Me gusta el té sin azúcar y caliente.

Tomarlo cuando la luna es creciente.

Mi preferido es el de manzana y canela.

Te lo dibujaría sobre un lienzo con acuarela.

Te mire por el vapor de mi té de anoche.

O es que solo fue una alucinación de medianoche.

El sabor se volvió inusual aquel octubre.

Mientras el manto de la noche cubre. 

Desde entonces mi mirada se transformo.

En la locura del té de altas horas por la noche.

Mi corazón ni siquiera se conformó.

En un paseo tranquilo por el coche.

Solo necesitaba mi taza de té sobre la mesa.

Ver tu mirada a través del vapor cálido.

Y tocar tus manos sin dureza.

Esas manos que lograron llenar mi ambiente árido.

Por eso me gusta el té, no es una bebida cualquiera.

Sino, la hora de poder tocarlo y mirarlo siquiera.

Solo a él, a mi amor pasado.

Lo disfruto como mi té acanelado.