Cap 3: El rencuentro
–Oh... Mi cabeza...–dijo Arthur incorporándose mientras se tocaba la cabeza dolorido.
–¿Qué ha pasado?–preguntó Yao mirando a sus amigos.
–Wua!–bostezó el americano estirándose en el suelo–. Si que necesitaba una siesta~.
–¡Serás idiota!–exclamó el británico enfadado.
–¿Dónde están las belles filles?–preguntó el francés al notar la desaparición de las cinco jóvenes.
–Tal vez se despertaron, encontraron a su amiga y se fueron, da~.
–¿Sin despedirse de nosotros?–preguntó el americano haciendo un puchero.
–¿Y sin mi beso de despedida?–preguntó el francés imitando al de gafas.
–Deja de decir tonterías, frog. Quizás por eso no se han despedido de nosotros.
–Que descortés, da~.
–Bueno, al menos ya resolvieron su problema, aru~. Lo que nos deja libres para ir ya a la reunión concertada con Alemania, ¿no?
Los cuatro le dieron la razón a Yao y se dirigieron al lugar en el que siempre se reunían en París.
...(***)...
–Parece que Alemania decidió invitar a más países.–A la entrada del edificio se encontraban los coches de muchos amigos suyos.
–¡Nahahaha no pasa nada! Cuantos más mejor.
–A ti solo te gustan estas reuniones porque cuando empiezas a hablar no callas hasta que te damos una hamburguesa, da~.
–¡Veo que pillasteis el concepto!
–Será mejor ir ya para adentro, Alemania está en la puerta y por lo que oigo todos parecen haber llegado.
–Great! ¡Una carrera!
–No idiota no me refería a eso–le gritó el inglés al rubio que solo dejó de correr cuando llegó a la puerta para saludar al germano.
–Hey Alemania–dijo Alfred entrando en la sala tranquilamente como si fuese su casa.
–ПРИВЕТ (Hola)–dijo con su sonrisa aniñada el ruso.
–Nǐ hǎo–saludó el chino con una pequeña reverencia de la cabeza.
–Bonjour~.–Lanzó un beso al aire.
–Good Morning Germany–saludó cortesmente el país británico.
Los cinco pasaron tranquilamente mientras que el alemán no dejaba de mirarles confundido.
–¡Eh! ¡Vosotros cinco! ¿A dónde creéis que vais?
–¿Eh?–dijeron todos a la vez.
–No sé quienes sois. Pero solo las personas con acreditación pueden entrar en este lugar. Así que ya podéis iros por donde habéis venido.
–Alemania, ¡somos nosotros, dude!–dijo Alfred–. Si esto es por lo que le hicimos a tu coche Prusia y yo, fue...
–¿¡Qué le has hecho a mi coche qué!?
–No escuches a Alfred. El golpe le ha debido de afectar a la cabeza...–Arthur dijo con una sonrisa nerviosa intentando salvar al estadounidense.
–Quiero saber quiénes sois exactamente y cómo sabéis que yo soy Alemania.
–Alemania, ¿de verdad que no sabes quiénes somos?–preguntó el chino con preocupación–. Si tienes problemas de memoria, yo tengo aquí mismo un remedio perfecto~. Solo serán 1000€, más gastos de envío, claro.–El alemán se puso una mano en la cabeza desesperado de luchar con esos cinco locos.
–Sois de: América, Reino Unido, Francia, China y Rusia. ¿Verdad?
–Nahahahaha, ¡menos mal que te acuerdas de nosotros Alemania! ¡Ya me estabas asustando!
–No. Sigo sin saber quienes sois. Lo que pasa es que os comportáis exactamente igual que las representaciones de vuestras naciones.
–¡Nosotros somos las representaciones de los países aliados!–exclamó el francés.
–No nací ayer precisamente. Y cuando lo hice, ellas ya estaban ahí. Bianca es una de las representaciones vivas más antiguas.
–¿Te refieres a China?–preguntó el inglés curioso.
–Ja (Sí).
–¡Bianca ni si quiera es un nombre chino! ¡Por el amor a Buda!–exclamó un chino desesperado con las manos en la cabeza.
–Bianca es la traducción de su nombre. Le obligué a que usase un nombre que todos supiésemos pronunciar cuando empezamos con las conferencias mundiales.
–¡Esto es de locos! ¡Yo soy China!
–No. Tú eres una intrusa que se hace pasar por China. Solo os parecéis en que las dos sois mujeres chinas.
–¡Soy un hombre!–exclamó molesto.
El ruso se puso delante de Yao, encarando al alemán. Este le miró con su sonrisa aniñada mientras su aura oscura le envolvía. El alemán por su parte no cambió su expresión seria, los demás, asustados, se preguntaron entre sí como era que no le afectaba.
–Alemania, ¿recuerdas que solo yo soy el que se mete con China, da~?
–Eso no me consuela, aru~.
–Así que por favor,–continuó sin escuchar las palabras de Yao–, ¿puedes dejar de comportarte como si no nos hubieses visto en toda tu inmortal vida y dejar que nos sentemos en nuestros sitios correspondientes?
–Primero, nunca os había visto en mi inmortal vida.–Frunció aún más el ceño como si intentase intimidar a la gran nación–. Segundo, no creo que sea bueno que os sentéis en el sitio de las Aliadas.
–¿Por qué?–preguntó el ruso aún más enfadado que antes asustando aún más a sus compañeros.
Antes de que nadie pudiese decir una palabra más, una pala cortó el aire en dos clavándose en el respaldo de una silla. En esa silla estaba a punto de sentarse Estonia, que charlaba animadamente con los demás Países Bálticos. Este se quedó tan pálido como la leche al ver eso clavándose de golpe en la silla que estaba a punto de ocupar, un poco más y tal vez él llegase a estar en el hospital.
Los Aliados estaban en shock, con las bocas abiertas y sin dar crédito a lo que acababan de ver. Rusia miraba sin su sonrisa aniñada la silla ensartada con una pala. Por una parte, se alegró porque casi golpean a Estonia, pero por otro seguía sorprendido de que alguien pudiese hacer lo mismo que hubiese hecho él solo que con su pico.
Alemania por otro lado mantenía su expresión neutral, como si aquello fuese de lo más normal.
–Estonia, estás en mi sitio, da~.
–Y-yo... Y-yo quería reservarle el sitio señorita Rusia, n-no pretendía en ningún momento en quitársele.
Un par de botas negras atravesaron la puerta y los aliados pudieron ver a una joven de unos dieciséis años con un vestido blanco que le llegaba por las rodillas. Su pelo negro estaba recogido, pero un gorro blanco de estilo ruso dejaba ver parte de ese cabello negro. Por último, una bufanda roja tapaba su cuello.
El ruso también abrió la boca al verla. En shock, los cinco aliados se quedaron mirando a la chica que tenía plasmada en su cara la misma sonrisa ñoña que Iván. No obstante, lo que más les sorprendió no fue su aspecto, fue que aquella chica era una de las que conocieron en la convención.
–Esa SÍ es Rusia–dijo el alemán con seriedad mirando a la chica. Esta se percató de la presencia del país germano y se acercó a él con su sonrisa.
–Buenos días Alemania, maravilloso día y tenemos que gastarle aquí, ¿no crees?
–Buenos días Rusia y... Bueno, yo no fui quien dijo que nos reuniésemos hoy. Yo di-.
–Ah, es cierto, fue la tonta americana. Ah~. Le gusta hacerme perder el tiempo, da~.–La rusa miró toda la sala, buscándola con la mirada. Al no encontrarla, sus ojos color chocolate se posaron en los nuevos visitante.
–Hehe, Alemania tienes nuevos amigos. Me alegro mucho por ti.
–No, ellos no son...
–Nǐ hǎo~. Ya he llegado, perdonad la tardanza. Panda no quería soltarme y tuve que dejarle comiendo bambú en el coche.–Una joven de pelo rubio oscuro apareció por la puerta con un vestido de estilo chino color rojo interrumpiendo a Ludwig.
–China~.–La rusa perdió todo el interés en los chicos y centró toda su atención en la que parecía ser china. La joven de la misma edad que acababa de entrar en la sala palideció al ver a su compañera.
–E-eh... Disculpad creo que me he dejado el coche abierto y mi panda podría escaparse... Ahora vuelvo...–Salió corriendo despavorida como si la vida le fuese en ello.
–China~, ¿por qué huyes de mí?–La de vestido blanco salió corriendo detrás de ella a toda velocidad–. ¿Es por lo del otro día? ¡Vuelve! ¡Sé uno conmigo!
Ludwig se giró con cara de póquer hacía los Aliados que no dejaban de ver la escena boquiabiertos. Se cruzó de brazos escéptico.
–Esas si eran las verdaderas Rusia y China. O Noelia y Bianca, como prefiráis.
–Perdona, pero yo no soy así–dijo el ruso muy ofendido–. Yo no persigo a China, yo solo me disfrazo para colarme en su casa, da~.
–Eso me da escalofríos, aru~. Y es un verdadero problema para mi seguridad...
–Nahahaha, ¿problemas? ¡Ya no hay nada que temer! ¡Pues vuestra heroine está aquí!
Una chica baja, de pelo color chocolate, corto y adornado con una diadema de estrellas, apareció en la sala. Sus ojos eran color marrón chocolate también e iba vestida casi igual que América. Excepto por la falda y la camiseta con la bandera americana y un gato que ponía: USA Love Cats.
–WHAAAAAAAAAAT!?–exclamó Alfred confundido a más no poder al ver a su copia con un bate de béisbol dispuesta a atacar. El inglés le dio un codazo para que se callase.
–Nahahaha, se ve que hoy tendré que proteger a más gente. Nice to meet you! I'm Eva Antelo!–exclamó la joven poniendo una mano en su cadera.
–Ajah...–dijeron los cinco con la boca abierta.
–Así que chicos de pocas palabras. ¡No pasa nada! Podéis comer más, mirad el lado bueno. Nahahahaha.
–Hola América...–dijo el alemán algo cansado por su comportamiento.
–Hey Ludwig!–le golpeó su brazo con una sonrisa de emoción–. ¿Ya han llegado todos?
–Rusia y China acababan de llegar hace un momento... Solo faltan Inglaterra y Francia por llegar.
–Nahahahaha. Mejor que ese par tarde en llegar. Cuando comienzan a discutir no se puede comer tranquila.
–Por una vez tengo que darte la razón América...
–Yo no soy rui-.–Inglaterra tapó la boca al país galo que no aceptó muy bien la crítica.
–Cállate frog. No ves que no hablan de nosotros, técnicamente hablando...
–Realmente si hablan de vosotros, da~.
–Sí. ¿No veis que estas chicas se comportan igual que nosotros, aru~?
–¿Vosotros también pensáis que somos ruidosos?–preguntó Francia haciendo un puchero.
–Nahahaha. ¡Todos lo pensamos!–Arthur retuvo el insulto hacia el americano al ver atravesar la puerta a la rusa y china.
–Vamos China~.–La cara de la rubia al ser arrastrada por la de pelo oscuro podría traducirse como: <<Salvenme>>. No obstante, nadie hizo nada.
–Hey! Girls, esperadme!–gritó la más baja hacia las otras dos que iban a sentarse–. Alemania, si alguien traen un paquete a mi nombre dejale pasar. Son mis hamburguesas~. Bye!–exclamó corriendo hasta su sitio.
–¡AMÉRICA! YA SABES QUE ESTÁ PROHIBIDO PEDIR COMIDA EN LAS REUNIONES–gritó el alemán enfadado, a pesar de que sabía que la americana no le iba a escuchar. Suspiró y miró enfadado al grupo de hombres–. Por última vez, ¿quiénes sois?–Se miraron entre sí nerviosos, menos el ruso, ya que sabían que el alemán podría meterles en un psiquiátrico hasta el fin de sus inmortales vidas.
–¡Somos amigos de Francia!–exclamó el inglés sorprendiendo a todos, excepto al alemán que se limitó a suspirar cansado–. Amigos lejanos...
–Eso explica todo... ¿Por qué no lo habéis dicho antes? Supongo que tendréis cosas privadas que debatir... Por esta vez lo dejaré pasar, pero no le volveré a admitir algo así a Francia.–El alemán se alejó de ellos–. Podéis sentaros por ahí y asistir a la reunión.
–¿¡Por qué le dijiste que erais amigos míos!?–susurró (o lo intentó) enfadado el francés mirando al rubio.
–Técnicamente de tu doble, aru~.
–¿Qué más da? ¿Por qué le dijiste eso?
–Porque tú serías la única persona en creerte una mentira como esa.
–¡Pues claro que no!
–Con lo pervertido que eres, estoy seguro de que si cinco chicas misteriosas y guapas apareciesen en tu casa pidiéndote que les guardases las espaldas lo harías con los ojos cerrados.
–A ti seguro que no, y si tu doble es como tú me lo pensaría...–murmuró molesto en bajo–. ¡Eso es mentira!
–¿Quieres apostar?–preguntó el inglés escéptico.
–Creo que tenemos problemas más graves como que... ¡Tenemos dobles chicas, las cuales según todo el mundo, son las Aliadas originales aru~!–dijo el chino nervioso y asustado a la vez.
–A mí me gusta mi doble...–admitió el americano. Pero todos se limitaron a mirarle con mala cara.
–Ignoremos al gordo capitalista. El problema es más importante ya que nadie parece acordarse de nosotros, da~.
–¿Además esas no son las chicas que conocimos hace un par de horas?–preguntó el francés confuso.
–Tal vez fue por culpa del hechizo que las hace a ojos de todo el mundo como nosotros...–murmuró una nueva teoría el inglés.
–¿Cómo?–preguntaron todos molestos al haberle escuchado.
–¡Veis como el cejudo tenía la culpa de todo! –Le señaló el francés molesto–. Tu magia es a veces casi tan mala como tu comida... Un peligro para la humanidad.
–¿¡QUÉ DIJISTE IDIOTA!?–Le agarró del cuello y comenzó a sacudirle molesto.
–Si tú hiciste el hechizo, sabrás revertirlo, ¿verdad?–preguntó el chino.
–Pues... No estoy seguro de que efectos ha tenido el hechizo, por eso no sé que contra hechizo debo elaborar.–Dejó de agitar al europeo rubio–. Como América quería tanto un hechizo para ganar, preparé uno que nos haría ver a ojos de todos... Como una ilusión. Pero por lo que estoy viendo esto parece haber llegado a mayores, ya que el hechizo solo afectaría a las personas que nos estuviesen viendo y tendría una duración de cinco minutos aproximadamente... Debería observar un poco más los efectos para llegar a una conclusión.
–¿Entonces ellas son vistas como una ilusión de nosotros?–preguntó confuso el americano.
–No estoy seguro... No obstante, creo que no es como debía de funcionar el hechizo. Al utilizarlo nosotros seríamos conscientes de como nos ven los demás y... Al menos, pienso que seríamos capaces de recordar que acabamos de conocer a cinco chicas hace un momento... Por lo que parece es como... Si se hubiesen convertido en nosotros...
–Eso es imposible Inglaterra.–Los cuatro miraron al francés sorprendidos–. Es imposible que alguien iguale tu estupidez, honhonhon~.
–¡ESTÚPIDA, FROG!–Se oyó un grito.
–NAHAHAHAHAHAHA. Iggy, ¡gritas como una chica!–Se rió a voces el americano.
–No he sido yo, estúpido.
–Por favor, solo alguien como tú me llamaría eso.
–O la doble de Inglaterra también, da~.–Los cuatro pares de ojos de los Aliados se clavaron en el ruso y su sonrisa aniñada–. Ahí~.
Los cuatros se giraron hacia la puerta que, tras sacudirse, se abrió de golpe, al igual que la boca de Inglaterra al ver a su doble. Una joven de ojos marrones, vestida con una blusa verde de manga larga y una falda del mismo color, unas medias negras adornaban sus pies junto con unas botas blancas bajas. En una de sus manos llevaba un abrigo largo marrón mientras con la otra intentaba colocarse su pelo oscuro bien.
–I'm so sorry Germany...–dijo la inglesa sin dejar de mirar la puerta molesta–. El coche me dejó tirada y... Tuve que llamar a la frog para que me recogiese en Amiens... Suerte que no hemos tenido ningún accidente... Aunque por su culpa hemos llegado tarde.
–En circunstancias como esas no pasa nada, Mey. ¿Y dónde dices que está Fr-?–Las luces se apagaron de golpe asustando a todos.
Un foco se encendió dejando ver un halo brillante en el cual se encontraba una joven rubia de ojos azules posando como una modelo. Iba vestida como su bandera: con una chaqueta larga que de espaldas parecería una capa añil, un vestido blanco con volantes y unas botas rojas altas.
–¿Alguien me ha echado de menos?–preguntó la rubia con una gran sonrisa lasciva.
–¡¡IDIOTA!! ¿¡Por qué siempre tienes que hacer esas entradas!?–gritó la británica enfadada. La de ojos azules sacó de uno de sus bolsillos un pequeño mando con el que encendió todas las luces.
–Traía purpurina para ti también, ¿ves?–Alzó la palma de su mano con más purpurina y la sopló con fuerza a la cara de Mey.
–¡LA MATO!–gritó lanzándose hacia la francesa que no dejaba de reírse, por suerte fue frenada por Alemania.
–A mí también me gusta mucho mi doble~.–El francés mostraba una amplia sonrisa acompañada de un pequeño sonrojo por la entrada de su doble. Inglaterra le dio un codazo enfadado para que se callase.
–Ya sabéis que con tres faltas por las peleas, cualquiera de las dos, estáis fuera.–Ambas suspiraron por las duras palabras de Ludwig–. Es increíble que aún sigáis peleándoos a pesar de los siglos...
–Lo increíble es que por su culpa no he podido coger mis accesorios... Se me quedó mi boina en casa.–Mey rodó los ojos desesperada–. ¡Para que luego nos parasen tres veces en la autopista!
–¡Porque ibas como una loca!
–¡Porque no dejabas de meterme prisa!
–¿Ejem?–Las jóvenes se limitaron a sonreír tímidamente ante la mirada enfadada del mayor–. Ah... Portaos bien por una vez... Además, Francia tienes visita.
–Excusez moi? (¿Perdona?)
–Unos amigos lejanos tuyos que han venido a verte.–Señaló con el pulgar al grupo haciendo que las dos europeas tuviesen que inclinarse hacia ambos lados para verles, pues Ludwig era demasiado grande.
–Oh la la~.–Los ojos de la francesa brillaron con fuerza–. ¿¡Es mi cumpleaños!?
–¿Los conoces realmente?–preguntó el rubio mientras la británica miraba mal al grupo y luego a su compañera.
–Oui... Son amigos lejanos... Que me gustaría conocer un poco más a fondo~.–Una gran sonrisa lasciva apareció en sus labios. Mey la miró muy enfadada por su comentario.
–De acuerdo, pero muestras de afecto en la reunión no. Vete a saludarlos rápido, que la reunión va a empezar.–Le sonrió agradecida antes de que este se fuese a sentar.
–Oye Francia, ¿tú de verdad que conoces a esos que nos miran tanto?
–Non.
–¿¡Entonces por qué le dijiste que sí!?
–¿Tú les has visto?–preguntó agarrándola de las mejillas para hacer que mirase a los extranjeros–. Son guapísimos~. Sobretodo el rubio~.
–¿El gordo?–preguntó escéptica.
–No mujer, el otro.
–¿El que tiene unos bonitos ojos esmeraldas?
–¿Lo haces aposta?–La parisina la miró mal–. Me refiero al rubio guapo de barba. ¡Me lo pido!
–Pídetelo todo lo que quieras–dijo su amiga cruzándose de brazos y dándoles la espalda–. No obstante, creo que por nuestro bien sería mejor que no nos acercásemos a ellos hasta saber como saben de nuestra existencia y...–Al girarse vio a la rubia al lado de los jóvenes–. ¡Maldita estúpida! ¿Cómo fue tan rápido?
La de vestido blanco se acercó a los jóvenes, que decidieron quedarse en silencio y hablar lo necesario hasta tener más datos. Tomó las manos al francés, que parecía el único que no estaba nervioso del grupo, y le miró a los ojos.
–Bonjour~. Je suis le pays de l'amour, France. (Buenos días~. Soy el país del amor, Francia.) Pero podéis llamarme Alba si queréis.–Una pequeña sonrisa se formó en sus labios por el sonrojo del rubio que fue causado por su contacto visual.
–También podéis llamarla frog, bastarda del vino y pervertida entre otros.–Mey sonrió a espaldas de la francesa.
–Oh claro...–Alba apretaba sus dientes con fuerza molesta–. Os presento a Inglaterra, el grano en el culo del mundo. No la hagáis caso...
–Seré el grano en el culo del mundo, pero yo no soy tan estúpida de fiarme de alguien que acabas de conocer.–Se acercó a ellos mirándoles enfadada y obligó a separarse a los dos franceses–. ¿Quién narices sois vosotros y cómo conocéis nuestra existencia?
–Eh... Pues...–dijeron todos nerviosos a la vez.
–¡Somos humanos!–exclamó el americano–. Humanos normales.–Sus compañeros le miraron nerviosos mientras que las dos chicas le miraron confundido.
–Eso ya lo sabíamos. Creo que a lo que Angleterre se refiere es vuestros nombres.
–Ellos son Iván, Yao, Alfred y Francis.–Los presentó uno a uno–. Y yo soy Arthur. Un placer conoceros.
–El placer es nuestro–respondieron a la vez.
–Nos habían dicho que erais hermosas, pero se quedaron muy cortos.–El francés tomó la mano de Alba y la besó haciendo que se sonrojase.
–¡Basta de cursiladas!–exclamó Mey tapando la boca a su amiga que iba a hablar, a continuación la empujó hacia atrás–. ¡Aunque a esta tonta podáis engañarla cambiando de tema, a mi no me engañáis! Sois espías mandados por Noelia.
–Oye, oye, oye... ¿Por qué me tratas como una cría? Yo ya tengo una edad~. A pesar de que por tu culpa me vea como una adolescente de dieciséis.
–¿No aparentáis dieciséis, aru~?–preguntó el chino confuso.
–Honhonhon~. Por supuesto que no. Yo aparentaba unos veinticinco años, no tenían que pedirme el carne cada cinco minutos para comprobar mi edad, era más guapa si eso era posible...–dijo con una sonrisa nostálgica.
–Es decir, que era más grande y más pervertida si eso es posible–dijo entre risas la inglesa llevándose una mirada fulminante de la europea.
–Todo por culpa de la Hermione de aquí–dijo molesta señalando a Mey–. ¡Que raro que su magia saliese mal y nos transformase a todas en adolescentes! Al menos... Fue en tu casa y no tuve que limpiar el desastre.
–¡Mi magia es efectiva!–dijo con sus mejillas rojas, avergonzada–. ¡Y si quisiera podría vaporizarte de esta sala!
–Seguro~. ¿Y a que lo harías con tu palito mágico?–Incluso Arthur se sintió ofendido por las palabras de Alba–. Bon, la reunión ya va a comenzar. Nos vemos luego~.–Les lanzó un beso a los chicos y con una sonrisa coqueta se fue caminando a su sitio.
–¡Me saca de quicio!–refunfuñó la londinense–. Palito... Ahora verás.–Apuntó a la espalda de la rubia.
–¡NO!–gritó Francis de forma involuntaria cuando esta disparó. No obstante, Alba esquivó el disparo con facilidad.
–¡Fallaste~! Uno a cero.–La inglesa molesta volvió a disparar, pero esta vez delante en la zona de mesa donde ella estaba a punto de sentarse, dejándola con la boca abierta y asustada–. D'accord... Uno a uno... Pero que sepas, que eso ha sido grosero.–Mey sonrió satisfecha.
–¿Vosotros cinco que miráis?–preguntó, como buena tsundere que era, al sentirse observada–. No sé que narices hacéis aquí o cómo nos nos conocéis, pero tened claro que después de la reunión pienso aclarar todo esto por las buenas o por las malas.–Les dio una última mirada fulminante antes de sentarse en su sitio.
–Esto va a ser más duro de lo que pensaba...–dijo Arthur negando con la cabeza.
...(***)...
Hey, ¡pues ya he vuelto! Ya he vuelto para quedarme :'D
Una cosa más, cuando yo entro en la sala sería como una escena de Tiana y el Sapo (cuando Charlotte tira la purpurina y un foco la ilumina) Me encanta esa escena y me pareció divertido incluirlo, aunque nuestras poses serían diferentes.
En fin... Espero que os gustase el capítulo :D
¡Hasta la próxima!
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