7. Seres del espacio
Débora
6 de septiembre de 2003
¡Nuestros maestros arcanos son geniales!
Gaspar es ceremonioso, prolijo y estructurado. Tengo la sensación de que es capaz de leer nuestras mentes; me da algo de miedo, pero confío en él. Sus ojos son tan, tan turquesas y profundos que dan la impresión de contener una cantidad de conocimiento infinito.
León es más relajado y chistoso. Es artesano. Construyó parte de la casa de Gaspar, que está llena de duendes y de adornos de hilo que hizo con sus manos.
Gaspar y León se turnan para enseñarnos acerca de la energía, las dimensiones y sus habitantes. También nos muestran cómo reconocer distintos tipos de magia y cómo defendernos de los ataques psíquicos. No creo ser capaz de aprender todo eso.
Hace unos días, mientras entrenaba con Mackster, noté algo especial entre Gaspar y León. Se llevan muy bien, es obvio que viven juntos. Además, están todas esas fotos de viajes compartidos... Vanesa piensa lo mismo que yo, en cualquier momento se lo vamos a preguntar.
Volviendo al entrenamiento, mi parte favorita es cuando nos enseñan artes marciales.
Algunas clases las tengo con Bruno. Es difícil concentrarnos porque siempre nos distraemos queriendo darnos la mano o un beso, y se complica más cuando luchamos. A Bruno le cuesta enfrentarme. Aunque sea solo un ejercicio, tiene miedo de lastimarme y se contiene mucho. Por eso es que la mayoría de las veces prefiero combatir con Vanesa o con Mackster.
Aunque a veces vamos a la casa de Gaspar, casi siempre estudiamos y entrenamos en el piso superior del bar Enoc, al que Bruno bautizó como la «escuela arcana». No podría estar más en lo cierto: es un lugar increíble, lleno de libros y de magia. Siento que pertenecemos ahí.
Cada actividad que realizamos, desde los combates hasta las manualidades, me llenan y me revitalizan. Disfruto en especial del final de cada sesión, que está dedicado a la escritura, porque considero que me ayuda a expresar las emociones de forma ordenada y bella.
***
Llego de brazos cruzados, detrás de la profesora de Gimnasia Artística, que seguro quiere rogarme que vuelva al equipo. ¡Como si tuviera tiempo para eso!
Me sorprendo al ver a Anabella sola, sentada en una de las gradas del gimnasio, mirándome con expresión de asombro.
—Te necesitamos, Débora —dice la docente sin previo aviso, girándose hacia mí—. Por eso te pedí que vinieras hoy.
Siento cómo se forma una sonrisa triunfal en mi cara.
—¿Qué? —Anabella casi salta de su asiento. Mira a la mujer con furia, sé que quiere gritar a todo pulmón que ella es la mejor para dirigir las coreografías, que yo me fui y debería perder mi puesto, pero es inteligente y se contiene—. Profe, no me dijo que la reunión era para esto. Cedo... mi puesto, si usted cree que Débora puede hacerlo mejor, a pesar de haber estado tantos meses sin practicar. Aunque me gustaría saber qué estoy haciendo mal.
—Estás bien, Anabella. El tema es otro. Pronto tenemos que enfrentarnos al Instituto Applegate en la etapa regional de los torneos bonaerenses. Esas chicas ricas tienen muchísimos recursos y va a ser difícil igualarlas, mucho más superarlas. Por eso es que necesito a las mejores alumnas en el equipo —explica la profesora—, dirigiendo juntas.
Ambas intercambiamos una mirada.
—Imposible —digo.
—Por Dios... —Anabella pone los ojos en blanco.
—Chicas, sé que tienen sus diferencias, pero no dejen que eso les haga perder una oportunidad tan grande. Si no aprovechan ahora, se van a arrepentir y van a sentirse unas tontas por desperdiciar el tiempo con peleas infantiles. Saben que trabajando juntas van a inspirar a todo el equipo. Imagínense ganando las medallas o, todavía mejor, el torneo bonaerense.
La profe me mira.
—¿No lo extrañás, Débora? Todos los fines de año, además de la medalla al mejor promedio, participás de la muestra de Gimnasia Artística. No me digas que no se siente bien escuchar los gritos y los aplausos de todo el colegio. Si, en vez de pelearse y de competir, disfrutaran, inspirarían a sus compañeras. La coreo saldría mucho mejor y las dos serían las estrellas del show. Además, ya te inscribiste a los bonaerenses a principio de año, no deberías despreciar esta oportunidad...
Observo a la profesora, también a Anabella.
—Okey, yo vuelvo, pero Anabella tiene que prometer que va a dejar de contradecirme y de hacerme la guerra con sus amigas.
—¡No te hago la guerra! Además, ¿no puedo decir nada? Si veo un error lo tengo que corregir.
—Encontrás errores en cada una de mis indicaciones, nena. Aparte, te la pasás burlándote de todo lo que hago. No me olvido de cuando me pellizcaste el culo en el medio de la coreo, enfrente de todos, y nos terminamos agarrando a piñas.
—Anabella no va a volver a hacer algo así —dice la profesora, después de aclararse la garganta—. Sabe que, de lo contrario, la voy a expulsar del equipo.
Ana está roja de furia y no se atreve a mirarme a los ojos.
—Está bien... —digo.
—Ahora, dense la mano. Prometan que se van a llevar bien y a dar lo mejor de ustedes para el equipo.
Anabella la escucha y se acerca a mí con un bufido exagerado. Nos miramos cara a cara. Ella me extiende la mano. Cuando la aprieto, ¡el gimnasio desaparece!
Estoy flotando en el espacio, envuelta en una corriente de energía.
«Viento solar», escucho en mi cabeza. Mi mano extendida es de escamas doradas, mi cuerpo se siente distinto: inmenso, fuerte, cómodo en su elemento. El espacio es mi hogar.
Frente a mí hay una criatura de piel azulada, también escamosa y de cabello verde fosforescente. Sus ojos anaranjados con pupilas verticales emiten una fuerza que llega hasta mi cabeza como un zumbido. Me aturde.
Me resisto y logro formar un escudo de luz dorada. Nos disparamos mientras viajamos, llevadas por un tornado de poder invisible. Veo asteroides y un planeta azul con anillos. Pronto tengo a la criatura sobre mí, justo antes de estrellarnos en un mundo desértico.
Intento incorporarme, pero me aplasta, sosteniéndome por los brazos. Aunque no mueve la boca para hablar, escucho un lenguaje familiar y a la vez desconocido... Ancestral.
«—Ellos serán tu perdición».
Estoy de nuevo en el gimnasio, frente a la profesora que sonríe y nos felicita.
—Quiero que se junten a practicar la coreografía fuera del horario de la escuela, si es posible. Anabella, tenés que a poner a Débora al día.
—No entiendo —digo, todavía confundida, mientras intento regresar mi cabeza a la realidad.
La colorada hace fuerza para soltarse de mi mano.
—Vas a repasar con Anabella —explica la profesora.
No le presto atención. Mis sentidos están en la chica, que me observa molesta, acariciándose la mano que me dio. Se ve confundida, como si no estuviera del todo acá. ¡Ella también lo vio! Estoy segura de que ella era esa criatura. ¡Anabella también es una arcana!
—... y ambas van a utilizar su amistad para hacer una fiesta y recaudar fondos para el torneo. Señoritas, ¿me escuchan?
—¡¿Qué?! —Anabella y yo gritamos a la vez.
—¡Esfuércense! —insiste la docente, antes de abandonar el gimnasio.
Anabella sale detrás de ella haciendo algunos comentarios que prefiero no escuchar. Por su actitud, es obvio que quiere escapar de lo que acabamos de ver...
Tiene que ser una arcana como yo.
***
Por la tarde, voy a la escuela arcana con los chicos. León nos da un texto sobre las dimensiones en las que habitan los ángeles y un cuestionario para completar. No es fácil, pero quiero hablar sola con Gaspar, así que me esfuerzo y lo termino rápido, a pesar de saber que seguro me he equivocado en algunas cosas.
Me levanto de la mesa y me acerco a él, que está en un escritorio de la otra punta leyendo algo con suma concentración.
—Disculpá... —le digo.
Él levanta la vista con una sonrisa.
Echo una mirada a los otros, que siguen ocupados haciéndole consultas a León. Me acomodo en la silla delante de él. Siento cómo la turmalina que está en el extremo izquierdo del mueble absorbe mi angustia.
—Me encanta el mazo que me diste —le comento, como para sacar charla—. Las lecturas son muy específicas.
—Es importante que lo uses para meditar también —me recuerda.
Asiento.
—¿Averiguaste algo sobre lo que pasó con Sebastián en el bosque?
—Sí —afirma y baja el tono de voz para que los demás no escuchen—. Creo que ya sé cómo te resististe a su control mental.
—¿En serio? ¿Cómo?
—Creaste alguna forma de protección mágica de manera inconsciente. No logré definir qué es, aunque pude verla en tu aura la última vez que viniste. Quizá la generaste en un sueño. ¿Recordás alguno que te haya resultado extraño?
—¿Más de lo habitual? No. Sigo con esos en los que viajo por el cosmos...
—Quizá fue de alguna otra manera. ¿Hiciste una obra de arte, quizás un relato o un poema? —entrecierra los ojos.
—No... A menos que haya sido mi canción, Noche solar.
—Te felicito —sonríe, complacido—. Inventaste tu propio mantra protector.
—Genial —me río. Después, inspiro profundo antes de volver a hacerle la misma pregunta de la otra vez—. ¿Pudiste averiguar de dónde vienen mis poderes?
—No todavía.
—Necesito saber cuál es mi relación con Sebastián. —Cierro los puños—. Y por qué mi transformación es tan... especial.
—Paciencia, Débora. Investigué sobre distintos dioses con características similares a las que presenta tu transformación, pero no encontré nada en concreto. Muchas veces el alma no puede revelarle a una persona lo que quiere conocer porque todavía no está preparada. El entrenamiento que hacemos amplía tus capacidades y te va a ayudar a descubrirlo.
—Creo que ya está haciendo efecto... —Le cuento lo que vi cuando le di la mano a Anabella.
Gaspar se acaricia el bigote y me observa.
—¿Es un recuerdo de mi vida pasada? —pregunto.
—Probablemente.
—¿Eso significa que Anabella era o es...?
—Sí, aunque es posible que todavía no sea consciente de eso o, por lo menos, no del todo. Muchos arcanos reprimen su naturaleza por miedo.
—¿Qué hago? ¿Le hablo? Parecíamos enemigas en esa otra vida. Con razón nos llevamos tan bien —exagero con sarcasmo.
Gaspar se ríe.
—En estos casos lo mejor es esperar a que te lo diga ella, una vez que lo haya procesado. Además, no tenemos garantía de que quiera ser nuestra aliada —dice, poniéndose serio—, aunque esperemos que sí.
—Entiendo. Anabella y yo parecíamos seres del espacio, pero no extraterrestres. Podíamos viajar por el cosmos sin naves, trajes, ni nada de eso. Nos desplazábamos envueltas en energía. Era como si el vacío fuera nuestro medio natural. ¿Tiene sentido lo que digo o estoy completamente loca?
Gaspar frunce el ceño. Siento que se forma un nudo en mi estómago
—Estás conectando con tu alma. Y no hay nada mejor que eso —explica.
Su respuesta me devuelve la seguridad. Estoy feliz por haberlo conocido. Feliz porque Bruno y los chicos son mis aliados. Escucho las risas de Mackster y de Vanesa y giro hacia ellos. León los felicita por haber terminado la tarea. El grupo festeja.
Ya no estoy sola.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top