37. Picnic de arcanos
Quisiera tomarte de la mano hoy,
pero todavía no sé si las estrellas están listas.
Tal vez en un mañana libre,
bajo un cielo despejado y nuestro.
Mackster
Es de noche. Estamos con Bruno en la terraza de un edificio. Observamos la iglesia abandonada. De acuerdo con la visión que tuvo, es el lugar donde Sebastián va a invocar al monstruo gigante del infierno.
Los binoculares nos ayudan a confirmar que la puerta está clausurada con maderos clavados en diagonal, las ventanas también. No sale luz del interior, tampoco sombras ni energía extraña.
—¿Estás seguro de que no fue un sueño?
—Basta, Mackster...
—Digo, porque hace varios días que vigilamos y no pasa nada. Me aburro. En tu visión era una noche lluviosa. ¿Por qué no venimos cuando llueve y listo?
—Por las dudas de que pase en otro momento. —Resopla y me alcanza los binoculares. Da unos pasos antes de apoyarse sobre el muro, de espaldas a la iglesia—. Gaspar dijo que las visiones son complicadas y que las líneas temporales cambian siempre.
—Entonces, también puede pasar de día cuando estamos en la escuela. Nosotros solo venimos por la noche...
—Qué pesado, Mackster. —Bruno revolea los ojos—. Sebastián va a invocar un demonio. No creo que el día sea el mejor momento para algo así. Además, Gaspar y León dijeron que se turnan para vigilar en ese horario, ¿no te acordás?
Me río, asintiendo.
—Cierto.
—Che, se terminaron las papas fritas. —Bruno sacude el paquete vacío en el aire.
—Tampoco tenemos gaseosa. ¿Vas a comprar vos?
—En un rato. —Me saca los binoculares y voltea hacia la iglesia para seguir vigilando.
Nos quedamos en silencio. Me relajo observando cómo el viento sacude las ramas de los árboles. Me despeina y transporta algo de la humedad y la sal del mar, a pesar de las cuadras que nos separan de la costa.
—Me quedé pensando en Sebastián... —Aparto el flequillo de mis ojos—. Ese tipo sabe por qué decidí nacer en este planeta. ¿Qué más conoce sobre nosotros?
—Quizás sabe qué elohim soy...
—Para mí sos un ángel, Bruno. Ya lo te dije.
—¿Y por qué tengo cuernos entonces? —Deja escapar un bufido.
—¿Y por qué eso significaría que sos un demonio? —Me encojo de hombros—. Existieron cientos de dioses buenos con cuernos. Capaz que algunos ángeles también los tienen.
—Mmm... puede ser.
Algo llama mi atención en la iglesia y giro justo a tiempo para ver una figura moviéndose.
—¡Bruno! —exclamo, señalándola.
—Es un gato.
—¡No es un gato! Es una de las sombras de Sebastián.
Agarro al colorado del hombro cuando la mancha oscura avanza, sigilosa. Mi amigo me pasa los binoculares y veo una cola de pelaje negro que se mueve con elegancia.
Gruño y me cruzo de brazos, frustrado.
—¿Cuándo nos relevan las chicas?
—Ahí están. —Bruno señala tres figuras que se acercan volando hacia nosotros.
Sonrío al ver que una de ellas está envuelta en un resplandor azul.
—¡Isma! —El corazón se me acelera—. Qué bueno que viniste.
—Tuve que convencerlo. —Vane lo empuja—. El fin de semana no es para quedarse leyendo sobre runas.
Ismael se pone colorado, eso resalta aún más su cabello azul.
—¡Traen bolsas! —comenta Bruno, emocionado.
—Sí, se nos ocurrió que iban a tener hambre. —Débora sonríe y le da un beso en la mejilla a su novio.
Ismael y yo nos miramos durante un segundo, incómodos.
—Decidimos venir un rato para hacer un picnic antes de relevarlos —añade la chica.
Desplegamos un mantel y acomodamos la comida. Cuando busco lugar para sentarme, me doy cuenta de que el único espacio libre es al lado de Ismael. Qué turros... Lo hicieron a propósito. Me aguanto los nervios mientras Bruno y Débora se miran con Vanesa, tratando de ocultar las risas.
Los cachetes se me incineran. Tengo que controlarme. ¿Qué hago? El corazón me late tan fuerte que creo que va a explotar. Se me seca la garganta. Me sirvo gaseosa y tomo varios tragos.
—No se olviden de que alguien tiene que estar vigilando —señala Débora.
Bruno asiente y se levanta con un sánguche en la mano.
Charlamos y hacemos bromas mientras nos turnamos. En un momento, empezamos a insistirle a Ismael para que venga a entrenar con Gaspar y León.
—No sé, ya les dije que soy un arcano solitario. Además, ahora quiero estudiar magia lunar. No voy a dejarlo para seguir el programa que tengan ustedes...
—Dale, Isma, la vas a pasar genial —dice Vanesa—. Aprendemos sobre distintos tipos de magia, telequinesis, protección psíquica, incluso nos están ayudando a ver nuestras vidas pasadas.
—Los que tienen suerte con eso... —Se queja Bruno.
—Mmmm... no sé. —Ismael ladea la cabeza y hace girar la bebida dentro de su vaso—. Tengo que pensarlo.
—Aparte, Gaspar y León son gais —asegura Débora, que está al otro lado, cumpliendo su turno de vigilancia de la iglesia abandonada—. Te vas a llevar re bien con ellos.
Nos quedamos en silencio unos pocos segundos, durante los que la miro con bronca. Ella se acomoda el pelo con tranquilidad mientras Bruno se pone pálido.
Ismael baja la mirada.
—No estamos seguros de que sean pareja, solo son suposiciones —comenta Vanesa.
—Acabo de confirmarlo. Gaspar me lo dijo hace una semana. —Bruno suspira—. Y parece que salió con Sebastián un tiempo, o algo así. —El colorado pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.
Sigo con la boca cerrada. No voy a decirle que Gaspar me lo contó primero.
—Entonces, hubo un triángulo amoroso con León. —Vanesa pega un gritito, emocionada—. ¡Oh, la traición! —Hace como que le clavan un puñal en el pecho y nos reímos—. Al final, todo este conflicto es por un amor frustrado.
—No creo que haya sido por eso. Gaspar y León piensan distinto a Sebastián —sostiene Bruno—. Él quiere controlar a los arcanos y ellos buscan una convivencia pacífica con los humanos.
—Sí, pero en secreto —aclara Ismael y hace un chasquido con la lengua—. Bueno, por lo menos eso es lo que me contaste, ¿no? —me mira.
—Sí...
Otro silencio.
—¿Por qué no le decís a Bruno que Gaspar te contó a vos primero que es la pareja de León? —me pregunta de pronto, riéndose con maldad.
¡Qué traidor!
—Eh... ¿Qué decís, Ismael? —Siento el calor subiendo por mi rostro.
—¡Vos sabías! —Bruno me señala con un dedo acusador. Se gira hacia Ismael—. ¡Los dos sabían!
Los demás se ríen.
—Sí, sabía —confieso—. Pero no iba a revelar nada si no lo hacía Gaspar, para respetar su privacidad.
—A Ismael se lo contaste —dice Bruno, mirándonos con ojos entrecerrados—. Ah, claro, entre ustedes se cubren. Perdónenme por no ser del club gay.
Dejo pasar su comentario. No le voy a aclarar de nuevo que soy bisexual.
—¿Qué te pasa? ¿Te hacés el discriminado, colorín? —le retruca Ismael.
—Sí, al final yo soy la minoría —contesta, riéndose.
—Dejá de decir boludeces —lo corto.
—Era un chiste, che...
—¡Chicos! —Débora nos llama apurada—. Vengan ya mismo.
Hacemos silencio y nos acercamos al borde de la terraza. Vemos a un hombre que camina hacia la entrada de la iglesia con un paquete entre los brazos. Cuando llega, hace una serie de golpes sobre la puerta. Un instante después, se desvanece en el aire.
—¡Mierda, mierda, mierda! —grita Ismael—. ¿Qué hacemos ahora? ¿Tenemos que ir a parar la invocación?
—¡Shh! Esperá —Lo calla Débora.
Pasan varios minutos hasta que el hombre vuelve a aparecer en la puerta del lugar, con las manos vacías. Luego, se aleja por la calle. Nos quedamos observando un rato más y no sucede nada.
—El lugar tiene un hechizo de ocultamiento —dice Bruno.
—Debe haber llevado algunos elementos para realizar la invocación, pero probablemente no sea hoy —deduzco y giro hacia él—. ¿Qué presentís? Vos sos el que tuvo la visión.
—Estoy de acuerdo. Por las dudas, no abandonemos los turnos de vigilancia y avisémosle a León y a Gaspar. Cada vez falta menos...
MACKSTER
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