15: Cielo e infierno

1 de enero, 2022

Muchas personas inician año nuevo debajo de una mesa para conseguir novio. Lo hice una vez, conseguí un patán, meses después conseguí al chico con el que todas sueñan.

Este año lo inicié con el mismo chico de ensueños. Lo iniciamos, besándonos, follando y abrazaditos.

Era un muy buen inicio de año.

Ese encuentro candente en el elevador fue lo primero en la noche, lo continuamos en la habitación. Susurros, caricias, besos y corazones acelerados.

Me había despertado hace unos treinta minutos. Gavi estaba a mi lado, durmiendo como un bebé. Cabe destacar que al despertar me tenía abrazada como un niño a su juguete preferido o mejor para él, a su balón preferido. Logré zafarme de sus brazos y me mantuve viéndolo por unos segundos. Su expresión relajada a dormir, sus rosados y finos labios entreabiertos. Besé su mejilla y tracé un sendero con sus lunares.

No me apetecía salir de la cama, quería quedarme unos minutos más. Me quede junto a él y jugué por unos minutos con uno de sus mechones castaños. Decidí ponerme a leer, continuar con la historia. Estiré mi cuerpo y rodé en el lado de mi cama para alcanzar el libro que tenía en la mesita noche. También agarré mis audífonos y me puse a escuchar música mientras leía boca abajo teniendo mi libro en la almohada.

Leí unos cinco capítulos hasta que sentí como unas manos acariciaron mi espalda. Sonreí sin mirar a mi acompañante. Deje de leer al sentir sus manos agarrarme de la cintura y dejarme sobre él. Seguía desnuda y él también. Nuestras miradas se entrelazaron en un juego travieso de complicidad. En esos instantes fugaces, las chispas de coquetería bailaban entre nosotros, tejiendo un lenguaje silencioso de atracción. Una de sus manos estuvo en mi espalda baja, mientras la otra encontró la mía y la guio hasta sus labios para darme un costo beso.

—Buenos días.

—No son nada de buenos cuando interrumpes mi lectura —Me sonrió travieso y me fue empujando con su mano. Mis senos chocaron con su pecho desnudo, las puntas de nuestras narices rozaron, mi respiración era acelerada al igual que mi corazón y mi piel ya empezaba a erizarse. Dejó un beso en la punta de mi nariz y luego otro en mis labios—. Esos si son buenos días.

Lo besé suave. Y antes de que él intensificará el beso, me baje de su torso y me puse al otro lado de la cama. Oí su bufido y me reí por el puchero que hizo. Cerré el libro y mordí mi labio para no reírme de su cara amargada.

—Tomaré una ducha —avisé enredando mi cuerpo en la sabana. Cubriéndome me puse de pie y miré a Pablo en la cama, desnudo como dios lo trajo al mundo.

No miré su... su entrepierna. Ya me dolían demasiado las piernas de tan solo recordar.

—Voy contigo —Él se puso de pie de inmediato y propuso acompañarme. Su respuesta rápida fue como un destello de entusiasmo y una sonrisa traviesa.

«Acepto. Donde firmo» Fueron mis pensamientos al pensar en ducharme con él. Aunque estuve tentada de aceptar, mantuve la compostura y me negué.

—No, porque sé que quieres otra cosa —señalé y su mirada se volvió coqueta, un destello travieso que bailó en sus ojos, y puedo percibir el deseo de llevar las cosas a otro nivel—. Además que ya no tienes condones y no queremos un niño por ahí.

Pablo apoyo su espalda en la cabecera de la cama y con total picardía y atrevimiento habló:

—No podemos follar, pero podemos hacer otras cosas.

«¿Otras cosas? Acepto.»

Intentó ocultar la tentación. Junté mis labios en una fina línea y con una sonrisa sarcástica, dije:

—No te la voy a chupar —Lo miré a los ojos y luego bajé la mirada a su joya. Mordí mi labio inferior y regresé a mirar sus orbes castaños—. Bueno tal vez sí.

Dejé caer la sabana, quedando desnuda sin una pizca de vergüenza. Le di la espalda y regresándolo a mirar en un ademán de invitarlo a seguirme. Esta demás decir que él me siguió.

Nos duchamos, nos besamos, le comí la polla y él hizo maravillas con sus dedos, jugamos con el agua y al secarnos, retarnos en una carrera, bajamos a desayunar.

Lo miré de reojo en el ascensor, él también me miró de la misma forma. No leía mentes, pero estaba segura de que estaba pensando en lo que hicimos hace unas horas en ese lugar. Yo también lo estaba pensando. De tan solo recordar me ponía. Las puertas del ascensor se abrieron, Gavi se puso la capucha de su polera en caso de que alguien lo reconociera. Aunque a estas horas del primero de enero, no creo que haya personas en el comedor, muchos han de seguir durmiendo o perdidos en la resaca. Al llegar al restaurante del hotel, vi que tenía razón. No había muchas personas.

Gavi me agarró de la mano y fuimos a tomar desayuno. Necesitaba una buena dosis de café.

—¿Regresarás a Barcelona?

—Debo. Mañana tengo entrenamiento —me respondió al sentarnos en una de las mesas más apartadas —¿y tú?

—¿Yo?

—¿Cuándo regresas?

—El instituto empieza el 9, supongo que regresaré el 8 —contesté. Ambos sabíamos que estaríamos distanciados unos días, pero lo bueno es que estábamos más juntitos.

—Ya es tu último semestre, alumna ejemplar.

Bajé la mirada por lo último que dijo. No tenía ni un pelo de alumna ejemplar. Es más estaba colgando de un hilo entre pasar o desaprobar.

No sé si estuve pérdida por un corto periodo de tiempo o si Pablo notó mi cara de pena que me preguntó:

—¿Estás bien? —Sentí su mano en mi quijada, en un movimiento suave me hizo alzar la mirada.

—Bien... —susurré —, es solo que... —Hice una mueca—... Estoy mal en algunas materias... ya no soy una "alumna ejemplar".

Acarició mi mejilla y me regaló una de sus sonrisas que alegraban mis días.

—Ahora eres una "alumna desastrosa" —bromeó robándome una sonrisita. Me besó la mejilla—. Te puedo ayudar a estudiar.

—No, no importa.

Sabía que tenía partidos importantes. Yo no podía ser una distracción.

—Puedo hacerlo.

—Tengo a Carla, ella me ayudará.

No era cierto. No me hablaba con ella desde el pequeño incidente del 24. Ella me escribió. Yo no contesté.

—Vale, pero si quieres una ayuda extra me puedes llamar —Se acercó con una mirada pícara y en mi oído susurró —. Puedo enseñarte anatomía humana.

La forma ronca y sexy en la que hablo, me hizo sonrojar. Expuesta lo pateé por debajo de la mesa.

—¿Indirectamente me estás diciendo que quieres una cita para tener sexo?

La coquetería se refleja en sus labios, bajo la mirada riéndose y vacilante dijo:

—Val, eres una mal pensada.

Abrí mi boca indignada, le iba a tirar una servilleta y a defenderme diciéndole una que otra cosita que lo hiciera poner rojo. Pero, me detuve cuando el camarero vino a dejar lo que habíamos pedido y luego le pidió una foto a Gavi y su autógrafo. No paso desapercibido después de todo.

Al terminar decidimos regresar, ir a la habitación a pasar el tiempo juntitos hasta que sea el momento de que salga su vuelo. Para nuestra pésima suerte nos encontramos a mitad del lobby a Manú. Sentí la incomodidad de Gavi, su cara de culo era muy expresiva.

—Te ves como si te la hubiesen mamado —Manú le dio una falsa sonrisa a Pablo y luego me miró y me tendió el collar que tire ayer en el elevador—. Se te cayó.

Manú sonrió narcisista.

Dudosa e incómoda acepté el collar. No debí de hacerlo, pero, pensé que así se iría rápido. Error. Manú, me miró a mí y luego a Gavi, así sucesivamente hasta que se detuvo en el castaño y sin nada de respeto habló —Me la comió a mi primero.

Sonrió falso y con unas inmensas ganas de cabrear a Gavi. Lo miré, apretaba su mandíbula y supe que tenía que actuar antes de que hiciera una locura, como golpear a Manú y aunque él se lo merecía, Gavi no. No necesitaba un escándalo.

Lo agarré de la mano. Fuerte, pero, eso no fue suficiente y aunque Manú le sacaba una cabeza de altura, no fue impedimento para que Gavi chocará bruscamente su hombro con el de él al pasar por su lado.

Jalé su mano.

—Ignóralo. Lo hace para cabrearte.

Y lo logró. A él lo cabreo. A mí me incomodo.

Gavi seguía con la mirada fija en Manú, este se alejaba victorioso. Aun así, Gavi no le apartaba la mirada era como si lo fuera a matar con tan solo verlo.

Me acerqué a él, jalé su mano y con mi otra mano palmeé sus mofletes.

—Quita esa cara —pedí. Gavi seguía con su ceño y quijada fruncida—. Anda, quita esa cara de culo.

Él dejó de verlo para verme. Seguía sin liberar la tensión en sus cejas y quijada. Quise besarlo para que se le pasara esa notoria expresión, pero no me confiaba en que personas vieran y nos tomarán una foto.

Es por eso que jale uno de sus castaños mechones, algo fuerte para que dejara esa cara de culo.

—Ignóralo.

—Odio que cada vez que lo encuentro debe de mencionar esos "detalles", es un hijo de puta —habló cabreado—Y tú no lo niegas.

No podía negar algo que era verdad. Ni siquiera quería recordarlo. Fue uno de mis errores, dejarme engañar por él.

—Pablo...

Paso sus manos por su cabeza y me atrajo hacia él.

—Olvídalo, Val. —Me abrazo, envolviéndome en su seguridad. Él sabía que hablar de Manú me ponía de nervios y no porque seguía sintiendo algo por él. Más bien era porque me hacía recordar lo tan ingenua que fui, los muchos errores que cometí y como deje que se aprovechará de mí.

A veces deseaba retroceder el tiempo y cambiar algunos aspectos de mi vida, como no dejarme convencer por Manú, no caer en sus tontos encantos. Sin embargo, al reflexionar, me doy cuenta de que si lograra cambiarlo, tal vez nunca hubiese conocido a Pablo. Las cosas suceden por algo, cada pequeño aspecto está conectado y si alteras algo, la historia podría llegar a ser diferente.

—Vamos arriba —pedí.

—Vamos.

Pablo miró a ambos lados, se aseguró de que no hubiera nadie viendo y plantó un pequeño beso en mis labios.

—Te quiero —susurró y paso sus dedos por mi mejilla. Ese "te quiero" fue como un abrazo a mi corazón.

Abrí mis ojos y él me veía con un brillo en los orbes junto a una sonrisita en los labios. Sonreí, pero, dejé de hacerlo al ver por encima del hombro de Pablo a Benjamín. Miraba fijo hacia mí, una mirada espeluznante, esa que gritaba un regaño asegurado.

Pude leer como sus labios dibujaron un: "VEN" se le veía molesto y aunque era miope juraba que podía ver su vena palpitar.

—Me esperas arriba —Me separé de Pablo y le señalé con la mirada al hombre que estaba a cargo de mí. Pablo volteó y vio al susodicho—. Benjamín quiere hablar.

Pablo alzó la mano, saludándolo educado. Todo lo contrario a Benjamín quien lo ignoró.

—Anda buscando una película —le pedí, él asintió y avanzo hacia el elevador. Yo hice lo mismo, salvo que me dirigí hacia Benjamín. Mi padrastro de una manera brusca me agarro de la muñeca y empezó a tirar de mí hasta llegar al comedor y sentarme en una de las primeras mesas.

—¿Qué hace ese muchacho aquí?

Me encogí de hombros y preparada para mentir.

—Me lo encontré en el lobby.

—Mentirosa.

No lo negué. No dije nada y eso irritó más a Benjamín. Apretaba la mandíbula, se le notaba la vena en la sien, palpitaba como si fuera a explotar.

—A media noche no contestabas el móvil ¿Qué hacías?

Dándome con Pablo como cajón que no cierra.

«Follando»

—Durmiendo. Me dolía la cabeza.

«Las piernas más bien»

Más te vale Valeria —masculló entre dientes—, y no hagas planes para hoy. Saldrás con Manú.

—¿Con Manú? —pregunté con un tono indiferente.

—Sí.

—¿Es una broma? Una broma de mal gusto.

—No, no lo es —estableció—. Él Ayer, luego de tu desplante, se acercó a mí y me pidió permiso para que hoy fueran a dar un paseo por la ciudad.

—No sabía que estábamos en el siglo 19 —ironicé y me puse de pie—. Y no, no iré.

Iba a alejarme a grandes zancadas. Pero, él me detuvo y de una manera agresiva y brusca me jalo de la muñeca, volviéndome a sentar.

—¡¿Qué te pasa?!

—¡Iras con él! —Alzo la voz y tuvo suerte de que no hubiera gente, porque ese grito hubiese llamado la atención.

Abrí mi boca para dejarle en claro un gran "NO" pero me detuve al ver a los padres de Manú acercándose a nosotros con una feliz sonrisa.

—Buenos días —saludé.

Ellos se acercaron y me dieron dos besos en las mejillas.

—¿Ya desayunaron? O llegamos a tiempo.

Me puse de pie y sintiendo la pesada mirada de Benjamín, hablé: —Ya lo hice, y sí me disculpan iré a descansar me duele un poco la cabeza.

Me alejé, sobando mi muñeca. Llegue a la habitación, donde Pablo me esperaba a fuera. No tenía la tarjeta de acceso. Al llegar a donde él estaba, le besé. Él era lo que yo quería.

Manú y Benjamín podían irse a la mierda.

Dejé de besarlo y saque la tarjeta del pantalón de mi bolsillo. Abrí la puerta y regrese a por Pablo, lo agarré del cuello de su camiseta y lo atraje hacia mí. Lo besé. Entre a la habitación, sin dejar de besarlo, él me seguía el beso. Ambos nos comíamos la boca como si el mundo se acabará mañana.

Estuvimos así, besándonos, riéndonos y dándonos cariñitos. Era el mismísimo cielo estar con él.

Pero ya tenía que irse y aunque quisiera retenerlo a besos, ambos sabíamos lo importante que eran los entrenamientos para él.

—Me escribes cuando llegues —Besé su mejilla—. Nos vemos en unos días.

Pablo me besó —Ya te extrañó y compraré condones.

Sonreí y pase mis brazos por sus hombros.

—Me robaste las palabras, Gavira.

«No es lo único que robo»

—Te veo en unos días —Dejé un piquito en las comisuras de sus labios.

Me quedé sola en la habitación luego de que Pablo se fuera, estuve como una hora leyendo hasta que llegó una parte cursi que me hizo morirme de la ternura. Deje de leer, por la mera razón de que estaba igual que la protagonista, tratando de asimilar la bella situación. Miré la habitación. Estaba un tanto desordenada. Se notaba que Pablo había estado en estas cuatro paredes. Era un huracán. Se me vivo lo de la noche anterior, lo que me dijo, sus besos y esos lindos momentos llegaron junto a la pregunta "¿Qué éramos?"

Para dejar de pensar en ello, acomodé la habitación. No esperé al servicio de limpieza y tendí la cama, acomode las almohadas y tire a la basura los envoltorios de los condones que usamos. Recogí el vestido de anoche y me encontré con la mangalarga de Pablo. Se la había dejado.

Acerqué la prenda a mi nariz. Olía a él. Me quité la camiseta que llevaba y me puse la mangalarga. Su aroma me invadió y era como estar siendo abrazada por él.

Me eché en la cama y agarré mi móvil. Entre al chat de Pablo y rápido moví mis dedos por el teclado de la pantalla.

ME:

Te la has dejado

📷




Continúe leyendo hasta que me rugió la barriga. No me apetecía bajar, por lo que pedí servicio a la habitación. Llegó un momento en donde mi teléfono estallaba en llamadas, veía que se trataban de Manú y Benjamín. Los ignoré y apagué el móvil. El silencio que gané fue una oportunidad para quedarme dormida, una razonable excusa para no tener que ir a esa "cita" con Manú. Los siguientes días fueron lo mismo, insistencias, indirectas y yo me excusaba usando la vieja confiable, la que nunca falla "no me siento bien, estoy con cólicos menstruales". Eso fue lo malo, pero también hubo algunos buenos aspectos, como los 30 minutos diarios en los que hablaba con Gavi por las noches.

Los días pasaron y ya era hora de volver a Barcelona. El vuelo salió temprano, tenía a Benjamín a mi lado, se le veía molesto desde que lo vi hablar con Carlos. En ese momento no supe de que, pero, por su cara intuía de que se trataba de algo grave que le molestaba a tal punto de irnos del hotel sin despedirse de la querida familia Benavet.

No dijo ni un pío en todo el viaje, no me regañó, ni nada por el estilo. Algo raro. Al llegar a casa, no había nadie, ni Margarita, ni Dany, me pareció raro, ellos siempre se quedaban a cuidar la casa cuando nos íbamos de viaje. Intenté preguntárselo a Benjamín, pero el me dejó con las palabras en la boca y fue a encerrarse al despacho.

Conocía a Benjamín desde hace años, mamá me lo presentó como su amigo, meses después me di cuenta que era un amigo que pasaba demasiado tiempo con nosotras. Le pregunté a mamá si él era mi nuevo papá, tan solo tenía 10 años cuando me dijo que él no podía remplazar a mi padre, pero que si yo quería, lo viera como mi segundo papá, un mejor amigo. Un año después, se casaron. Vino a vivir a la casa, desayunamos, almorzamos y cenamos juntos, él se acercó a mí, me caía bien. Hacía a mamá feliz, éramos felices. Él la amaba. Tenía una pequeña familia. Mamá, Benjamín y yo.

Ahora solo éramos nosotros dos y sospechaba que yo estaba sola.

Todo cambio.

Subí a mi habitación. Estaba en orden, todo en su lugar. Deje las maletas en una esquina, lo acomodaría mañana en ese momento solo quería descansar y hablar un rato con Gavi. Quería verlo, aunque sea un ratito.

Con teléfono en la mano, me eché en la cama y entre al chat de Pablo. Escribí un "Podemos vernos" pero no le di a enviar al escuchar el sonido de un cristal haciéndose añicos. Deje el móvil y corrí hacia el lugar donde provenía el sonido, era el despacho de mamá, ahora era el de Benjamín. Me acerqué y toque la puerta, no escuché respuesta, igual entre sin tocar.

—Escuché el sonido de algo rompiéndose ¿Todo está bien?

Busqué a Benjamín con la mirada, lo encontré junto al escritorio. Su rostro no expresaba nada y su mirada estaba vacía. Seguí lo que miraban sus ojos y me tope con el retrato de mi madre y mío, ambas sonrientes, cabellos castaños, ojos marrones, dos gotas de agua. Ese cuadro ya llevaba algunos años, la abuela nos obligó a hacerlo antes de que falleciera, dijo que era una tradición en la familia. El cuadro seguía igual a la primera vez que lo vi, pero algo estaba diferente. Una gran mancha de un líquido iba descendiendo por toda la pintura de mamá, las gotas se deslizaban hasta llegar al piso donde los restos de una botella estaban dispersos. Olía a alcohol.

Miré a Benjamín y me fijé que tenía un vaso con licor en una de sus manos.

—¿Qué paso? —pregunté. Aunque era obvio, no era estúpida, el había arrojado la botella. Pero ¿Por qué?

¿Qué era lo que estaba pasando? 

A grandes zancadas se acercó a mí. Una ola de frío golpeó mi cuerpo.

—¡Pasa que la puta de tu madre no, nos ha dejado ni un centavo! —Di un respingo al escuchar su fría y fuerte voz.

Mis músculos se tensan, quedo paralizada del miedo. Sus ojos clavados en mí y la manera en la que sostenía el vaso, tan fuerte que las venas se le notaban. Mantenía una presión que en cualquier segundo, parecía que rompería el vaso.

—Mamá no haría eso —susurré con un ligero temblor en mi voz.

—¿No le haría eso a su princesita? —preguntó irónico y agrio. Le dio un trago a su vaso y camino hacia el escritorio. De mala manera agarro unos papeles, dio media vuelta y al llegar a mí me los tiro contra mi pecho, su golpe me hizo retroceder un paso —. Son los gastos de tu privilegiado instituto, miles de euros y los estados de las cuentas bancarias. Notarás la diferencia —Revisé los papeles y sí, había una diferencia. No sabía con exactitud cómo leer ese tipo de documentos, pero los números estaban claros.

—Debe de haber un error... si hablamos con Carlos...

—¿Y que crees que he estado haciendo? —Alzo la voz y me arrancho los papeles. Retrocedí un paso —Soportándolo a él y a su estúpida familia todos estos días, ¡tratando de llegar a algo, que nos ayude! ¡Y tú!, tú haciéndoles desplantes a él, a su esposa y al imbécil de su hijo! —gritó y tiró el vaso contra el piso, el cristal sonó al romperse en miles de pedazos.

Di un salto en mi lugar, aterrada. Mi cerebro me pedía a gritos salir corriendo, pero mis piernas no se movían. No podía reconocer a Benjamín. Ese hombre que empezó a aventar, todo objeto a su alrededor, no era el mismo al que mamá me presentó hace unos años. No era ese señor que hacía feliz a mi madre. Era diferente, algo en su mirada, en su voz. Quizá algo había cambiado o quizá se le cayó la máscara y dejó ver lo que siempre fue. Un hijo de puta.

No me moví. Tenía miedo. Quería cerrar los ojos y pensar que era una pesadilla y que se terminaría pronto al despertar, pero la pesadilla recién iniciaba.

Retrocedí un paso, sentí los cristales bajo las suelas de mis zapatos. Trague saliva al tener de vuelta la mirada de Benjamín. Se acercó y me agarro fuerte de la muñeca al ver que intente salir corriendo.

La presión en su mano me quemaba.

—Soporte sus estupideces por más de cinco años, soporte todos tus caprichos, los caprichos de ella, le di todo ¿y para que? ¡Para nada! ¡Se muere y no me deja ni un centavo! ¿Pero que? ¡QUIERE QUE LE CUIDE A LA PUTA DE SU HIJA!

Lo siguiente que paso fue tan rápido que ni tiempo de gritar me dio. Aún lo seguía procesando, el sentir la liberación de mi muñeca y luego un fuerte golpe en mi torso que me hizo retroceder fuerte. Por inercia giré mi rostro haciendo que mi pómulo chocará contra el borde del cuadro y mi espalda contra el resto de la pared.

El vidrio en el piso me raspo las manos al caer, el pómulo me ardía al igual que la espalda. Mi corazón latía demasiado fuerte a causa del miedo, entendí lo que había pasado. Él me había golpeado. Había dejado ver la verdadera persona detrás de su máscara de buen hombre.

Ese primer golpe, fue el inicio de mi infierno y yo no grité.



















































































<333 quiero darle un abrazo a Val 🥺

Por si no se dieron cuenta, cambie la portada ¿les gusta?

Y como se cumplió el reto, les traigo el maratón 💕 1/2

Más tarde subo el otro ❤️‍🩹

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