53: Pide un deseo, Pablo
5 de agosto, 2022
Le tendí un plato de papas fritas a Bruno y apoyé mis codos sobre el mesón de madera.
—Te ves muy mal. ¿Estás segura de que estás bien? —preguntó por millonésima vez y por millonésima vez le conteste con un "Estoy bien".
—Si te sientes mal yo te puedo cubrir, Val —dijo Raúl.
—Estoy bien —Alcé un poco la voz—. De verdad —dije bajo al recibir miradas.
Bruno me hizo un ademán para que me acercara más a él. Lo hice como si me fuera a decir un chisme al oído.
—Dices que el golpe que te diste no es grave, pero la cafetería está llena y que te estén grabando, tirando miraditas de odio para nada discretas, es incómodo. Yo me siento incómodo y eso que no me miran a mí.
Bruno tenía razón. Desde que volví a trabajar, la cafetería estaba más llena de lo habitual. En cierta parte, favorecía al negocio, pero me era incómodo que los clientes vinieran por Gavi, pensando que él vendría a verme en su lujoso coche. Algunas eran amables y respetaban mi espacio y otras se hacían las buenas, pero me lanzaban miradas de odio y me trataban de menos por ser la mesera. Además que escuché a una de esas niñas decir que yo no era lo suficiente para estar a la altura de "Su Gavi".
—Ni siquiera sé por qué sigues trabajando, en unas horas cumples 18 y serás rica, es más te pido que me adoptes, así me mantienes —dijo en son de bromas Bruno.
Raúl nos dejó a solas al escuchar que nuevos clientes lo llamaban.
—Qué gracioso.
Mañana era mi cumpleaños.
¿Qué se supone que haría con tanto dinero? Y aparte del dinero, también vendrían responsabilidades, como tomar decisiones en la empresa de mi familia. ¿Qué se supone que haga? No tenía ni idea.
Como pase de tener todo, a no tener ni un euro en mi bolsillo y en unas horas volvería a tener todo.
De igual forma, no renunciaría a mi trabajo.
Todo tipo de pensamiento se borró al escuchar gritos.
"Gavi te haces una foto conmigo". "Gavi tu novia es muy maja". "Gavi me firmas la camiseta".
Mi corazón se aceleró, alcé la mirada y le vi. No hablé en vivo y en directo con él desde ese día en su casa. Solo hablamos por mensajes y cada vez que él me decía para vernos, yo le mentía diciendo que estaba ocupada.
Pablo caminó hacia mí; escuché un:
—Prometo que les firmaré, pero primero, déjenme hablar con ella.
Y con ella se refería a mí.
—Yo mejor me voy —murmuró Bruno a la vez que Pablo llegó.
Sus ojos marrones me inspeccionaron con la mirada. Bajé el mentón para que no notará el maquillaje que cubría lo morado de mi mejilla.
—¿A qué hora termina tu turno?
Mi turno acabó hace ya 30 minutos.
—Sabes que ya termino —murmuré.
Hace días atrás le comenté mis horarios.
Y estaba segura de que él los recordaba.
—¿Te llevo a tu casa? —preguntó.
Miré a mi alrededor, esas miradas tan pendientes de los dos.
—Vale, voy por mis cosas.
Doblé sobre mis talones y me metí adentro del área de la cocina. Di una última mirada hacia la barra. Todas las fans ya se le habían acercado. Fui por mis cosas a la parte de los casilleros, agarré mi mochila y salí. No sabía si acercarme hacia donde estaba. No quería parecer una metida, ni ganarme más hate en redes. Me quedé esperando en la barra. No esperé mucho; en menos de un minuto, Pablo se despidió de sus fans, caminó hacia mí y me preguntó:
—¿Nos vamos?
—Vamos.
Enredó su mano con la mía y empezamos a caminar; antes de salir del local, una voz me detuvo.
Era Raúl.
—Eh, bonita —Vi que corrió hacia mí; al llegar me sonrió y me tendió el vaso descartable de café y una caja. Solté la mano de Pablo, para sostener lo que Raúl me entregó —. Tu café favorito, y lo otro es de chocolate —Me guiñó y dio media vuelta para regresar a su puesto de trabajo.
Pablo se quedó mirando, luego a lo que me dio, y por último me miró a los ojos. Noté celos en su mirada y su cara de culo era muy notoria.
Salimos de la cafetería y entramos a un taxi.
Ya me imaginaba los tiktoks que saldrían.
"Momentos que mantienen humilde a Pablo Gavi"
—Es un idiota, eres alérgica al chocolate —farfulló, apenas el coche se puso en marcha.
—No seas un pesado —Dejé la caja sobre mis muslos y bebí del café.
Al llegar a su casa, lo primero que hizo fue preguntarme por mi labio. Era obvio que se había dado cuenta del corte que tenía.
—¿Qué te pasó en la boca?
—Una anécdota graciosa —Y empezaba con mi mentira, caminamos hacia la cocina, mientras hablaba—. Verás, el día que regrese a casa, me puse a hacer limpieza en mi biblioteca y ¿recuerdas aquel libro gigantesco que tengo arriba?
—Lo recuerdo.
—Pues se me cayó en la cara y poom.
—¿Se te cayó en la cara? —preguntó preocupado. Llegamos a la cocina y dejé la caja sobre el mesón. Pablo me agarró del rostro y empezó a inspeccionar de más cerca.
Y de más cerca se notaba lo morado, porque no era una experta en maquillaje, y la base que llevaba ni las gafas que rara vez usaba cubrían lo morado.
—Verás, me subí en un banco, el libro pesaba demasiado, perdí el equilibrio y caí al piso.
Descubrí la manera de mentir mirando a los ojos.
El secreto era hablar rápido.
—¿Es por eso que llevas gafas?
—Me olvidé de las lentillas.
—Val —pronunció mi nombre de una manera lenta; sus manos aún seguían en mi rostro—. No te gusta llevar lentillas. Andas por la vida ciega.
—¡Oye! ¡Si veo! —me defendí.
—Aja.
—Mi miopía no es tan grave, no te veré la cara a unos metros, pero veo.
—Ujum —Pablo beso la punta de mi nariz—. Te ves muy guapa con las gafas. Deberías usarlas más.
—Raúl me dijo lo mismo —dije sin pensar.
Error.
Pablo se separó de mí y empezó a caminar en círculos.
—No me agrada ese tío, es obvio que quiere algo contigo. Te mira como si te quisiera solo para él, está de chicle contigo y te regalo ese café. Yo soy el único que te da cafés...
Pablo siguió quejándose. Aproveché su distracción para abrir la caja y sacar el pastel que pedí para mi novio. Era de chocolate, como a él le gustaba. Coloqué la velita de 18 y saqué un encendedor de mi mochila. Encendí las velas, agarré la tarta y me fui acercando a Pablo. Él al notarlo se quedó quieto, sus ojos brillaron al verme.
—Feliz cumpleaños...—Besé su mejilla —. Pide un deseo, Pablo.
Tuve un déjà vu.
Él sopló las velas y el recuerdo desapareció.
—Pensé que te olvidaste.
—¿Por qué lo haría? —Dejé el pastel sobre el mesón.
—No supe nada de ti en días, Val. Y no me vengas con un "te respondí mensajes". Porque lo único que me decías eran monosílabos y quise ir muchas veces por ti, pero pensé que querías algo de espacio, pero no pude soportar tanto tiempo y es por eso que fui a verte, Val —dijo, sujetándome de ambas manos, mientras su rostro expresaba lo preocupado que estaba. Su frente estaba arrugada, mostrando un par de líneas, sus cejas arqueadas y debajo de ellas estaban sus ojos que me inspeccionaban —No puedes desaparecer de esa forma y luego sonreírme como si no pasara nada.
Sus labios formaron un mohín de tristeza.
—Aquí estoy, Pablo y juro que hoy sí te iba a venir a ver.
—El turno acabó hace 30 minutos.
—Estaba intentando procesar...
—¿Procesar venir a verme?
—No... —Bueno en cierta parte sí—, es en general... —Retuve el aire y suspiré.
Carla seguía sin hablarme.
No me gustaba que personas extrañas me grabaran en mi trabajo.
Tenía miedo en mi propio hogar.
Y mañana sería mi primer cumpleaños sin mamá.
Sus manos me sujetaron de los brazos. Acarició por encima de la tela del hoddie que llevaba.
—Puedes hablarlo conmigo, Val —Sus ojos transmitían confianza—. Recuerda que soy tu prometido. No puedes desaparecer sin decirme que estás bien. Somos un equipo, Val. Quiero estar para ti en todo.
—Lo sé... es solo...
La verdad era que no quería que me viera el labio roto, ni mi pómulo morado. Es por eso que declinaba sus invitaciones, y aunque aún seguía con los golpes, ya no se veían tan graves. Lo único que sí se veía demasiado grave era el hematoma que tenía en mi abdomen.
Sí él lo veía, se iba a dar cuenta de que no me di con un libro.
Pablo notó lo cabizbaja que estaba, me atrajo hacia él y besó mi frente antes de abrazarme.
—Sí quieres huir, hazlo conmigo. Si quieres quedarte, quédate conmigo. Solo, no me alejes —susurró en mi oído.
No supe que decirle; solo actué, capturando sus labios con los míos. Solo fue un corto beso. El corte en mi labio inferior aún me seguía doliendo.
Le abracé y escondí mi rostro en su pecho. Cerré los ojos y me tomé el tiempo de escuchar su ritmo cardíaco, de aspirar su aroma y sentir la calidez de su cuerpo.
Pablo se alejó los suficientes centímetros para besarme, me llenó el rostro de besos y fue bajando por mi cuello. Me congelé al pensar sus intenciones de querer subir de nivel.
—¿Quieres ir a mi habitación?
Una alarma empezó a sonar en mi cabeza.
—No hay nadie en casa, podemos aprovechar —susurraba contra mi piel.
Mi cuerpo reaccionaba a sus estímulos, pero mi mente estaba fría. Pablo no podía verme desnuda. Él lo notaría e iría por Benjamín.
Se metería en una pelea. Y sería mi culpa si Benjamín le hace daño.
—Estoy... estoy menstruando —mentí.
Se separó de mí y acarició mi vientre por encima del hoodie.
—¿Quieres que te haga cariñitos?
Sus dedos se empezaron a hundir en mi abdomen en un intento de hacerme cosquillas. Lo único que provocó es que me doliera.
—Para... —Contuve el dolor—, esos no son cariñitos, Pablo.
—Perdona —se disculpó y besó mi mejilla—. Cuando Aurora está en sus días le gusta más el chocolate, pero como a ti te hace mal, te gusta muchísimo el café. Te voy a preparar uno.
Su café era horroroso. Es por eso que lo detuve. Otras veces me lo tomaba y fingía que estaba rico, pero esa vez no tenía ganas de nada.
—No... mejor me ducho... ¿Me prestas tu baño?
Pablo asintió. Dio un último beso en mi mejilla y luego besó los dorsos de mis manos. Notó que no llevaba el anillo. Su semblante cambió y lo conocía tan bien que supe que muchas interrogantes pasaron por su mente. No dijo nada.
Para evitar problemas, fui yo la que habló.
—Lo llevo en mi collar —Metí mi mano por el cuello del hoddie y saqué la cadena, donde llevaba colgado mi anillo de compromiso—. No quiero que se pierda mientras trabajo.
Además de que sí una fan lo notaba. La bomba que se iba a armar en tiktok.
—Por un segundo pensé que te arrepentías.
—No seas bobo —Besé su mejilla—. Tengo al mejor prometido de toda Barcelona y, que digo Barcelona, de todo el mundo. No me arrepentiré nunca.
💌💌💌
Tomé esa ducha y pude relajarme al fin. Me envolví en una toalla y salí del baño. No me detuve a verme en el espejo. Ver el hematoma en mi vientre me daba recuerdos de ese día. Como me quedé sin aire, pude haber muerto si él seguía.
Me daban escalofríos de recordar.
—Val, te dejé ropa interior en la cama —dijo Pablo—. Te dejaré sola para que puedas cambiarte.
—Vale.
Escuché como la puerta de la habitación se abrió y cerró. Esperé unos segundos y abrí la puerta del baño. Inspeccione la habitación de Pablo. Estaba vacía.
Fui por las bragas que estaban en la cama, me las coloqué y escuché como tocaban la puerta.
—Val, soy yo. Acabo de llegar —Era la voz de Aurora, supuse que acababa de llegar—. Te traje algo de ropa. ¿Puedo pasar?
Volví a envolverme en la toalla y dije: —Pasa.
La puerta se abrió y Aurora entró con una sonrisa tan linda.
—Hola, cuñadita —Dejó la ropa en la cama y depositó dos besos en mi mejilla.
—Hola, Aury.
—Te he traído esta ropa para que elijas, estoy segura que te van a quedar.
—Gracias.
—De nada —Sonrió. Esa sonrisa de los Páez Gavira me mataba —. A y Val, iremos a un restaurante a cenar por el cumple de Gavi; será algo normal, con amigos cercanos y no debes preocuparte por la prensa, será un espacio privado.
—Vale.
—Eliges algo que ponerte —Me dio una mirada de cuerpo entero y sonrió —. Todo te quedará bello.
Sonreí por el cumplido y vi las prendas, vestidos, vaqueros, camisetas, blusas, chaquetas y otros accesorios.
Elegí unos vaqueros color crema, una camiseta manga larga de cuello "v" y botones. Fui a cambiarme al baño. Los vaqueros eran algo sueltos, pero ajustados en partes que favorecen; pasé la camiseta por mi cabeza, luego brazos, y ya cubría mi torso. Era lo suficientemente grande para tapar los colores morados y verdes en mi abdomen.
Sonreí al verme al espejo. La ropa me quedaba bien, pero la palidez de mi piel y el moretón en mi pómulo junto al corte en mi labio me hacían ver tan decaída y muerta.
Pellizqué mis mejillas para tener color en la cara, funcionó un poco y salí del baño. Aurora me seguía esperando, sentada en la desordenada cama de Pablo.
—Pero que guapa —alabó Aurora, se acercó y acomodó el cuello de la camiseta—. Te quedará súper con un cinturón y, creo que eres de mi talla, te traeré unos zapatos. Vuelvo enseguida.
Me guiñó y salió corriendo. La puerta se abrió y se cerró en menos de un segundo.
Me acerqué al espejo de Pablo, se me hacía raro mirarme. La diferencia de hace un año era muy notoria, ya no tenía esa sonrisa.
Miré mi cuerpo, la ropa que llevaba. A mamá le encantaba comprarme ropa, era adicta a eso. Miré mi cuello, la cadenita y el anillo que llevaba colgado. Me quité la cadena, saqué el anillo y lo volví y lo colgué en mi dedo índice de mi mano izquierda. Me preguntó cómo hubiese reaccionado mamá si le contaba de mi fugaz compromiso con Pablo.
Esa noche todo fue tan rápido.
Sus besos, sus susurros. Él quería casarse ahí mismo. Ir a una iglesia, estábamos en Las Vegas, podíamos casarnos.
Pero yo le recordé mi sueño y al final solo nos comprometimos. Le dije que sí.
Hasta el momento solo él y yo lo sabíamos. Sospechaba que también lo sabía su mamá, pues Belén vio el anillo en mi dedo y estaba segura de que lo había reconocido. Pablo me dijo que era el anillo que su padre le dio a su mamá. Tenía un significado. Era valioso en todos los sentidos.
—Ya llegué —Aurora entró a la habitación—. Traje este cinturón, estas botas y bocacines, y también te quedará 10 de 10 con esta chaqueta.
1 hora después ya me encontraba lista, Aurora se ofreció a maquillarme y me maquillo. Le pedí algo sutil y lo hizo. Un maquillaje que cubría mi golpe y me daba color. También me peino; no era de las chicas que tenía ondas definidas, era de las lisas con las puntas que terminaban en pequeñas ondas para nada definidas. Aurora me las definió y yo me encargué de peinarme el flequillo.
—Estás guapísima, mi hermanito se va a quedar con la boca abierta.
—Gracias, en serio...
—No es nada —Aurora me dio una última mirada y sonrió al ver mi mano —. Veo que Gavi te ha dado el anillo de mamá y antes de que me digas una mentira, sé que es el anillo de compromiso de mis padres y lo sé porque siempre se lo veía a mamá y fantaseaba con algún día ponérmelo.
—¿Te molesta que lo tenga? Porque si es así, te lo puedo devolver. Sé que es una joya importante para tu familia y...
Aurora interrumpió mi vómito verbal.
—Tranquila, Val, y obvio que no me molesta; es más, me alegra que te lo dio a ti y no a esas zorras que se quieren colgar de su dinero y fama.
No le molestaba.
Me abrazó y al separarse chilló emocionada.
—¿Ya eligieron la fecha?
—¿Fecha?
—Para la boda.
—No lo hemos hablado aún, él tiene mucho por cumplir y yo una carrera que estudiar...
—Comprendo, de igual forma los años se pasan rápido y en menos de lo pensado ya estarás vestida de blanco —Dio un brinco de emoción —¡Pido ser la dama de honor!
—Te lo iba a pedir en el momento —chilló—. También se lo pediría a Carla.
Pero ella me había dejado en visto.
Me pregunté cómo reaccionaría.
¿Cómo reaccionarían mis amigas?
Carla y Pau estarían igual de emocionadas que Aurora.
Ester miraría el anillo y me diría que hay más lujosos.
—La hora, se me hace tarde. Me voy a alistar, nos vemos en un rato.
—Va.
Aurora salió de la habitación, abrió y cerró la puerta. Escuche un "Hola, hermanito, ya puedes entrar".
La puerta volvió a abrirse, pero esta vez entró Pablo. Sonreí al verle, sus ojos brillaron y su boca se entreabrió.
—¡Que guapa!—halagó, silbando. Se acercó para dejar un costo beso en mis labios y me sujetó de la cintura para pegarme contra él.
Me gustaban sus besos, tenerlo cerca y me encantaba recibir sus cariños. Pero, en ese momento, lo único que sentía era una emoción con dolor, me dolía que me besara, me dolía que me agarra de la cintura y me pegara contra él.
Y yo tenía que ocultar y soportar ese dolor para no hacerlo sentir mal. Esperaba ser buena actriz en ese sentido.
Tuvo las intenciones de agrandar el beso. Se lo impedí y le dije: —No deberías de ya alistarte.
—Un último beso y me voy a duchar.
Deje un suave pico y me aleje por completo de él.
—Anda, dúchate.
—Vale —hizo un mohín y como un niño pequeño entró al baño.
Suspiré frustrada y miré a mi alrededor. No me había fijado que la habitación estaba diferente; estaba desordenada, pero también había cajas y maletas.
¿Se mudaría?
Mi cerebro hizo un clic.
Pablo acababa de cumplir 18. Se tenía que ir de La Masía y ya había sacado sus cosas o la mayoría de ellas.
Era cierto de que ya no vivía 24/7 en las instalaciones. Dormía entre la habitación de sus padres y en la de La masía.
Pablo había estado desde los 11 años. Era un cambio en su vida, era importante y yo no estuve para él.
Miré sus cosas y vi en una de las paredes que tenía colgado el cuadro que le regalé para su cumpleaños número 17. Me acerqué y detallé cada foto. Recordé el día que lo hice, me sentía tan orgullosa de él y me sentí más orgullosa al tomarle la foto en su debut.
Me alegraba por sus logros como si fueran míos.
Di una última mirada al cuadro y empecé a recoger todo el desorden de la habitación. Su ropa tirada, sus tenis, envolturas, era un caos. Tan concentrada estaba que no escuché cuando la puerta del baño se abrió.
—No es necesario que órdenes mi habitación, Val.
Mire hacia él, tenía una toalla alrededor de su cintura. Gotas de agua caían por su torso.
Dejé de verlo.
—Cuando vas a mi habitación dejas un caos. Es justo que cuando yo venga lo deje en orden, ¿no crees?
—Lo volveré a desordenar en la noche —dijo. Alcé la mirada para verlo y sí tenía esa sonrisa burlona en su rostro.
Las mejillas se me acaloraron al ver en cámara lenta como Pablo dejó caer la toalla, dejando a la vista su polla.
Qué confianzas.
Ya le había visto desnudo muchas veces y de igual forma siempre terminaba sonrojándome.
—No me habías dicho que ya te ibas de la masía —Dejé de mirar su polla para mirarlo a los ojos.
—Te lo iba a decir, pero solo me contestabas con un "Aja".
Se dio la vuelta y fue hacia su armario para buscar su ropa.
Mis ojos bajaron a su culo.
No me juzguen.
—Perdona, sé lo importante que es y no estuve para ti.
Pablo volteó a verme y se encogió de hombros.
—Solo es una habitación.
Regresó su vista a mis ojos.
—¿Vas a hacer como si no te importara?
—Es una habitación, Val. Además de que seguiré yendo, no se librarán tan fácil de mí.
—¿Ya has traído todas tus cosas?
—Aún faltan.
—¿Quieres que te ayude?
—¿Quieres acompañarme?
—No tengo nada más importante que hacer, la verdad.
Me encogí de hombros.
Pablo me tiró una de sus camisetas a la cara, me quejé y lo escuché reírse. No le lance de vuelta la camiseta. Iniciaríamos una guerra y ya estábamos ajustados del tiempo. Doblé la camiseta y seguí acomodando el desorden de Pablo, mientras él se vestía.
La cena fue divertida. Estaban algunos de Pablo. El lugar era tranquilo y privado; era uno de los más lujosos restaurantes de la ciudad. Ya había venido antes, en una de esas cenas de mi madre y su trabajo.
Escuché la risa de Pablo y sonreí de inmediato. La sonrisa se me desvaneció al ver a lo lejos a Ester. Estaba sentada en una de las mesas, sus padres estaban con ella. Dejé de mirarla, ella no me había visto.
Sus padres estaban junto a ella. En una cena, era raro de ver.
—Val, ¿en qué piensas? —susurró Pablo en mi oído.
—En nada importante —Besé su mejilla y agarré su mano por debajo de la mesa.
Me vi involucrada en la conversación con los chicos, hablaban sobre fútbol y videojuegos. Gracias a Dios, Sira y Aurora me salvaron, pero no fue por mucho tiempo.
—A ver, no estoy diciendo que la fórmula uno sea mejor que el fútbol —me defendí.
—Dijiste que preferías mil veces una carrera que un partido —señaló Pedri—¿verdad, tíos?
Todos le dieron la razón.
—Pero estoy hablando de mí, de mis gustos. Prefiero una carrera, es verdad.
Recibí abucheos.
—Tu novio es futbolista —replicó Ansu.
—¿Y? Ya era fan de la Fórmula 1 antes de conocer a Pablo —objeté.
—A Val solo le va a las carreras porque babea por los pilotos.
—Hasta tiene a Charles Leclerc de cartón —se burló Pedri.
—Es mentira. Mis abuelos eran fanáticos y los domingos de carrera eran una tradición familiar.
Y yo era la única que la seguía cumpliendo.
—Vale.
—Pero aún no nos dices por qué la fórmula uno es mejor que el fútbol.
—Tío, que no estoy diciendo que sea mejor que el fútbol.
—Mentira, una vez me dijiste que las carreras eran mejor que el fútbol —Se metió Pablo.
Le pateé por debajo de la mesa. Le había dado más cuerda a la pelea.
—Lo dije porque en mi vida había visto un partido.
—Y ahora solo la vez por Gavi.
Razón no le faltaba.
—No puedo negar eso —reí—. Admito que también me gustan. Pero ustedes me causan ansiedad —señalé a los jugadores a lo largo de la mesa.
—El fútbol es mejor —sentenció Pablo.
—Gustos son gustos —dije, queriendo ponerle fin a la conversación.
Seguimos conversando entre todos, hasta que el camarero trajo el pastel de Pablo. Belén le encendió las velas, el número 18 de un color azul y rojo. Le cantamos feliz cumpleaños y volví a susurrarle en su oído:
—Pide un deseo, Pablo.
Sujetó mi mano por debajo de la mesa, me miró por unos milisegundos, sonrió y apagó las velas.
—¡Legalidad! ¡Legalidad! —gritaron los muchachos.
—¡Ya puedes dejar la bici, Gavi!
—Ya puedes sacar el carnet, así dejó de ser tu chofer —dijo Pedri y me reí por ello.
Nuestra mesa era la más ruidosa. Sus gritos y aplausos eran un escándalo total. Dejé de reírme cuando los azules ojos de Ester chocaron con los míos, fue menos de dos segundos, pero su mirada fue lo suficiente penetrante para sacarme de órbita.
—Val...
—Aja...
—¿Quieres pastel?
—Aja...
—Regresa a tu órbita, Valeria Martina —Chasqueó delante de mis ojos.
Le miré y él volvió a preguntarme:
—¿Quieres pastel?
—Sí, por favor.
Su dedo se presionó en la punta de mi nariz, embarrando crema en el acto.
—¡Pablo! —Me contuve de no lanzarle todo el pastel en el rostro.
Pero si hubo venganza, le embarra un poco del betún en su mejilla y labios.
—Estos se siguen comportando como dos niñatos —farfulló Pedri.
—Él empezó/ ella empezó —hablamos Pablo y yo a la vez.
Me limpié con una servilleta y abrí mi boca en una "O" cuando Pablo embarró más betún en mi cara.
—Ahora ya estamos a mano, Val.
—¡Gavi!
Le pateé por debajo de la mesa.
—¡Auch!
Fui al baño a limpiarme el rostro. Me estuve empujando con Pablo, él quería entrar al baño conmigo.
—Este es el baño de las tías, anda al otro.
—Está vacío, puedo entrar.
—Que no.
—Pero, Val —hizo un mohín.
—Ve al baño de los tíos —Lo empujé, riendo y cerré la puerta del baño.
Escuche su bufido.
Lo que quería Pablo era follar en uno de los cubículos. No lo culpaba.
Caminé hacia los lavabos y miré mi rostro en el espejo, mi mejilla izquierda y la punta de mi nariz estaban llenas de dulce. Limpié con una toalla de papel, limpié mi rostro y me quité las gafas para tener mayor acceso. Me acerqué más al espejo y me fijé que ya no había rastro del betún, lo único diferente en mi rostro era el corte en mi labio y el moretón en mi pómulo.
Volví a colocarme las gafas. Disimulaban un poco el moretón.
Traer las gafas puestas era como ver en HD.
Dejé de verme en el espejo al escuchar cómo la puerta de un cubículo se abrió. Por inercia miré hacia el lugar y me encontré con alguien a la que solía conocer. Aparté la mirada y ella hizo como si no me conociera.
Ester se puso a mi lado, la miré de reojo y vi como se retocó el maquillaje, pero también vi como el azul de sus ojos era opacado por lo cristalino de su mirada.
Ha estado llorando.
Y recordé aquellas noches cuando tan solo éramos unas niñas; ella se quedaba a dormir conmigo y yo la abrazaba susurrándole que todo estaría bien, que sus padres no se divorciarían, que arreglarían sus problemas.
Sus padres no arreglaron sus problemas.
Sus padres se divorciaron.
Ella siguió llorando, hasta que dejó de hacerlo. Tan solo contuvo las lágrimas.
Ya no éramos unas niñas.
Ya no éramos amigas.
—¿Acaso quieres una fotografía o un autógrafo? —preguntó airada—. Deja de mirarme.
Bajé la mirada y retrocedí para irme. Con Ester no se podía hablar. Me quedé a mitad de camino y regresé a verla para preguntarle:
—¿Estás bien?
—Qué te importa, chismosa —escupió sus palabras y dobló sobre su eje para verme—. Porque no te vas con tu estúpido y perfecto novio, son el uno para el otro. Un par de imbéciles.
—Solo quería saber si estabas bien.
—Estoy de maravilla —Sus ojos no expresaban lo mismo.
Murmuré un apenas audible "okay" y esa vez sí di media vuelta y me fui.
Seguí pensando en ella. En lo que fuimos, en lo que nos convertimos y en el que seremos.
Sé que era una perra conmigo, pero era imposible olvidar lo que un día fuimos.
—Llegó la traidora —farfulló Balde en son de molestarme.
Me enfoqué en mi presente y perdí mi pasado. Solo por un momento.
Aún no lo perdía por completo.
—Tío, en serio, parecen unos niños —Ellos seguían molestándome por el hecho de que prefería la fórmula uno antes que el fútbol.
Siguieron molestando y yo me defendía. Los hice cabrear una que otra vez y fui rescatada por Sira, quien cambió la conversación y me invitó a ir a una de sus competencias de equitación.
Aún no se Acababa el día y decidieron ir a seguir la celebración en la casa de Pablo. En el lobby, me volví a encontrar con Ester, salvo que esta vez iba junto a sus padres y ellos sí me vieron.
—Valeria, cariño —La madre de Ester beso mis dos mejillas—. Mírate, que guapa estás. Radiante, bella, has de tener a muchos tíos detrás de ti.
—No, solo uno le hace caso y es ese que viene hacia acá —dijo entre dientes, Ester. Sentí como Pablo se puso a mi lado, su mano agarró la mía—. Hola, Gavi.
—Hola —dijo a secas mi novio.
La madre de Ester inspeccionó a Pablo, era ese tipo de mujer tan elegante y llena de bótox.
—¿Eres el novio de Val?
—Lo soy.
—Eres muy apuesto, tú y Val se ven divinos.
—Muy divinos —ironizó Ester.
—Clara, Ester, el coche nos espera —Se hizo presente el padre de Ester, el señor Belmonte. Lo conocía, de niña me daba miedo. Sus azules ojos me miraron—. Valeria, qué sorpresa —Miró a mi acompañante. Y como todo hombre amante del fútbol, lo reconoció y por primera vez lo pude ver sonreír—.Gavi, futuro capitán. Chaval, te importaría una foto.
Vi como Ester rodó los ojos y Pablo de una manera amable asintió. Me hice a un lado y me ofrecí a tomarles la foto.
—Papá, ¿no tenías apuro por irte? —preguntó Ester, malhumorada.
Su padre la ignoró y estuvo platicando unos segundos con Pablo. El tema, fútbol.
—Papá.
—¿Tu novio es una especie de celebridad? —me preguntó la mamá de Ester, mirando a su exesposo y a mi novio.
Yo no fui la que le contestó.
—Mujer, si es una joya del Barça.
—Hombres y el fútbol —Rodó los ojos y se acercó más a mí para agarrarme de la mano y con total confianza del mundo me dijo—Lamento lo que le pasó a Martina, Val —Me dio esa mirada de pena que todos me daba al mencionar a mamá y luego me dijo—. Si piensas irte del país, no dudes en visitarme en Londres, mi hogar está abierto para ti, mi dulce niña —Acarició mi mejilla—. Si tan solo Ester hubiese salido como tú, tan linda, tan perfecta, así no estaría metida en el gran problema en el cual se ha hundido.
Y ahí lo vi de nuevo. Como los ojos de Ester se aguaron, me dio una sonrisa agridulce y dijo:
—Perdona por no salir perfecta —Sus tacones resonaron y chocó su hombro con el mío.
—Esta niña es una maleducada.
Miré como Ester se fue corriendo y yo olvidé toda aquella mierda que me tiró. Corrí detrás de ella.
—Ester —La llamé al entrar al baño.
—¡Vete!
Estaba ahí, apoyada en el lavabo con el rostro rojo y lleno de lágrimas. Me acerqué a ella.
—¡Vete!
—No le hagas caso a Clara —Me puse a su lado.
Sonrió sarcástica.
—Lo dices porque eres la perfecta.
—No soy perfecta.
—Mamá no piensa lo mismo.
—No soy perfecta, Ester. Acaso no me decías que era una ñoña desaliñada.
—Lo eres y aun así eres perfecta, perfecta para mi mamá, la perfecta hija que siempre quiso, a la que todo le sale bien, la que tiene al chico perfecto.
Se notaba que ella había dejado de estar presente en mi vida.
—No es así.
—¡Lo es! ¿Sabes? Hice esta cena porque tenía algo importante que decirles a mis padres, se los dije. Papá no quiere tenerme más en su casa. Pensé que mamá me llevaría a Londres con ella y me diría que todo estaría bien, que me ayudaría con este problema, pero no. Me dijo que no tenía espacio para mí en su departamento, pero llegas tú y te ofrece su hogar. Yo soy su hija y no me quiere con ella —En ese punto, su rostro estaba empapado de lágrimas.
No supe qué decirle.
Se sentía dolida y yo era la causante gracias a su madre.
—¿No dirás nada? —Bajé la mirada—¿Ni me preguntarás por mi problema?
—¿Me lo dirás?
—No... —Limpió sus lágrimas—. Pero, de igual forma te enterarás, Carla es una bocaza que te lo dirá.
Carla...
Ella ni me hablaba.
—¿Qué es lo que sucede? Sé que no somos las mejores amigas en este momento, pero te puedo ayudar en algo...
—Estoy embarazada —Sus dos palabras me dejaron en shock.
—¿Qué?
—Que tengo un puto feto en mí. Joder —Sé limpió las lágrimas y más empezaron a salir—. No quería esto; mis padres no quieren saber nada de mí, no quiero esto. No quiero un bebé. ¡Tengo 18! ¿Por qué mierda me pasa esto? No lo quiero.
Sin saber qué hacer o decir miré hacia ambos lados. El tema de los embarazos era algo serio para mí y más cuando se trataba de un embarazo adolescente. Yo fui un embarazo adolescente. Mamá no me planeó y de igual forma me brindó todo el amor del mundo.
—Lo voy a abortar —Regresé a mirarla y ella añadió—. Y no me vengas con un sermón, porque me dará igual.
—No te juzgaré. Es tu decisión y si me lo permites, yo te apoyaré —Mi mano buscó la suya, su tacto era frío y sus manos suaves.
—No dejaré de ser una perra.
—Ya me he acostumbrado a ello.
Quise darle un abrazo, pero, me detuve en ello. Solo le di un apretón y sonreí confortándole.
Nos mantuvimos en silencio por unos largos minutos. No solté su mano y me quedé a su lado. Le mostré mi apoyo y ella lo aceptó.
Las cosas entre nosotras no estaban bien desde hace mucho. Al principio yo no lo aceptaba, por miedo a dejar ir una amistad de años, pero luego entendí que Ester era una gran grieta en mi vida y ya tenía muchas. Yo fui la que me alejé para quedarme con el recuerdo de una bonita amistad, pero ella no me dejó y solo agrandó más la grieta.
Y con todo el daño que causó en mí, yo sí me quedé a su lado.
Salimos del baño y vi que Pablo era el único que nos estaba esperando. Los padres de Ester se fueron.
—Ya me lo suponía.
—¿Si quieres te podemos llevar a tu casa?
—El niñato de tu novio no sabe manejar.
—Pero tiene coche y uno de sus amigos lo maneja —Me acerqué a Pablo y se lo pregunté—¿Podemos llevar a Ester a su casa?
Pablo no dijo, pero la cara de culo que puso fue suficiente para dar una respuesta.
—Olvidalo, tomaré un taxi.
Ester empezó a caminar y yo la quise perseguir. Pablo me lo impidió.
—¿Qué haces? —Me zafé de su agarré.
—Es mejor que se vaya sola.
—Pero...
—Te hará daño Val.
—No lo hará...
—Lo dices porque tienes un corazoncito de pollo que confía en todos —Besó mi mejilla—. Pero Ester no es una buena amiga y tú lo sabes.
No era buena amiga. No era una buena persona. Era la diferencia entre nosotras.
—¿Vamos a casa?
—Vamos a casa.
Fuimos al parking donde nos estaban esperando.
Subí al coche y Pablo subió a mi lado.
Saqué mi móvil y le mandé un mensaje a Ester.
Me:
Me avisas cuando llegues a casa
Guardé el móvil y vi como Pablo se asomaba por encima de mi cabeza para ver lo que escribía. Se hizo el disimulado al ver que lo noté.
Recibí una respuesta por parte de Ester y guardé el móvil.
Al llegar a la casa de Pablo, los demás ya nos estaban esperando.
—No hagan un caos—advirtió Belén a los muchachos.
"Caos" era lo último que faltaba en una fiesta adolescente.
Los chicos tomaban cerveza y jugaban al play.
—¿Qué equipo es ese? —le pregunté a Pablo, quien me entregó el mando.
—Es el Real Madrid, Val —Elegí al equipo, en verdad me daba igual a quien elegir—. Pero, Val ¿Por qué eliges ese? —preguntó como si fuera la peor traición de todas.
—Shhh
—¿Preparada para perder, pequeña? —preguntó un confiado Pedri a mi lado.
—Ya quisiera.
No tenía ni idea de lo que hacía, pero milagrosamente era buena en ese juego. Pablo no dejaba de gritarme en el oído, según él dándome "consejos" no entendía ni un pepino de lo que me decía.
—¡Chuta, Val! ¡Chuta!
¿Qué chuto?
Solo presioné el botón y vi como la pelota entró al arco.
Grité.
—¡Mi novia es la mejor!
Los brazos de Pablo me alzaron y gritó como un loco llenándome de besos en la mejilla.
Seguimos jugando y le ganaba a cada amigo de mi novio, Ansu, Balde, Ferran, Mario, Alejandro y por último me tocó Pablo.
Yo iba ganando y en una de esas, Pablo en un movimiento rápido me quitó el mando e hizo una de las suyas.
—¡Eres un tramposo! —grité cuando vi que él había ganado.
—Solo fue una ayudita —Se defendió.
Rodé los ojos y le enseñé mi dedo de enmedio.
Fingí molestia y me fui. Lo escuché como me llamo.
—¡Eres una mala perdedora!
Y él es un tramposo.
Fui a su habitación en busca de mi mochila. La encontré y saqué la pequeña bolsa aterciopelada, la abrí y entre mis dedos tenía el anillo perteneciente a mi abuelo materno.
Era el anillo de compromiso que tuvo con mi abuela. Era la promesa de una vida juntos hasta la muerte.
Pablo me había dado el anillo de compromiso de su madre y abuela, me prometió una vida junto a él y me dio esa joya tan preciada para su familia. Era justo que yo también le diera una de las joyas de mi familia, así ambos nos prometíamos una vida juntos.
Guardé el anillo en la bolsa y salí de la habitación, no sin antes agarrar la otra carta que escribí para él.
A los 17, bueno, casi 18, sonaría como una locura decir que nos hemos comprometido. Era una locura, era nuestra locura.
Regresé a la primera planta y busqué a Pablo con la mirada.
—¿Has visto a Pablo? —Le pregunté a uno de sus amigos.
—Le vi irse a la cocina.
—Gracias.
A pasos apresurados fui a la cocina, la puerta estaba entreabierta y por esa rendija vi a una sonriente Cayetana y a Pablo de espaldas.
Ella le estaba abrazando y por alguna razón, mi corazón sintió una punzada.
Mis ojos estaban viendo solo un abrazo, un abrazo que solo era de "amigos" eso creía.
Pero ¿Por qué me dolía?
Porque no sabía lo que pasó entre ellos dos. No sé lo pregunté a Pablo, porque tenía miedo de saber la respuesta.
Retrocedí y me alejé.
Fui a esconderme en el jardín, me senté en una de las tumbonas y saqué mi móvil.
Entré a Instagram y la busqué.
Cayekaer
Era tan linda. Rubia, ojos azules. Había subido una historia y sé que si la veía quedaría expuesta ante ella. Pero, la curiosidad me ganó.
La historia había sido subida hace cinco minutos, era una foto de ella y Pablo.
Y ponía "feliz cumpleaños, Bombón".
Me moría de celos y odiaba eso. Odiaba sentirme menos y poca cosa, odiaba pensar que Pablo se acostó con esa chica. Odiaba imaginarme que él me dejaría por ella.
No sé cuánto tiempo estuve afuera, pero sí sé que me la pase pensando y muriéndome de celos. Apagué mi teléfono y me eché en la tumbona, miré el oscuro cielo.
Era verdad que tu peor enemigo era tu propia mente.
—Val, aquí estás —Pablo me arrimo para echarse a mi lado, la mitad de mi cuerpo salía y es por eso que me senté, él también lo hizo.
—¿Sucede algo?
—Necesitaba un poco de aire —murmuré.
Hice como si nada pasara y me convencí de ello. Debía de dejar atrás mis celos, después de todo yo era su novia.
Alguien que me dé la posición para dejar de sentir celos
—Pablo...
—¿Si?
—Tengo algo para ti...
—¿Para mí?
—Sí. Es... —Metí la mano dentro del bolsillo de mi chaqueta y saqué la bolsita. Miré a los ojos marrones de Pablo, mis dedos abrieron la bolsa y enseñé el anillo—. Es para ti... era de mi yayo.
—¿De tu yayo? Pero, Val. Sé lo importante que era para ti, no puedo aceptarlo.
Agarré su mano derecha y deslicé el anillo por su dedo índice.
—Es tuyo. El abuelo me lo dio a mí y me dijo que se lo diera al chico que creará mariposas en mi estómago —acaricié su mejilla—. Tú eres ese chico, Pablo.
Su mirada me hacía olvidar todo. Todos los problemas, todas mis grietas.
Quizá era la causa principal del porqué no sanaba. Él me hacía olvidar, pero cuando él se iba, todo volvía.
Y yo no me daba cuenta de ello, o al menos no en ese momento.
Nos fundimos en un beso, hasta que él se separó y miró hacia el cielo. Busco algo y al no encontrarlo me vio a los ojos.
Volvió a besarme, solo unos segundos. Hasta que un fuerte sonido nos hizo separarnos.
Por inercia miré hacia el cielo, se había llenado de luces. Fuegos artificiales se pintaban en lo alto, era un bello espectáculo.
—¿Es un día festivo y yo ni enterada? —Le pregunté a Pablo, sin dejar de ver los colores brillantes en el cielo.
No era común ver fuegos artificiales por estas fechas, los fuegos artificiales eran en navidad, año nuevo, y alguna que otra actividad.
Pablo acarició mi mejilla y me hizo verle a los ojos.
—Val, ya es media noche.
—¿Y?
Sus labios impactaron contra los míos y susurró entre el beso —Feliz cumpleaños, Val y sí, los fuegos artificiales son por ti.
Feliz cumpleaños mamá.
<333
Holiii ¿Cómo están?
Cuentenme que les pareció el cap
🥰🥰🥰Manifestemos un novio que encienda fuegos artificiales por nuestro cumpleaños 🥰🥰🥰
POR FAVOR 🙏 si les ha gustado no se olviden de comentar y votar.
Recomienden la historia para que crezca y más personas conozcan a Val 🥰
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