07: Los tíos de La Masía
❝un año antes❞
3 de Enero, 2021
Estos últimos días fueron devastadores. No era un gran problema a nivel mundial, pero si para mi mundo.
—¿Fue tan grave? —preguntó Carla tratando de consolarme. Sorbí los mocos y asentí con las inmensas ganas de echarme a llorar—. Martina nunca se enoja contigo, créeme le pasará.
—Tú no la viste —murmuré en sollozos-. Nunca nos habíamos peleado así, nunca, nunca. Fue lo peor.
Carla me abrazó y fue como un refugio de calidez y consuelo. Era una forma de decirme que siempre estaría para mí, pase lo que pase. Escuché como le pidió mi malteada favorita al camarero y siguió diciéndome en el oído que todo estaría bien y que a mi madre se le pasaría el enojo. Nos habíamos peleado desde hace ya una semana, mi castigo era de por vida, me mandaría a un internado y nunca más volvería a ver un rayo de sol, eso pensé y era un poco exagerada o Carla era muy buena convenciendo. La convenció para que me dejaran salir, prometiéndole que no me vería con mi ex. Tampoco era que quería verlo luego de todo lo que me hizo.
La molestia de mamá era haberse enterado de mi relación con Manú. Era obvio que no lo iba a aceptar, él era mayor por 6 años y ya sé que no es mucha, pero se sentía raro el 16 y 22. Quizá si al menos tuviera 17, las cosas cambiarían, pero no era así. Lo peor de todo es que no se enteró por mí, ella misma lo vio con sus propios ojos y no de una manera bonita. Interrumpió en mi habitación y la escena no fue muy inocente. Las cosas fueron de mal a peor. Creí que se lo tomaría con calma cuando Manú y yo le explicaríamos nuestro romance, de que nos queríamos y sobre todo que era algo serio. Es lo que yo pensaba, pero él decidió salvarse el pellejo y dejarme quemar a mí. Entendí que él no sentía lo mismo que yo, nunca llamó, ni escribió, ni quiso hablar las cosas con mi madre y explicar lo que sucedió. Solo supe lo que le dijo a su padre para liberarse del problema: "Ella me engatusó"
Estaba claro que solo me dijo que me quería para acostarse conmigo. Y yo fui muy estúpida al caer. Leía tantos libros que creí que el tío mujeriego cambiaría por mí. No lo hizo, solo destruyó la imagen que tenía de él. Creí que mi primera vez sería con alguien que me quería, que me amara. Pero fue con un patán que solo quería añadir una virgen más a su lista. Eso era el otro motivo de mis inmensas ganas de llorar. Aunque era mínimo, Manú no se merecía mis lágrimas, se merecía un golpe en la cara y en los huevos.
Era el momento en donde deseaba tener un amigo hombre, o un hermano o que papá regrese de su viaje, así le diera su merecido a ese patán. Pero para mi mala suerte, no tenía a nadie, salvo a Carla, ella se ofreció a rayarle su lujoso auto, pero las dos sabíamos que su papá le compraría otro.
Le di un sorbo a la malteada que el camarero dejo sobre la mesa. El sabor a leche con fresa invadió mis papilas gustativas.
—Cariño, ya hablarás con Martina, te va a entender.
—Es que le dije muchas cosas —Esas palabras que dolían más que mil golpes.
Pude ver en su mirada decepción y todo por un chico que no lo valía. La imagen de él era una fachada, me dejé influenciar por su encanto, cambié aspectos por él y por toda esa presión que me daba al decirme "cuando seas más mayor me entenderás". Me arrepentí, fui muy estúpida al defender a Manú, cuando él solo me hundió y yo arruiné todo con mamá.
—Ya se arreglará —Carla me obligó a mirarla y con el dorso de su mano limpio las lágrimas rebeldes de mi mejilla. Observé como sus cálidos ojos vieron por el ventanal de la cafetería. Regreso su mirada a mí —. Ahora sonríe y no llores, que ya vienen Ester y Pau.
La campana de la cafetería sonó, miré en dirección a la puerta. Pau y Ester, recién llegaban. Al vernos, caminaron hacia nosotras y se sentaron en nuestra mesa.
—Hola, cariño —Disimuló darnos dos besos a cada una. Pau hizo lo mismo.
Ellas eran nuestras amigas, desde muy niñas éramos las 4.
—Valeria, ¿Has estado llorando? —preguntó Ester al verme.
—No —Bajé la mirada, ocultando las pistas que gritaban que había llorado.
—Tienes la nariz y mejillas rojas.
—Es maquillaje —susurré.
—Para verse tierna —añadió Carla.
—¿Con los ojos hinchados? —preguntó Pau—. Es mejor verse sexy. Atrae más a los hombres.
Hice una mueca.
—No frunzas el ceño, que te saldrá una arruga —Ester me agarro de la mano, ese gesto me hizo mirarla. Lucía perfecta. Me sonrió amigable un gesto que pareciera que iba a decir lo más sensato del mundo como "entiendo por qué estás así". No fue así. Al contrario, me dijo—. Sabemos que has estado llorando, somos tus amigas no nos mientas. —Todo bien hasta esas palabras, pero agregó—. Yo estaría igual si Manú me hubiese mandado a volar.
—Él no me mandó a volar —aclaré—. Yo terminé con él...
Y mis lágrimas no son por él.
—Ja —oprimió una risa—¿Tú les has terminado a Manú? Valeria, no mientas.
—¿Crees que no soy capaz de terminar con él?
—Pues... —Me dio una mirada de arriba a abajo—. Manú es un dios griego y tú, eres tú... Sin ofender.
A veces Ester podría ser tan odiosa. En ese momento quise levantarme de la mesa y tirarle una malteada a su negro y perfecto cabello. Pero no lo hice, solo bajé la mirada no arruinaría nuestra amistad por eso, éramos las cuatro. Nos conocíamos desde siempre.
—Tranquila que no ofendes —murmuré.
Sí ofendía, pero lo mejor era ignorarla. Ella no sabía todo el contexto, solo sabía de la ruptura y ya. Aun así dolía lo que decía.
Estuvimos conversando o el intento de ello. Ester y Pau veían a cada chico guapo y le guiñaban un ojo sin ninguna pizca de pena.
—Miren, si son jugadores del Barcelona —Miré discretamente a donde señaló Ester.
Unos chicos habían ingresado a la cafetería, de nuestra edad más o menos. No le tome importancia, pero Ester sí. La miré.
—Pues creo que son de La masia —susurró para nosotras—, a que están guapos ¿verdad?
—¿Qué es La masia? —pregunté mirando a Carla. El nombre me sonaba de algo y claro que lo recordaba.
—Pues hija de un estadounidense tenías que ser —murmuró Pau.
Mi papá era americano. Mi mamá catalana.
—Valeria —regañó Ester—. Has vivido toda tu vida en Barcelona ¿Cómo no vas a saber? Tu mamá es catalana. Y tus yayos no te obligaron a hacer unas pruebas para el Barça Femenil.
La Masía, sí, claro que sabía lo que era, aunque nunca fue parte de mi vida. Era cierto, mis abuelos me llevaron a hacer pruebas para el Barça Femenil cuando tenía diez años quizá. Por un momento, me ilusioné. Recuerdo la emoción de estar ahí, viendo las instalaciones, a los otros niños y niñas con sus caras de concentración, listos para demostrar todo lo que tenían. Pero pronto me di cuenta de que no encajaba.
Me gustaba correr, como cualquier otro niño de mi edad, no sabía mucho de fútbol, recuerdo que mis abuelo intento enseñarme, y para él fue una grandiosa idea que haga unas pruebas. Mientras las demás niñas hablaban de goles y campeonatos, yo solo pensaba en volver a casa, a mis libros. Podría pasarme horas leyendo, perdiéndome en mil historias, viviendo en mundos que sentía más míos que cualquier campo de fútbol. Mis abuelos siempre quisieron que siguiera su pasión por el Barça. Para ellos, el fútbol era todo, una tradición, algo que te definía. Creían que si me daban la oportunidad, yo también lo sentiría. Y tal vez lo hubiese sentido si tenía más tiempo con ellos y si tal vez mamá no hubiese sido tan resentida con ellos.
Cuando mis abuelos murieron, todo cambió. Los partidos ya no sonaron en la casa, mamá nunca fue tan fanática del fútbol, aunque lo veía con mis yayos y decía uno que otro comentario con una sonrisa listilla que daba inicios a discusiones que a mi me dabaj risa. Así era su relación, una muy extraña y hermosa relación y cuando los yayos nos dejaron, por más que mamá se hacía la fuerte, sabía que su escudo fue alejarse de ello. Era como si apartarse de eso fuera su forma de protegerse del dolor. No quería pensar en ellos, y yo la entendía y con el tiempo yo también olvidé esa pasión de mis yayos.
Y solo los recordé en los libros.
—Es la academia de los jugadores del Barça —Carla fue la única en contestar mi pregunta, aunque ya la sabía.
Los miré de reojo y por unos segundos me vi con un chico de ojos cafés que aparto la mirada apenas me vio. Se me hacía familiar.
—¿Y si nos acercamos?
—Es que no, es una salida de tías. Nada de tíos —dije.
—Opino lo mismo que Valeria —Me apoyó Carla—. Además que pareceremos necesitadas.
—Aburridas.
«Ibirridis»
—Bueno al menos hagámonos las interesantes, ríanse como si la pasáramos de puta madre —dijo Ester a la vez que de mi mochila yo sacaba un libro.
Sentí la mirada de Ester puesta en mí.
—¿En serio?
—¿Qué?
—Es vernos interesantes, no ñoñas —señaló Ester mirando de mala manera a mi libro.
Lo guardé.
—No te preocupes, luego lees y me cuentas —susurró Carla a mi oído.
—Entonces... —Ester se río de la nada. Quizá era esa su forma de dejar entender que se la estaba pasando bien.
Me pregunto en qué momento llegamos a esto de fingir. Ya no éramos niñas que se divertían jugando con malteadas o en pijamadas. Las personas cambiaban y aunque ninguna de las cuatro lo queríamos admitir, ya no éramos las mejores amigas. Pero ni una lo admitía. Seguíamos siendo las 4.
Los siguientes minutos sentí miradas puestas en mí o mejor dicho a mi pequeño grupito. Miraditas hormonales que hicieron que Ester y Pau vayan a la otra mesa luego de que un muchacho las invitara. Bueno nos habían invitado a los 4, pero yo decliné. No estaba de humor y solo sería la aburrida. Es por eso que me quedé y Carla me acompaño.
Notaba que Carla quería ir ¿Quién no? Yo también iría si no tuviera los nudos en mi cabeza.
—Anda Carla, ve —La empujé.
—No.
—Anda, sé que quieres ir —insistí.
—No te dejaré tirada, Valeria.
Tan linda ella.
—No te preocupes, mi mamá ya está por venir —le dije—. La voy a esperar a fuera y así no la hago esperar más.
—¿No te molesta?
—No, anda Carla. Estaré bien.
—vale —Me dejo dos besos en las mejillas y se puso de pie—. Me envías un mensaje cuando llegues a casa y no te preocupes. Todo tiene solución.
—Lo haré.
Vi a Carla acercarse a la otra mesa. Dejé de mirar para agarrar mis cosas, deje un billete sobre la mesa para pagar por lo que había consumido y me puse de pie, caminando para salir del local. Primero se escuchó la campana de cuando yo abrí la puerta y salí, a los segundos escuché de vuelta la campana. De una me volteé pensando que era Carla, no lo fue. Era un tío de cabello castaño que me miraba a mí, se me hacía familiar.
«¿Dónde lo había visto antes?»
—Oye... Perdona... Se te ha olvidado... —Detectaba un acento sevillano que resultó demasiado encantador. Se acercó a mí y se quedó pensativo.
—No se me ha olvidado nada —dije al ver que traía todo conmigo.
Me dio una sonrisa nerviosa y negó.
—Nada, es que... Era mi excusa para venir a verte.
Sonrió nervioso en un juego de alternar su mirada a mis ojos y a sus manos.
—Menuda excusa.
Metió las manos en los bolsillos de su buzo.
—No fue la mejor...¿no te acuerdas de mí? —Por mi cara, supo mi respuesta—. Nos conocimos hace unas semanas, Valeria.
Menciono mi nombre y lo recordé. El chico que se sonrojó al querer ligar conmigo. En este mismo lugar.
—¿Gabriel?
—Gavi —aclaró.
Lo recordé.
—¿Eres de Sevilla?
—Sí, de Los palacios y Villafranca.
Asentí y miré hacia la carretera, todavía no llegaba mamá. Miré al chico de lindo acento y sin querer ser mala, en son vacilante le pregunté:
—¿Te han mandado a ligar conmigo?
—No...es que te vi y pensé...
—¿Qué pensaste?
—Tu amiga me dijo que tu novio, termino contigo y pensé que...
—¿Qué está vez si te daría mi número?
—Sí... bueno no o sí... yo...
—¿Quieres mi número? —pregunté.
—Sí —dijo nervioso, rascándose la nuca y sonriendo fugazmente.
—Acabo de salir de una relación —confesé—. Y estoy segura de que no quieres mi número para ser amigos —Le miré a los ojos y me resultaban familiar, como si los hubiese visto de tan cerca. Dejé ese pensamiento y le fui sincera—. No estoy buscando nada por ahora.
Escuché el claxon y a mamá llamándome. Miré en esa dirección y allí estaba ella, esperándome. Era momento de arreglar las cosas.
—Igual me interes... ser... ser... tu amigo.
Lo miré con un encanto que solo la ternura de su nerviosismo podía causar. Cada gesto suyo desataba confianza y estaba a nada de darle mi número. Y lo hubiese hecho si tan solo mamá no me hubiese llamado, escuché su voz y recordé la razón por la que estábamos peleados. Un hombre. Y él que tenía al frente también era uno ¿Y si le daba mi número y me hacía lo mismo que me hizo Manú?
—Si vienes en un mes, te lo doy —Le di una palmadita en su hombro y le sonreí en forma de despedida.
Era obvio que no iba a venir en un mes.
<333
Feliz navidad!!!!
Una pregunta ¿De donde son?
Las actualizaciones serán viernes y Domingo. Nos leemos el viernes🫶
LAS ACTUALIZACIONES CAMBIARON A MIERCOLES Y DOMINGO
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