14: Fuegos artificiales

31 de diciembre, 2021

—Bonito día —Al escuchar su coqueta voz dejé de leer y no porque me desconcentrara. Me cerró el libro.

¿Qué le pasaba?

Respiré y contuve las ganas de lanzarle un librazo a Maní. Sí, era él.

Me llevé la grandiosa sorpresa en el aeropuerto de que él y su familia pasarían año nuevo con nosotros. Desde ese momento ha estado tan meloso conmigo. Se sentó a mi lado. Cerré los ojos por unos segundos, conteniéndome de no golpearlo y gritarle que se aleje de mí. Tomé el último sorbo de mi café, agarré todas mis cosas y me puse de pie. Con una falsa sonrisa de felicidad, murmuré:

—Bonito día.

Y me alejé.

Para mi maravillosa suerte, nos estábamos quedando en el mismo hotel. Todas las malditas noches iba a mi habitación y aunque le cerrará la puerta en la cara seguía insistiendo ¿Qué era lo que quería?

No entendía a los hombres.

Presioné el botón del ascensor. Una, dos, tres y más veces hasta que las puertas se abrieron dejándome ver a Benjamín, Carlos y Antonia, la esposa de Carlos y mamá de Manu.

—Valeria, hola —saludó Antonia —¿Nos acompañas en el desayuno?

—No, ya he tomado una taza de café.

—Valeria, una taza de café no es un desayuno —lo dijo en un tono de regaño.

Miré a Benjamín en busca de ayuda. No dio resultado.

—Vamos a desayunar —Me dio una mirada de "no repliques"Me tragué un bufido y los acompañé hasta llegar a la mesa donde Manú estaba. Sus labios tenían una egocéntrica sonrisa de victoria.

—Buenos días, familia.

Rodé los ojos.

Sus padres lo saludaron con amor.

Miré con rareza a Manú, quien me había abierto una de las sillas, demostrando lo "caballeroso" que era.

—Todo un caballero —murmuró su madre.

Quise dar media vuelta e irme, pero, sentía la mirada de Benjamín clavada en mi cabeza. Principal razón por la que fingí una sonrisa y me senté entre Benjamín y Manu. Me enfoqué en comer, aunque solo jugaba con la comida. Los adultos hablaban y de vez en cuando Manú, trataba de sujetar mi mano por debajo de la mesa a lo que yo me apartaba y le ignoraba.

—Harían una linda pareja —canturreó Antonia.

La miré de reojo, nos miraba a mí y a Manú como si fuéramos una especie de pareja perfecta.

—La familia unida, nuestros nietos ¿Se imaginan?

«Oh por dios. Mátenme»

—Yo estoy dispuesto...

Lo interrumpí poniéndome de pie.

—Si me disculpan, tengo migraña.

Me alejé de la mesa, sentí sus miradas y más la de Benjamín. Me iba a regañar por el desplante que acababa de hacer, pero me importaba un bledo ¿Qué me podía hacer? ¿Pegarme? 

Subí a mi habitación y me acosté en la cama, no sin antes agarrar el libro que había dejado en el lado izquierdo de la cama. El libro que me regaló Gavi, era una novela romántica que se desarrollaba en épocas Navideñas. Ya me lo había terminado, pero, lo seguía releyendo por la mera razón de que era un regalo de él. Suspiré y vi mi móvil.

Tenía varias notificaciones de wattpad, usuarios me pedían que actualizará y otros comentaban acerca de mi libro. Lo dejé de lado y fui directo al chat que tenía con Gavi. No me había escrito, ni yo a él. No había hablado con él desde navidad, desde ese encuentro.

Empecé a escribirle y en automático lo borré. No iba a parecer una desesperada. Si el no me escribía, era porque no quería nada conmigo.

Solo tenía que olvidarlo y ya.

Me coloqué los casquillos de mis audífonos y di play a la música. Cerré los ojos y empecé a tararear la canción. Me mantuve en esa posición hasta que sentí una mirada puesta en mí. Abrí los ojos encontrándome con Benjamín, él hizo seña para que me quitara los auriculares y lo hice con una mala cara.

—¿Qué haces aquí?

Ignoró mis tres palabras y con molestia me reprendió por el desplante que hice en el desayuno.

—No seas una mal educada.

—¿Qué querías que hiciera? —pregunté grosera —¿Qué les siguiera su estúpido jueguito?

—¡Sí! Es lo que más nos conviene en este momento.

Me puse de pie.

—¿De qué hablas?

—Escucha —Se le veía irritado —. Ven a la fiesta de esta noche, quédate con Manú, baila con él, has lo que quieras con él.

—No lo haré.

—Lo harás —ordenó.

—Es un imbécil.

—Es un imbécil que nos conviene.

¿A que se refiere? Se lo iba a preguntar, pero me dejó con la palabra en la boca. Cerró la puerta y me dejó sola con unas ganas de gritar. Bufé y me dejé caer en la cama. Las horas pasaron al quedarme dormida y si no hubiese sido por una llamada, me hubiese quedado dormida de largo. A las cinco de la tarde una señorita del servicio vino a dejarme un vestido con una nota de Benjamín. La boté a la basura apenas la leí. Pedía que me pusiera el vestido y me arreglara para estar lista para la fiesta y que estuviera toda la gala con don imbécil.

No me quedo más remedio que ir. Me alisté, nada de otro mundo y cuando dieron las ocho bajé al salón donde se llevaría la fiesta. Había varias personas que por sus atuendos se veían que eran personas de gran estatus. No conocía a la mayoría, tampoco me importaban. Pasé horas mirando a la gente bailar, esperando que sean las 12 para ver a la gente felicitándose entre sí.

—¿Quieres una copa? —Oí la voz de Manú y me contuve de no hacer una mueca de desagrado.

Sentí su mirada puesta en mí. Justo en ese instante, un camarero pasó por mi lado y aproveché para agarrar una copa de champaña. Necesitaba un poco de alcohol para soportar al engreído.

—Ya tengo una.

Sonrió de costado y choco su copa con la mía.

—Salud, cariño.

Me miró coqueto, arrogante, como si supiera que con solo una mirada me calentara. Pues no, lo único que me causaba era irritación. Vi que se acercó, sosteniéndome la mirada. Su mano se posó en mi cintura, sujetándome y llenándome la garganta de bilis.

—Te tengo un regalo.

Le seguí con la mirada, sus movimientos y como una de sus manos sacaba un estuche del bolsillo interno de su chaqueta. Lento y sin soltarme de vista, lo abrió dejando ver un collar de perlas.

—Para ti —susurró.

De reojo vi como Benjamín y los padres de Manú, nos veían como si estuvieran viendo una novela turca donde el protagonista machista le pide matrimonio a la chica. Me sentía así, como si ese collar fuese una especie de anillo de compromiso.

Quizá lo era. Indirectamente.

La familia de Manú era muy poderosa. Tenían dinero, la mía también.

—Deja te lo coloco.

Me sentí presionada al tener miradas en mí, la cabeza me llego a pesar y sin darme cuenta ya me estaba dando la media vuelta. La incomodidad superó sus límites al sentir sus dedos en la parte trasera de mi cuello. Pasé mi mano por mi clavícula, sentí las perlas, su contacto contra mi piel y luego un severo beso en mi mejilla.

Manú se puso enfrente de mí.

—Me puedes agradecer con un beso —susurró pícaro —, o algo más, los dos en mi habitación...

«Ni de coña». Le di una falsa sonrisa y bebí de la copa.

—Cariño, quizá lo puedes escribir en tu lista de deseos —Le di el último tragó a mi copa, sonreí con segura y di media vuelta, alejándome. 

Tomé una gran bocanada de aire al llegar al pasillo. Miré a izquierda y derecha, comprobando que no había gente en mi rada. Los sonidos de mis tacones sonaban y formaban un eco a lo largo junto al sonido de otros pasos. Sin mirar intuía que se trataba del imbécil de Manú. Hervía de cólera. Él me causaba eso, la forma en la que se comportaba conmigo, como si nada hubiese pasado y ni hablar de su familia, que de seguro ya estaban planeando hasta el matrimonio. De tan solo pensarlo, me daban ganas de vomitar mi alma o de arrojarme a una carretera.

Si mamá estuviera aquí, ella sabría que hacer. Pondría en su lugar a esa bola de apañadores y soltaría un gracioso comentario para aligerar el ambiente.

Escuché como me llamaron, ni siquiera preste atención a su dulce voz. Solo le grité un:

—¡Déjame en paz!

Pero eso no fue suficiente.

Me agarro de la mano, lo sentí diferente, pero en un arrebato ya me encontraba queriendo estampar mi puño en su cara. Di media vuelta y le grité:

—VETE A LA MIER...

No termine de mandarlo a la mierda al ver de quien se trataba. Esos ojazos marrones, esa calidez de su mano en mi piel.

—Gavi —susurré sin creer que él estaba aquí. Quizá la champaña tenía algo y estaba alucinando.

—¿Sigues queriéndome mandar a la mierda? —preguntó con una tímida sonrisita.

La cólera se esfumó de mi sistema y empecé a tartamudear. 

—No... No era a ti, pensé que eras otra persona...

—¿Quién?

—Nadie.

—¿Nadie? En todo este tiempo que te conozco, nunca te había escuchado mandar a la mierda a alguien —señaló y tenía razón —. Así que, no creo que sea un "Nadie".

Bajé la mirada y la volví a subir susurrando:

—Te enojarás y no quiero que te metas en una pelea, así que, no es nadie.

—Es ese imbécil ¿verdad?

Mi cara ya le contaba la historia.

Me dio esa mirada de enojo, que ponía cada vez que se metía en problemas. No era difícil de adivinar para saber que iba a ir en busca de Manú y quizá se desaten unos golpes donde la culpable seria yo.

Le corté el paso y con una voz firme dije: —Ni te atrevas a ir a buscarlo para golpearlo, que si lo haces te pongo una tarjeta roja.

Su ceño se relajó un poco, aun así dijo:

—Me da igual.

Intento esquivarme. Se lo impedí.

—No vale la pena —Me acerqué más a él y con las intenciones de cambiar de tema, le pregunté —¿Qué haces aquí?

—¿Aquí?... Pues... Pasaba

—¿Pasabas?

—Pero si estamos en Madrid, a horas de Barcelona.

—Tome el tren... de casualidad...

—¿De casualidad? Mientes.

—Quería venir a Madrid y ya...

—¿Así? —Asintió —¿Por qué?

—Porque yo... —Se rascó la nuca, nervioso —, porque yo quería, quiero hablar contigo.

Bajé la mirada y oculté una sonrisita. La volví a alzar y vi la expresión en su rostro, reflejando un manto de temor, con los ojos abiertos de par en par y las cejas arqueadas. Era como si el susto hubiera congelado el momento, dejando en su cara una mezcla de sorpresa y ansiedad. De reojo miré lo que veía y era un grupo de personas que venían hacia nosotros. Entendí su cara de asustado, las personas le seguían, lo había visto en Internet.

—Vamos, sígueme —Lo agarré de la mano y empecé a caminar en dirección contraria a las otras personas. Por el rabillo de mi ojo vi que Gavi se puso la capucha de su polera y me siguió.

Llegamos a las escaleras de emergencia y empezamos a subir, hasta llegar a la azotea. Corría mucho frío, me abracé a mí misma protegiéndome del viento. Vi como Gavi se sacó su hoddie y me la dio. La acepté viendo que él tenía una mangalarga abajo. Me cubrí del aire, respiré y mis fosas nasales se llenaron de su olor.

—Gracias.

Miré el nocturno cielo y me acerqué al borde para ver la ciudad desde lo alto. Se veía todo tan chiquito.

—¿De qué querías hablar? —Le pregunté apoyándome en el balcón.

—Es... Es sobre lo que dijiste...

"¿Qué es lo que quieres de mí?" Recordé mis palabras.

Me hice la tonta al preguntarle.

—¿Qué te dije?

—¿Qué es lo que quiero de ti? —susurró y busco una de mis manos para sujetarla —. Vengo a darte la respuesta.

—Es que ya me la distes —murmuré deshaciéndome de su agarré —. Los silencios también son una respuesta.

Dejé de mirarlo y vi la ciudad. Sentí como volvió a agarrarme la mano. Recordé la primera vez que lo hizo, me lo preguntó y se sonrojó.

—¿Me das otra oportunidad? —preguntó en voz baja.

—No existen las oportunidades —dije y lo miré a sus ojos. Fui sincera, él no me volvería a hacerme daño —. Solo los momentos que traen consigo los hechos.

Muchas personas reciben varias oportunidades y está en ellas aprovecharlas y actuar en el momento correcto. Muchos fallaban, otros lo lograban.

—Vale —Tiró suave de mi mano y me hizo girar hacia él, uniendo mis labios con los suyos. Me tomó por sorpresa, creando un torbellino de emociones —. Es un hecho que te he besado —susurró entre mi boca y volvió a besarme, encendiendo una chispa —, es un hecho que te quiero. —Me besó —. Y es un hecho que lo que quiero de ti, es a ti. Solo a ti.

Sus palabras tocaron mi corazón. Esta vez fui yo la que lo beso y sus labios me siguieron. Al separarnos, nuestras frentes chocaron y ambos sonreímos al vernos. Volvimos a juntar nuestros labios, pero nos separamos por un fuerte sonido. Alcé la mirada y me topé con el cielo lleno de colores. Los fuegos artificiales pintaban lo negro de la noche, era media noche. Era un nuevo año.

Dejar atrás los anteriores meses que me trajeron varias sorpresas, decepciones, maravillas y perdidas.

—Feliz año nuevo —Su nariz rozo con la mía y me dejo un suave beso.

—Feliz año nuevo.

Los fuegos artificiales eran testigos de los besos lentos y dulces que nos dimos, un cambio total a los besos placenteros que empezamos a darnos. Sus labios bajaron por mi cuello y se mantuvo en esa zona, besando el pequeño espacio que no cubría la sudadera. Succiono y me apretó de la cintura, pegándome a su cuerpo. Jadeé por sus caricias y la calentura que me hizo apretar las piernas.

—¿Tienes condones? —Llena de excitación, reuní el coraje para abordar el tema directamente con una sonrisa traviesa. Mordí mi labio y mis manos se colaron por debajo de la prenda que cubría su torso.

Estaba duro, en todos los sentidos.

Dejó un suave beso en mi cuello y me atrajo hacia sus labios, besándome y en un susurró, me preguntó: —¿Estás segura?

¿Estaba segura?

Sí. Su declaración de hace unos minutos me brindó la confianza de que aún existía un sentimiento profundo. De que no era un momento pasajero de un solo polvo, el vino desde Barcelona a por mí. A decirme que me quería a mí, solo a mí. En sus palabras, encontré la certeza de que, a pesar de la intimidad física, el cariño y el afecto seguían presentes entre nosotros y es por eso que con toda la seguridad del mundo, lo besé y le dije:

—Sí.

Me besó desesperado y contestando a mi pregunta sobre los condones, dijo:

—En mi mochila.

Uní nuestras bocas y jale su labio inferior, provocándole un gemido de placer. Nos comimos a besos, enrollándonos. Pero lo mejor era parar, una azotea al borde de una caída no era el mejor lugar donde follar y más con el frío que hacía en Madrid.

—Vamos a la habitación —Agarré su mano y empecé a tirar para que me siguiera. Lo hizo y escuché como tragó saliva.

Salimos de la azotea y rápido empezamos a bajar las escaleras, abrí una de las puertas de emergencia y nos llevaron a un pasillo. Miré para ver si había gente y no había muros en la costa por lo que jale a Gavi. Necesitaba llegar rápido a la habitación, quitarme la ropa y follar. Que me haga olvidar todos mis problemas, que me haga sentir que alguien en este mundo me seguía queriendo.

La paciencia no era algo que había entre los dos, las miradas, los besos, las caricias y el calor que desprendiamos, nos llevo a tomar una arriesgada y excitante decisión. Detener el elevador.

—Gavi, fóllame.

—Dime Pablo, Val. Soy tu Pablo—jadeó sobre mi boca.

6 palabras y mi mundo ardió de placer.


























































Xoxo. Cambie la escena +18 adaptándome a las nuevas políticas de wattpad

<333 *les hecha agua bendita*

GANAMOS!!!!! Estoy demasiado feliz por ellos 💕. Lit la sonrisita de Gavi y pedri me alegraron el día.

¿Qué les pareció este capítulo?

El siguiente se viene más fuerticito y no en el sentido 🔥😏, así que prepárense.

Recomienden la historia para que crezca y así pueda llegar a más personas y así me vuelva famosa 👻. OK no jsjsjs

Aa y por cierto la propuesta que les dije en el capítulo anterior, vence hasta hoy las 8 de la noche 😊 (hora peruana 🇵🇪)

Y si alguien sabe hacer manips o ilustraciones, o conoce a una editorial de wattpad que haga, escríbanme al dmm. Es que en serio quiero tener manips o ilustraciones de Gavi y Valeria 🥺

Nos leemos pronto y apoyen en tiktok porfis 🙏

Maratón 2/2

Por favor no se olviden de dejar su voto y comentar, eso me anima a seguir escribiendo :)

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Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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