Sorprendentes giros

Dieciséis semanas habían transcurrido desde la partida de Maia, pero Darren las percibía como si hubiesen sido varios años en lugar de unos cuantos meses. Solo cuando veía el amable rostro femenino mientras escuchaba el sonido de su voz y de sus risas a través de la fría pantalla de la computadora, la ausencia de la muchacha le dolía un poco menos. Sin embargo, el efecto de aquel antídoto virtual contra la distancia se evaporaba cual rocío matinal bajo el sol veraniego. Al término de las videoconferencias, la euforia inicial del varón se desvanecía apenas unas horas después y una gran nostalgia lo invadía.

El tiempo que empleaba en las conversaciones con la violinista jamás era suficiente para él. Tanto el alma como el cuerpo del joven Pellegrini clamaban por volver a estrechar entre sus brazos a la muchacha. Anhelaba besarla con pasión y cubrirla de caricias a diario, hacerla sentir amada hasta que el aliento vital de ambos cesara. Deseaba compartir el resto de sus días con esa chica menuda de grandes ojos azules que había atrapado el anochecer entre su larga cabellera. Cada vez se convencía aún más de que sus sentimientos por ella no eran meras emociones pasajeras. Se había resuelto a luchar sin descanso para estar junto a Maia tan pronto como fuera posible.

El muchacho estaba trabajando arduamente para generar un proyecto musical digno de ser recordado. Le habían asignado un puesto en la creación de la banda sonora para una nueva teleserie juvenil de comedia romántica. Debía colaborar con otros dos compositores, así que se reunía con ellos de manera periódica para revisar los avances de los tres y luego unificar el trabajo. Algunas veces no les resultaba sencillo entrar en sintonía, pero Darren siempre lograba encontrar la forma de llegar a un consenso que los dejaba satisfechos a todos.

El chico se había propuesto dejar el corazón en las melodías y en las letras que le correspondía crear. A pesar del tono ligero de la serie que le había sido asignada, el hijo de Matilde se esforzaba por imprimirles una pizca de profundidad a las canciones que escribía. Su principal objetivo era demostrar que poseía la capacidad de hacer un excelente trabajo en cualquier circunstancia. Sin importar el tema o el género con el cual estuviese trabajando, él podía generar arreglos musicales de alta calidad. Aunado a ello, pensar en la posibilidad de tener un futuro con Maia le añadía mucha más motivación para hacer las cosas bien.

El muchacho quería ganar mayor experiencia y labrarse una buena reputación que enriqueciera su perfil profesional. De esa manera, sería mucho más probable que consiguiera un mejor trabajo en un plazo relativamente breve. Quería vivir de manera digna y dejar de ser una carga para su madre. Desde el día del accidente, había vivido en casa de ella, sufragando sus gastos con dinero de la señora. Aunque aquello no le molestaba en lo más mínimo a doña Matilde, Darren no podía permitir que eso continuara así.

Asimismo, deseaba contar con los medios económicos para mudarse a Alemania en cuanto fuera oportuno. A pesar de que Matías le había ofrecido brindarle todo el apoyo económico que él necesitara para conseguir esa meta, el chico estaba resuelto a no aprovecharse del dinero de su padre por ningún motivo. De su madre había aprendido que el sustento se gana con esfuerzo y sacrificios propios, nunca a costa de los demás ni mucho menos de forma oportunista. Por lo tanto, no aceptaría los ofrecimientos del señor Escalante por más que este insistiera.

Maia también le había dado un gran ejemplo en ese sentido. La artista había luchado durante años por obtener una beca que le permitiera no depender más del dinero de Rocío para costear sus estudios. A él no le cabía duda de que esa valiente chica lograría grandes cosas, no solo en tierras germanas, sino en todo lugar al que su insaciable sed de superación la llevara. Él la admiraba mucho por esa voluntad inquebrantable que había manifestado desde muy pequeña.

Con tan buenos modelos a imitar, el joven Pellegrini tenía razones de sobra para esforzarse al máximo en su actual trabajo. Y por si eso no fuera suficiente, el hecho de mantener la vista fija en la recompensa hacía que Darren se levantara cada día con las energías renovadas. A pesar de la tristeza que por momentos lo embargaba, el varón no permitía que la depresión volviera a ganarle la batalla. Ser fuerte no era sencillo, pero tanto su madre como Maia le daban fuerzas para luchar. El inmenso amor que sentía por ambas lo impulsaba a seguir adelante.

♪ ♫ ♩ ♬

Reunir el valor para abrir y comenzar a leer el diario de Matías había sido mucho más difícil de lo que Matilde pensaba en un principio. Cada nueva página que aparecía ante los ojos de la mujer le revelaba nuevos detalles acerca del hombre con quien tantos momentos agridulces había vivido. Ciertas cosas la alegraban, algunas la indignaban, otras la entristecían y unas cuantas más la invitaban a reflexionar durante horas. A veces creía conocerlo a profundidad, pero luego se daba cuenta de que aún tenía muchísimo por descubrir sobre él.

"¿De quién me enamoré en realidad? ¿Amo al verdadero Matías o a la persona idealizada que me inventé cuando era tan solo una piba?" Ahora entendía mucho mejor las razones por cuales él se había marchado de forma repentina y hasta le agradecía que lo hubiera hecho. La señora se estaba tomando su tiempo para decidir lo que haría con respecto a sus confusos sentimientos por él. ¿Le daría la oportunidad de que regresara a su vida o lo dejaría ir de una vez por todas? Sin importar cuál fuera su resolución al final, primero hablaría con él cara a cara. El momento elegido para el reencuentro ya estaba a las puertas...

♪ ♫ ♩ ♬

Darren tomó el teléfono móvil y buscó a Raquel entre sus contactos favoritos. Tocó el círculo en donde se veía una fotografía de ella haciendo una mueca divertida y esperó a que le contestara la llamada.

—¡Hola, Darrencito! ¡Qué bueno escucharte! ¿Cómo andás?

—Estoy preocupado por tu hermano. ¿Tenés idea de si le pasó algo? He estado tratando de comunicarme con él desde ayer y todavía no me responde. Ni siquiera lee mis mensajes de WhatsApp —declaró él, con un timbre de angustia en la voz.

—¿No te dijo nada? ¡Ay, qué cabeza dura es! No ha querido hablar del asunto con nadie. Yo me enteré casi por casualidad.

—¿A qué te referís con eso? ¡Me estás asustando!

La chica hizo una larga pausa, tras la cual dejó escapar un largo suspiro. Se suponía que dar esa noticia no le correspondía a ella, pero se trataba del mejor amigo de su hermano. Estaba segura de que la perdonaría por no haber sido capaz de respetar su petición de total silencio.

—Lo que le pasa tiene que ver con Carolina. A la pobrecita le diagnosticaron cáncer de mama. Ayer le practicaban una cirugía para extirparle el seno derecho. Es un momento muy duro para ambos, sobre todo para Caro. Jaime me pidió que por favor no fuera al hospital y que no le comentara sobre esto a nadie más. Al parecer, quiere estar un buen tiempo a solas con ella. Por un lado, lo entiendo pero, por el otro, me da bronca. ¡Quiero estar ahí para apoyarlos!

—¡Dios mío! ¿¡Por qué no me lo dijo!? ¡Sabe que puede confiar en mí!

—No quería añadirte estrés ni angustias ajenas. Dice que ya tenés suficiente con todo lo de tu familia y con el tema de Maia.

—¡Pero Jaime necesita nuestro apoyo! Aunque tal vez se enoje conmigo, voy a ir a verlo. No puedo quedarme acá sin hacer nada cuando él siempre ha estado ahí para mí. Decime en cuál hospital está internada Carolina, por favor.

—La tienen en el Hospital Alemán. Pero no creo que te vayan a dejar pasar a la habitación si no tenés un permiso expreso de ella, porque ahí solo está la familia.

—Si tengo que esperar afuera por el resto del día, eso va a ser lo de menos. Yo quiero ver a Jaime hoy sí o sí.

—Se va a enojar conmigo por haberte dicho todo esto...

—¡Sería un pelotudo si se enoja con vos! Él mismo se va a dar cuenta de que le hace bien la compañía.

—Primero dale una buena trompada y luego le das un abrazote de oso de mi parte, ¿puede ser? Avisame cuándo puedo llegar, porque yo también voy a estar ahí sí o sí.

—Dale, yo te escribo apenas haya hablado con él.

—Nos vemos más tarde, ¡cuidate!

♪ ♫ ♩ ♬

Las actuaciones en la calle se habían convertido en parte de la rutina diaria de Maia. Comenzó a probar suerte desde la primera semana en Alemania y cosechó excelentes resultados. Tanto locales como turistas disfrutaban mucho de las presentaciones en donde la chica interpretaba covers y varios temas propios. Aquellas presentaciones le ayudaban a practicar, al tiempo que mantenían su mente enfocada en cosas positivas y hasta le aportaban dinero. La mayoría de los transeúntes eran bastante generosos con las donaciones que le dejaban en el interior del estuche de su instrumento musical.

Varias personas habían estado haciendo y compartiendo grabaciones de la pequeña violinista conocida como "el hada de Berlín" en las redes sociales. A la chica no le agradaba mucho la idea de los videos en un principio, pero conforme pasaban los días, terminó por acostumbrarse a ello. Incluso consiguió vestidos y calzado que hacían juego con el sobrenombre que le había otorgado su público.

La gente del lugar estaba encantada con sus conciertos y ella se sentía feliz de alegrar los días de un montón de personas distintas a través de su música. De la misma manera en que había logrado llegar al corazón de Darren sin siquiera darse cuenta de ello, así estaba ganándose los corazones de hombres y mujeres en aquella preciosa ciudad germana. Verlos sonreír era el mejor regalo que podían darle. Todos ellos le recordaban a la persona más valiosa que tenía en su vida, ese chico dulce de sonrisa infantil con quien anhelaba reencontrarse y no volver a separarse de él nunca más.

Una fría tarde como tantas otras en la zona, una mujer se acercó a Maia después de que finalizara su presentación. Tocó su hombro y esperó a que se volteara. La muchacha pensó que se trataba de alguien que deseaba fotografiarse junto a ella como ya lo habían hecho muchos otros espectadores, pero se equivocaba. Nada podía haberla preparado para lo que vendría a continuación.

—¿Tienes un minuto? Quiero hacerte una propuesta que podría interesarte —manifestó ella, en perfecto español.

—Está bien, la escucho —respondió la joven López, un tanto sorprendida.

—Primero que todo, me llamo Candela Díaz. ¡Estoy encantada de conocerte!

—Yo soy Maia López, ¡mucho gusto!

Luego de que se dieron un apretón de manos para saludarse, la señora invitó a la artista a tomar asiento sobre unas gradas cercanas, para que así pudieran charlar más a gusto. Una vez que se pusieron cómodas, la dama comenzó a relatarle una extraña experiencia que desembocaría en una gran sorpresa.

—Hace varios meses, recibí un disco con varias fotografías y videos de la boda de mi hija menor. Ella se mudó a Argentina porque su esposo es de allá, pero nosotras somos españolas. El caso es que, entre los archivos de la ceremonia, venía una grabación que no reconocí en lo absoluto. Supuse que había sido un error incluirla, pero como todo lo demás estaba bien, no me molesté en reclamar nada al respecto.

—Disculpe, pero no entiendo qué tengo que ver yo en eso.

—Tienes todo que ver, ya te vas a dar cuenta de por qué te lo digo. Solo tenme un poquitín de paciencia, ¿vale?

—Sí, claro. Continúe, por favor.

—En ese video desconocido, un chico cantaba mientras una chica tocaba el violín. Me pareció que la canción era preciosa, hacían un dueto magnífico. Y bueno, hace poco se me ocurrió mostrarle ese video a mi yerno. Él también quedó encantado con la pareja, me preguntó cuáles eran sus nombres y cómo podía encontrarlos. Estaba ansioso por hablar con ellos para hacerles una propuesta profesional.

—¡Ay, no puede ser posible!

Las piezas de aquel enigma recién comenzaban a calzar en la confundida mente de la violinista.

—Mi yerno está vinculado con una casa disquera y me dijo que tenía muchas ganas de iniciar un proyecto con esa pareja. Por eso me di a la tarea de averiguar quiénes eran esos muchachos. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con el fotógrafo que preparó el disco. Él sería el más indicado para identificarlos. Estoy segura de que conoces a Jaime Silva, ¿verdad?

—¡Por supuesto! Es un buen amigo mío.

—Pues, ese amigo tuyo me contó un poquito sobre ti y me dijo que estabas viviendo acá por motivo de estudios. Y ya que Argentina me queda muy lejos como para ir yo a buscar al chico del video, preferí buscarte a ti primero. Por suerte no fue difícil encontrarte, eres bastante conocida por aquí.

—Todo esto es... es... ¡ay! Es lindo pero muy raro al mismo tiempo.

—Es de esas coincidencias extrañas que suceden solo una vez en la vida.

—No se imagina con cuántas de esas coincidencias extrañas me he topado yo. ¡Se sorprendería!

—¡Pues, venga ya! Ahora que te he explicado cómo es que llegué hasta ti, mi yerno será quien se encargue de darte todos los detalles relacionados con la oferta profesional que ha pensado para vosotros. Voy a pasarte todos sus datos de contacto para que puedas comunicarte con él cuando te apetezca, ¿vale?

—Sí, me parece excelente. Muchísimas gracias por tomarse la molestia de viajar tanto solo para hablar conmigo.

—No es ninguna molestia, ¡qué va! Venir de paseo a Alemania ha sido una pasada. Y estoy muy contenta de haberte visto tocando en vivo, ¡tienes un talento impresionante!

—El error de Jaime al final resultó ser un acierto.

—Sí, estoy de acuerdo. Deberías agradecerle apenas puedas.

Maia esbozó una cálida sonrisa y miró hacia el cielo, llena de gratitud. Aunque todavía era muy pronto para conocer el desenlace de los asuntos a raíz de aquella interesante propuesta, la chica sentía que el camino hacia Darren comenzaba a iluminarse poco a poco con mayor intensidad cada vez...


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