14• Lia.

— ¿Es tu primera vez?

— Si... Nunca he montado una.

— Tranquilo —Los ojos oscuros de Otabek mostraban tanta paciencia y cariño que Yurio realmente creyó que no era tan mala idea — Iré despacio.

Yuratchka suspira y toma el casco que le ofrece para subir a la motocicleta.

Es más de medio día y por fin habían terminado las prácticas. Mañana será la competencia del programa corto y se supone que debería estar preparándose para ello, no estar tan impaciente por salir a pasear.

Y no. No lo está.

Lo cierto es que su impaciencia se debe a querer pasar tiempo con el Kazajo después de dos años sin verlo.

Yurio sube con cuidado para sentarse tras Otabek y medio sonríe al sentir como la motocicleta vibra debajo de él. Una vez cómodo, no tiene ni la menor idea de donde debe poner las manos y el mayor parece notar su dilema interno porque le sonríe mientras lo observa sobre el hombro y toma sus blancos dedos entre los suyos para obligarlo a abrazarle la cintura.

El rubio sólo se deja hacer, demasiado abochornado para reclamar. O para elevar el rostro enrojecido.

Pasados unos minutos, el miedo deja de tener sentido. Otabek cumple su palabra de no ir a alta velocidad y él se permite desenterrar el rostro de la chaqueta para observar a su alrededor.

Nunca ha estado en España así que la experiencia es tan nueva como aterradora porque tiene quince años, está en un país desconocido sin sus padres y con un chico mayor que claramente lo desea con la misma intensidad que él, pero que lo observa siempre con tanto cariño que realmente no le interesaría si Otabek lo estuviera secuestrando o algo parecido.

Cuando llegan a su aparente destino, Yurio observa atentamente la gran y majestuosa estructura del lugar. Sus ojos se concentran en los intrincados diseños coloridos.

— ¿Dónde estamos? —Pregunta subiendo las escaleras.

Parc güell —O Otabek está familiarizado con el lugar ó realmente no le impreciona tanto como a él, pero aún así le sonríe —. Mi entrenador estaba hablando de éste sitio y quise venir contigo.

Las mejillas del rubio se tornan rosadas ante el comentario, provocándole el impulso de bajar la mirada.

Los ojos verdes se topan con la mano de Otabek a centímetros de la suya y sonríe ante el deja vú.

Una parte de su mente se dedica a encontrarle sentido al nerviosismo en su interior. Está muy feliz por volver a verlo, pero Otabek a cambiado. Físicamente al menos.

Hace dos años no tenía que alzar tanto la cabeza para verlo a los ojos.

El cambio lo hace más varonil; su porte serio y seguro de sí mismo son claramente facciones de un Alfa.

Le gusta y mucho. Pero lo hace sentir tan pequeño...

Así que acerca la mano hacia la del Kazajo. Dudando. Como si quisiera convencerse de la igualdad entre ellos. Como si quisiera comprobar que la conexión que los une sigue ahí.

Le queda completamente claro cuando la diestra calida de Otabek acorta las distancias y toma la suya fría, envolviéndola por completo para dar un pequeño jalón y acercarlo más.

Esa tarde es especial. Porque después de tanto tiempo pueden volver a hablar de sí mismos sin que el otro los juzgue o espere algo a cambio. Para Yurio, Otabek es la representación misma de la tranquilidad que el tanto a deseado y la protección que siempre a querido.

No es lo mismo que con sus padres. Sabe que Yuri y Víctor harían cualquier cosa por él. Incluso mentir para salvarlo del dolor.

Pero toda su vida a intentado con tanta fuerza protegerse él sólo del daño de los demás. Se ha dejado envolver en un burbuja que lo separe del mundo. Siempre tosco y altivo para alejar a la gente porque nunca los ha visto más allá de posibles amenazas hacia su persona y hacia su familia.

Desde pequeño aparentó que no le importaba nada de eso. Que las palabras de las personas no le afectaban. Que las comparaciones con sus padres no dolían. Aparentó ser fuerte para que su mamá no sufriera por verlo triste, para que Víctor no perdiera su sonrisa sólo para buscar pelea y defender a su hijo.

Siempre luchando sólo.

Hasta que Otabek pareció.

Altin siempre parece dispuesto a saltar en su defensa, aún cuando no se veían directamente, Yurio sabe que él estuvo tan presente en su vida y sus pensamientos como Otabek en los suyos.

Lo quiere muchísimo. Tanto que duele y duda que sea real. Teme que le sea arrebatado de su lado.

Y se lo dice. Entre tartamudeos y el rostro ardiendo por la vergüenza, le dice lo especial que a sido su presencia para él, le habla de esa sensación de plenitud y felicidad a su lado, la seguridad que le otorga el simple hecho de sentirlo cerca y lo feliz que está por estar enamorándose de él.

Por primera vez en toda su vida Yurio desea ser como Zet y tener esa capacidad innata para ignorar al mundo entero; de no importarle absolutamente que la gente lo crea un maniático de selfies.

Con la boca abierta en clara muestra de impresión, Yuratchka se traga el deseo e impulso por sacar su celular y tomarle una fotografía o quizá un vídeo completo a Otabek.

Otabek, quien está visiblemente avergonzado y rojo hasta las orejas por su declaración.

Realmente no quiere pensar en quién de los dos debe tener el sonrojo más elevado porque su tez pálida lo deja en obvia desventaja.

Pasados los segundos y más tranquilo, Altin da dos pasos y con una velocidad y fuerza que casi le quita el aliento, lo toma entre sus brazos. En un abrazo tan desesperado como anhelado.

— Se supone que te traje aquí para confesarme primero, Yura.

— No me digas que tu ego de alfa fue pisoteado por eso —Finge sarcasmo —Ya lo dije yo. Superalo.

¿Cuado fue la última vez que recibió un abrazo tan cálido?

Probablemente la misma tarde que le grité a mi receptor de abrazos favorito.

Aprieta los ojos para no pensar en eso y se concentra en el aroma de Otabek. Concentrado y embriagante, seguro y tranquilo.

— ¿No vas a responderme? Ya esperé mucho, Beka.

— ¿Quién fue el que dijo que no era el momento hace dos años?

— Bueno, ahora es el momento.

Alejándose lo suficiente para verlo a los ojos, pero sin soltar por completo el abrazo, los ojos oscuros y decididos del mayor atrapan los expectantes y verdes de Yurio, quien aparentemente a olvidado como respirar con normalidad.

— ¿Sabes que fue lo primero que me llamó hacia tí?

Yurio frunce el ceño — ¿No fue mi olor?

Altin niega y sonríe.

— Tus ojos. El color del jade brillante ante la decisión de querer proteger algo valioso para tí —Dice, elevando una mano para colocarle el flequillo tras la oreja y ver en todo esplendor su rostro sorprendido—. Esa tarde estabas dispuesto a saltar para defender a tu hermano y lo único en lo que yo podía pensar era en quitarte la furia y descubrir si tu sonrisa haría más profundo el verde de tus ojos.

Llegados a este punto, Yurio no sabe si llorar o reír. Porque las palabras de Otabek le provocan tanta felicidad y lo hacen sentir querido a un punto que jamás creyó fuera de su familia.

Pero al mismo tiempo le pone nervioso sentir la sinceridad de sus palabras y luchar contra la voz en su mente que le dice lo extraño que es escuchar a alguien tan serio como Altin decir todo eso sin inmutarse.

Decidiendo qué ya ha sido mucha vergüenza por una sola tarde, lleva las manos tras la nuca del mayor y lo jala hacia su rostro al tiempo que se eleva en la punta de sus pies.

El primer contacto de sus labios es ligero y tentativo mientras se reconocen después de todo ese tiempo. El roce que le sigue es dulce y casi casto, pero tan efectivo para convertir los huesos de Yurio en una especie de masa gelatinosa que lo hace temblar contra las manos de Otabek.

Con ambos brazos rodeando el cuello del mayor para no perder el equilibrio, Yura abre la boca buscando más del sabor a chocolate amargo en labios del Kazajo; con la punta de la lengua traza el borde del labio inferior ajeno y sonríe cuando Otabek suspira dándole entrada libre para buscar su lengua.

No esperó para nada el rugido débil que salió de la garganta del mayor. Mucho menos supo que hacer con la forma en que Otabek profundizo el beso. Hambriento y anhelante por más contacto entre ellos, exigiendo de esa forma la rendición de Yurio.

Teniendo en cuenta que su primer beso fue una mezcla entre lo torpe y lo lindo y que había sido ese el único que ha dado hasta ahora. La inexperiencia no fue impedimento alguno para ésta nueva forma de besar. Lo único en lo que podía pensar era en exigirle más de aquello y proporcionar las mismas ansias por no querer separarse.

Cuando el calor se elevó a tal grado que Yuratchka no sabía si empujarlo para que se detuviera o tirarlo en el suelo para descubrir que podría seguir después de ese beso, respondió a la ligera mordida que Otabek le dio a su labio con un mordisco más fuerte, logrando separarse y jadear en busca de aire.

— ¿Qué rayos...? —Fue lo único que atinó a decir ante la mirada desconcertada del moreno.

Percibió exactamente el momento en que los brumosos ojos castaños volvieron a la realidad y entendieron lo que ocurría.

Yurio soltó una pequeña risa ante el nuevo sonrojo en Otabek y como éste se alejó al menos un metro de él.

— Lo siento, Yura. Yo no...

— Esta bien —Interrumpe la avalancha de arrepentimiento—. Realmente fue mi culpa. Y aunque sé que soy irresistible —Dice en un intento por aligerar la situación y calmar el ritmo elevado de su corazón —, por favor, no hagamos eso muy seguido.

— Por supuesto.

— No intentes aprovecharte muy seguido de tu novio, Beka.

La expresión de Otabek era digna de inspiración para un poema.

Por supuesto que no habían hablado de ello, pero ya se han besado y ambos están totalmente de acuerdo en que no logran imaginarse estando junto a alguien más.

Lleva mucho tiempo llamando a Otabek "novio" en su mente, así que hacerlo oficial no hará mucho cambio.

Además acaba de pisotear de nuevo el orgullo de Alfa en su recién estrenado novio al pedírselo primero y su expresión es bastante divertida como para dejarlo pasar.

De alguna forma, Yura siente que es el novio aprovechado.









— ¿Qué buscas? —Pregunta al ver como Otabek revuelve el contenido de la gran maleta negra.

Después del beso-roba-aliento. Decidieron ir a cenar algo y fue mientras se debatía entre pedirle a Otabek que compartieran la Paella o ordenar algo para él sólo, que su novio entró al campo minado.

— ¿No has hablado con tus padres?

No preguntó cómo lo sabía. Después de todo, la noticia de que ya no vive con sus padres salió a la luz desde hace meses.

— Al parecer has hablado más tú con ellos que yo.

Además del pequeñisimo detalle de que Altin estuvo en Yutopia no hace mucho.

El mayor ni siquiera intentó negarlo — Yuri-San me contactó hace una semana y yo estaba libre así que decidí ir.

Yurio abrió la boca para decir algo, pero el mesero llegó entonces.

— Antes de que me preguntes qué hice en Hasetsu —Habló Otabek cuando el mesero se fue con su orden —. Quiero que me cuentes que sucedió.

— Como si no lo supieras ya —Gruñe el rubio.

— Se la historia de tus padres. Sé que Yuri-San tiene el corazón destrozado. Sé que el señor Nikiforov apenas puede ver a su esposo a los ojos y sé también que Ian no hace más que preguntar si ya regresaste cuando llega de la escuela. Sé que te extrañan mucho.

Baja la mirada para esconder el rostro bajo la cortina de cabello rubio, sin embargo la mano de Otabek en su barbilla lo obliga a elevar la cara y volver a verlo.

— Lo que no sé es por qué, si obviamente tu los extrañas de la misma manera, sigues sin tener contacto con ellos. Lo que quiero saber es tú historia. ¿Qué te impide escucharlos, Yura?

Si fuera otra persona, Yuratchka no dudaría en mandarlo a la mierda; No tardaría ni dos segundos en decirle que se metiera en sus propios asuntos y que lo dejara tranquilo.

Pero era Otabek y la genuina preocupación opacaba sus ojos.

Entonces Yurio le habló del sentimiento de traición dentro de él y de la confianza pendiente de un hilo.

No la confianza hacia sus padres. Sino la confianza hacia sí mismo.

¿Cómo perder la confianza que tu madre ha inculcado en tí desde pequeño para que jamás nadie te hiciera dudar y crecieras con la seguridad de creer que puedes lograr lo que tú desees? Fácil, relativamente fácil: Perdiéndote a tí mismo. Desconociéndo totalmente para que has luchado por tanto tiempo si no resultas ser quién se supone que eres.

Desde pequeño. Desde el primer insulto y burla ante la diferencia con sus padres, Yuri le dijo algo que lo marcaría para siempre.

"Tú eres Yuratchka Nikiforov."

Y joder, que él jamás se ha sentido tan orgulloso de algún logró si no es hasta escuchar su nombre en las premiaciones. Porque su nombre marca quién es y de donde viene.

Ser Yuratchka lo identificaba como un miembro de la familia Nikiforov y callaba las voces que insistían en dudarlo y seguir las burlas.

Creció defendiendo ese título para que nadie se atreviera a excluirlo de sus propias raíces, para que nadie dudara del gran valor que obtenía desde la calidez de su hogar.

Por supuesto que entiende lo que Yakov y Lilia le dicen sobre el amor que Yuri y Víctor le tienen. Claro que comprende a lo que se refiere Zet cuando le dice que la sangre no importa.

No es estúpido y tampoco es tan frívolo como se ha encargado de hacerle pensar a la gente.

Sabe, que sin importar nada, Yuri y Víctor Nikiforov lo aman y para ellos es su hijo.

Su madre lo dejó claro cuando supo que Katsudon llegaría al mundo.

"Ambos irán en el mismo paquete. No será 'Él o yo' jamás."

Lo sabe, maldita sea, lo sabe. Ese no es el problema.

Lo que no entiende. Lo que le ha impedido todos estos meses, todos esos días eternos y las noches de llanto ha tomar un avión directamente a Japón es el pensamiento estúpido irracional de no saber ya quien es él.

¿Por qué está luchando ahora que ya sabe que no es sólo Yuratchka Nikiforov sino también Yuri Plisetsky?

Y eso es lo estúpido.

¿Por qué un apellido que sólo usó en los primeros tres meses de su vida lo está arruinando de esa manera? ¿Por que piensa que no poder mantener el apellido Nikiforov le quitará el amor de su familia?

¿Por qué la sombra de los Plisetsky lo hacen sentir que los está traicionando de alguna manera al no quererlos si, obviamente, nunca supo de su existencia hasta hace poco?

Otabek lo escuchó todo y lo abrazó sin importarle que la comida se enfriara o lo que la gente digera.

Una parte de su mente agradeció estar en un país donde esas cosas no eran tan mal vistas. Donde un Alfa podía abrazar sin problema alguno a su roto Omega.

Y también agradeció que Otabek no respondiera ninguna de sus preguntas.






La cena terminó en el mismo silencio que los acompañó en el camino de regreso al hotel.

Yurio esperó que su novio se despidiera de él y le deseara buenas noches cuando entraron en el elevador, sin embargo Otabek tenía otros planes porque marcó el piso de su habitación y no el de Yura.

Iba a preguntar qué rayos estaba pensando, pero decidió que no podía ser tan mala idea.

Al llegar, el horrible hecho de que él y Otabek eran más diferentes de lo que se imaginaba lo golpeó en la cara. El cuarto estaba impecable y si bien podría atribuirle eso a las mucamas, sabe que su propia habitación era un desastre cuando salió esa mañana y que las mucamas sólo hacían una pequeña montaña en una esquina del cuarto con la ropa que el dejaba esparcida por todos lados.

Así como Yuri es el Cerdito tranquilo y pacífico contra Víctor, el conejo hiperactivo y saltarín.

Él es un gato rabioso contra Otabek, que es mamá oso.

— ¿No te dije que no te aprovecharas mucho de tu lindo novio, Otabek? —Bufa intentando escapar de sus fatídicos pensamientos y se encamina a la cama quitándose los zapatos a punta pie y gateando hasta el centro para centrarse con las piernas cruzadas.

El aludido lo ignoró olímpicamente para ir directo a su maleta.

— ¿Qué buscas? —Pregunta intrigado así que decide bromear —¿Condones? No dijiste que lo fuéramos a hacer hoy.

Altin se levanta entonces, con una caja portadisco en las manos y le da una mirada elocuente a su rojo rostro.

Yurio se repite internamente que sí piensa hacer ese tipo de chistes debe aprender a no avergonzarse después.

La risa de Otabek suena y Yura cruce la nariz.

— ¿Qué es eso? —Señala la caja plana y negra. Mejor desviar la atención.

De repente su novio vuelve a ser el señor seriedad y le ofrece la caja para ir y tomar el portátil que está en la mesita de noche.

Lo observa subir a la cama, recargarse en el cabezal y acomodarse antes de encender la computadora y hacerle una seña para que se acerque.

— No tengo respuestas para tus pensamientos, lo siento mucho —Dice mientras le acaricia el brazo. Yura comprende que vuelven al tema de su identidad personal —. Pero tengo algo que tal vez pueda ayudarte un poco. Tu decides si quieres verlo o no —Termina, señalando en portadisco en sus manos blancas.

— ¿Qué es?

— Tu padre me lo dio.

— ¿Victor?

Otabek asiente — Yuri-San me llamó para pedirme que cuidara de tí, aquí en Barcelona, pero lo escuche tan... afligido que le pedí me dejara ir a visitarlos —Sonrie ante la verde mirada incrédula —. No te enojes, pero vi muchas fotos tuyas de bebé. También muchos vídeos.

— Matame...

La risa del Kazajo sólo incrementó la angustia ajena.

— No. Vamos, que siempre has sido adorable —Es su pobre excusa —. Verás, ayudé a tu tía y tu padre a hacer éste vídeo sin que tu mamá se diera cuenta.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Pienso que necesitas verlo, así quizás algunas dudas se disipen y tendrás más claro de que querrás hablar con tus padres cuando los vuelvas a ver.

El impacto que sus palabras provocaron fue conciso.

Yurio giró la cajita en sus manos. ¿Qué tendrá ese vídeo que no haya visto antes ya?

Suspirando, presionó el botón a un costado del portátil antes de sacar el disco plateado de la caja y colocarlo en la pestaña.

Un par de Clicks después y todo lo demás, todo aquello fuera de la pantalla, quedó momentáneamente olvidado para él.

Lo primero que sus ojos identificaron fue la pista de patinaje. La misma en la que habían estado practicando esa mañana, tenía ligeros cambios, pero era claramente la misma.

Sin embargo toda la atención se la llevaba la mujer que aparecía en primer plano.

— Yulia...

La ha visto en un par de fotografías, tres a lo mucho, pero el shock al verla siempre es el mismo.

Es como verse a sí mismo con el cabello más corto y con obvio físico femenino. Pero en el vídeo tiene algo diferente.

Sus ojos verdes brillan y le sonríe a la cámara como si ese fuera el día más feliz de su vida. Yurio puede detectar algunas pecas salpicando su rostro ¡Ah, he ahí una diferencia! No obstante, el grueso y elegante abrigo verde que cubre su pequeño cuerpo no puede ocultar su pronunciado vientre.

— ¿Ya estás grabando? —Pregunta ella, risueña y su voz es un poco más grave de lo que se esperaría de una mujer con rostro de ángel y cuerpo pequeño.

— ¿Eso creo? Ya sabes que no soy bueno con éstas cosas. —Le responde el hombre tras la cámara. Ella suelta un bufido.

— Si, Matt, ya lo sé. Si Phichit no estuviera recién aliviado lo habría traído a rastras.

— Sinceramente, nena, no creo que se hubiera negado.

Ella sonríe y suspira dramáticamente antes de fingir seriedad. Todo el esfuerzo es en vano cuando alguien ríe al fondo.

Yurio identifica el sonido de inmediato. Esa risa un tanto escandalosa sólo puede pertenecer a alguien y a él se le llenan los ojos de lágrimas ante el sentimiento de añoranza.

— ¡No te rías, Vitya! ¡Qué estoy haciendo ésto por ti! —Reclama ella a alguien a su lado.

Mathew retrocede para ampliar la imagen y Yurio sonríe al ver a Yuri sentado en las bancas y a Víctor atándole las cuerdas de los patines.

Visiblemente más jóvenes, Yuri tiene el cabello peinado hacia atrás. Yurio lo ha visto así muy pocas veces, pero la mayor sorpresa se la lleva al ver el cabello largo y platinado de Víctor atado en una coleta alta. Ambos vestidos con elegantes trajes; Yuri de blanco y Víctor de negro.

— Tu nunca haces nada por mí. Lo estás haciendo por Yuri.

— Me alegra que lo tengas completamente claro —Responde petulante la rubia.

— Cariño, le rompes el corazón a Vitya —Mathew ríe.

— Víctor, no molestes a Yulia —Interviene Yuri y Yurio siente el corazón saltándole en el pecho después de meses sin escuchar su voz.

— Guarden silencio todos. Sobre todo ustedes dos —Los señala y Yuri le sonríe —. Estoy a punto de dar mi discurso.

— ¿Discurso como dama de honor en una pista de patinaje? —Es el turno de Víctor para reírse y Yulia lo mira altiva.

— ¡Yo quería una boda enorme y hermosa para mi mejor amigo! Ah, ¿Pero que quiso el señorito Ruso? ¡Fugarse cual delincuentes y casarse en el extranjero!

— ¿Señorito Ruso?

— Calmense ustedes dos —Pide Yuri mientras acaricia el brazo de Víctor y le da una sonrisa conciliadora a su amiga. La cámara tiembla con la risa ahogada de Mathew — Lia, por favor, calmate. Piensa en el bebé.

Ella se lleva las manos al vientre automáticamente en cuanto se menciona a su hijo.

— Él está bien —Dice segura y una sonrisa maliciosa se curva en sus labios. Por un segundo Yurio cree verse a si mismo —. Si sigues molestándome Yuri no va a quererte, Vitya~

Todo el mundo guarda silencio entonces y la sonrisa de ella desaparece ante la atención de todos puesta en su persona.

— ¿Qué? —Cuestiona buscando los ojos de su esposo.

— ¿Le dijiste Yuri? —Pregunta Víctor.

Entonces ella se sonroja y desvía la mirada, tímida.

Yurio ya había caído en cuenta que el bulto bajo la ropa de Yulia era él, sin embargo, presenciar el momento que te nombran se siente casi irreal. Sobre todo si no siente de verdad que sea él dentro de ella.

— Si, ah, bueno... Matt y yo ya habíamos hablado de esto —Se gira para ver al japonés directamente y por un momento Yurio siente una diminuta pizca de celos por la forma en que la mujer observa a Yuri, como si fuera una de las personas más valiosas en el mundo. Que sí lo es, pero ella no tiene porque saberlo.

Y se siente estúpido porque son mejores amigos y se supone que esa mujer es quién le dio la vida. Pero ese sentimiento de posesividad es el mismo que experimentó cuando Minami conoció a Yuri.

— Eres la única familia que tengo —Yurio abre los ojos desmesuradamente ante tal declaración —, por eso quiero que éste niño tenga tu nombre.

Una gran sonrisa se aprecia en los labios del azabache, pero es obvio que intenta reprimir las lágrimas —¿Y si a él no le gusta?

— ¡¿Que tonterías estás diciendo, Yuri Katsuki?!

— Técnicamente, ahora es Yuri Nikiforov.

Yulia ignora completamente al par de amigos rusos.— Éste bebé va a adorarte tanto como yo, Yuri.

Él asiente — Casi tanto como yo a él... —Sollozos ahogados no lo dejan continuar mientras busca refugio en los brazos de Víctor y ella vuelve a su posición inicial frente a la cámara con otra gran sonrisa.

— ¡Hola Yuri y Víctor del futuro!

— ¿Del futuro, Yulia?

Ella hace una mueca de exasperación y su esposo se disculpa por la interrupción.

— Otra vez, ¡Hola! Estamos en Barcelona. Es la madrugada del primero de enero y a tí, Víctor, se te ocurrió la brillante idea de casarte el 31 de diciembre ¡Feliz año nuevo! ¡Felicidades por su boda! —Pueden escucharse las risas de fondo, Incluso él sonríe.

El discurso de Yulia se basa en como conoció a Yuri y como, posteriormente, ambos conocieron al par de amigos Rusos.

Yuratchka captó cuatro puntos destacables de todo eso.

El primero; Mathew y ella tenían una especie de amor diferente, extrañamente complementario. Y estaban profundamente enamorados. Se podía apreciar en la forma que ella hablaba cuando se dirigía a él o cuando ella sonreía coqueta y soltaba alguna frase con doble sentido y la cámara se desequilibraba ligeramente.

Segundo; Aún cuando la mayoría de los comentarios que ella le daba a Víctor eran mordaces, realmente lo apreciaba. Yurio perdió la cuenta de la cantidad de historias graciosas que contó sobre ella y Víctor. Y lo tenía en un gran estima como patinador, pero sobretodo como persona. De otra forma no le habría entregado a su maravilloso mejor amigo, palabras de ella.

En tercer lugar está la adoración que le profesaba a Yuri; la mirada en sus ojos esmeralda siempre era dulce cuando el azabache estaba en su línea de visión y muchas veces se refirió a él como un hermano mayor. Fue algo fascinante saber más de Yuri por medio de esa mujer. Saber cosas que nunca había preguntado o que él mismo Yuri evitaba porque inevitablemente tenían que ver con ella. De alguna manera fue como verse a sí mismo junto a Yullian.

Y por último; el cariño innegable que los tres hombres en pantalla le tenían a Yulia Plisetsky.
Cada vez que ella decía algo Mathew intervenía y la corregía, alababa o apoyaba según la situación, siempre con la voz cargada de amor.
Víctor decía broma tras broma sólo para verla reír junto a Mathew. Aunque sus riñas eran consecutivas, ninguno de los dos parecían dispuestos a detenerse, todo lo contrario, se pinchaban uno a otro sin dejar de sonreír.
Y Yuri. Yuri la regañaba con una eterna sonrisa cuando se metía demasiado con Víctor o le daba comentarios alusivos a su amor por Mathew para verla sonrojarse. La mirada que el japonés le regalaba a su amiga era tan parecida a la que le daba a la abuela Hiroko o a Yullian, incluso a él.

La amistad de esos cuatro iba más allá de lo que Yurio puede comprender. Y realmente no entiende como sus Nikiforov pudieron reponerse a la pérdida de los Plisetsky.

— Realmente espero que dentro de cinco, diez o veinte años ¡Incluso cuando estemos viejos! Los cuatro estemos sentados viendo ésto y riéndonos como siempre —Dice Yulia mientras se acaricia el vientre — Con mis hijos y sus hijos correteando por la casa, con ellos casados o con nuestros nietos —De repente las lágrimas brotaron y Yurio no hizo nada por detener las suyas —. Lo deseo de todo corazón, pero yo no sé lo que pasará en el futuro. Por eso mi único anhelo en éste momento es que ustedes sean eternamente felices, que su amor sea más grande que cualquier cosa en el mundo. Que Víctor sea siempre Víctor porque Yuri está a su lado sonriendo. Y que Yuri sea Yuri porque Vitya es su felicidad.

Después de eso más vídeos se agregaron.

Pudo ver a Yuri y Víctor, aún con sus trajes de boda patinando en la pista con el amanecer filtrándose por las ventanas, deslizándose en el hielo a dúo con una canción que Yurio ha escuchado toda su vida. Cuando tiene pesadillas y Yuri se la tararea y porque Víctor la pone siempre al iniciar un año. Ahora entiende porqué.

Cuando la canción terminó más vídeos llegaron. Todos de él.

Con un año y a mitad de la sala principal de Yutopia con los ojos verdes asustados y tambaleándose hacia los brazos de Yuri.

Con año y medio en los brazos de Víctor, quién no deja de llenarle la cara de besos sin bajarse del escalón más alto del podio mientras él balbucea sin parar algo parecido a "Papá".

Con dos años, en su silla alta y babero con estampados de gatos, sucio y con comida embarrada en el cabello mientras Víctor intenta hacerle comer y él ríe sin parar.

Con cuatro y Fluff siendo una diminuta bola de pelos en sus brazos mientras está recostado en el suelo junto a Makkachin.

Con seis años e intentado mantenerse de pie en una patineta mientras Zet avanza a su lado en su bicicleta.

A los ocho y completado su primer Axel triple ante los aplausos y ojos brillantes de su Yuri.

En el hospital, 11 años y con Yullian recién nacido en sus brazos mientras Víctor se seca las lágrimas y Yuri no hace nada por detener las que bajan por sus mejillas.

En Yutopia con 13 años y un Zet de 14, la noche antes de viajar a Rusia, está claramente regañando a Fluff mientras Chulanont se asegura que su hámster sigue vivo y entero.

Su cumpleaños 14 junto a toda su familia mientras abre la caja con su nuevo par de patines con cuchillas doradas.

Entre muchos otros momentos en los que no ha habido más que amor por parte de su familia. Donde su vida estaba lo más cerca posible a la perfección.

Las lágrimas caen y los sollozos le queman la garganta. Mientras Otabek lo sostiene entre sus brazos asegurándole que todo estará bien.

Cuando las lágrimas por fin se detienen, los ojos le pesan y la garganta le arde, decide que ya se ha humillado bastante aunque su novio sea la segunda persona más comprensible que ha conocido en la vida y nunca lo vea como alguien débil.

— Debo irme —Susurra y se suelta delicadamente de los fuertes brazos —. Mañana es un día importante y debemos descansar.

Otabek lo besa entonces. Primero el rastro de lágrimas en sus mejillas y después su frente, su nariz y por último un dulce y tierno beso en los labios que apenas y pudo responder.

Le dice a Otabek que no es necesario que lo acompañe hasta su habitación y para su sorpresa, aunque reticente, el Kazajo acepta.

En el ascensor se pregunta infantilmente si podría ser capaz de ir al aeropuerto, tomar un vuelo hasta Japón y regresar mañana a tiempo para el programa corto.

El sonido de su celular lo despierta de su ensoñación al mismo tiempo que el elevador llega a su piso.

El nombre de su novio ilumina la pantalla.

— ¿Qué sucede? Acabo de irme y ya me extrañas.

— Alguien espera por ti en tú habitación, Yura.

Y con eso colgó dejando a Yurio sorprendido, intrigado y asustado por partes iguales.

Está a punto de llamarlo de nuevo por una explicación cuando, al dar un paso fuera de la cabina del ascensor, lo ve.

Recargado en la puerta de su habitación con las manos en los bolsillos del abrigo y tan alto como lo recuerda.

— Papá...

Víctor gira al escucharlo y abre la boca para decir algo, sin embargo Yurio no lo deja.

Corre, se apresura hacia sus brazos porque teme que de un momento a otro desaparezca. Hasta ahora se ha reprimido gracias a las millas de distancia, pero nada se lo impide ahora.

Ha extrañado a su familia con cada gota de sangre.

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