15. La magia del corazón

Ismael traga saliva, inquieto, pero no se amedrenta frente a al mago.

—Tengo una teoría —le dice.

—Sos Abventerios, uno de los dioses de la magia. Te escucho. —Sebastián asiente y hace media sonrisa.

Ismael se ruboriza durante un instante.

—Okey. —Se gira hacia mí—. Javi, los yaltens usaron su magia para apresar a Cassiel. Obvio que ahora está enojado y no es fácil que nos entienda. Pero vos tenés un vínculo con él, llevaste su poder todo este tiempo. Y creo que lo sos capaz de reclamarlo. —Se vuelve hacia Sebastián—. Sos un mago del caos, ¿no?

—Es más complejo que eso, pero, básicamente, sí.

—Sabemos que uno de los principios de la magia del caos es que no importa si se usa una tradición mágica u otra, incluso si se crea una, lo que importa es que la magia funcione. Para eso, el ritual tiene que impactar en el inconsciente de la persona, resonar con ella.

—Es una explicación aceptable. Seguí.

—Bueno, creo que Javier está condicionado no solo por la magia yalten, sino porque es la magia que usa su madre. —Se gira hacia mí—. Tenés el talento mágico para canalizar el poder de este arcángel, quizás a otros también. Tu mamá lo hizo de forma violenta, apresando al ángel. Pero quizpas, si lo llampas a tu manera, con tu propio ritual o dibujás tu propio sigilo, osea: tu propio símbolo mágico, lográs conectarte con él y canalizar su fuerza.

—Estoy de acuerdo. Y si no funciona, voy a tratar de absorber la energía de los arcángeles con mi magia. —Sebastián me señala—. Eso podría matar a Bruno, así que más vale esmerate si te importa tu amigo.

Asiento, temblando.

—No se me ocrre nada.

—Intentá, lo primero que te venga a la caneza. —Ismael me toma de las manos; me tenso incómodo—. No seas tonto, te estoy pasando mi energía para ayudarte.

Cierro los ojos y trato de calmarme. Escucho un grito egarrador de Débora a mis espaldas y una explosión que viene del lado de donde estaba la ciudad. Tiemblo.

—¡¡Dale, Javier!! Está todo en tus manos —grita Sebastián.

—Bueno… abracadabra, poder de Cassiel, vení a mí! 

Abro los ojos. Nada. Sebasitán suspira.

—¡Arcángel Cassiel, dame tu poder! ¡YA!

Nada.

De fondo, suenan los llantos de las personas de Costa Santa, los gritos de Gaspar, León y los demás. Desesperado,empiezo a llorar. 

—Esto no tiene caso. —Sebastián junta las manos. Lo cubre un campo de fuerz y empieza a flotar—. Lo siento por Bruno, de verdad. —Se aleja en un instante, en dirección a la ciudad.

—Javi… —escucho a Ismael y levanto la mirada—. No te conozco mucho, pero Bruno siempre habla bien de vos. Sos su mejor amigo y es una carga para él no poder compartir el secreto de ser un arcano con vos. Nosotros lo animamos para que lo haga y él siempre eligió protegerte. Y entiendo, por lo que me contaste, que vos lo protegiste a él de los planes de los yaltens. Como pudiste.

Asiento.

—Su amistad es algo hermoso. Tenés que salvarlo. Si la mitad de lo que dice Bruno de vos es cierto, sos un tipo lleno de fe y de fantasía. Por eso, confío en vos. Dibujás, te gustan el manga, el anime, como a Bruno y a mí, ¿no?

 —Si.

—Bueno, usalo como tu hechizo. Es parte de lo que sos. Llenate de toda esa fantasía y volvela realidad. Invocá con eso al poder del arcángel Cassiel —Nos sacudimos, cuando el suelo empieza a temblar. Sebastián ya está en el fragmento de ciudad donde Gaspar y León tratan de detener a los gigantes. Ismael me aprieta las manos con fuerza—. ¡Ahora!

Saco fuerza de mi interior y dejo de llorar. Pienso en todo lo que me sometí este tiempo, en los experimentos de los yaltens, las amenazas de mi madre, los miedos y mentiras de mi papá sobre la magia, los años que me pasé deseando que lo que veía en el mundo de los cómics fuera real.

Yo soy más que esos miedos y mentiras. Yo puedo, yo tengo la magia en mi interior y nadie me va a decir cómo usarla. Y quiero usar los podederes de Cassiel para hacer el bien como el Fantasma, el héroe de Costa Santa. Pero esto de hacer mi propio hechizo para invocar al ángel no me cierra. Fue encerrado, apresado, como de alguna forma lo fui yo cuando mi madre no me dejaba decirle al resto que era un arcano o me amenazaba con quitarme mis poderes. No puedo ni quiero usar magia para llamarlo, no se siente bien. Es volver a lastimarlo. Ya sé que ahora es un monstruo que está destruyendo todo y quizás lo más fácil sería apresarlo de nuevo o destruirlo, pero, sé que en el fondo no es lo correcto.

Entonces, recuerdo lo que me dijo Giuseppe: a veces, cuando un pedido es sincero y proviene desde lo más profundo del corazón, solo basta susurrárselo a los ángeles para que lo cumplan.

¡Ya fue! Me separo de Ismael, salgo de la roca y clavo la mirada en el gigante de fuego blanco y negro que está destruyendo los edificios y calles atrapados en medio de este desierto infernal.

—¡Arcángel, Cassiel, dame tu poder para hacer el bien como el Fantasma! —grito.

El gigante de fuego blanco y negro deja de rugir y se para en seco. Nathaniel, que está a su lado, se detiene también. Cassiegl gira hacia mí y me clava su mirada hecha de llamas. Ruge de forma ensordecedora y todos terminamos tapándonos los oídos.

Quizás debería haber susurrado mi pedido, como aconsejaba Giuseppe, y no gritarlo. Noto que Cassiel continúa con la mirada fija en mí. Aparto las manos de mis oídos y me relajo. El arcángel y yo nos conectamos de nuevo y, en un instante, me lee por completo como si fuera un libro. Y, al percibir y empaparse de mis sentimientos y vivencias humanas, entiende.

Se convierte en un tornado de fuego que se acerca a toda velocidad y entra en mí a través de la coronilla. Me envuelve por completo, para transformarme de nuevo en el Fantasma. Pero esta vez, no tengo los sigilos en el pecho ni en los brazos y mantengo mi estatura y mi cuerpo adolescente. Me llevo las manos a la cara. Tampoco llevo el antifaz.

—¡Muy bien! —Ismael viene hasta mí y chocamos los cinco. En un instante, aterrizan a mi alrededor Mackster Vanesa y Débora, que ya volvió a su transformación con escamas. Noto en su mirada que ya entró en razón. 

—¿Cómo se siente volver a ser un arcano? —pregunta Ismael.

—Genial. —Me llevo una mano al pecho—. Cassiel acaba de entender lo que pasó y está arrepentido por los destrozos. Quiere que los ayude a resolver esto.

Mackster asiente.

—Todo este tiempo eras un arcano, el arcano más famoso de Costa Santa, y nos lo ocultaste —Débora me reprocha de brazos cruzados.

—Eh… Es complicado. Después lo hablamos, tenemos que ayudar a Bruno. —Señalo hacia la ciudad, donde Gaspar y León evacúan a las personas, mientras Sebastián trata de absorber los poderes de Nathaniel.

Escuchamos un grito que viene del cielo, segundos antes de que una figura se estrelle frente a nosotros. Es Anabella, en su forma de escamas azules y pelo verde, que se aferra a un demonio, antes de volverlo cenizas con unos disparos verdes que salen de sus manos.

—Anabella… ¡Sos vos! —exclama Débora, entre asustada y conmovida.

La arcana azul levanta la mirada hacia ella y se tensa, como si luchara con emociones encontradas.

—Ahora no está presente Anabella. Ahora soy Ikthial.

—Ikthial… —Débora se lleva una mano al pecho—. Y yo soy… yo soy…

—¡Dejen de hablar y ayúdenme, no puedo sola! —grita Astrid, desde el cielo. Lucha contra un grupo grande de demonios, que regresó a atacar, y apenas se mantiene en el aire, cansada de batir sus alas.

Mackster, Vanesa y Anabella logran despegar para ir en su ayuda, pero Ismael nos detiene a Débora y a mí.

—Son los más cercarnos a Bruno, los únicos que pueden hacerlo entrar en razón. Vayan a recordarle quién es. —Nos dice y despega para unirse a los demás.

Miro a Débora, que asiente.

—¡Vamos! —me dice y despegamos. Atravesar el firmamento oscuro es difícil, porque tenemos que luchar contra demonios que se cruzan en nuestro trayecto. Algunos los apartamos con facilidad, con un golpe o rayo certero, a otros los esquivamos, pero a un par tenemos que derribarlos combinando nuestros poderes.

Seguimos peleando contra esos seres incluso al llegar al fragmento de Costa Santa y volar sobre sus edificios, pero desaparecen una vez que llegamos a una distancia prudencial de donde se encuentra Nathaniel, o Bruno, pelando contra Gaspar y Sebastián. 

—Ahí está León —dice Débora y señala hacia un lado de la calle, donde lo veo derrumbado. Volamos hasta él, esperando lo peor. Débora le toma el pulso y respira con alivio—. Sigue vivo.

—Tratemos de hacer entrar en razón a Bruno —le digo y asiente.

Dejams a León y volamos hasta donde está el arcángel. Gaspar y Sebastián se apartan en cuanto nos ven y descienden en lados opuestos de la calle. Aterrizo frente al gigante que deja de disparar olas de fuego a los edificios y nos observa, desconcertado.

—Cassiel —dice al fijar sus ojos en mí. Su voz es potente y sobrenatural, tan distinta a la de Bruno.

—Sí, Cassiel está acá —me señalo el pecho—. Pero ya no está atrapado —le muestro mis brazos, libres de los sigilos.

El arcángel frunce el ceño. Luego, sacude la cabeza y quiere golpearnos con sus puños inmensos, pero lo esquivamos rápido y nos acomodamos de nuevo delante de él.

—¡Es inútil! —grita Sebastián—. ¡Tenemos que derribarlo!

—¡Dejalos hacer lo suyo! —responde Gaspar. Se sostienen la mirada un instante, hasta que Sebastián cede, con los ojos húmedos.

—Bruno, sé que estás ahí dentro —Débora se acerca, extiende las manos despacio hacia Nathaniel—. Un día me dijiste que me querías bajo todas mis formas. —Se transforma en la Dama Plateada, luego, pasa a su forma humana. Nathaniel parpadea, confundido, mientras trago saliva, admirando el valor de la chica—.  Yo también te quiero bajo todas tu formas. Incluso esta. Por favor… —El gigante se queda paralizado; ella avanza muy despacio—. Nathaniel, ya no sos un arcángel. Sos un humano. Hace quince años que lo sos, y sos mi novio. —Débora llega hasta el ángel, que se mantiene en guardia. Ella se pone en puntas de pie, buscando tocarle el puño con la mano. Desde esta distancia, y frente a la piel blanca como el mármol de Nathaniel, parece una niña que examina a un coloso—. En algún momento vas a volver a ser un arcángel, pero por ahora dejanos vivir nuetras vidas humanas…

En cuanto hace contacto con el arcángel, ete retrocede, y sus ojos se encienden en feg. Débora se cubre y se transforma para saltar, segundos antes de que impacte una bola de fuego donde estba parada. 

Aletea en el aire, tratando de estabilizarse, y vuelo para atajarla. Nathaniel corre hacia nosotros, inmune a los disparos de Sebastián y Gaspar.

—Basta, Nathaniel! —grito y me impuslo para darle un puñetazo en la nariz, que lo desestbiliza. Aprvecho y conentro mi poder para dispararle una ola de llamas blancas y negras. El arcángel cae y se retuerce, atormentado por el efecto mental del fuego de Cassiel. Continúo disparándole.

—Basta, lo está lastimando —Dpebora tira de mi brazo.

—No quiero lastimarlo! Solo frenarlo un poco.

Apago las llamas y me acerco a Nathaniel, que está contraído en el suelo, con los párpados cerrados. Estoy a unos pasos de él, cuando abre los ojos llenos de fuego y se levanta. Manifiesta su espada gigante,listo para acabar conmigo… me cubro, esperando el dolor. 

Nada. Aparto los brazos d emi rostro. El arcángel detuvo la espada a centímetros de mi cabeza. Sus ojos ya no están encendidos, sino llenos de lágrimas.

—Cassiel… mi hermano elohim, mi superior. ¿Sigues allí? ¿Qué te han hecho?

—Cassiel, tu hermano elohim. —Estiro una mano hacia él, luego llevo la otra a mi pecho—. Javier, tu amigo.

—Javier, Cassiel. Javier. —Su voz tiembla y cambia, volviéndose la de Bruno por momentos. Su mano gigante desciende hacia mí y se posa con suidado sobre la mía. En cuanto nuestras palmas se tocan, siento que nos conectamos de alma a alma, que él puede leer mi mente. Se queda en silencio por unos instntes, procesando la información—. Ya eres libre, Cassiel —dice, por fin—. Y has elegido a este humano, a pesar del origen corrupto de su vínculo; lo consideras digno de llevar tu poder.

Llevado por un impulso que no entiendo, vuelvo ami forma humana. Entonces, siento un calor y una vibración inmensa que surgen de mi pecho, hasta cubrirme por completo. Cassiel toma control de mí.

—Así es —pronuncia una voz diferente desde mi boca—. Javier trae un legado oscuro, pero su corazón noble lo ha iluminado. Ayudará a este planeta y a su destino. Lo que los humanos tuercen y desvían, la gracia de los elohim endereza y encauza.

Nathaniel asiente y la presencia de Cassiel me abandona, aunque no sus poderes. Recupero el control de mi voz, segundos antes de que el arcángel se separe de mi. Enseguida, junta las manos, de las que salen llamas que se concentran hasta formar una esfera inmensa. Esta cambia de color, pasando del naranja al blanco. Nathaniel lleva la cabeza hacia atrás y, con un rugido, dispara la energía hacia el cielo. Se escucha una explosión y el suelo tiembla por unos segundos. El arcángel me observa de nuevo y es recorrido por un fuego que lo hace dsminuir de tamaño. Avanza y me toma de la mano, pero no retrocedo; su fuego no me quema, se siente como un cosquilleo agradable cada vez que pasa por mi brazo. Bruno sigue achicándose y cambia; su traje se vuelve gris, le aparecen alas y cuernos, sus rasgos se hacen más redondeados, su mirada, humana.

—Javi… —Bruno parpadea frente a mí, en su forma arcana. Separa su mano de la mía y se mira los brazos y el pecho. Luego observa lo que nos rodea y abre los ojos alarmado, al notar al Infierno mezclado con la ciudad y a Sebastián y a Gaspar  a cada ladeo de la calle

—bruno! —Débora se abalanza sobre él y lo abraza, llorando—. Volviste!

—¡¡Bruno!! —me sumo a Débora y lo abrazo, llorando.

—Qué pasó…? Yo… no entiendo nada.

—Entraste en modo arcano mayor y casi destruís la ciudad… o lo que queda de ella —explica Sebastián.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Tu alma enfureció al enterarse de que Cassiel, otro arcángel, había sido manipulado con magia por los yaltens. Ellos me dieron los poderes del ángel con un hechizo, a principio de año, pero hoy falló, Cassiel entró a nuestro mundo y… 

—Desgarró la realidad —completa Gaspar. Ya no está a mitad de la vereda y lo busco con la mirada. Lo encuentro en la esquina, con León, que ya se encuentra consciente, aunque se sostiene en Gaspar. Desde su lugar, Sebastián los mira con recelo.

Bruno lleva la mirada hacia el firmamento, que ya está despejado de demonios, y asiente. 

—Siento tanto lo que hice…—Se lamenta Bruno—. ¿Qué pasó con la gente de Costa Santa? Lastimé a alguien?

—Fueron evacuados. Pero eso no importa ahora —afirma Sebastián—. Todavía tenemos que parar la fusión de la Tierra con esta dimensión Infernal o no va a quedar nada. Con suerte… —El mago se interrumpe al notar algo que cae del cielo.

Es una lluvia de cenizas. Levanto la mirada, al igual que los demás, y veo cómo ya no hay brechas dimensionales. El firmamento vuelve a tener las estrellas que conocemos, mientras el paisaje infernal se disuelve de las esquinas desde donde nos acechaba, para dse lugar a las calles de nuestra querida Costa Santa. 

—Todo está volviendo a la normalidad —comenta Débora, maravillada.

—Sí, supongo que es un regalo final de Nathaniel —expresa Bruno y Gaspar asiente, mirándolo con orgullo.

—¡Acá están! —escuchamos y veo que Mackster y Anabella aterrizan junto a los demás arcanos.

Sin pensarlo, como de manera automática, me transformo. Bruno se gira hacia mí y me mira de arriba abajo. 

—¡Sos el Fantasma! —exclama y asiento—. Antes te veías un poco distinto… Eras más alto.

—Fue por los trucos de los yaltens —comento.

—Luchamos contra los demonios hasta recién, que todo volvió a la normalidad —explica Mackster, agitado—. Quedaban algunos, que escaparon asustados por otra fuerza. 

—No entendíamos bien qué era, hasta que volamos bien alto y pudimos ver un círculo inmenso, rojo brillante alrededor de la ciudad —dice Astrid.

—Estaba hacho con los sigilos de la magia yalten corrupta… esos que parecen insectos —agrega Ismael.

Siento un escalofrío que me recorre de pies a cabeza y miro de un lado a otro, buscándolos en los rincones de la ciudad. Los yaltens andan cerca.

—¿Qué te pasa, Javi? —pregunta Bruno. 

—¿Tenés algo que decirnos? —consulta Gaspar, con expresión seria, aunque comprensiva.

—¡Claro que tiene algo para decirnos! —exclama Sebastián, llevando las manos hacia el cielo—. Su vínculo con el ángel es producto de la magia yalten, lo sé desde la primera vez que lo vi. —Retrocedo cuando se acerca furioso hacia mí, pero León, que ya se recuperó, se interpone entre nosotros. Se miran udurante unos instantes, midiéndose.

—Tranquilo, Javier. Sabemos que esto no es tu culpa —afirma Léon—. Podés confiar en nosotros, no vamos a lastimarte.

—Okey… yo…. Solo quedan cuatro yaltens, que yo sepa. Los que me convirtieron en el Fantasma. Ya no estoy con ellos, me peleé. Si apareció ese círculo, es porque andan cerca…

—Por supuesto que andamos cerca. Costa Santa es nuestra ciudad y tenemos la obligación de protegerla. —Escucho la voz potente de mi madre y giro para verla manifestarse de la nada frente a un edificio derrumbado, junto a los demás yaltens. En medio de ellos se encuentra Amanda, que sostiene un libro viejo entre los brazos. 

—Mamá… —se me escapa—. Amanda.

Mi hermano asiente al oírme, mi madre no me dirige la mirada.

—¿Es tu mamá? —me pregunta Débora y asiento.

—¿Su ciudad? —Gaspar se ríe—. Perdieron el derecho de ser los protectores del lugar después de dañarlo con su magia oscura. 

—Así es —accede Sebastián—. Un placer verte de nuevo, Leonor. También a los demás. —Los saluda con una risa sobradora.

Mi madre hace una mueca.

—Estuvimos protegiendo y ayudando a la gente desde las sombras y ahora, durante esta crisis causada por la impertinencia de mi hijo —asegura.

—¿Mi impertinencia? No fue mi culpa, el hechizo yalten falló, se debilitó o algo…

—Como emperadora de la Orden de los yaltens y descendiente de los fundadores, reclamo nuestro hogar. —Mi madre me interrumpe, sin hacerme caso.

—También es nuestro hogar —salta Bruno y los arcanos jóvenes asienten.

—Y el nuestro —dicen Gaspar y León.

—Creo que podemos convivir en paz… —dice mi madre—. Solo devuélvanme a mi hijo.

—No quiero ir con vos.

—Javier… Mirá cómo está Amanda. Ella te extraña. Nosotros vamos a ayudarlos a arreglar esto que pasó. —Señala los destrozos en la calle con un gesto y luego se toma de la mano con los otros yaltens. Cierran los ojos y se cubren de un resplandor rojizo, que luego invade a los edificios y la acera. Estos se reparan en un par de minutos.

Segundos después, en medio de la madrugada, surgen las personas, que regresan a sus casas despacio, sin hacernos caso, envueltas en una luz blanca. Reconozco la magia de Gaspar y León, que los evacuó antes.

—Javier, por favor, vení conmigo —dice mi madre de pronto, una vez que todo vuelve a la normalidad.

—No.

—Javier, hacerme caso! Soy tu madre!

Nos quedamos en silencio. Noto que me mira de arriba abajo, intrigada. Debe preguntarse la razón por la que recuperé mis poderes. Dudo por unos instantes.

—Él va a hacer lo que quiera —interrumpe Gaspar.

—¡Sí! —exclaman Bruno y Débora.

León se acerca a mí y asiento, agradecido. Apoya su mano en mi hombro y mira desafiante a mi madre. En ese momento, Amanda se aparta de los yaltens, que lo llaman a los gritos, y viene corriendo a abrazarme.

—¡Javi!

—Amanda.

Nos separamos y sonreímos. De pronto, surge un grito agudo a mis espaldas y giro. Es Ismael, que cae arrodillado al piso. Tiene las manos en la cabeza, como si estuviera conteniendo un dolor inmenso. Una luz roja recorre su traje y su cuerpo, y luego sale de sus ojos  y su boca.

—Isma! Qué te pasa? —Mackster trata de ir hacia él, al igual que Vanesa, pero la energía lo aparta. 

Me parece ver unas formas en la luz roja que recorre a Ismael, y que por momentos se vuelve violeta al mezclarse con su aura y su traje azulados. Son… los sigilos hechos de triángulos, cruces y círculos que me mostró Amanda.

—La magia yalten original! Sabíamos que ese arcano la tenía! —Leonor y los otros yaltens corren hacia Ismael, pero son detenidos por Gaspar, León y Sebastián, mientras Mackster, Vanesa, Astrid y Anabella tratan de contener al dios azul de Agha.

Voy con Bruno y los demás hasta ellos. Amanda empieza a buscar en el libro que trajo.

—Rescaté este manuscrito de la magia original… no quería que se perdiera en este apocalipsis, yo… no sé si va a funcionar. —Traza unos sigilos en el aire—. Estoy tratando de sanarlo, pero no puedo.

De repente, Ismael se queda en silencio y gira hacia mí hermanito. Lo observa fijo, con una mirada desencajada. Me pongo frente a Amanda.

—Ismael… Reaccioná —le pido. 

—Ya casi todos enloquecieron hoy, Isma —le ruega Mackster, angustiado—. Por favor, vos no lo hagas también.

—¿Por qué tiene los sigilos de San Yalten? ¿Qué le pasa? —grita Amanda, asustado.

—Tienr nuestra magia original! —grita mi madre y trata de llegar hasta él, pero Gaspar se lo impide. Furiosa, se lanza contra él y los yaltens comienzan a pelear también con León y Sebastián.

Mientras, Mackster y Vanesa tratan de contneer a Ismael, que empieza a sacudirse, todavía recorrido por sigilos yaltens, y mi hermano sigue  intentando hacer magia para curarlo.

Entonces, Débora grita y suena un rugido a nuestras espaldas; es Bruno, que se cubre de fuego y empieza a crecer…

—¡No, otra vez no! ¡Está entrando en modo arcano mayor de nuevo! —grita Mackster.

Bruno vuelve a ser Nathaniel y gira hacia nosotros. Débora y yo tratamos de detenerlo, pero el arcángel hace un gesto y nos derriba con una ola de fuego inmensa; luego, con rapidez, mueve el brazo hacia Ismael. Mackster trata de protegerlo, a la vez que Vanesa aparta a mi hermano; Nathaniel arroja a Mackster por los aires y luego y toca con un dedo inmenso el pecho de Ismael, que sigue sacudiéndose. Como si fuera un imán atrayendo metal, extrae una energía en forma de burbuja azul del corazón de Ismael. Este deja de convulsionar y cae el piso. Nathaniel toma la esfera con ambas manos y la expande. Esta crece hasta cubrirnos. Gaspar, León y los yaltens, así como Sebastián, Anabella y Astrid quedan afuera.

Los demás nos transportamos a otro tiempo y lugar.

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