Capitulo 6
Digamos que terminar casi desnucada acostada sobre alfombra delcuarto de Keiko no es lo que imaginaba para ese domingo a la noche. Losdomingos son en casa, rutinarios, comer algo con Ringo si está, peli y a lacama para levantarme temprano el lunes. Una y otra vez, y otra y otra máscada domingo. Pero este no.En medio de la bronca por lo de la infeliz del club, Keiko me mandó un audio paraavisarme que sus papás salían a cenar a lo de unos amigos, si quería ir a dormir a sucasa y quedarme con ella. No me gusta mucho ir a dormir a otro lado. Me gusta mi casa,mi cama. Pero no me soportaba ni yo. Y a veces tengo la sensación de que si estoy triste,el cuarto se vuelve triste y me comprime, me ahoga, me expulsa. Y me fui. Me di unaducha, le avisé a mamá, agarré y fui caminando. Esa es la única novedad que tengo desde el añopasado. Camino mas que antes. Y camine tranquila hasta la casa de Keiko.
En esas cuadras me di cuenta de que había hecho bien. Anochecía. El aire frescoen la cara. Cuando llegué los papás de Keiko estaban por salir. Nos quedamos en lacocina charlando mientras tomábamos terere. Podemos tomar jarras enteras pero sincansarnos. Me propuso hacer una pizza. Para mí pizza siempre está bien. Me contó lo dela noche anterior, había salido con Claude. Siguen de novios. Claude es lo más. Un montónde salidas voy con ellos, no tienen problema en buscarme, en compartir, y eso lo valoromuchísimo, perfectamente podría decir: "Bueh todo bien con Seiren pero que se quedeen su casa o que se consiga su propio novio". Y no. Vamos al cine, a jugar al bowling, abailar. Ellos y yo.
Los padres de Keiko finalmente se fueron y empezamos a preparar la pizza y aver qué le poníamos arriba, bien cargadita, de todo un poco. Y ahí fue que Keiko mepreguntó si quería un poco de vodka. Y no es que no tomemos de vez en cuando. Tomamos.Pero en ese instante se sintió distinto. Le dije que sí. Sacó un par Dr. Lemon de la heladera, chicas,bien frías. Las abrió y tomamos del pico sentadas mientras esperábamos para sacar lapizza del horno.
Se sintió distinto a siempre. Como si fuéramos más grandes. Porque lo somos,obvio, pero tampoco es que somos tan grandes. Ahí caminando en ese borde entre elsecundario y el salto a la universidad. Todo el año se fue sintiendo así desde el acto delprimer día. Tanto te repiten que es el último año, que elegir la carrera, que separarte delos compañeros, que estoy segura de que fue eso lo que me hizo salir corriendo mientrashablaba la directora por detrás de todos los cursos y vomitar en la puerta del salón deactos. Divino. Sentí que me hundía hasta el centro de la Tierra. No podía estar pasandoeso delante de todo el colegio. Ok, no me habían visto porque mi organismo tuvo ladelicadeza de aguantar a que cruzara la puerta, pero la mitad de mi cuerpo arqueándoselo habían visto todos. Estoy segura de que fue eso y no todo lo que comí la noche anteriorde lo tensa que estaba. No quería empezar quinto, no quería terminar quinto. No quiero.
En este momento Keiko fue la primera que reaccionó y salió corriendo aayudarme. Me acompañó a casa cuando nos largaron y seguí vomitando cada dos o trescuadras, en un cantero, en medio de la calle. La vergüenza que tenía, pero cualquier cosaantes de llamar a mamá. Lloraba de la bronca, y vomitando en un cantero le pedí a Keiko que me alcanzara una servilleta, un pañuelito, algo para limpiarme. Ella saliócorriendo y la vi volver con un papel de regalo como barrilete en su mano. Se me caíanlas lágrimas y me empecé a reír. No me podía dar un papel de regalo para limpiarme. Nodaba pero era lo único que me había conseguido. No podíamos dejar de reírnos. Y reírnoses una de las mejores cosas que nos pasan.
Sentadas hablando del sábado (yo evitando hablar de lo que ocurrió en el club), tomando una cerveza, se sentía bien. Y mientrascomíamos Keiko me preguntó si quería una copa de Sidra que ya estaba abierto. Y sí.Una copa. Dos. No tomamos sidra habitualmente y puede que tampoco fuera eso. Nosempezamos a reír. Lavamos los platos y subimos con la botella a su cuarto. Pusimosmúsica fuerte en la compu y bailamos descalzas. Keiko tiene la mejor alfombra delmundo, una con unos pelos largos y suaves. Y puede que fuera eso además del vino y lacerveza, eso y la música. Y sentir que somos grandes y que no somos más que las queéramos en el acto de jardín cuando nos hicimos amigas.
Nos acostamos en la alfombra mirando el techo. Keiko tiene una bola deespejitos, chiquita, en un costado, que hacía luces intermitentes sobre nosotras. Nosquedamos charlando y riéndonos de las cosas más absurdas, le conté por fin lo de la infeliz. Memiró con sus ojos intensos y me dijo:
-¿Qué vamos a hacer con eso?- me pregunto con curiosidad
Y a mí me dio risa. Como si fuéramos a matarla. Y no podía dejar de reírme de sucara que parecía un Garfield con sueño y de repente abría los ojos sacada y mepreguntaba "¿qué vamos a hacer con eso?". Planeamos un par de venganzas. A mí lo deplanear me sale bastante bien. Estaría teniendo un problema de ejecución. Y nos fuimosquedando en silencio y, así, mirando las luces intermitentes del techo y acariciando lospelos de la alfombra, me di cuenta de que estaba un poco alegre. Levemente. Y se sintióbien. Sí. Todo estaba difuso. Todo lo que no existía realmente en mi vida estaba difuso yno importaba. No me preocupaba, ni me dolía. Meiko, Shiro, mi futuro, los infelices quepensaban que yo no era como debía ser, y lo que debía o no ser, los pensamientos noexistían. Solo era eso. Presente. Saber que estamos juntas. Y que estaba la risa. Risacombate domingo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top