PRÓLOGO

Estás en una espantosa oscuridad en la que, poco a poco, ves una cortina de seda transparente que se ilumina en colores resplandecientes, como si fuera un arcoíris inundado por estrellas.

Ahora imagina un estrepitoso ruido: cristales que se rompen, ladrillos que caen y se hacen añicos, disparos y gritos de piedad. Sin embargo, ¿sabes qué es lo curioso? Estás en tu habitación y no hay más ruido en el mundo real que los ronquidos de tu amiga, Cassie.

Todo la guerra yace dentro de tu mente, en El Mundo de los Sueños al que solo los mejores soñadores del universo tienen acceso. Pon atención, porque esto estás soñando querido protagonista de esta historia...

* * * * *

El cielo está pintado de un tono rojo carmesí, hay gritos, llantos  de niños, e incluso algunos maldicen el nombre del rey, el rey de Terramnusalis, la Tierra de los Soñadores.

— ¡Abran las puertas! ¡Déjenlos entrar! —gritas desde un balcón, pero nadie parece escucharte.

Eres el Superanus (en tu mundo, esta palabra es el equivalente a príncipe o princesa) del mundo de los sueños y, por ende, todo sirviente debería obedecerte. No obstante, todos están defendiendo el frente y patio trasero del inmenso castillo que toca las nubes; tu padre incluso fue a luchar y no puedes hacer más que ver como la más hermosas de las tierras cae ante las Pesadillas, seres siniestros que inundaron la tierra perfecta de manera misteriosa.

— ¡Superanus! —una voz masculina te llama desde fuera de la puerta.

— ¡Sácame de aquí! —le ordenas a la voz joven y grave que atraviesa la puerta de madera.

Un movimiento brusco rompe las grandes ventanas de tu habitación, como si hubiese sido una explosión; el suelo tiembla con furor.

El muchacho de piel morena, color cenizo te extiende su mano para que te pongas en pie.

— ¡Corra! —te pide él.

— ¿A dónde me llevas? —preguntas desconfiando mientras descienden por unas escaleras de mármol en forma de caracol.

—Debo escoltarte a un lugar seguro, son órdenes de su padre.

Analizas el rostro del chico mientras sacas una daga que escondes en uno de los bolsillos de tu atuendo medieval. Fallas porque no tienes suficiente fuerza y tu movimiento fue impreciso.

— ¡Tranquilícese, por favor!

— ¿Por qué debería de confiar en ti? —por alguna razón tienes un gran miedo y tu cuerpo tiembla.

—Porque su padre me pidió que la alejara de aquí...

— ¡Jamás te he visto en mi vida! —le espetas. — ¡Ni siquiera sé qué sucede! ¿Dónde estoy?

— ¡Trata de calmarte! —el muchacho adquiere tono autoritario. —El Rey dijo que te dijera estas palabras: el mundo de Terramnulasis, es un mundo que se encuentra a la esquina de cada sueño...

Justo en ese momento... despiertas...

* * * * *

Abres los ojos con una sensación de alivio y adrenalina, un sabor metálico en los labios. Fue un sueño muy real y lo sabes, un sueño como ninguno que recuerdes: profundo y nítido.

Te levantas de tu cama (muy esponjosa, casi tanto como una nube) y te acercas sigilosamente hacia tu escritorio. Tomas tu bloc de dibujos, un par de lápices y comienza a trazar líneas, luego sombras y unos cuantos detalles. No sabes cuánto tiempo pasó, pero has terminado el retrato de aquel misterioso chico... ya sabes, al que intentaste clavarle una daga en el pecho...

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