02. Rey Oscuro
❛ La ambición es un deseo, y como cualquier deseo, puede ser un arma de doble filo. ❜
Puede que no fuéramos invitados de renombre, pero las habitaciones asignadas ostentaban de tanto lujo como al que siempre había aspirado alcanzar Tania. Rodeada del mármol más resplandeciente y las más finas cortinas de terciopelo, debía sentirse en su propio paraíso, ese que la resguardaba con recelo de todo lo que la disgustaba en el mundo.
Nada del olor a humedad y moho que corroían el castillo de los Dellare.
Ya que el baile por la Luna de Sangre sería esa misma noche, la reina de las tierras de Serranta ya había empezado con sus preparativos, por lo que me encontraba trenzando su pelo cuando alguien llamó a la puerta.
Abrió una de las criadas que le habían asignado, y una voz cantarina llegó desde el vestíbulo, con su entrada noté que era escoltada por dos jóvenes soldados de impecable uniforme negro.
La Guardia Delheit.
La reina me alejó para ponerse de pie y recibir a la joven con una reverencia. Imité el gesto, esperando que se presentara, pero Tania pareció reconocerla.
──Su majestad, Feryal Vedasto, es un gusto tenerla aquí.
Entonces era ella, la reina consorte y esposa del actual rey. Tenía los cabellos dorados que se acoplaban a su piel pálida, resaltando el esmeralda claro de sus ojos. Llevaba un vestido en tonos bronce y una sonrisa perfecta y cálida, el retrato más delicado de un pintor receloso.
──Es un gusto conocerla al fin, reina Dellare, estamos muy honrados de recibirla. ──Sonrió con una candidez que no se esperaba ver en una líder──. El rey Lysander no pudo asistir a su llegada, pero estoy segura de que estará honrado de verla en el baile. A ustedes y a su familia.
No lo creía. El haber mandado a su hermano bastardo a recibirla tenía que ser un mensaje bastante claro de lo poco que le importaba, y de lo poco instruida que debía estar ella en debates políticos si creía que a su marido le interesaban los terrenos de Tania, o cualquier tierra desierta de las montañas de Val Lasserre.
Había desconectado por un momento de la conversación, hasta que la reina Feryal se dirigió hacia mí.
──Ella debe ser su hija, la princesa Ciara.
Todos los Dioses me aparten de ese destino. Al menos Tania sirvió para ahorrarme de explicaciones, con el rostro rojo por la rabia, o bochorno de haber sido su hija confundida con una esclava.
Al menos hizo lo que pudo para responder con entereza, si la reina lo notó, no dió nuestras de ello.
──Ella es... una criada del castillo, a Ciara le gusta regalar su ropa vieja. Tiene un gran corazón.
La reina Feryal parecía querer extender la conversación, pero pronto se daría cuenta que intentarlo con Tania era bien como esperar salir agua de un grifo, tan cansado e interesante.
Para alivio de todas en la habitación, decidió desistir.
──Tengo asuntos que atender ──se disculpó──, pero nos veremos en la gala de la noche, espero disfrute su estadía.
Una vez se fue, proseguí con los arreglos de Tania.
──Ahí tienen a la reina de la poderosa Valtaria, una chiquilla idiota ──Sonrió al espejo, las manchas desapareciendo de su rostro──. Se casaron hace ya años y ella todavía no le dió herederos, su padre en Val Velika debe estar harto.
──Es joven todavía, tiene muchos años para darle hijos ──La defendí más por llevarle la contraria a Tania.
──Pero el rey no para esperarlos, no creas que si no le da un heredero pronto la deseche.
──Necesita la alianza con la Orden.
La Orden de los Cuatro Elementos, o de los Dioses Antiguos, incluso luego de la disolución del legendario Imperio de Escar, la fé que una vez habían profesado y seguido permanecía arraigada en sus pueblos.
──La única razón por la que ese matrimonio sigue en pie ──Revisó los polvos sobre el tocador, como si incluso su forma de maquillarse le resultara ridícula──. Pero todos sabemos a quién en realidad rinden culto en Valtaria, a la bruja Rella, siguen a demonios y son gobernados por uno, no me sorprende.
Quizás debería acostumbrarse, porque terminar con la pantomima de un reino, y servir pleitesía a Valtaria y sus costumbres sería lo único que salvaría a sus tierras de perecer.
O, por el contrario, ellos podrían acabarlos.
Un demonio para terminar con otro.
En una muestra más de su poderío, Valtaria había invitado a reyes de diversas y lejanas tierras para firmar un acuerdo de paz hacia los Raguen.
El hecho de que hayan elegido el festival de La Luna de Sangre para su firma, demostraba que si querían crear alianzas con Valtaria, y en beneficio recibir su ayuda, no lo harían sino adaptándose a sus costumbres.
Lo que para muchos significaba rendirse a los demonios.
Pese a las sombrías advertencias de Tania, lo que más deseaba era ver a uno de los veladores de la oscuridad. Había escuchado tantas historias de ellos como para hacerme una idea, los imaginaba como seres enigmáticos y llenos de codicia y maldad, como también los señalaban los libros que coleccionaba Tania.
También hablaban del poder Raguen como brujería y ocultismo, así que no podía fiarme demasiado.
Al menos quería distraerme con la ignorancia ajena, y no pensar en la idea de que en esa misma sala, estaría esa noche el mismo hombre que había dado la orden para que los soldados irrumpieran en pleno banquete y destrozaran a mi familia.
Fue en la guerra de Valtaria contra Kaeser, antes de que incluso esos fueran sus nombres, se atacaron en ciudades y batallas aledañas mucho antes del primer enfrentamiento, Azara, Fuko, Allaranta, solo retazos en una pintura escalofriante.
Escar se estaba derrumbando y ambas ciudades que antes habían estado sujetas a su dominio, se disputaron sus restos como buitres.
Allaranta ni siquiera tomó partido por alguno, era solo un pedazo de tierra fronteriza al norte de lo que había sido el Imperio de Escar, un terreno demasiado pequeño como para ser tomado en cuenta.
Pero sucedió.
Ni siquiera hubo provecho en eso, nada más que venganza y demostración de poder.
Rompieron en una ciudad que nunca había pensado recibir un ataque, y se llevaron todo lo que quisieron, incluída yo. Me tomaron como prisionera de guerra, sin ninguna preferencia, y fui reclamada como esclava por los Dellare.
Pasé mucho tiempo para convencerme de que ya no era la cría asustada que habían arrojado entre un montón de leones, y así lo había sido, mucho tiempo, el suficiente como para aprender a cazar tan bien como ellos.
──Dicen que el antiguo rey Aeto enfermó, pero que nunca abdicó el trono y que su hijo mayor no pudo asumir por no renunciar a su carrera militar, por eso la posición del rey Lysander es confusa ──comentó Ciara.
──¿Y qué ha estado haciendo su alteza además de grandes fiestas?
El salón del palacio brillaba en un tono particular de blanco, los pisos de un mármol lechoso y las paredes acordes para llegar al mismo tono niveo, los candelabros de vidrio brillando sobre nuestras cabezas como pequeñas lágrimas de plata.
Un espectáculo pulcro y sobrio, como la moral de toda la gente en Valtaria.
Sucedió en un salón como ese, una fiesta engalanada igual a la que tenía en frente, la música diluyendo y envolviendo a los presentes, y de repente, una horda de caballeros irrumpieron en la sala, sus botas en una sinfonía que marcaría el comienzo de una masacre.
Nadie tuvo tiempo de reaccionar, nuestra propia Guardia nos traicionó para dejar entrar al ejército enemigo, ellos arrasaron con todo, una ola de horror que trazó su paso con sangre. Cuellos abiertos y corazones perforados mientras el piso se manchaba con un rojo espeso.
Tenía solo nueve años entonces, y había corrido a esconderme debajo de la mesa. Todavía podía escuchar mi corazón latiendo en mis oídos, con mis rodillas pegadas al pecho mientras me aferraba a la mariposa resguardada entre mis manos, presionando mi aliento como si solo un respiro pudiera delatarme.
Las botas se acercaron hasta mi escondite, retrocedí todo lo que pude sin salir al otro lado, y después la mesa ya no estaba. En cambio, un soldado me miraba con una sonrisa torcida y macabra.
Luego me tiraron hasta las montañas de Val Lasserre para tomar el hogar de mi familia, años después, me veía atrapada en esa fiesta fingiendo que ellos no habían destruido todo lo que tenía.
──Te ves demasiado pálida ──notó Ciara──. ¿Estás bien?
──Quiero matar a alguien.
──Entonces estás bien ──ironizó.
Llevaba un vestido de gasa verde que caía sobre su cuerpo como la naturaleza misma, y se realzaba con detalles que simulaban hojas y enredaderas marcando su cintura y hombros, lo completaba con un antifaz que cubría la mitad de su rostro como una enredadera. Su pelo rojo parecía fuego cayendo sobre sus hombros.
Y aun así estaba lejos de ser la vestimenta más estrafalaria esa noche. No cuando yo misma había observado a un hombre cubierto orgulloso por una piel de león.
Estaba claro que el rey había encontrado un punto para celebrar tanto la opulencia de Valtaria, como el rico folclore que supo tener Escar.
──Estoy ansiosa ──corregí fingiendo que sí hablaba en serio──. De conocer a nuestro gran rey de las sombras.
──¿No es raro? Dicen que puede moverlas a su antojo ──Miró sobre la multitud como si pudiera verlo salir de algún rincón──. Es uno de los tuyos, práctica el culto de Rella.
Muchas veces le había explicado que era algo más que un culto, era innato, pero por una vez no tenía ganas de llevarle la contraria.
──El Infierno me pierda antes de ser igual a él.
Ciara me sonrió de forma amplia, como si hubiera recordado algo.
──Seda volvió a confundirse con mis medidas y...
──No ──previne por donde iba──. Tania ya no te cree esos cuentos y hoy la reina Feryal me confundió contigo, ya sabrás cómo se puso.
──La reina Feryal ──repitió──. ¿Ya la viste? Es preciosa.
──Y por fuera de tu alcance.
──Como si alguien pudiera decirme que no ──Sonrió con toda la altanería que podía presumir. Luego pareció captar algo──. No te muevas de aquí.
──No hagas nada que yo no pueda ocultar ──concedí.
Ella me respondió con una sonrisa de fingida cortesía, pero ya se había perdido en la multitud.
La verdad sea dicha, Ciara era la más consciente de las dos, mi Norte y quien me recordaba muchas veces todo lo que no sería demasiado conveniente, así que poco necesitaba seguir mis consejos.
Lo que era una suerte para ella, porque yo no era buena dándolos.
Bajé el antifaz negro que cubría mi rostro. Tenía un vestido bastante simple pero el color oscuro le daba la elegancia que le faltaban a la simpleza del corte y los detalles, apenas lucía unos hilos en dorado sobre el escote y el antifaz que llevaba tenía el extraño pico de un pájaro negro.
Estuve parte del tiempo saltando entre las caras en la multitud, pero no ví nada de mi interés.
En un momento el sonido de los tambores descendió sobre nosotros y comenzaron las presentaciones de la nobleza.
Para la inauguración del baile, los reyes elegirían compañeros desde el público y darían con eso inicio a los festivales de la Luna de Sangre.
──El rey Lysander Sinester, hijo de la antigua tierra de Valtaria y descendiente de los primeros pobladores de Escar, saerev de los reinos y protector de las sombras.
La multitud aplaudió en una ola que se extendió por la sala, y decidí acoplarme a ellos.
Las enormes puertas se abrieron detrás suyo y él descendió las escalinatas con una parsimonia calculada, con una mano atrás y la otra sosteniendo la de su esposa, en un gesto que parecía mil veces más ensayado que romántico.
Tenía el pelo tan oscuro que parecía tragarse la luz en toda la habitación, la máscara del pájaro negro le cubría la mitad del rostro, pero podía ver su mandíbula pálida y pronunciada. Hombros anchos cubiertos por un traje de pana oscuro con detalles bordados y botones de oro, era el rostro de la sobriedad y la elegancia.
Nunca había visto nada tan perfecto, irradiaba poder, como si pudieras tenerlo solo de llegar hasta él, de tomarlo.
Había estado pasmada cuando se dirigió hacia mí.
Al tenerlo cerca, casi tuve la atracción de cortar la distancia entre ambos, con el magnetismo de un imán, en lugar de eso esperé que se acercara y tomé la mano que me ofreció.
Su toque era frío como un puñal, como la hoja más delgada de una daga.
Siguiendo las costumbres de Valtaria, no me tocó, colocó una mano en su espalda y dejé mis manos flotando sobre las suyas.
Me pregunté por qué se había acercado, si no era más que un acto de rebeldía al protocolo, si encontraría gracioso creer que estaba bailando con una esclava.
Los violines marcaban nuestros pasos y el camino de nuestros cuerpos en un baile pulcro y ensayado.
Puede que no tuviera muchas oportunidades más para hablarle, y quería sacar todo lo que pudiera. Quería preguntarle si se sentía bien levantando su reinado sobre sangre y si sabía lo que había hecho su familia, y cuánto tardaría él en hacerlo también, pero no le dije nada de eso.
──¿Es verdad lo que dicen de usted?
Detrás de la máscara, sus ojos eran dos pozos oscuros, pero no mostró señales de desagrado.
──¿Qué es lo que la señorita escuchó sobre mí?
──Que las sombras lo siguen y lo obedecen, que de quererlo podría sumir al reino en completa oscuridad ──indagué.
El anonimato de mi máscara quizá sería bueno.
──Muchos reyes sumieron a reinos y territorios completos en oscuridad sin la necesidad de ningún poder divino ──concluyó.
──Corrompidos por un poder totalmente mortal, ¿qué sería de un rey con alcance a un poder divino?
Él no se inmutó en ningún momento, con una indiferencia que parecía devenir de mil años de frío análisis.
──Confunde usted, señorita, ambición y avaricia ──detalló con la firmeza de una orden──. La avaricia es la terquedad inata de los mediocres, la ambición es lo que te distingue de no caer en la mediocridad.
──Cuando arrasan con pueblos y naciones enteras, alteza, ¿se trata de ambición o simple avaricia? ──espeté──. ¿Hizo su familia un nombre por su gran ambición?
──Ni mi apellido, ni ninguno de los presentes hoy en esta sala, se hizo sin que alguien sangrara por él, ¿responde eso a su pregunta?
──¿Enalteceras el apellido de tu familia, Lysander Sinester? ──Lo reté.
──Dígame, usted, señorita ──demandó con la experiencia de un jugador veterano, pese a que aún lucía demasiado joven──. ¿Qué cree usted entonces que es la ambición?
──La ambición es un deseo, y como cualquier deseo, puede ser un arma de doble filo.
El rey permaneció un momento en silencio, me contempló como si fuera un juego a resolver, una partida bien jugada. Él guardó su siguiente movimiento, pero continuó atento a los míos.
La impotencia vibraba por mi cuerpo, quise decirle muchas cosas, todas ellas revoloteando por salir a la superficie.
Ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder, pero una mujer resolvió el duelo cuando pidió la mano del rey y tuve que dejarlo seguir,
todavía aturdida, me alejé de la pista con sus palabras yendo y viniendo en mi cabeza.
Había empezado la primera partida.
⸻⊰⊱⸻
Aclaración:
No quería tener que hacerlo, pero no quiero comentarios de "no entiendo".
Todo ya está explicado en la novela, si aun así resulta confuso, como un extra la novela también tiene una guía, una sinopsis, un prefacio e hice una aclaración al principio por algo.
Saltarse todos esos puntos para venir y decir que no entendiste es bastante molesto.
No voy a aceptar que vengan y me pregunten de qué va y en qué termina la novela por pereza de leerse el resto de los capítulos (me ha pasado).
¿Pero eso significa que no voy a responder dudas?
Sí, claro que las voy a responder, la preguntas sí, solo voy a borrar los «no entiendo» que no ayudan a nadie.
Sonata Siniestra es una novela de fantasía y como tal, usa términos y territorios desconocidos, no es imposible recordarlos, pero requiere paciencia.
Si no es tu tipo de lectura, te invito a buscar algo más acorde con tus gustos.
Lamento sonar grosera, pero es una falta de respeto, tanto para mí, como para los lectores que sí están disfrutando la novela.
Ahora sí, te agradezco mucho por tomar el tiempo de leer esta novela.
💜
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