Capitulo 46
Caminamos hasta una pizzeria en la avenida. Keiko sabe que no me sale hablar de cosas importantes y caminar a la vez. Y era obvio que había algo importante para hablar. Nos sentamos en un patio de invierno lleno de plantas, adoquines y techo de chapa, todo rústico, como de fábrica.
Pedimos una pizza con rúcula y jamón crudo y una cerveza. No había mucha gente, podíamos hablar tranquilas.
-¿Y?- me preguntó Keiko. Porque sabe que me cuesta arrancar.
Arranqué. Habrá pensado para qué le pregunté, por qué no me quedé en casa comiendo con mi familia. Me escuchó en silencio. Hubiera podido hacer un corto con sus caras. Las cosas que le contaba las contás una vez en la vida. Cada tanto decía un "no", "oh' levantaba las cejas o sonreía. Y en el medio trajeron la pizza.
Hice un alto para que pudiéramos comer caliente. Comer es prioridad. Sí, lo sé. Pizza fría solo para cuando te levantás al otro día y la encontrás en la heladera. En la pizzería va caliente.
Mientras comíamos Keiko chateó con Claude y acotó, a punto de dar otro mordisco a su porción:
—Me tenés que contar también lo de Akito, no te hagas-.
Asentí con la boca llena. Y revisé mi celular. Nada. Ni Shiro. Ni Akito. Se debían de poner de acuerdo porque entraban y salían juntos de escena. Shiro de debía querer matar por aparecer en casa sabiendo que estaba con Akito y haberse quedado dos horas sentado en el cordón de la vereda. ¿Cómo volvés de algo así? Akito debía estar esperando que apareciera yo. Porque si mal no recordaba no le había dicho: "No, Akito, no se te ocurra irte y dejarme con este pibe". No había dicho nada. Y Akito no sabía que yo había bajado del auto, había entrado a casa y no había tenido así ningún intercambio con Shiro. Me tocaba a mí aparecer. Pero cómo.
Terminamos la pizza. Entera. Sí, podemos hacer eso. Y terminé el cuento. Todo. Maiko–madredeMaiko-chicanueva. La cara de Keiko. Claro, su vida: Maiko , una madre, una amiga, viviendo juntas en una casa, un novio desde hacía año y pico. No es que fuera todo rosa. A ver, nada lo es. Pero.
Después de unos segundos Keiko se rió. Y eso me alivió. Si se hubiera reído en la plaza no me habría hecho ninguna gracia (principalmente porque si se ríe es porque va a asesinar a alguien). Pero ahí, pizza y cerveza de por medio, juntas, me pude reír.
-La te-le-no-ve-la- dijo entre risas. Se pone un poco alegre de la nada.
Y era verdad. Sí.
No me dijo mucho más. No sé cuánto hay para decir.
Pedimos un mousse de chocolate para compartir. Para eso nos alcanzaba con lo que teníamos. Lo comimos despacio mientras nos reíamos a carcajadas. Y nos olvidamos de la plata del taxi para volver y de la propina. Una cerveza y parecíamos dos nabas. Aunque lo mío no pasaba por el alcohol, era todo junto: adrenalina, emoción, besos, Shiro, playa, túnica, Maiko, amiga nueva.
No nos salió pensar con claridad. Podríamos habernos tomado un taxi y pagar encasa. Pensamos en Claude. Pero Claude se había ido a jugar al fútbol con los amigos.
Keiko pensó en Akito.
-Pero no me hablo con Akito- le respondí.
-Ah, mirá vos- me dijo -, ayer le comías la boca-.
Tenía razón. Y le escribí. Patética. Sí.
¿Qué haces? Una onda mi mensaje.
Me contestó bastante al toque.
Veo peli.
¿Me buscás?, le pregunté. Cualquiera lo mío.
¿En tu casa?, me escribió.
Ese pibe es lo más.
Y le pasé la dirección.
Pagamos y esperamos en la puerta. Yo, arrepentida. ¿Para qué? Con el frío se me ocurrió opción taxi. Tarde.
Keiko se agarraba de mi brazo y bostezaba, knockout después de cerveza e historia.
Al rato, cuando pensé que ya Akito no iba a aparecer vengándose de mí por la noche anterior, vi el auto doblar la esquina. Cuando estacionó, bajó la ventanilla del acompañante. Esa campera con capucha, la campera de cuero arriba.
-Toda la onda- dijo Keiko, pero por suerte fue bajito.
Subimos al auto. Yo adelante con él. Keiko atrás.
Y le di un beso en la mejilla. Sí. Me odié. Pero no iba a bajar, volver a subir y darle un beso en la boca. Ya estaba. Llevamos a Keiko. Primera vez en mi vida que llevo a Keiko con un chico. Yo a ella. No hablamos mucho en el auto. Rosario había apoyado la cabeza contra el respaldo y tenía los ojos cerrados. La cerveza le da sueño, me lo tendría que tatuar para acordarme.
La dejamos en la puerta de la casa. Antes de bajar nos dio un beso y me dijo al oído:
-Este pibe no existe-.
Pero eso sí lo escuchamos todos
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top