Capitulo 27

Es las 2 de la mañana y todavía no puedo dormirme luego de la cena. Un espanto. Con Ringo opinamos por unanimidad que no vamos a convivir con ellos si es que deciden quedarse en nuestras vidas. Nos vamos con los tíos. Nos pasaron a buscar. La señora y el señor, muy arreglados y sus hijos, también. A mí me había caído bien de antemano por todo lo que noscontaba mamá. Siempre es malo, muy malo prejuzgar, en todos los casos. Subimos al auto de ellos, las presentaciones en ese momento fueron apresuradas y los señores nos llevaron hasta un restaurante impresionante. Ahí nos sentamos los ocho a una mesa reservada por la familia en cuestión. Los padres son muy parecidos a los hijos. Con una rigidez que asusta. En realidad ahora que los pienso sus hijos son muy parecidos a ellos pero en versión joven aunque con cara de viejos. Los dos soberbios y pedantes. Creídos hasta la punta del dedo gordo. Ambos abrían la boca solo para alabarse a sí mismos. Y para mostrarnos los buenos estudiantes, lo buenos hijos, lo trabajadores  que eran. Que habían hecho tal deporte y tal otro. Insoportables. Y sus padres, que por lo menos trataban con mucha cortesía a mamá, calco de los hijos. Nos contaron de sus empresas. Y al saber que Ringo y yo estábamos estudiando en una escuela de renombre ya nos quisieron incluir en sus planes a futuro.  Desde el momento en que me empezaron a ignorar, todo fue más relajado para mí. Me dediqué a hacer mini sonrisas, un aja, ejem, un mmm ante ciertos monólogos de padres e hijos y, mientras tanto, observé la mesa de al lado donde cenaba una pareja que me pareció de lo más romántica. Me hice una película propia de Hollywood y no escuché nada más en toda la noche.

  Cuando nos dejaron en casa, con Ringo nos miramos y suspiramos tranquilos. Mamá estaba feliz. Feliz con sus nuevos amigos, con que los hubiésemos conocido. Cuando le dijimos que nos parecían un tanto pedantes, soberbios y egocéntricos se ofendió profundamente. Yo no me animé a decir ni mu, Ringo fue quien tomó la palabra. Yo ya la había ofendido demasiado a mamá con el mero hecho de llevar pantalones y tener las piernas gordas. Ringo, que es tan parecido a mamá en un montón de cosas, está cada vez más distinta. A el le dieron la misma impresión toda esa familia. Cuando mamá se ofendió, nos metimos en mi pieza para charlar un rato. Ringo tampoco puede entender cómo quiere mamá salir con esa gente. Los dos pensamos que la impresionó por lo seguros y avasalladores. Cosa que Maiko no debía de ser en absoluto. Por la seguridad que le puede dar y no solo seguridad económica. Porque por otra cosa no entendemos qué puede hacer con ellos. Por primera vez en mucho tiempo Ringo la mencionó a Maiko. Estábamos tirados en la cama y yo le hacía firuletes en el pelo cuando me dijo eso, de que los nuevos amigos de mamá era todo lo contrario a lo que eran Maiko y su madre. Esta vez no la criticó ni se enojó ni nada. Me contó que se acordaba de cuando jugaba con nosotros y cuando tocaba el piano en el comedor y nosotros tirados en la alfombra la mirábamos. Que se acordaba de que Maiko no se enojaba nunca. Que jamás gritaba y que era bastante callada. Reservada. Ringo dice que eso a mamá la volvía loca. El día que Maiko se fue y no volvió parece que nadie la tomó en serio. Pero nadie. Y cuando pasaron los días, mamá se dio cuenta de lo que había pasado y se la pasó llorando tanto tiempo que Ringo ni se acuerda de cuánto fue. Y la tía estuvo viviendo unos días con nosotros. Me contó todo esto por primera vez y no puedo dormir con tanta cosa en la cabeza. La cena fue pésima pero estuvo genial poder charlar así con Ringo. Nos estamos llevando mucho mejor. Podemos hablar más que antes. Lo necesitaba muchísimo yo. Tenerlo más cerca y poder compartir cosas con el. Bueno, ya es tarde, me voy a ir a acostar aunque no me pueda dormir. Si no, mañana no me levanta nadie.

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