[...]

Abrí los ojos confundida y lo primero que vi fue el reloj que estaba a mi lado. Marcaba las 3:24 am.

No tenía la menor idea de porque no podía dormir.

Suspiré y me dispuse a ponerme mis zapatillas para bajar a tomar un vaso de agua. Mi vista pasó de examinar la sala a examinar en dirección al cuarto de mi tía, estaba todo en orden.

Seguí caminando y cuando llegué hasta la cocina solo encendí las luces.

Mi vista se detuvo en la imagen que estaba pegada en la refrigeradora. Ese habia sido el dia en el que Ethan habia asistido a ese festival. Su carita lucía tan alegre, su sonrisa era inmensa y solo podía ver lo feliz que era.

En el momento en que dejaba el vaso en la mesa pude escuchar pasos, giré rápidamente a observar de donde provenían aquellos pasos, nada, no había nada.

Traté de concentrarme y llené el vaso con un poco de agua al momento en el que volví a escuchar esos malditos pasos.

—Nira—sentí una voz cálida que me llamó por mi nombre, supe al instante quien era. Dejé el vaso en la mesa y me apresuré en seguir la dirección de su voz.

—Ethan, ¿En donde
estas?—pregunté incrédula, tenía que abrazarlo y escuchar su voz, otra vez más—Vamos pequeño, dime—pedí mirando hacia todos lados.

—Dejaste de buscarme—murmuró con una voz triste. Seguí los rastros de su voz y ahí estaba él, lo vi, estaba con su típica chaqueta azul. Sus ojos celestes resaltaban demasiado, Ethan me miraba decepcionado—¡Dejaste de buscarme, Dejaste de buscarme!—gritó mirándome fijamente.

Detrás de él parecía estarse formando una sombra extraña de cabello anaranjado alborotado, aquella sombra era mucho más grande que él.

—Eso no es cierto, Te busque—reproché yo.

Él era mi primo, yo lo quería demasíado, y si lo había buscado.

—¡Dejaste de buscarme, dijiste que me querías pero dejaste de buscarme!—su voz comenzó a deformarse volviéndose una voz gruesa y terrorífica.

La sombra que estaba detrás de él corrió hacia mi y yo solo me digné a correr. Era un payaso.

Corrí a mi cuarto y cerré la puerta con seguro para que nadie entrara, y me tiré en la cama tratando de calmarme.

¿Qué había ocurrido?

¿Qué había sido eso?

¿Quién rayos era ese payaso?

[...]

Los chicos y yo estábamos perdidos buscando la casa de Beverly hasta que escuchamos sus gritos mientras ella nos observaba desde unas escaleras.

Nos hizo pasar hasta su baño dejándonos ver todo el desastre que había ocurrido ahí, todo estaba lleno de sangre, incluso cada rincón y esquina.

—¿Qué paso aquí?—preguntó Bill.

—Beverly ¿Qué sucedió?—pregunté mirándola.

—Mi papá no lo vió, yo creí que estaba loca—respondió Beverly asustada.

—Entonces creo que todos estamos locos—afirmé con una sonrisa cínica y preocupada.

—Estoy de acuerdo con Nira—secundó Eddie, quien no quería poner ni un centímetro de su pie dentro de ese baño, debido a la suciedad.

—No podemos dejarlo así—habló Bill, y él tenía razón, no podíamos dejar esto echo un desastre, teníamos que ayudarla.

—Te ayudaré—me ofrecí dedicándole una sonrisa a Beverly.

Entré hasta su baño y saqué algunos baldes y artículos de limpieza, Stanley hizo lo mismo.

Eddie se quedó mirándonos algo consternado.

Bill entró al baño unos segundos después y le di unos guantes y una escoba.

—¿Qué sucede, Eddie? ayudanos a limpiar—solté mirando a Eddie quién tomó impulso y entró al baño para ayudarnos a limpiar este lugar.

Todos comenzamos a limpiar el desastre a la par que Beverly nos contaba lo que había ocurrido.

Tirabamos el agua sucia por la bañera hasta el punto de dejar todo impecable.

Para cuando giré mi rostro para observar al resto no había nadie en el baño más que yo y un ave que me observaba desde la pequeña ventana.

Sus ojos observaban fijamente el lavabo y supuse que tenía sed, me acerqué a éste y solo me dispuse a llevar un pequeño pomo de agua para dejarselo al ave. Lo dejé en el umbral de la ventana y el ave comenzó a tomarla lo más rapido posible.

Caminé con la intención de retirarme junto a los chicos, y observé a Bill junto a Beverly conversando y sonriendose.

Tenía que ser sincera, me molestaba, pero tenía que tolerarlo, después de todo yo no servía para esas cosas del amor.