Capitulo 40

  Mamá y Papá salieron, Ringo salió. Dos, con la familia innombrable a cenar. El otro, con los amigos al cine. Y a bailar. Con Aki estamos otra vez solas en casa. Son las 9 de la noche. Y estoy aburrida. Muy. Inquieta, como que no me puedo poner a hacer nada. Empiezo a tocar el piano, dejo, pongo música, dejo, prendo la tele, abro un libro y así hasta ahora que me puse a escribir. Todavía no comí porque no decido qué comer.

  Hoy no es un buen día. Para colmo, Shiro ni me escribió. Es viernes, o sea que debe estar con sus amigos. O con la rubia esa de pelo largo.

  Tocan el timbre. Es raro. Voy a atender, no me da nada de miedo. Total, si no, prendo la alarma.

  Son la 1 y pico de la mañana. Recién se acaba de ir Shiro. Me pregunto cómo vino hasta acá un viernes a la noche. Pero vino. Miré por el visor y lo vi parado ahí con su campera, arreglándose el pelo. Le abrí. Pasó. Aki le hizo una fiesta. Se le tiraba encima, movía la cola, ladraba, está más enamorado de él que yo. Me dijo que venía de ayudar a su papá con unas cosas y que decidió pasar a verme, que no quería molestar. Le dije que no molestaba, que de hecho la mayoría de los viernes estoy sola.

  Y así jugando con el perro me dijo que gracias por el mensaje, que le había encantado. Y que si estaba sola y no había problemas, se quedaba a comer conmigo. O sea que llamó a su papá y le avisó que se quedaba en casa y llamamos para pedir una pizza. Nos sentamos en la cocina. Le serví un vaso de agua. Aclaremos para todo esto que yo estaba así nomás, con un buzo de pijama y el short viejo. Con un rodete destartalado en el pelo. O sea terriblemente seductora, una diva en potencia. Me dijo que le mostrara mi pieza, que la otra vez no la había visto. Me imaginé, los comentarios de Keiko cuando le contara este detalle. Entramos a mi habitación que por suerte estaba ordenada (por suerte y porque mamá odia lo contrario). Miró la biblioteca, las fotos y enseguida señalo el piano y me lo dio: "Quiero que toques algo", me dijo. Yo le dije que no. Rogué que llegara la pizza. Pero no llegó en ese momento y no podía quedarme toda la noche diciendo: "No, mejor no". Se sentó en la cama y toqué lo primero que me vino a la cabeza. Hasta que sonó el timbre. Y tuvimos que bajar. Fue lindo porque Shiro me miraba y yo con la música me sentía muy segura, muy cómoda. Sentía que él disfrutaba. Y que seguramente tenía muchos recuerdos. Que se había acordado de la nena del piano viéndome tocar de nuevo.

  Comimos. Miramos una película del cable tirados en el sillón. Y cuando se terminó me dijo que ya era tarde, que mejor se iba. Pidió un remís y se fue. Nos reímos bastante. Y eso estuvo bueno. No dijo nada de cómo toqué el piano pero estoy segura, me juego la cabeza, de que le gustó. Y, algo bueno alguna vez puedo tener. Y si él lo valora, mejor. A otros no les parecería importante o no disfrutarían con el piano. Otros no disfrutarían caminando, bailando conmigo, mandándome mensajes. Pero él sí. Eso es lo que me parece tan raro y tan mágico a la vez.

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