Primera cita.
◇ Una enorme y sincera disculpa por tan grande demora◇.
Posterior a la lucha con el akuma en donde gracias al cielo nadie había salido herido, los días pasaron y con ello la ansiedad crecía en el estómago de la rubia dado que desde que el pintor se le declaró pidiéndole una cita; sus nervios estaban a flor de piel.
Se encontraba en su habitación con una pila de diversas piezas de ropa en su cama mientra ella estaba de pie mordiéndose la uña del pulgar izquierdo.
—Muy rosa.—tomó un vestido de cuello V que seguro le llegaría más arriba de las rodillas.—¿En qué estabas pensando cuando lo compraste Chloé?
Arrugó la prenda tirando este al fondo del armario.
—Muy viejo.—mencionó asqueada observando el blusón de color rojo y los pantalones deslavados que iban en conjunto con el.—Estoy perdida. No tengo nada que usar.
《Sí tienes, solo que tú no eres apta para ellas》.
Nada lograba convencerla, estaba perdiendo la paciencia, estaba sumamente insegura con todo lo que tenía enfrente. Y no es que la ropa fuera el problema, el verdadero problema era que no se sentía lo suficientemente linda para portar tales prendas que en el pasado eran sus favoritas.
—Yo creo que te verías linda con cualquier cosa que te pusieras.—La voz afable de su madre se hizo presente en la estancia haciendo que ella se girara para encararla.—¿Por qué no te pruebas el vestido que te di en tu cumpleaños anterior?
Ella puso semblante triste recordando todo por lo que había pasado estos últimos meses y realmente no quería admitirlo pero los abusos habían dejado un gran estrago en su ser pues su personalidad cambió de manera drástica además que su confianza en sí misma cayó en declive.
—Mmmm no lo encuentro.—declaró junto a una sonrisa que distaba ser sincera.—No sé dónde ha quedado.
Audrey inspeccionó toda el área llena de ropa y cosas esparcidas en el suelo, localizando dicha prenda a los pies de la fémina debajo de la cama casi como queriendo no ser visto por nadie. Ella alzó la ceja ante la anterior respuesta de su hija, luego suspirando hasta posarse cerca de ella acariciando su cabellera rubia que lucía suelta.
—Eres hermosa Chloé, tienes todo para ser perfecta.—señaló el corazón de la joven.— además tienes esto para incrementarlo aún más, no dejes que nadie...ni siquiera lo que pasó con.—se quedó callada unos minutos, se sentía una terrible madre por estar ausente en la mayoría del tiempo. —Lo que quiero decir es que tu belleza es inigualable porque eres tú, tan sincera y bondadosa. Y si ese chico te ama de verdad como dice; te querrá en todas tus presentaciones.
Se agachó sacando el vestido de mangas ¾ con escote "v", corte recto por las piernas en color amarillo y blanco,entregándoselo en las manos con una sincera sonrisa.
—Anda pruébatelo.—sugirió su madre tratando de motivaría. —Se hace tarde y ese chico no tarda en venir.
La mayor estaba a punto de salir pero un abrazo la detuvo, era la primera vez en mucho tiempo que recibía ese tipo de muestras, no porque Chloé no fuera cariñosa, sino todo lo contrario; ella no era fan de las muestras melosas.No obstante en esta ocasión creía que era lo correcto, así que sin querer hacerla esperar más se volteó para corresponder el gesto.
—Gracias...—Pronunció tímida.— Gracias por regresar de New York en cuanto supiste lo que estaba pasando conmigo.
Audrey dejó caer la coraza fría que se obligaba a portar al ser un ícono de moda, se trataba de la persona más importante de su vida por lo tanto debía mostrar apoyo, lo que le sucedió a su querida hija no era fácil e incluso se llegó a odiar por su inminente descuido.
—No tienes por qué agradecer, eres mi hija, mi adorable y hermosa ricitos de oro. Sé que no lo demuestro pero te adoro Chloé, eres mi vida entera, si algo te pasa no me lo perdonaría jamás.
La menor abrazó con mayor fuerza a su madre negando en repetidas ocasiones mientras un par de lágrimas llegaban hasta ella.
—Te entiendo, tienes un trabajo que mantener. Tus responsabilidades son prioridad, tampoco puedes cuidarme como si fuera una niña. Lo que pasó no fue para nada tu culpa.
Audrey la separó con cuidado tomando entre sus manos el decaído rostro de su hija plantando un beso sobre su frente que la hizo sonreír, limpiando sus lágrimas.
—Basta de llanto, hoy es un nuevo día para nosotras, ya no debe haber oscuridad. Recuerda que las princesas no pueden permitir que cualquier plebeyo las haga llorar. Así que ponte bonita e impresiona a ese guapo caballero.—guiñó su ojo derecho posteriormente para salir de la habitación.
Con los ánimos retomados, Chloé tomó el vestido que su madre le dio yendo a darse una ducha exprés, luego arreglarse un poco y esperar a que su cita apareciera a los pies de la escalera del hotel donde vivían. Tomándole la mano en un gesto por ayudarle a bajar sin pronunciar palabra alguna, cosa que le hacía sentir insegura, queriendo encerrarse en su habitación y no salir de ella por la vergüenza que sentía.
—¿Todo bien?— se animó a preguntar consternada.—Pareces más callado de lo normal.
Nathaniel se espabiló acomodando su chaqueta con una sola mano dándose el valor de hablar ante tanta belleza que parecía sacada de otro mundo.
—Estoy bien, quizá un solo impresionado.—Admitió.— Estás guapísima, siempre eres guapa…pero hoy; creo que eres uno de los ángeles más divinos del cielo.
Las mejillas de Chloé se encendieron rápidamente haciendo que le ardieran.
—Oh, no exageres.—quiso restarle importancia.—Es solo un vestido.
Pero no, para Nathaniel era más que un simple vestido, por más bello que fuera, por más que el maquillaje sobrio le sentará tan bien con ese look, o por más que amara que la chica llevara rizado el cabello sin la molesta coleta de siempre. Para él era más, mucho más.
—No, no lo es.—aseguró al tenerla frente de él acariciando su faz.—Tú haces que cualquier cosa luzca perfecto, tu belleza es inigualable. Eres perfecta Chloé.
Sin esperar respuesta alguna se acercó más a ella no atreviéndose a besar más que su mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios notando como Chloé se tensaba pero a la vez cerraba los ojos esperando por algo más. Le sonrió tomando su mano para entrelazarla con la suya yendo hasta el recibidor en donde les aguardaba un automóvil en color blanco, propiedad del artista.
En el camino iban disfrutando del silencio para nada incómodo, desviando una que otra ocasión su mirada entre uno y otro, sonriendo en el momento preciso en la que estas se encontraban. E incluso atreviéndose a tomar la mano del otro en un gesto que no parecía molestarles ni causar incomodidad, como si fuera algo que venían haciendo desde hace mucho.
Las cosas no cambiaron al llegar a sitio, es más, parecía que nadie más existía a su alrededor más que solo ellos dos. Encerrados en su atmósfera de risas, bromas o halagos que en la mayoría eran venidos de Nathaniel.
—Me encanta verte sonreír. — le dijo en un momento que estas cesaron ante las aventuras que él le contaba.—Hacen que tus hoyuelos se hagan más marcados, y que tu nariz se arrugue de una manera adorable.
Chloé sentía que su corazón latía rápidamente ante todos los halagos recibidos por ese hombre que no sabía definir en qué momento se coló en sus pensamientos más profundos. Aunque no podía evitar el sentirse poca cosa para él.
—Seguro dices esas cosas por lástima.—se abrazó a sí misma en una postura de vergüenza. —No tengas pena por mí, no lo soporto. Es más no sé qué hago aquí, de seguro podrías tener citas con alguien más valiosa que yo, alguien que no esté manchada como yo.
Se quiso levantar de la silla pero una mano apretó la suya haciendo que permaneciera en su lugar con la mirada en el suelo.
—En verdad Nathaniel, déjame ir.—pidió con la congoja presente en su garganta.—Estoy bien, tú eres muy importante y no necesitas a alguien que ya ha perdido lo más importante. Estoy segura que cualquiera quisiera que fueras su pareja o salir contigo.Y eso está bien, eres joven, guapo además de muy inteligente. Yo simplemente soy…
—¿El amor de mi vida?—Cuestionó logrando que la rubia alzará su rostro pasmada.Él sonrió. —Bueno, o al menos la chica que me encanta y la cual quiero que sea mi novia.
—No creo que hables en serio, nadie querría a una chica usada que lo único que sabe es dañar a los demás, que se preocupa por ella misma antes que otros y que…
Nathaniel no sabía cómo hacerle entender que aquello que le profesaba era verdad, que todos esos conceptos que tenía sobre sí eran erróneos, quería amarla, quería protegerla como antes no pudo, quería que ella fuera su mundo, que supiera cuánto la deseaba de verdad.
Así que no perdió tiempo poniendo en práctica la única forma que se le ocurrió de callarla para que dejara de decir esas sandeces; Capturando sus labios en un tierno pero igual de intenso beso que hacía que en sus cuerpos se recorriera una sensación de estar tocando el cielo con sus propias manos, logrando que en Chloé se despertara la vida, esa que creyó apagada por lo que le ocurrió con su detestable primo.
En cuanto el beso concluyó ella quedó prendada de esas hermosas turquesas que la ponían a temblar, él solo pudo sonreír al haber sentido en ese contacto un amor tan intenso como el que le sentía a su querida reina.
—Eres todo cuán deseé Chloé, ninguna chica se le compara a la belleza que posees. Sabes que todo lo que dijiste no tiene ni una pizca de verdad; eres admirable, dulce, maravillosa, gentil y nadie se compara contigo.—acarició sus mejillas con dulzura.—No vuelvas a decir que eres poca cosa por que no lo eres, no para mí, eres una joya preciosa que deseo cuidar como el mayor de mis tesoros.
—Nath...—pronunció conmovida posando una mano sobre el brazo de él.
El la miró con intensidad advirtiendo que si decía algo más volvería a besarla hasta que le quedara claro cuánto la amaba. Momento en el que ella río enternecida negando con la cabeza.
—¿No te darás por vencido verdad?—lo miró con curiosidad.
—Jamás ni aunque pasaran tres mil años. Eres la chica más maravillosa que conozco, un poco caprichosa, engreída y molesta.—Chloé lo miró con el rostro desencajado ante lo dicho.A lo que él no dudó en reír.—Pero también eres dulce,tierna, sincera, decidida, guerrera. Sé que por eso me enamoré de ti.
A Chloé se le iluminó el rostro sintiéndose dichosa de haber conocido a alguien tan maravillosamente tierno como él, creía que todo era un sueño pero de pronto sintió otro contacto más pausado en los labios que la hizo cerciorarse que estaba viviendo la más linda de las realidades.
—Te amo, por favor sé mi novia. —pidió él sosteniendo sus manos.—Prometo que te haré muy feliz.
—Tengo miedo — mordió su labio inferior.—¿Qué tal si todo resulta mal?
Nathaniel apartaba su cabellera del hermoso rostro de alabastro que tenía enfrente.
—Haremos que funcione, también tengo miedo de no ser el candidato perfecto para ti pero me esforzaré para lograrlo. —dijo seguro de sus palabras. —Solo quiero estar a tu lado para demostrarte cuanto te amo.
—También te amo.—soltó por fin la chica después de sonreír soñadora.— y nada me encantaría más que ser la novia de alguien tan increíble como tú.
Ambos acercaron sus rostros volviendo a inmiscuirse en esa reconfortante atmósfera que los hacía perderse en la maravillosa vibra, sensibilidad, y calidez que los embriagaba cada vez más, incluso volviéndose adictos a esa droga natural que era el amor.
Tal vez Chloé se sentía insegura pero estaba convencida que a lado de él todo sería diferente e incluso maravilloso, no quería alejarlo de ella porque le amaba, le necesitaba, sería una boba si no se daba una oportunidad junto a él.
Ya el tiempo les diría si eran su lugar idóneo. De mientras dejaría el miedo atrás intentando comenzar de nuevo.
¡Hola! Ha pasado un enorme tiempo desde la última vez que actualicé, espero que les guste.
Los quiero ♡.
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