27. Una senda nueva y oscura
Bruno
No tuve una semana fácil. Ayudar a Mackster y a Vanesa a luchar contra esos bichos cósmicos en el Applegate no me dejó del todo bien. Soñé cosas espantosas, creí que iba a volverme loco, y encima tenía muchísimo que estudiar. Menos mal que Débora y Gaspar me ayudaron.
—¡Por fin terminaron los exámenes! —le digo a Javi cuando salimos de la escuela.
—Sí, yo tampoco aguantaba más. ¿Vamos a festejar? —propone.
—Dale.
Enfilamos hacia el centro y entramos a un McDonald's.
—Espero que me haya ido bien en Matemáticas. Por suerte, aprobé el recuperatorio de la prueba del trimestre pasado.
—Tranquilo, Bruno. Estudiaste un montón —Javi contesta sin sacar la vista de los carteles de los combos.
Una vez que retiramos la comida y buscamos un asiento, ataco con desesperación las papas fritas hasta que me atoro y empiezo a toser. Javi me golpea en la espalda y mi garganta se libera. Cuando logro tranquilizarme, mastico con más calma.
—¿Estás ansioso por algo?
No le puedo contar que Gaspar y yo vamos a invocar al demonio que vi cuando pasó lo de Nuriel, así que me encojo de hombros.
—Ahora podemos hacer una maratón de Cowboy Bebop —sugiere Javi—. Tengo los DVD truchos, mi viejo me los trajo de Parque Rivadavia. Bah, seguro después me cancelás, así que mejor no arreglemos nada.
—Pará, mala onda. ¿Qué te pasa? ¿Estás celoso porque me veo con Mackster?
—¡No! Bueno, qué se yo. Me molesta que Débora lo conozca y yo no. Digo, supuestamente soy tu mejor amigo, ¿no? Ahora que estás de novio con Débora, solo salen con los amigos de Mackster y hacen todas esas cosas a las que jamás me invitás.
—Pará, Javi... Si querés, organizo algo en mi casa para que conozcas a Mackster y a los chicos.
—¿En qué andan, boludo? —Me mira fijo—. Decime la posta.
—En nada. ¿Por qué preguntás eso?
—No sé. Dicen cosas raras por ahí... Que son parte de una secta.
—¿Quiénes dicen eso?
—Todo el mundo, Bruno.
—Sabés que es cualquiera, ¿no?
—Sí... —Aparta la mirada y hace como que está distraído mezclando aderezos para sus papas fritas.
—Mirá, Javi. Fuiste mi primer amigo acá. Te re banco. Me gustaría que vinieras, pero Mackster y Vanesa tienen una onda... diferente. No sé si te vas a llevar bien con ellos.
—Capaz te sorprendo y los termino entendiendo más de lo que creés.
Este pibe no tiene idea de lo que está diciendo.
—Te prometo que vos y yo nos vamos a juntar más seguido —contesto.
Nos quedamos en silencio unos instantes.
—Dale. —Termina por decir, aunque sigue enojado—. Mirá que no te voy a esperar mucho para ver Cowboy Bebop, eh.
Me río.
—Está bien.
Charlamos de otras cosas más entretenidas, sin embargo, empiezo a sentirme incómodo. Me cansa mentir tanto: a Javier, a mis viejos, a otros compañeros del colegio. ¿Por qué esto de ser un arcano es así? ¿No podríamos vivir en un mundo donde algo así fuera normal?
Me invade la tristeza y me doy cuenta de que quiero estar solo antes de ir para Enoc así que, en cuanto terminamos de comer, me despido de Javi.
—Tengo que ir al Taller Literario, perdóname. —Vuelvo a mentir—. Hoy entro antes.
—Ah, bueno. Bruno, perdoná si...
—Todo bien, en serio. Chau. —Agarro la mochila y me alejo rápido del lugar.
Camino hacia Enoc, me detengo en una plaza arbolada para hacer tiempo. Me siento en un banco y observo con recelo la estatua de un ángel. «Monumento a los fundadores», dice en una placa a sus pies. Tardo unos minutos hasta convencerme de que no es un demonio oculto, como las otras.
Cuando se hace la hora, retomo la marcha hacia Enoc. Al llegar, toco el timbre. Gaspar baja. Lo saludo y subimos al primer piso, nuestra «escuela arcana», como me gusta llamarla. Me acomodo en la mesa larga donde estudiamos y arrojo mi mochila en la silla de al lado. Recuesto la cabeza usando los brazos como almohada.
Hoy no viene Mackster porque vamos a invocar al demonio que vi la otra vez. No quiero demostrarlo, pero tengo tanto miedo que el combo de McDonald's que comí me juega una mala pasada en el estómago. Gaspar tiene razón: debería seguir su dieta naturista.
—¿Estás bien? —me pregunta.
—Sí. Entre los exámenes y la pelea con los habitantes del vacío, quedé un poco cansado, nada más —sigo mintiendo.
—¿Querés que probemos contactar a Dantalion otro día?
—No, no —contesto rápido—. Quiero saber qué relación tiene conmigo y con los demonios de piedra de Sebastián. Hay que detenerlo antes de que invoque a otro dios del infierno.
Gaspar sonríe, complacido con mi nivel de responsabilidad.
—Bueno, pero dejame traerte un té.
—Dale.
Gaspar vuelve pronto con una taza que huele a canela, jengibre y cardamomo. Doy unos sorbos y me siento mejor enseguida.
El ángel despliega un mapa de Costa Santa. Ponemos varios muñequitos en los lugares donde encontramos demonios de piedra: la zona del bosque, un depósito cerca del local de Maga Wear, una plaza y los terrenos del Instituto Applegate.
Al rato, también trae un tomo en las manos, El libro de Azazel.
—Los demonios menores de piedra que vimos son espíritus anclados a la Tierra que sirven a lo que se conoce como un duque del infierno —explica—, un demonio de mayor rango. Seguro están con Dantalion.
Me acerca el texto. Ahí, veo imágenes de distintas criaturas, algunas con partes de animales o insectos. Se parecen a lo que noté detrás de Dantalion en mi recuerdo. Otros demonios menores están hechos de plantas, de piedra, como los que vimos, o de pura oscuridad. Por lo que leo en el texto, pueden cambiar de forma.
—Estos demonios eran parte de los ángeles que fueron creados para dar forma al universo, muchos quedaron vinculados a nuestro planeta y a los elementales, o a las dimensiones y los infiernos que tenemos más cerca.
—¿Estos demonios menores son los que forman clanes, como el que seguía al dios Ventaurus?
—No. Los de los clanes son todavía más próximos al plano físico y tienen cuerpos y ciclos similares a los de los humanos. En su mayoría, son descendientes de los demonios gigantes: elohim de alta jerarquía que terminaron en las dimensiones infernales tras las primeras guerras angelicales y que mutaron en monstruos. Por ejemplo, el dios Ventaurus.
—¿Descendientes? ¿Los demonios pueden reproducirse?
—Sí, en ciertas condiciones. Lo hicieron cuando se materializaron en la Tierra hace mucho tiempo.
—De ahí salieron los gigantes... los Nefilim. Leí algo sobre el tema.
—Esa es una historia larga y complicada. Volvamos a tu demonio.
Trago saliva, siento un cosquilleo en el estómago.
—Okey... Entonces, ¿qué necesitamos para invocarlo? Yo ya busqué su sigilo. Recomiendan usar velas verdes y un sahumerio de sándalo para...
—Vamos a hacer algo mejor, se llama: Trabajo de senda. —Gaspar me interrumpe, tiene la mirada brillante y una sonrisa amplia—. Vamos a contactarlo a través de nuestra psiquis, utilizando los caminos mágicos que existen en la consciencia colectiva —asegura, llevándose un dedo a la sien.
Se me pone la piel de gallina.
—¿Cómo es ese método?
—No necesitamos más que sentarnos, cerrar los ojos y visualizar ciertas imágenes que, en realidad, son llaves hacia los planos donde habitan los demonios.
—En este caso, se trataría de planos mentales, ¿no? ¿O llegaríamos a trasladarnos físicamente?
—Son planos mentales, correcto. Construcciones psíquicas que sirven como puente entre su mundo y el nuestro.
—¿Qué pasa si... un portal queda abierto en mi cabeza?
Gaspar se ríe.
—La gente abre y cierra portales todo el tiempo en sus cabezas. Lo importante es hacerlo de la manera correcta.
Otra de esas frases que me preocupan.
—Dantalion no parecía quererme mucho en mis recuerdos —insisto.
—Somos dos elohim contra uno, Bruno. Vas a estar seguro conmigo.
—Está bien. ¿Cómo empezamos?
—Primero tenemos que contactar a Samael.
—¿Ese quién es? —pregunto.
—La gente lo conoce como Lucifer, el rey de los demonios.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?!
Lanza una carcajada.
—Hay todo tipo de ángeles y de demonios, son invocados para cosas tan diversas como tener más paciencia, aprender astrología o cambiar el clima. Pero no se los puede contactar como si nada. Hay que seguir un camino. Hablar con Samael es la única forma de llegar a Dantalion de forma directa y segura. Es un duque bajo su dominio y, si Samael nos autoriza a hablarle, no va a poder rebelarse ni mentirnos.
—Okey... ¿estás seguro de que Samael nos va a ayudar? ¿Y si nos ataca? Sé que dijiste que no todo es blanco y negro, pero estamos hablando del rey de los demonios.
—Quedate tranquilo. Sé manejarlo. Lo importante es que no te dejes vencer por el miedo, Bruno.
Asiento.
—Cuando hablás de los ángeles... es decir, los elohim, parece que fueran más poderosos que los dioses. ¿Es así?
—El universo fue emanado y estructurado por los elohim de mayor jerarquía; algunos los llaman serafines. Ellos crearon todo, incluyendo a las jerarquías de ángeles menores, a los panteones de dioses y a sus descendientes. Los ángeles de rangos bajos no son tan poderosos como los dioses, mientras que los de rango medio los igualan. En el caso de los arcángeles, son más fuertes.
El pulso se me acelera y me llevo una mano al pecho. ¿Cuál de esos elohim seré?
—Pero entonces... ¿no existe Dios? Quiero decir, ¿un dios creador bueno?
—No lo sé. Algunos piensan que los serafines son emanaciones de eso que llamás un creador, y que actúan bajo su guía, pero de ahí a que sea bueno o malo... Hay elohim que representan atributos y poderes terribles que, si fueran de acceso irrestricto para el común de la gente, causarían muchísimo caos y dolor. ¿Con qué propósito «Dios» crearía algo así?
—Qué perturbador...
—Sí, y, volviendo a Samael... muchos elohim fueron considerados dioses. La palabra demonio, en su origen, hace referencia a una divinidad menor. Samael es una consciencia viviente mucho más antigua que las religiones actuales y estas no llegan a describirlo del todo. Existen fuerzas siniestras y elohim que sirven al mal, eso es irrefutable. Samael tuvo muchas máscaras para la humanidad: fue un dios pagano, un espíritu de poder de culturas antiguas, al igual que sus demonios. Después, pasó a ser un ángel caído. A veces tenía objetivos distintos a los de los elohim que consideramos ángeles buenos, otras, fue su aliado. Esto no significa que él y sus demonios sean armoniosos y pacíficos, pero tampoco son solo caos y violencia. Son fuerzas duales e intensas. Hicieron cosas terribles y, sin embargo, también ayudaron a la humanidad a evolucionar. Hay que saber lidiar con ellos.
—Qué complicado... ¿Qué pasa si Samael dice que no?
—Volvemos. Yo te voy a traer de forma segura. Acordate: estás conmigo, el arcángel Raziel. Haceme caso y todo va a salir bien.
Bruno
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