4• Patines
[3 años]
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—Pero, mamá... Yurio lo quiere...
Ahí están esos ojos. Le encantaría culpar a Víctor por enseñarle a su hijo lo bien que el chantaje le quedaba a sus bellos ojos verdes, pero eso sería ignorar su propia falta de voluntad para negarle algo. Tal vez Minako tenga razón y ellos se están convirtiendo en unos padres demasiado consentidores.
Hace unas semanas, Víctor llegó a casa con un caniche cachorro de color café. Todos se encariñaron al instante con la pequeña bola de pelos rizados y aunque Yurio pareció aceptarlo también, no tardó en dar a conocer su verdadero deseo: Un gato.
Lo cierto es que ya se veía venir el hecho de que los felinos serían los animales favoritos del rubio, porque Víctor y él lo habían estado vistiendo con cosas alusivas a los mínimos desde su tierna edad. Yulia había dejado montones de esa ropa.
Además de que iban muy bien con sus ojos verdes.
Así que no queda más que quitarse la venda de los ojos y aceptar que su esposo adoptó al canino por gusto propio y no pensando en su hijo.
Suspira por quinta vez en diez minutos y toma una fotografía de Yurio frente a los escaparates de la tienda de mascotas.
El rubio lleva puesto su gorro azul favorito con orejas gatunas, gorro que le tejió su abuela Hiroko y sin el que Yurio jamás salía. Parado sobre la punta de sus tenis y con sus pequeñas manos apoyadas en la vitrina, los ojos menta de su hijo brillan emocionados sin despegar la mirada de una diminuta cría esponjosa de gato siamés.
Envía la foto y espera 45 segundos a que la respuesta haga vibrar el celular en su mano.
Vitya⛸
¡Mira esos ojos! Lo ama y estoy seguro que Makkachin se llevará muy bien con él ❤
Yuri suspira de nuevo. No se diga más.
—Hey, Yurio —Llama y el pequeño busca su mirada, encontrándose con la mano extendida de su madre —Si lo quieres debemos entrar por él.
Yurio sonríe, de esas sonrisas que bañan con un calor gratificante el corazón de Yuri.
Su hijo sólo tiene tres años de edad y el esposo de Nikiforov sabe que no gana nada preocupándose ahora, pero se ha dado cuenta de algunas irregularidades en el comportamiento de Yurio. Por ejemplo: No parece llevarse bien con otros niños; Cuando van al parque y algunos pequeños se le acercan, el pequeño Yurio sólo se aferra a sus brazos ó a los de Víctor. Cuando se trata de desconocidos sólo los observa con esos grandes ojos menta y los ignora cuando se aburre.
Muchos podrán decir que Yuratchka es un niño frívolo, quisquilloso y huraño. Y quizá lo sea para las personas que no lo conocen, pero la familia Katsuki, el matrimonio Nikiforov y sus amigos saben que no es así. Yurio tiene emociones y bastante marcadas para un niño de su edad.
Ríe a todo pulmón cuando juega con sus abuelos y su tía Mari. Llora cuando se cae o se enoja. Se sonroja cuando lo alaban y sonríe con suficiencia si logra algo que quiere. Expresa con sinceridad y seriedad sus deseos, sus ojos brillan al ver a Yuri en medio de una coreografía y le aplaude maravillado a Víctor cuando lo ve clavando un salto cuádruple.
Yurio es todo un artista; Desde que logró caminar sin ayuda de nadie, pidió ir a las clases de ballet de Yuri y Minako. E incluso ahora intenta convencer a Víctor de que le enseñe a patinar sobre el hielo. Ya domina el japonés y puede entablar conversaciones sencillas con su padre en Ruso. Su hijo es inteligente y sensible. Sin embargo, con todo eso hay algo que el menor de los Nikiforov no sabe y eso es expresarse adecuadamente.
Víctor y él piensan que puede ser normal dada la edad del rubio y han decidido esperar hasta que deba ir a la escuela.
Pero Yuri cree que si las cosas siguen así no será el fin del mundo. Su hijo tiene emociones, sólo no quiere mostrárselas a desconocidos y eso está bien. Él mismo se escondió en un caparazón y se refugió en el baile y el patinaje hasta que decidió salir de su país y embarcarse en una aventura. Fue a Londres y entró al London Ballet, se hizo mejor amigo de la más bella bailarina y se volvió el novio del mejor patinador artístico de la década. No le fue tan mal, ¿no?
Yuratchka ya tendrá tiempo para moldear su carácter, aún es un niño. Pero si Yuri puede aliviar un poco alguna posible sensación de soledad o el anhelo de un amigo, haría lo que fuera falta.
Aún si eso significa tener montones de pelo de gato por toda la casa.
⛸
—¡Aquí tienes, Yurio!
Los ojos verdes del niño observaron a su abuela, después el plato recién colocado frente a él y de nuevo a Hiroko.
Yurio había expresado con anterioridad su curiosidad por el platillo preferido de sus padres y claro que le prometieron que lo dejarían comerlo cuando fuese más grande.
Sin embargo, esa tarde Yuri tuvo que tomar las clases Minako, quien había tenido que salir de la ciudad para solucionar algunos asuntos. Así que Víctor se quedó en casa cuidando de su hijo, y fue cuando los ojos de cachorro de Yurio lo atacaron mientras comía.
Ahora Yurio veía con desconfianza el plato pequeño de Katsudon frente a él y se removía un poco incómodo por toda la atención de su familia sobre sus movimientos.
Hiroko y Toshio sonreían expectantes y Mari le había arrebatado el celular para grabarlo todo y mostrarle más tarde a su hermano lo mucho que Víctor mal criaba a su hijo cuando él no estaba en casa.
El pequeño alza la cabeza, buscando los ojos azules de su padre. Víctor le sonríe.
—¿Te he contado alguna vez como solía llamar a tu madre, Yurio? —El mayor espero a que su hijo negara y continuó —Le decía: Cerdito. Yuri tiende a engordar con facilidad, ¿Sabes por qué? —El niño negó de nuevo y Víctor le señaló la comida con uno de sus largos dedos —Por esto: el Katsudon es la comida favorita de tu mamá. Y la mía también. ¡Es delicioso!
Entonces toma los palillos y, cortando una pequeña porción, lo lleva a labios del rubio, quien duda unos segundos antes de abrir la boca.
La habitación se queda en silencio viendo como las mejillas llenas del niño se mueven mientras mastica y todos sonríen al ver como sus ojos brillan y su piel se ruboriza
—¡Está muy rico! —Es el veredicto que provoca las carcajadas de todos. Yurio los ignora y toma su pequeño tenedor -uno que su padre le compró y que tiene dibujos coloridos de mininos en el mango-, para comer él sólo.
Víctor sonríe aún más y deja a su hijo comer a su antojo, ya limpiará su desastre después. Preferiblemente antes de que su adorado esposo regrese.
—Increíble, le acabo de enviar el vídeo y dice que ya viene para acá —Dice Mari con una sonrisa burlona, entregándole el móvil a un pálido Víctor, quién dirige sus aterrados ojos a la pantalla.
Yuri❤
¡¿Tienes idea de cuántos carbohídratos le estás dando al niño, Víctor Nikiforov?!
Vitya⛸
Pero, amor... ¡Le encantó! 😅
Yuri❤
¡Victor! 😡
Vitya⛸
😶😖
Yuri❤
Ah... ¿Que haré con ustedes dos? Estoy llegando.
Siete minutos después Yuri entró a Yu-topia y sus pasos lo llevaron directamente a la sala dónde todos veían embelesados a su hijo. Hijo que tenía comida embarrada hasta en el cabello y quien sonríe enormemente al verlo.
—¡Mamá! Esto está muy sabroso ¡También es el favorito de Yurio!
Yuri sonríe resignado y se acerca a la mesa, sentándose al otro lado de su hijo, y viendo con aprensión a su esposo. —No lo comerás muy seguido, Yurio.
El niño lo ve extrañado antes de dirigir su atención a su padre. —Sí Yurio come mucho... ¿Yurio también se convertirá en un Cerdito?
La risa de Mari le llegó desde la cocina y los patriarcas de los Katsuki intentaron disimular su sonrisa. Yuri se sonrojó hasta la raíz del cabello viendo avergonzado a su hijo mientras Víctor reía abrazando a Makkachin. —No, Yurio. El único Cerdito es mamá.
—¡Victor!
[5 años]
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—¡Wahh!
Víctor suelta una risilla al ver la expresión de su hijo y sabe que, muy probablemente, el tuvo una bastante similar cuando vió a Yuri patinando por primera vez.
Ellos ya le habían explicado a su rubio hijo que el azabache creció alternando su tiempo entre las tablas del estudio de Minako y la pista de hielo en el Ice Castle, pero que al final se había decidido por las zapatillas de ballet.
No era la primera vez que Yurio veía a su mamá deslizándose por el hielo con gracia infinita, desprendiendo talento y encantado con cada movimiento. Sin embargo, el niño se embobada siempre igual.
Yurio a estado en cada torneo y ha aplaudido cada logro de una nueva medalla de su padre, y sin duda los genes llaman porque parece ser tan atraído al hielo como su padre biológico; Aunque Yuri lo niegue diciendo que es la forma de patinar de Víctor lo que tanto llama la atención a Yurio. A tal grado que el niño a pedido expresamente entrar al mundo del patinaje artístico.
El matrimonio sólo ve dos problemas para conceder esa petición.
1-; Yuratchka es aún muy pequeño y si ambos conocen tan bien a su hijo como a ellos mismos, saben que Yurio aprende de forma rápida y latente. Tarde o temprano su hijo se cansará de lo básico y querrá seguir con saltos complicados más temprano que tarde, y eso sería perjudicial para su crecimiento.
Aunque saben que hablando con él podrían llegar a un acuerdo. Así que sólo quedaría el segundo punto.
2-; Como suponían: Yurio se parece cada día más a Yulia. De no ser por el obvio género masculino -y porque el niño frunce el ceño con mucha frecuencia-, podría ser la bailarina misma con cinco años de edad. Si Yuratchka alcanzara el nivel para competir en el GPF todos los ojos estarían sobre él y probablemente aparezca algún fanático antiguo que lo compare con la esposa del fallecido patinador Mathew Plisetsky. Y como conocen perfectamente a su hijo, es obvio que Yurio ganará la sección Junior en su primera competencia.
Ahora las fotos y vídeos que rondan por internet, todas gracias a la adicción de Víctor por las redes sociales -y su orgullo paterno pidiéndole presumir a su hijo-, no han dado nada de que hablar porque jamás ha mostrado directamente el rostro de ángel del niño y todos suponen que la melena clara es herencia suya. Así que por ahora están a salvo, pero ¿Y en el futuro?
—Mamá es brillante, ¿Verdad, Yurio?
—¡Si! —Asiente el niño cuando ve el giro combinando del de ojos chocolate —¿Por qué, mamá no pátina profesionalmente también?
—Supongo que es cuestión de sueños.
La pequeña nariz de Yurio cruje ante su respuesta. — Yurio no lo entiende.
—Pues... —Lo piensa llevándose un dedo a los labios y girando la vista hacia su esposo —Me refiero a que tu mamá decidió brillar sobre un escenario, mostrar su belleza y talento sobre las tablas de un teatro. En cambio, yo decidí hacerlo sobre las cuchillas de mis patines y en las pistas de hielo.
Por un momento creyó confundir aún más a su hijo, sin embargo Yurio de verdad pareció considerar su respuesta.
—Supongo que es verdad que mamá es más hermoso con zapatillas.
Víctor suelta una carcajada y revuelve el cabello lacio y dorado de su niño.
Yuri se acerca entonces y sale de la pista con la respiración agitada y sudando, pero sonriente. —¿Qué es tan divertido?
—Tu hijo —responde el de cabello platinado, logrando un puchero en labios del nombrado. Entonces se levanta de la banca y se dirige a su maleta de entrenamiento mientras Yurio corre a los brazos de Yuri.
—Vaya, gatito, estás cada día más grande y pesado —gruñe Yuri al cargar a su hijo —. Pronto ya no podré sostenerte en brazos.
Y como si el niño supiera que esas serían las últimas veces, se aferra al delgado cuello de su mamá, disfrutando del calor.
Víctor sonríe enternecido y saca una caja de la maleta antes de regresar con sus dos amores y le ofrece el presente al pequeño.
—¿Para mí?
Los Nikiforov mayores asienten y Yuri se sienta en las gradas con Yurio en su regazo, concentrado en abrir su regalo.
La boca del rubio forma una O perfecta al encontrar un par de patines negros, pequeños y listos para usarse.
—¿Tu sueño está también en la pista de hielo, Yuratchka? —Pregunta de forma seria Víctor. Una parte de él quiere que el niño responda que no y la otra quiere que su hijo se ponga el regalo y patine hacia la cima del mundo.
Yurio toma los patines y los abraza contra su pecho, sus ojos verdes con un brillo decidido, una sonrisa tan grande que sus ojos casi logran cerrarse y las mejillas con un tierno sonrojo.
—¡Si!
No hay nada más que decir. Ya se preocuparán del futuro cuando éste llegue. Yuri y él se prometieron que harían feliz a su hijo y si esto es lo que Yurio desea no hay nada más que discutir.
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