Me pesan mas las ausencias. Más que los kilos, mas que las miradas. Maiko. Shiro. Están vivos. Creo. De Shiro sé, de mi amiga no. Pero ponele. Ninguno de los dos quiere saber nada de mi. Teniendo la posibilidad de tenerme en sus vidas, los dos eligen que mejor no. Estuve pensando este último año, desde el día en que dejé de escribir, si las ausencias no me habrán vuelto invisible. Lo era. Dejé de serlo. Lo volví a ser, hasta hoy. Tal vez me dolió tanto que se fueran que en algún momento quise que no me vieran más. Desaparecer. Como si la ausencia me fuera comiendo a mí. Como si sus miradas me dibujaran. Y si no estaban ellos, Miako, Shiro, yo tampoco.

   Pero sus miradas son solo eso, miradas. Me quede sin palabras para escribir cuando Shiro se borró. Me dejó de ver. No quiso verme más.

  A veces imagino que aparece alguien que puede verme, a mí. A través de todo y entre todas. Lo imagine tanto que ayer delante del espejo me vi, me dibuje con la mirada. Con un acto mínimo y masivo recuperé las palabras para escribir. Me volví presente otra vez. Y acá estoy, mi corazón en crudo latiendo.