23: Fuera de la maqueta. Parte 2
Mackster
—¡Dios mío! —grita Vanesa, que acaba de desempañar el vidrio de otra cápsula. Se lleva la mano a la boca. Duda unos instantes y camina hacia las del centro del salón. No necesito preguntarle, sé que es el lugar donde está su banco.
Me acerco a ella; acaba de quitar la humedad del vidrio. Detrás del cristal veo el rostro de mi amiga en un sueño profundo.
—¡La puta madre! —retrocedo temblando y me choco con Astrid e Ismael.
Vanesa se pone a gritar, golpea y sacude la cápsula, nerviosa.
—Vane, calmate. ¡Calmate! —le digo.
Se aleja unos pasos y extiende su mano verde, que chispea apuntando hacia la base del artefacto. Dispara. La estructura se descompone y se abre... La Vanesa que está del otro lado despierta. Gritamos, cuando se cubre de luz y se libera de los cables. Vuela hacia su contraparte y se convierte en un tornado que la envuelve mientras entra en ella a través del pecho.
Vanesa se tambalea, así que corro para atajarla.
Unos segundos después, abre los ojos y se incorpora, llevándose una mano a la cabeza.
—¿Estás bien?
—Sí. De hecho, mejor —dice, con los dedos apoyados en la sien—. El cansancio que estuve sintiendo estas semanas no fue porque sí... ¡Mackster, esos dobles son fragmentos de nuestras almas! A través de ellos, los enemigos absorben la energía y enferman a los alumnos del Applegate.
—¿Saben con qué nos estamos enfrentando? —pregunta Astrid.
—No. Solo los vimos en visiones, como unas figuras oscuras —le explico—. Tenemos que liberar a estos fragmentos de alma. ¿Cómo lo hacemos?
—Destruyamos el lugar —sugiere Astrid.
—Esperen... El fragmento de mi alma se reintegró a mí porque estoy acá —dice Vanesa—. Pero ¿qué va a pasar con los otros? ¿Van a poder llegar desde acá a sus contrapartes en nuestra dimensión?
—Esa es una buena pregunta —comenta Ismael.
—Después vemos —afirmo—. Astrid tiene razón: hay que destruir este lugar. Si existe en la zona crepuscular es porque lo que sea que nos está parasitando lo creó para eso. Una vez que lo hayamos derribado, tal vez podamos guiar a los fragmentos de almas para que regresen a su ser.
—¿Tal vez? ¿Sabés cómo hacer eso? —pregunta Vanesa.
—No, pero si no intentamos liberarlos ahora, van a terminar muriendo igual.
—Apoyo tu idea —dice Ismael.
Vanesa suspira y mira hacia el piso. Astrid se cruza de brazos, impaciente.
—Hagámoslo. —Apunto mis manos hacia las cápsulas y el resto me imita.
Empezamos a disparar. Astrid lanza llamaradas mientras Ismael hace aparecer un escudo transparente que deja pasar nuestros rayos y nos protege de las explosiones de las máquinas infernales.
Una vez libres, los fragmentos de alma salen y flotan sobre los restos de los aparatos. Algunos continúan dormidos, otros están semiconscientes y muchos despiertan y huyen a través de la puerta hacia el pasillo.
Salimos corriendo del aula.
—¡Vamos a mi curso! —les indico.
En ese instante, escuchamos varios chillidos. Un grupo de monstruos blancos viene hacia nosotros.
Vanesa tensa una flecha en su arco, Astrid blande su espada encendida en fuego y yo aprieto mi hacha con fuerza. Ismael materializa su espada una vez más. Grito y me lanzo hacia las criaturas, sin mirar atrás, para liderar una pelea a todo o nada.
Con dos cortes rápidos, desmiembro al que tengo más cerca. Astrid incinera con su espada llameante a los que se le venían encima. Corto la cabeza de otro, que cae al suelo y convulsiona. La sangre que estos seres pierden es oscura y larga algunas chispas.
Ismael esquiva de un salto las fauces y garras de sus contrincantes, antes de derribarlos con una lluvia de rayos azules. Aterriza de manera descuidada y cae cuando un monstruo lo golpea en las piernas. Activo mis rayos oculares para acabar con los enemigos que muerden los protectores de mis brazos y me dirijo hacia Ismael, pero justo Vanesa desciende del techo y corta con su hoz la cabeza del ser que lo amenazaba. Luego le extiende la mano y lo ayuda a levantarse.
—¡Cuidado, Mackster! —escucho la advertencia de Astrid y giro para ver a un monstruo que salta, apuntando los pinches de sus brazos hacia mí.
Lo bloqueo y disparo de nuevo mis rayos oculares. Luego, lo remato cortándolo con mi hacha a la altura del cuello. A unos metros, Astrid crea una ola de fuego y elimina a otro.
Miro alrededor. Solo quedan dos monstruos, que deciden huir. Los cadáveres con flechas clavadas y heridas chorreantes emiten sonidos eléctricos y desaparecen titilando en el aire.
Voy exhausto hacia mi aula y abro la puerta de un golpe. Doy unos pasos, aunque no me atrevo a seguir. Me llama la atención que las ventanas no dan al cosmos vacío ni a la versión oscura de los jardines del Applegate, sino que muestran un humo brillante.
Ismael se adelanta y camina hacia las cápsulas ubicadas donde se encuentra nuestro banco.
—¡Mackster! —grita.
Me acerco y veo a nuestros dobles del otro lado del vidrio, vestidos con el uniforme y envueltos en la bruma azul. Esto es lo que experimenté hace un rato, cuando empecé a toser. A pesar de que mi alma está fragmentada, las partes siguen conectadas de alguna forma. Noto que Astrid va hacia su cápsula.
—Hagámoslo —dice Vanesa parándose frente a la hilera de máquinas.
—Esperen... —les digo, intrigado de pronto por el brillo del humo que está detrás de la ventana.
Me acerco hacia ella. Ismael avanza hacia la otra. Él también notó algo raro en ese espacio, más allá del vidrio.
¡Es mi habitación! Abro la ventana y aparezco ahí.
Veo mi cuerpo desde afuera, durmiendo inquieto. De alguna forma, tengo la certeza de que estoy reviviendo un recuerdo suprimido. Un zumbido invade el cuarto. La vibración que lo acompaña es cada vez más fuerte, aunque no afecta a los objetos. Algo se mueve en la cama...
Observo cómo me elevo: las sábanas caen al costado, mi rostro no responde. Parezco anestesiado. El zumbido crece hasta volverse insoportable y mi cuerpo se acerca cada vez más al techo.
¿Quiénes me están llevando?
—¡Mackster! —alguien me toma del brazo y me arrastra lejos de la escena.
Solo me rodea el humo brillante, hasta que caigo de espaldas sobre alguien y veo el techo del salón; volví al Applegate siniestro. Giro y encuentro a Vanesa en el piso. La ayudo a levantarse, ella va a cerrar la ventana detrás de la que sigue aquel vapor extraño.
Por las expresiones que noto en Ismael y en Astrid, me doy cuenta de que la chica lo rescató, como Vane hizo conmigo.
¿Qué fue eso que vi? Comprendo que se trata del momento en que los enemigos me abdujeron para fragmentarme el alma. Ese lugar de humo brillante, detrás de las ventanas, debe ser una especie de archivo que activé con solo entrar.
—Tenemos que irnos pronto de esta dimensión. Quiero volver a casa —dice Ismael.
Asiento.
Disparamos a las cápsulas y mi doble de energía vuela hacia mi pecho. Nos unimos. Lo mismo sucede con Ismael y Astrid. Me siento mucho más fuerte, con la cabeza fresca y despejada. Mis poderes aumentan.
Abandonamos el salón siguiendo a los fragmentos espirituales de nuestros compañeros, que se dispersan a través de la puerta como fantasmas. Una vez afuera, vemos a varios de ellos, entre los que están Sofía, Catalina y Felipe, enfrentarse a los monstruos blancos. Otros destruyen las cápsulas de los demás cursos, liberando al resto.
Noto al fantasma de Tomás, que me observa desde lejos. Él también tenía una parte de su alma atrapada por esos seres. Se aleja corriendo por el pasillo.
El lugar comienza a temblar. La imagen de este Applegate se distorsiona. Durante un instante, siento que estoy de cabeza, después me derrumbo, no sé hacia dónde avanzar. Las paredes, el techo y las escaleras desaparecen y solo quedan los restos de las cápsulas.
Cuando el mareo se me pasa, noto que solo permanece un esqueleto del edificio y que los cables que salían de las máquinas se entrelazan, formando raíces. Estas se extienden hacia la base de un árbol lejano, de tamaño colosal, con una copa formada de esferas tan inmensas que parecen lunas.
El cielo es ese vacío con pocas estrellas rojas y amarillas que vimos al llegar y a través de los huecos del falso colegio.
La iluminación de este lugar siniestro surge de unas pirámides blancas que están suspendidas en el aire. Observo el desierto que rodea al árbol monstruoso y diviso a lo lejos otros ejemplares, cada uno con esferas en la parte superior, rodeados por una niebla azulada. Por momentos, esta se solidifica en forma de casas, edificios, colegios y hospitales. Todas ilusiones. Maquetas interdimensionales.
Mientras la lucha entre los fragmentos espirituales de los alumnos del Applegate y los monstruos continúa a nuestras espaldas, se manifiesta frente a nosotros una plataforma suspendida en el aire, repleta de unas espantosas criaturas de pequeña estatura.
}}- Astrid -{{
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