18• Ilusión.
[18 años]
—Yullian, si sigues corriendo así vas a... ¡Te dije que te ibas a caer! —Regaña Yuri, y niega con la cabeza mientras observa a su hijo sentarse en la arena y sonreír mostrándole que se encontraba bien.
La risa de los presentes no se hace esperar y el azabache sólo sonríe.
El verano llegó a Hasetsu y con él la inesperada visita de Phichit y su familia. Y lo primero que se les ocurrió fue pasar el día en la playa.
—Son unas arrastradas, ¿Tengo que ponerle luces de neón al anillo de matrimonio para que se alejen o qué?
Sorprendido, Yuri gira para ver a su amigo. Sentado en la manta a su izquierda, Phichit refunfuña visiblemente molesto mientras sus ojos oscuros ven directamente al mar.
En la orilla, Seung-Gil y Víctor conversan sobre algo con un par de chicas.
Yuri bufa molesto.
Si bien todos en Hasetsu saben que el ruso está casado con él y tienen dos hermosos hijos, eso no impide que alguna se le acerque al ex patinador con claras insinuaciones. Sin embargo, el esposo de Nikiforov no tiene corazón para tratarlas de lagartonas porque él tiene el privilegio de ver todos los días semejante espécimen de macho alfa y aún siente que se le corta la respiración en más de una vez al día.
Con 45 años encima, Víctor Nikiforov es el epítome de la belleza masculina. Conserva su buena condición física y aunque un par de arrugas enmarcan de forma casi imperceptible sus ojos cuando sonrie, sigue viendose muy bien. Los años no han hecho más que mejorar a ese hombre. Como un buen vino añejo.
Y es todo suyo.
Yuri no quiere sonar engreído, pero sabe que esas pobres chicas serán despachadas en cuestión de segundos por parte del ojiazul y eso le permite relajarse un poco. Víctor y él están aún más enamorados de lo que estuvieron hace más de veinte años. Y no hay nada que él no le de a Víctor como para que éste quiera buscar aventuras por otro lugar.
Víctor vive y respira por él y su familia. Igual que Yuri.
Y sucede. Las chicas abren la boca, claramente insultadas por le negativa sin dejar de observar a los hombres, quienes regresan para refugiarse del sol bajo la sombrilla donde Phichit y él cuidan de los alimentos y las cosas de sus hijos.
Phichit sigue refunfuñando y, al darse cuenta, su marido se sienta a su lado para darle un beso y susurrale al oído. Yuri no alcanza a escuchar, pero debió ser algo realmente bonito porque el rostro del moreno adquiere una tonalidad rojiza y una sonrisa tierna curvó sus labios.
—El agua se siente muy bien, ¿seguro no quieres nadar? —Pregunta Víctor y Yuri niega antes de parase sobre la punta de sus pies y darle un beso corto.
No está celoso, pero mejor dejar las cosas claras por si alguien más quiere acercarse a su esposo.
—¿Cómo está? —Escucha que Seung pregunta a Phichit.
—Muy curiosa. No deja de observar todo.
El matrimonio Nikiforov sonríe al comprobar lo dicho por el Tailandés.
La pequeña Soel Lee, sentada en las piernas de Phichit, observa con sus ojitos oscuros todo a su alrededor. Sobre todo el mar azul frente a ella.
No hay duda alguna de que la sangre de Phichit es muy fuerte. Tanto Zet como Soel son el vivo retrato del Tailandés, exceptuando porque la bebé de dos años heredó la piel clara de Seung-Gil.
En cuanto Phichit cumplió los tres meses de embarazo se lo contaron a Zet. El hijo mayor de su amigo lloró a causa de la felicidad. Aunque sí confesó que —igual de Yurio al comienzo—, la inquietud de ser desplazado por el nuevo bebé cruzó por su mente y corazón. No fue hasta que acompañó a sus padres a la primera ecografía y escuchó el sonido del corazón del nuevo integrante de la familia que supo de alguna manera que todo estaría bien.
A un mes de dar a luz a su segundo hijo, Phichit y Seung-Gil se casaron al fin. Y ambos tailandeses pasaron a adoptar el apellido Lee.
Zet aún se confunde por ello.
Los ojos chocolate de Yuri buscan a sus hijos.
Los hermanos Nikiforov juegan en la orilla del mar, persiguiendo a Zet con pistolas de agua cargadas.
Yuratchka gira al sentir su mirada y le sonríe.
Su hijo ya no es el pequeño que solía ser, al menos físicamente. La sangre rusa de Yurio comenzó a salir a flote en cuanto cumplió diecisiete años, de un momento a otro su hijo dio un estirón de quince centímetros. Aún era un par de centímetros más bajo que Víctor, pero ha dejado abajo a Yuri con mucha facilidad. Las facciones tiernas ya han desaparecido y es su lugar el rostro de un hombre joven se puede apreciar y, sin embargo, sigue siendo la cara de un ángel.
Los Omega son pequeños y de apariencia frágil por naturaleza. Su hijo no es la excepción; con 1.78 de altura y la complexión delgada pero con músculos marcados, Yuratchka Nikiforov es un joven atractivo con actitudes y fuerza digna de cualquier Beta o Alfa. Víctor lo ha criado así y aunque en algunos momentos fueron un problema por su obvia condición Omega, supo ganarse el respeto que exigía.
Viéndolo ahora; tan feliz que casi irradia luz propia, tan seguro de si mismo que puede llegar a ser tan egocéntrico como su padre y con una sonrisa tan tierna que solo pudo haber aprendido de él, Yuri piensa que el dolor y las lágrimas de hace tres años valieron la pena. Eran necesarias para que su hijo comprendiera cuán amado es y hoy esté ahí, con ellos y hechandose a su hermano menor al hombro.
—¡No se te vaya a caer, Yuratchka!
El japonés escucha la risa de los presentes sin despegar la mirada de sus hijos. Ve como el mayor baja a Ian, quien corre a los brazos de Zet para intentar tirarlo a la arena sin tener mucho éxito hasta que Yurio lo ayuda y los tres caen al agua.
Su hijo rubio puede ser un joven adulto, pero por dentro y más aún con su familia; aún es el niño mimado y amoroso que ha sido siempre.
Han hablado de Yulia y Mathew, por supuesto. Pero aún cuando Yuri le contó toda la vida de sus padres biológicos, el amor que se tuvieron y lo mucho que lo amaron desde que supieron de su existencia hasta esa fatídica noche en que perdieron la vida; Yurio no mostró sentimientos más allá de la comprensión y cierto cariño.
De alguna manera lo comprende. Yurio no supo de la existencia de los Plisetsky hasta los quince años. Y para el rubio sus padres siempre fueron Víctor y él. Que de buenas a primeras comiencen a contarte cosas de las personas que te dieron la vida sin que tu lo creas completamente es algo confuso. En un comienzo Yurio sólo escuchaba y asentía, como si le estuvieran contando un cuento o le estuvieran platicando el resumen de una buena película.
Pero con el paso del tiempo y al ver las fotos y vídeos de los Plisetsky, que habían estado escondiendo por más de una década, comenzó a tomarles afecto. No como los padres que se suponía eran, pero si como un par de familiares queridos. Y eso ya es algo.
—¡Me rindo, ya no puedo! —Grita Zet ante el ataque constante del mini ejército Nikiforov.
Yullian grita feliz y eufórico por su victoria mientras Yurio ayuda a su amigo a levantarse.
Yuri sonríe al ver las diferencias en los mejores amigos. Zet siempre fue más alto que Yuratchka, gracias a que es un año mayor. Pero aunque su padre biológico fue alto, la sangre de Phichit también ganó esa contienda; estancando a Zet en su metro setenta. Cinco centímetros por encima de Phichit, pero ocho más bajo en comparación con Yurio.
Es un chico apuesto y su atractivo más fuerte es el par de orbes color miel contrastando con su tono de piel tostada.
Comparado con los mejores amigos, su pequeño Ian daba claros indicios del gran Alfa que llegará a ser.
Con siete años, Yullian Nikiforov, aunque muy parecido a él; la sangre rusa de Víctor late fuerte y potente en sus venas. Haciendo un buen trabajo junto con el género Alfa. El azabache de ojos azules es un niño alto para su edad, en comparación con sus compañeros japoneses al menos. Su mirada azul es directa y fuerte. Le gusta hacerse escuchar y tiene aptitudes de un líder nato. Es muy popular en la escuela, incluso entre los alumnos más grandes.
Yullian es un niño fuerte y orgulloso; Sincero y directo; egocéntrico y juguetón, pero también tiene el corazón más cálido del mundo y su amabilidad no conoce límites.
Con su rostro y los ojos de Víctor; su hijo será la perdición de muchas chicas o chicos en el futuro.
Yuri suspira al pensar en lo problemático que eso será. Aunque no es de su agrado pensar en la relación de su hijo mayor, agradece un poquito que Yuratchka haya encontrado pronto a su pareja y sumando eso con la actitud apática del rubio: le ahorro muchas mortificaciones.
Yuratchka es un chico maduro y responsable con su familia y su carrera, así que sólo va a ver a Otabek en los veranos y el Kazajistán llega a Hasetsu a celebrar navidades.
Para su molestia, Víctor y él realmente no pueden hacer nada ni oponerse a la relación.
Otabek Altin es un chico serio tanto en su persona como en su relación con el rubio; lo respecta y el amor que le profesa es tan claro como los ojos verdes de su hijo mayor. Y Yurio siempre es feliz junto al Kazajo.
¿Qué otra cosa puede hacer más que aceptarlo aún en contra de sus celos paternos?
De hecho, en cuanto la semana termine, Yurio irá a Almaty, Kazajistán para pasar el tiempo prometido con su novio.
—¿Qué pensamientos nadan por tu mente, Yuri?
El aludido voltea a ver a su amigo.
Phichit le sonríe, a su lado Seung-Gil juega con Soel y un cordero de peluche.
Los ojos cafés se encuentran entonces con los azules de su esposo. Víctor está a su lado, con un brazo redeando su cintura y sonriendo con admiración, como si fuera la octava maravilla del mundo.
Las orbes chocolate regresan hacia el lugar donde sus hijos y el de su mejor amigo caminan, regresando junto a ellos.
—Son unos chicos maravillosos. —Afirma.
Phichit ríe —Lo son. Lo hemos hecho bien, ¿no?
Yuri sonríe y sus ojos se topan de nuevo con las orbes jade de su hijo. Yuratchka le sonríe.
Lo hemos hecho muy bien.
⛸
Beka.
Lo siento. El tránsito está algo atascado. No tardaré en llegar, sólo espera ahí.
—¿A dónde más podría ir, Otabek? —Pregunta Yurio, despacio para que nadie crea que es un loco al que le gusta lanzar presuntas retóricas al aire.
Responde en mensaje antes de guardar el móvil en el bolsillo de su chaqueta y caminar por el aeropuerto dispuesto a conseguir algo de comida.
Yura.
Hecho. Estaré en el área de alimentos.
Ha ido un par de veces a Kazajistán. De hecho, la primera vez le costó horrores convencer a sus padres para que lo dejaran ir.
Aún cuando muchas cosas parecen haber cambiado, para él no es así. No del todo.
En su carrera artística ha ganado muchos premios y la gente dejó de hablar tanto de su familia al concentrarse en las batallas épicas que mantiene con Zet por las medallas de Oro.
Zet, su mejor amigo, quien se ríe tanto como él por los encabezados en las revistas y sitios web avivando la llama de su eterna rivalidad un día y al siguiente volviendo loca a la prensa con fotografías en sus redes sociales mostrando su gran amistad y la unión de sus familias.
Zet, quien acaba de terminar su relación con Hien y, aunque triste, comprende que Raymond Giacometti fue el primero en amar al chico de porcelana.
Zet Lee, su mejor amigo a quién quiere patear por sacarle sonrojos a su hermano pequeño.
De acuerdo; Zet no tiene la culpa de eso. Pero que sea tan cercano a Yullian es un problema. Y, de nuevo; Zet no tiene la culpa.
Yurio gruñe al sándwich de pavo que acaba de comprar al recordar la conversación que tuvo con su hermanito anoche, después de que la familia Lee Chulanont regresó a Tailandia.
—¿Gatito, el amor que tu sientes por Ota-Kun es igual al de mamá y papá?
Fue la inocente pregunta que lanzó Yullian ante un Yurio con la guardia baja, en medio de un vídeo chat con el Kazajo en cuestión.
Del otro lado de la pantalla, Otabek carraspeó ocultando miserablemente su risa.
—Ah... Ahorita hablamos —dijo al niño —. Sólo me despediré de Beka y...
—No, no —habló su novio con una estúpida sonrisa burlona —. Yo también quiero saber la respuesta.
Gruñó un par de groserías en todos los idiomas que sabía, arrepintiéndose al instante porque, independiente de que el japonés es su lengua nativa, Ian si hablaba ruso y comprendía un poco de tailandés.
—No le diré a mamá que dijiste palabrotas frente a mi sí me respondes.
¿Es el chantaje un rasgo propio del apellido Nikiforov?
—De acuerdo —suspiró Yurio dirigiendo una mirada avergonzada a Otabek —, sólo si prometes que me explicarás por qué preguntas eso, Katsudon.
El niño de ojos azules asintió enérgicamente balanceando el flequillo que enmarca su rostro.
—Pues verás... Beka y yo... —Diablos, ¿cómo se le explica algo así a un niño pequeño? Tomando una respiración profunda, Yurio decide simplemente soltarlo —: Si, es igual. Yo amo a Beka como mamá ama a papá.
Los ojos azules del niño se desenfocaron, asimilando la respuesta.
Por su parte, Yurio escucha la ligera risa de su novio por el monitor y está realmente tentado a cerrar el portátil.
Entonces Yullian gira de nuevo para verlo con confusión reflejada en el rostro.
—¿Y como es eso?
La carcajada de Otabek sonó tan clara como la risa medio histérica en labios del rubio.
¿De verdad tenía que explicar algo así?
Si. No hay nada que Yuratchka pueda negarle al pequeño engendro sentado en su sillón individual.
Fue así como se enfrascó en una conversación censurada sobre el amor entre los Alfas y Omegas. Intentó explicar de forma simple lo que es el destino y Otabek intervenía cuando creía que había dicho algo incomprensible para su pequeño cuñado.
Le habló del sentimiento que invade su pecho y mente cuando ve, habla y está junto a Beka; diciéndole que probablemente a sus padres y a todas las personas enamoradas les ocurra algo así.
Varios sonrojos después y con sudor frío bañandole el rostro, Yuratchka da por terminada su improvisada clase.
Los ojos de su hermanito pequeño lucen pedidos en algún punto del techo y el rubio ruega porque ya no se le ocurran más preguntas.
—¿Y ese amor sólo se da entre Alfas y Omegas?
Un gruñido exasperado surge de su garganta y se reacomoda en la silla giratoria frente a su escritorio.
—No —responde Otabek y Yurio le lanza una mirada agradecida a la cámara —. El amor no conoce límites de ningún tipo, Ian. El género no debe ser jamás un impedimento para que te enamores.
Por un segundo Yurio deseó tener a su novio frente a él, en carne y hueso, para besarlo como si no hubiese un mañana.
Pero la siguiente interrogante de su lindo, inocente y adorado hermanito lo dejo helado:
—¿Entonces un Alfa puede amar a un Beta?
En un principio Yura no comprendió la pregunta hasta que notó el sonrojo en las redondas mejillas del menor.
—¿Lo preguntas por algo en especial, Ian? —Inquiere Beka al comprender que él ha olvidado como usar su lengua.
El niño se remueve incómodo y desvía la mirada, pero Yuratchka sabe que su hermano es un niño de palabra.
—Prometiste explicar porque tanta curiosidad repentina, Katsudon. Así que habla.
El color rojo en la cara de su hermano se hizo más oscuro, pero los ojos azules no dudaron ni se desviaron ante la orbes verdes.
—Amo a Zet.
La quijada del rubio se desencajó de su lugar. Y su cerebro de desconectó. Hasta Otabek dejo salir una pequeña exclamación.
Yuratchka deseo poder reír ante las palabras del niño.
No lo hizo porque los grandes ojos azules brillaban cuál faros en la semi oscuridad de su habitación. La sinceridad en su rostro le daba un parecido innegable con su madre.
Y Yurio ama tanto a su madre que tener a su hermanito con su rostro, frente a él y hablandole de un supuesto enamoramiento por su mejor amigo, lo dejó sin palabras coherentes.
¿Asi se sintieron sus padres cuando él les dijo que estaba enamorado de Beka?
—Estas... muy pequeño para pensar en eso.
La decepción fue tan clara en la carita de su hermano como lo estuvo la de él cuando Víctor le dijo lo mismo a los quince años.
En eso la puerta de su habitación se abrió, dándole paso a sus amorosos padres.
—Es hora de ir a dormir —dice Yuri entrando a la habitación y dirigiéndose hacia él mientras Víctor se encamina al sillón para tomar a su hijo menor en brazos —. Hola, Otabek.
—Hola, Yuri-San.
—Confio en que mañana irás por Yurio al aeropuerto.
—Como cada año. —Responde el Kazajo antes de despedirse de todos y desconectarse.
Yurio sonríe y, como siempre, su madre comprendió al instante que algo andaba mal.
—Amor, ¿Por qué no vas con Yullian a su habitación y lo ayudas a prepararse para dormí? —medio ordena a Víctor —Iré enseguida.
Víctor asiente y se inclina para besar la frente de Yurio, seguido de los labios de su esposo antes de salir con su hijo pequeño en brazos.
Yuratchka saltó entonces a su cama y se dejó arropar por su madre como si fuera un niño.
Una vez cómodo y con Yuri acariciando su cabello, el chico tuvo que mentir cuando su madre le preguntó que sucedía.
—Estoy ansioso por ver a Beka.
—No se han visto en persona por meses, es comprensible —dice Yuri —. ¿Qué dijo de tu nuevo corte?
Yuratchka sonríe ante el recuerdo de la cara sorprendida de su novio al ver su cabello corto. Después de años con el cabello como una chica, Yurio decidió cortarlo y dejar solo el flequillo un poco largo.
Su familia, así como los Lee, estuvieron de acuerdo en que ese nuevo look le sentaba bien a su rostro.
—No alcanzó a decir nada porque Katsudon llegó.
Yuri rió entonces y siguió acariciando su cabeza hasta que Yurio se dejó llevar por el calor y olor de su madre hasta caer en los brazos de Morfeo.
Una vez terminado el sándwich Yura se pregunta si fue lo mejor dejar a Yullian de esa manera.
Sinceramente espera que el supuesto enamoramiento de Katsudon por Zet sea sólo una ilusión.
Un amor infantil como el que sintió él por Yuuko en algún momento alrededor de sus nueve años.
Los sentidos de Yurio de ponen en alerta, sacándolo de sus pensamientos.
Ese olor...
Sonríe.
—¡Yura!
La voz de Otabek suena es sus oídos y Yurio se levanta de su lugar en cuanto lo ve.
Soltando su equipaje y tirando la mochila al suelo Yuratchka corre hacia los brazos de su novio. Otabek también ha crecido, pero sólo es tres centímetros más alto que él. Aunque no hay comparación con la musculatura.
Ya habrá tiempo de pensar en la ilusión de su hermano y si no es algo pasajero pues... habrá que hablar con Zet.
Ahora sólo piensa disfrutar del amor que sólo su novio puede darle.
—¡Beka!
🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒
¡Hola!
Soel Lee Chulanont tiene dos años y es una beba Alfa preciosa.
Yura se cortó el cabello porque ya no hay necesidad malsana por ser parecido a sus padres. Ahora comprende que lo aman independiente de todo.
¿Ian tiene un amor infantil?
En otras cosas, ¡Ya publiqué la historia Yuuyu! Se llama Ven conmigo.
Aquí la sinopsis:
[Yuuyu] [AU. Post-apocalíptico]
Cuando el mundo es arrasado por un virus mortal la única salvación es luchar por mantener tu humanidad.
Yuri Plisetsky se pregunta si es necesario seguir viviendo en un planeta que se destruye lentamente, sin embargo, en contra de su deseo propio, no puede pensar en apretar el gatillo de su Glock favorita y abandonarlo todo.
No sí su todo tiene nombre y apellido. No sí su todo ha hecho hasta lo impensable por mantener su corazón latiendo y la esperanza brillando.
[—Soy un puro, ¿recuerdas?
—¡Tu sangre no puede garantizarme que sobrevivirás!
—Entonces creé en mi palabra. Estaré bien.
—No sigas con ésta idiotez... Aún hay espacio aquí. Ven conmigo.
—... Nos vemos. Te quiero]
Si. Un universo post-apocalíptico.
ByeByeNya 🐾
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