Capítulo 5
La fiesta estaba yendo de maravilla, la fraternidad donde se llevaba a cabo era casi del tamaño de la casa de mis padres, así que ya podéis haceros una idea del tipo de persona que vivía aquí, la crème de la crème.
Había de todo, un bar tender profesional en una barra nada improvisada, un DJ con todo su equipo, juego de luces, pero si esto parecía una discoteca. En la cocina había diferentes platitos con comida y más alcohol.
Sí que saben divertirse estos chicos.
Adrián me presento a muchos de sus amigos y compañeros de clase. Pocos fueron de mi agrado, la verdad, no me agradan las personas que se creen mejores que los demás por sus cuentas bancarias.
Bailamos entre uno de sus grupos de amigos, tomamos unas cervezas bien frías. No quería tomar nada demasiado fuerte, no estaba rodeada de personas de confianza como para descontrolarme.
Me dejé guiar hacia la cocina por Adrián.
—¿Qué tal la estás pasando? —preguntó abriendo la nevera.
—Bien —tome la cerveza que colocó frente a mí.
—¿Solo bien?
—Me estoy divirtiendo — especifiqué sirviendo el contenido de la lata en uno de los vasos rojos.
—Has pensado en lo que hablamos la otra noche —alzó la voz para poder ser escuchado.
La música estaba demasiado alta, molestaba para hablar hasta en la cocina.
—La verdad es que...
Me interrumpió cuando sonó su móvil.
—Lo siento, tengo que contestar, voy afuera un momento —explicó.
—Tranquilo, aprovecho y voy al baño.
Se marchó por la puerta que había al fondo, miré a mi alrededor y me di cuenta de que no tenía ni con quién hablar.
Un platito de galletas con chispas de chocolate llamó mi atención, robe una y me fui en busca del baño.
Luego de devorar la deliciosa galletita, subí al segundo piso y busqué la cuarta puerta.
Giré el picaporte sin detenerme a tocar antes, tenía un poco de urgencia, me estaba haciendo pis. Mis pobres ojos lamentaron de forma inmediata que no tocará antes.
—Joder, disculpa, disculpa —dije tapándome los ojos.
Había una pareja cogiendo como conejos, con tantas habitaciones que había, tenían que elegir el baño.
—¡Cierra la puerta! —gritó la chica.
—¡Oh! Claro, disculpa —cerré de forma inmediata.
Joder, por qué tenían que pasarme estás cosas a mí.
¿Desde cuándo no tenemos meneó del bueno?
Desde hace un buen tiempo.
¡Que envidia!
No lo voy a negar.
Ya podían apurarse un poquito, necesita entrar al baño con urgencia. Estaba intentando con todas mis fuerzas no ponerme a dar brinquiños.
La puerta se abrió, la chica salió acomodando su falda y el chico tocándose el cabello, con una sonrisa y con la vista en el trasero de la chica.
Entre al baño mirando con cara de asco la encimera, yo ahí no posó mis manos.
Cuando termine de hacer pis, me incorporé, comencé a sentir un calor recorrerme el cuerpo.
Me invadió de pronto un mareo, traté de sujetarme de una estante que había a mi derecha, en cuanto puse una mano, tropecé con mi propio pie y tire abajo todo lo que había.
—Uff —me abaniqué con la mano.
Fui al lavabo y abrí el grifo echándome un poco de agua en la cara, pero ¿Qué me pasaba? Si lo único que había venido era cerveza y ni tantas.
Salí del baño como pude, evitando tropezar con los objetos que había esparcidos por el suelo. Todo me daba vueltas, trate de llegar a las escaleras y bajarlas sin matarme en el intento.
¿Cuántos escalones tiene esto? No creo que tuvieran tantos cuando las subí. Me aferré al barandal y las bajé poco a poco.
Una vez en el piso de abajo traté de buscar a Adrián, aunque me fue totalmente imposible.
Me aventuré en el tumulto de personas bailando, lo crucé siendo empujada de un lado a otro hasta llegar a la cocina.
Aquí tampoco estaba Adrián. Saque mi móvil, luego de dos intentos logré desbloquearlo, tenía un mensaje.
Adrián
Tuve que marcharme.
Nos vemos el lunes, diviértete.
Me ha dejado tirada, genial, ya no solo estaba mareada, sino que tampoco tenía en que regresar a casa. Volví a cruzar el mar de gente, siendo nuevamente empujada hasta la puerta.
Cuando logré cruzar la puerta y bajar las escaleras de la entrada sin romperme la boca, intente recordar donde estaba, ni siquiera sabía el nombre de la calle, así como pedía un taxi.
—¡Eh…! ¡Tú! — llamé a un chico con una camisa azul— ¿Dónde estoy?
—¿No lo sabes? —me miró con más interés del normal—. Puedo ayudarte, si accedes a venir conmigo.
—N… no, no hace falta —me alejé dando un manotazo a la mano que me había tendido.
Cruce el jardín hasta la acera pensando en como iba a regresar a casa. Debí quedarme en el apartamento, ahora estaría en la cama calentita y no aquí mareada, abandonada y congelada.
Sue me iba a matar cuando la llamara a las tres de la mañana y le contará que Adrián me había dejado tirada.
Piensa, Mara, piensa.
Lo primero que llego a mi mente fueron las palabras de esta tarde.
Puedes llamarme en cualquier momento.
No podía ser eso a lo único que acudía mi mente.
Sin importar la hora, ahí estaré para ti, Amara.
Estaba nerviosa, no sabía cómo decirle mi situación. Saque mi móvil y marque su número como pude.
Un timbre
Y si no me lo cogía.
Dos timbres
—¿Amara? —escuchar su voz por alguna razón me provocó risa.
—¡Hola, Alexito!
¿Por qué mi voz sonaba así? Parecía una ardilla.
—¿Alexito? —preguntó.
—Verás que risas te vas a echar cuando te cuente lo que me ha pasado —dije conteniendo otra risotada—. Resulta que estoy en medio de la nada y no sé cómo regresar a casa porque me han dejado tirada.
Lo escuché suspirar, mientras se me escapaba otra risita.
—¿Dónde estás? —preguntó.
—En medio de la nada.
—Hablo en serio, Amara.
—¿Qué te hace pensar que yo no?
—¿Hay alguien a tu alrededor a quien puedas preguntarle? —indagó, mientras ahogaba otra risita.
—No creo, la última vez que pregunté, el chico intentó llevarme con él.
—¿Puedes intentar mandarme tu ubicación por el móvil? —intentó otra vez.
—Upsi, tenemos un pequeño problema —dije empezando a preocuparme—. No sé dónde está mi móvil.
—No me jodas, Amara —suspiro de nuevo—. Estás hablando conmigo.
—Eso ya lo sé, Alexito —volví a rebuscar en mi bolso— lo que no sé es donde está mi móvil.
—Dime que estás de broma, Amara —podía notar su irritación hasta a la distancia—. Si estás hablando conmigo es por el móvil, lo debes tener pegado a la oreja.
Despegue el aparato de la oreja y lo miré con una sonrisita.
—¡Uyy!, pero si es verdad.
—Envíame la ubicación —ordenó.
—Estás un poco mandón.
Conecté el GPS, busque nuevamente su número en mis mensajes y envié mi ubicación en tiempo real, sin colgar la llamada. Cuando devolví mi móvil a mi oreja le informé.
—Listo, Alexito.
—No te muevas de ahí, en quince minutos llego.
No sé me había pasado el mareo y encima me daba risa hasta el aire.
Observé a mi alrededor en busca de un lugar donde sentarme y no había ni un estúpido banco. Me dolían los pies y justo ahora me estaba arrepintiendo de haberme puesto un simple vestido y no unos superjeans, tenía frío.
Sentí un coche aparcarse a mi derecha y lo miré con mala cara, lo único que faltaba era que me secuestren.
Vi como bajaba un chico de la camioneta y se acercaba a toda prisa entre la oscuridad hasta estar en la acera dándole unos rayos de luz.
—¡Alexito! — chillé lanzándome a sus brazos.
Me miró sorprendido por mi reacción, pero me sostuvo.
—¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó sosteniendo mi cara entre sus manos.
—Nada, solo estoy un poquito mareada —expliqué sonriendo como un angelito.
Se quitó la chaqueta y me la puso al percatarse de lo fría que estaba.
—Mírame —volvió a tomar mi rostro entre sus manos— ¿Qué fue lo que tomaste?
—Solo un par de cervezas.
—¿Cuánto es un par de cervezas?
—Unas... Cinco —la verdad no estaba segura.
—Hay algo que no me estás contando —declaró con el ceño fruncido—. Te he visto tomar cosas más fuertes que esas y en mayores cantidades.
—Solo tomé un par de cervezas, ya te lo he dicho —dije empezando a sentir calor de nuevo—. Puede que me robara una galletita con chispas de chocolate de la cocina, pero por lo demás todo fue cerveza, lo juro.
—Te has comido una galleta de marihuana, Amara —dijo perplejo.
—Nooooo, yooooo, incapaaaaaz.
—No era pregunta —declaró completamente serio—. En cuanto vea a ese imbécil lo mató.
—No a la agresividad, Alexito.
Se me escapó otra risita y automáticamente tapé mi boca con la boca para reprimirla.
—Ya verás qué risas mañana —se mofó.
Me guío hasta el auto, ayudándome a montar y colocándome el cinturón. Intente quitarme la chaqueta, tenía calor, pero fue inútil.
—¿Podrías ayudarme? —pregunté cuando monto en su lado.
Retiro el cinturón, me quitó su chaqueta lanzándola al asiento trasero y volviendo a colocar el cinturón.
Arranco el auto y aceleró incorporándose en la carretera. El silencio que había me estaba abrumando, así que decide romperlo.
—Nunca pensé que volvería a verte quitarme una prenda.
Me miró unos segundos antes de volver a concentrarse en la carretera. No estaba por la labor de llenar el silencio que nos consumía.
—¿Sabes que otra me sucedió? —pregunté.
—Sorpréndeme —fue lo único que dijo.
—Cuando me robe la galletita que dices tú que es de marihuana, muy rica por cierto —volvió a mirarme levantando una ceja—, me dirigí al baño y ¿a qué no sabes que me encontré?
—¿Qué…?
—Una pareja cogiendo en la encimera del lavado —solté de golpe— ¿Sabes que fue lo primero que pensé? En el tiempo que hace que nadie me toca.
Vi como sus manos se tensaron sobre el volante y disminuyó la velocidad.
—¿Incómodo, Alexito? —dije con ironía—. No deberías estarlo, después de todo está claro que para uno de los dos todos se trató de fingir.
El silencio volvió a inundar el auto, quería llorar, ya no me estaba haciendo gracia esta situación.
Tuvo la intención de hablar, pero yo tuve la necesidad de detenerlo cuando una sensación extraña recorrió mi estómago.
—¡Detén el auto! —pedí con apuro.
—¿Por qué quieres que lo detenga? —preguntó preocupado.
—¡Solo detenlo!
Se desvió fuera de la carretera y frenó al mismo tiempo que yo abría la puerta y sacaba la cabeza para vomitar.
Adiós al poco glamour que te quedaba
Sentí como alguien recogía mi cabello, mientras yo seguí vaciando mi estómago. Estire la mano hacia atrás intentando quitar el cinturón, pero fue el quién lo desabrocho.
Cuando me incorporé en el asiento, sintiendo nuevamente el mareo, me percate que lo tenía demasiado cerca acomodando mi cabello.
Abrió la guantera y sacó una botellita de agua. Estaba caliente, pero me sirvió para enjuagar mi boca.
Volví a acomodarme en mi asiento luego de escupir el agua y comencé a llorar. Las lágrimas abandonaron mis ojos y recorrieron mis mejillas.
—No llores, pequeña —pidió limpiando una de mis lágrimas.
—No, no me toques ahora, doy asco —solloce.
—No digas tonterías, eres perfecta, incluso colocada, recién vomitada y llorosa —dijo tratando de hacerme sentir mejor.
—No me seas asqueroso, Alexito.
—Por lo menos volvió el Alexito y no las lágrimas —mencionó cerrando la puerta y acomodándose en su asiento— ¿Podemos continuar?
Asentí como respuesta y continuamos el resto del camino en completo silencio.
En cinco minutos ya habíamos llegado al apartamento. Me ayudó a bajar y subimos hasta el piso, conmigo abrazada y temblando junto a su cuerpo. Abrió la puerta sin hacer ruido.
Fui directo al baño a cepillarme los dientes. Quise salir del baño al terminar, pero en su lugar me quedé sosteniéndome del lavabo, no me sentía bien. Escuché la puerta abrirse y me giré hacia él.
—Ven, una ducha te ayudará —informó.
—Como me metas bajo la ducha con el agua fría, te mato —trate de sonar lo más amenazante posible.
—¿Agua tibia te parece bien? —asentí como respuesta— ¿Puedes desvestirte tu sola?
Negué con la cabeza.
—Ok, me toca ayudarte, prometo no mirarte —informó.
Comenzó quitándome los zapatos, luego siguió con el vestido, quedé semi expuesta ante él y no había roto su promesa de no mirarme.
Toque uno de los tirantes de mi sujetador.
—Las personas no se duchan con ropa, Alexito —dije volviendo tocar el tirante.
—¿Estás segura, Amara? —asentí mirándolo a los ojos.
Termino de quitarme las dos prendas que quedaban y no miro otro lugar que no fueran mis ojos.
¿Por qué quería que me mirará? ¿Por qué quería que rompiera su promesa de no hacerlo? ¿Qué estás buscando con todo esto, Mara?
Me llevó a la ducha y abrió el grifo mientras yo seguí perdida en mis pensamientos y ahogué un grito de forma inmediata en cuanto el agua tocó mi piel.
—¡Serás traidor¡ —chille tirándole de la camisa hasta tenerlo debajo de la ducha también— ¡Está fría¡ Dijiste que sería tibia.
—Y tú me acabas de empapar —aclaró lo obvio—. Estamos a manos.
—¡Serás gilipollas! —solté mirándole con mala cara.
—¿Ya no soy Alexito? —preguntó burlón.
—No, ya no, ahora eres un idiota gilipollas.
—Siempre he sido tu idiota, tu idiota de ojos café — tragué en seco.
Miré sus labios unos segundos sin pensar demasiado y me lancé hacia ellos.
Sentí sus manos sostenerme y estamparme contra una de las paredes de la bañera. Tire de su cuello tratando de profundizar el beso, pero se alejó de forma brusca.
Lo observé sorprendida, mientras pasaba sus manos por su cabello húmedo a causa de la ducha.
—Esto no está bien —comenzó a decir—. No está bien.
Mi cuerpo empezó temblar nuevamente ante su reacción, ya no me sentía segura estando sin ropa frente a él, me sentía vulnerable y estúpida tratando de taparme con mis manos.
—Joder —continuó tirando de su pelo y volvió acercarse—. Esto no está bien, no es la forma correcta, no debí dejarme llevar, estás colocada, no puedo y no voy a tocarte en este estado sabiendo que mañana te puedes arrepentir.
Tomo mi rostro y depósito su frente sobre la mía unos segundos susurrando.
—Muero por ti, pequeña, pero esta vez quiero hacer las cosas bien y lo primero es que me perdones.
Se separó mirándome fijamente a los ojos.
—¿Puedes terminar de ducharte? —asentí
Termine la ducha luego de que se marchará. Una vez en mi habitación tomé mi pijama y me lo coloqué.
Me senté al borde de la cama en el momento en que entraba a mi habitación con un vaso en la mano.
—Tómatelo, lo necesitas —inspeccioné el vaso evaluando su contenido—. Solo es agua, Amara.
La bebí completa de un tirón, tenía razón, la necesitaba, tenía la garganta seca. Deje el vaso sobre la mesita de noche. Me acomodé en la cama, cuando él me tendió la manta sobre mi cuerpo.
—Buenas noches, pequeña.
Agarre su mano antes de que se marchará, pidiendo en un susurro casi inaudible.
—Quédate — entrelacé nuestras manos—. Pasa la noche conmigo, solo está vez, por favor, solo una noche, no quiero estar sola, solo finge por unas horas que somos lo que una vez fuimos.
—Canciones —susurro él pasando la vista de nuestras manos unidas a mis ojos.
Rompió nuestro agarre y se alejó y por un momento pensé que se marchará hasta que segundos después sentí como al otro lado de la cama, alguien se acomodaba, tiró de mí hasta tenerme completamente pegada a su pecho.
—Nunca fingí ninguno de mis sentimientos hacia ti —sabía que se refería a lo que había dicho en el coche—. Ojalá algún día quieras escucharme y puedas perdonarme. Esto nunca debió terminar de esa forma, no sabes cuanto te he necesitado, pequeña.
Intente que no se me cerrarán los ojos sin saber si recordaría algo de esto mañana o si solo había sido producto del sueño, pero fue inútil porque ya había caído profundamente dormida.
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