón para matar a un hombre, es justicia❜.
La ciudad de Valtaria había sido preparada para ser venerada, no atacada; su arquitectura e infraestructura en general estaban pensadas para ser bellas, para maravillar a sus visitantes y enorgullecer a sus residentes.
En sus calles se respiraba la música de los artistas ambulantes, había patios dedicados a las más excéntricas artesanías y los más finos teatros para el lucimiento de sus actores.
No resistiría una guerra.
Esa mañana apenas pude dormir, me vestí con el uniforme de la Guardia Negra, trenzando mi largo pelo negro hacia un lado.
No sabía cuánto duraría esa farsa, tener que seguir pretendiendo que era la doncella de la reina Feryal y un espía para Lysander. ¿Cuánto tardaría él en descubrir mis verdaderas intenciones?
Ahí, montada en la línea de frente junto al rey y sus soldados, fingí que no estaba asqueada ante la idea de pertenecer al grupo de mercenarios.
Fuera de la ciudad, la nieve lo cubría todo bajo su manto, congelando los muros y enterrando todo bajo un cementerio impoluto.
Sobre la nieve, sangre roja y fresca, demostrando que la matanza había sido reciente. En la lejanía se veía el campamento enemigo, amenazando en el propio territorio del rey.
──¿Cuándo? ──exigió el saerev.
──Atacaron mientras dormíamos, estábamos haciendo campamento afuera ──narró el soldado──. No tuvimos oportunidad.
Se veía con la piel casi de un tono azul y al borde de la hipotermia, cubierto de sangre que no era la suya, y desarmado.
──Planean un asedio, estoy seguro que no son todos, más hombres están llegando desde el sur.
──¿Dónde está Eskandar?
──Se llevó un caravana al sur, vienen desde ahí, alguien nos traicionó en Terrak.
El rey Lysander apretó las riendas en su mano. Evité la sonrisa al notar su semblante preocupado, muchas ciudades habían caído en sus manos, bajo órdenes de su familia, un linaje de tortura que él vendría a perpetuar. Solo en medio de la miseria, él podía sentir el mismo miedo.
El que yo había sentido cuando ví la sangre manchar mi tierra.
Una grupo de soldados se acercó, eran al menos una treintena de caballos y sus jinetes, abriéndose paso entre la marea de muerte que ellos habían dejado.
──Mi altísimo rey ──Sonrió el hombre de apariencia robusta──. Imagino ya ha visto el regalo que hemos traído a su puerta.
Realicé un pareo al resto de nuestra comitiva, solo soldados de pura cepa, todos de apariencia imperbe y templanza rígida.
Si a alguno le extrañaba mi presencia, no lo hizo saber.
Volví mi vista al frente.
──Trajiste muerte a mi pueblo ──sentenció Lysander Sinester, con la ironía que eso conllevaba.
──Ese no es tu pueblo ──gruñó en cólera──. Estas tierras no te pertenecen, nada de aquí les pertenece. No son más que demonios tomando poder de lo que la Madre nos ha dado. Maldito sea el día en el que el Cuervo decidió hacer trato con ustedes, Sinester, llevaron a Escar a la ruina, y lo harán con estas tierras si no los detenemos.
Muchos creían eso, Escar duró milenios y no quedaba de ellos más que un fantasma, cayó cuando sus líderes se enfrentaron, y de su caída nacieron dos imperios donde los Raguen eran gobernantes. Si los Raguen antes éramos demonios, ahora también éramos culpables de terminar con una civilización ancestral.
──¿Cree usted, su merced, ser capaz de triunfar donde Escar no lo hizo? ──El saerev no pareció querer rebatirlo──. ¿Poseen ustedes un ejercito mayor al de los escarios?
Valtaria había pertenecido hace mucho al Imperio de Escar, los Raguen habían gobernado esas tierras desde siempre, no había escritos antiguos en los que no hubieran resquicios de eso.
Por lo menos antes de que hubiera empezado la lucha contra ellos.
──“Si matas a un hombre es asesinato, si inventas una razón para matar a un hombre, es justicia” ──citó el rey Lysander, aunque desconocía la fuente.
El hombre escupió a los pies del rey, sobre la sangre.
──No hay justicia para gente como ustedes, fenómeno.
El rey alzó sus brazos, alto, llamando a las sombras que no tardaron en formarse en torno a él como un halo de oscuridad.
El gesto seguro del hombre decayó, apenas.
──Caerán como hicieron caer Escar ──bramó──. El pacto se ha roto, no habrá ciudad, no habrá rincón en donde encuentren tranquilidad para ninguno de ustedes, serán cazados en cada sucio agujero en el que se escondan.
Las sombras susurraron en idiomas que no podía entender, haciendo que los caballos se removieran en sus monturas, uno de ellos salió al trote, llevándose a su distraído jinete arrastrando con un pie en los estribos. Dejé que la sonrisa asomara en mi rostro.
──Les propongo esto ──fulminó el rey Sinester, determinación oscureciendo sus ojos y su aliento se congeló en el aire──. Levanten sus campamentos, llévese a sus hombres y corra a recluirse en los escombros de su ciudad, llorele a sus dioses por misericordia y no vuelvan a pisar mis tierras.
──Junta tu mejor ejército, Sinester, los necesitarás.
El rey Lysander me dedicó una sola mirada, sin agregar nada más, no hizo falta.
Me sostuve con fuerza a la montura, de repente fui consciente de cada latido, de cada parte viva en el bosque, de la sangre corriendo espesa por las venas de los soldados y de algo más, de una fuerza que arrastraba los cadáveres de los hombres sobre el campo.
Una energía densa y pesada que corría como oscuridad entre los cuerpos. Murmuré las palabras para que llegaran hasta ellos, en una orden silenciosa para que acudieran a mí. Ví el mundo a través de sus ojos fríos y muertos, cristales como hielo seco y gris.
Ellos se pusieron de pie, acudiendo a mi llamado, cuando volví mi mirada hacia ellos, los soldados se levantaban con parsimonia de su tumba de hielo.
──Le agradecería que transmitiera el mensaje, mi señor ──La voz del rey Lysander parecía atrapada debajo del agua──. Yo tomaré en cuenta su consejo.
El poder fluyó y dejé que los soldados siguieran su camino en silencio.
Cuando volví en mí, la mirada del hombre era de puro terror.
──Nunca encontraran paz en este mundo, porque la Madre no lo hizo para ustedes.
Uno de los soldados fue derribado, cayó de la montura para ser atravesado por el filo del acero. Al orgulloso señor no le quedó más que huir lejos de ahí, no sin antes esparcir su veneno una vez más.
──También nosotros tenemos un mensaje, alteza. ──Esbozó una sonrisa retorcida──. Espero el príncipe Eskandar sepa transmitirlo.
Presté atención a la reacción del rey, sus venas se marcaron bajo su piel pálida, mostró sus dientes como si estuviera dispuesto a atacar.
Un momento después todo había desaparecido tras un rostro impasible.
Concentré mi atención en los cadáveres.
Era el mismo ejército que ellos habían masacrado, y yo los había revivido solo el tiempo suficiente como para vengar sus propias muertes. Había pocos sentimientos tan motivadores como ese, con la rabia y el rencor todavía embutiendo su cuerpo, no fue difícil tirar de esos hilos para guiarlos.
──¿Atacamos, capitán? ──indagó uno de los soldados.
Observamos los jinetes alejándose para ser tragados por la ventisca, los soldados muertos en combate caminando con lentitud hacia ellos. Un escalofrío me recorrió al ver lo que había hecho.
──No, eso será suficiente por ahora.
Una vez nos retiramos me acerqué a él, tuve que hacer que la yegua diera un respingo para quedar a su altura.
──Esto que hice ──le advertí──. Lo hice por ellos, por esta ciudad, porque esos tipos son otros de los que se creen con el poder de ir masacrando pueblos enteros y llamándolo justicia pero usted, mi señor, bien merecería arder con ellos.
El rey me observó con ojos fríos, por un momento creí que intentaría atacarme, lo quería, podía sentir su rabia fluyendo debajo de la superficie y no hizo nada para repelerme, pero cuando el soldado a su lado intentó desenvainar su espada, lo detuvo apenas con un ademán.
──Ren, dime cuánto tardaríamos en ir y volver hasta Cruz Alta.
──Seis días para ir y venir, eso sin hacer ninguna parada demasiado larga ──dudó el soldado, sus ojos pardos todavía revoleando en la masacre.
Observé la mandíbula del rey Lysander comprimirse en una línea afilada.
──Es demasiado para dejar a Valtaria desprotegida ──desistió──. Envía un mensaje, exigiendo que vuelvan lo antes posible.
──Como ordene, saerev.
Me lanzó una mirada mordaz, por un momento creí que me daría una orden, presioné las riendas con fuerza, antes de espolear al caballo en dirección al palacio.
UYUYUY
Se viene lo bueno.
Estoy algo oxidada porque hace como un mes que no escribo o leo nada (que no tenga que ver con la facultad) so esto es lo mejor que pude hacer.
Atenti a lo que se viene.
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