La semana se pasa muy lento hasta que por fin llega el sábado a la noche. Me emociona juntarme de nuevo con Mackster. Vamos a salir a un bar, claro que en horario de matiné porque somos menores, y además aprovechar para investigar un poco esta ciudad. Quizás no nos cruzamos a ningún monstruo o suceso sobrenatural, pero no pierdo las esperanzas. Mackster, en cambio, sonaba más interesado en pasar un buen rato.
Termino de arreglarme frente al espejo, proceso que lleva menos de dos minutos porque me aburren esas cosas; solo me pongo gel y me acomodo más o menos el pelo con los dedos, como para que quede decente.
Bajo rápido hacia la puerta de casa.
—Bruno, cuidate mucho —dice Mamá, levantándose del sillón al verme. Papá ya se acostó a ver la tele—. ¿Adónde van?
—Ya te dije, a ese bar, Enoc. Te anoté la dirección en un papel que dejé en la heladera.
—Cierto. Está bien... —Me mira preocupada y suspiro, listo para abrir la puerta—. No confíes en ese chico —suelta de pronto.
—¿Por? —frunzo el ceño.
—Es raro.
—¿Raro? —Frunzo el entrecejo—. ¿Raro cómo?
—No sé. No sé cómo, pero es raro.
La observo en silencio. ¿Por qué me dice esto? ¿Acaso percibe que Mackster es un arcano? ¿Sospechará de mí también? Y en ese caso, ¿por qué no me lo pregunta directamente? Quizás es porque no quiere saberlo; porque piensa que soy un monstruo.
—Explicate mejor, mamá —insisto.
Justo tocan el timbre. Mamá mira por una ventana hacia el frente de la casa, después se vuelve hacia mí, inquieta.
—Es Mackster. Me tengo que ir. —Doy por terminada la charla y salgo rápido para irme con mi amigo.
Cierro la puerta de casa con firmeza, sintiendo que una parte de mí se queda ahí a esperar la respuesta de mi vieja.
Saludo a Mackster y emprendemos la marcha hacia el bar. Él enciende un cigarrillo, da unas pitadas y me lo ofrece. Niego con la cabeza.
—Tendrías que dejarlo. Es veneno para tus células, ¿sabías?
Lanza una pequeña carcajada.
—Está bien, voy a pensarlo mientras termino este. —Se acomoda un mechón y me mira de costado. No creo que esté tomando mi sugerencia en serio—. ¿Cómo dijiste que se llamaba el lugar al que vamos?
—Enoc.
Una vez que llegamos a la calle de los bares, mi amigo entrecierra los ojos y mira de un lado a otro, buscando entre los carteles.
—Faltan unas cuadras —le digo—. Está un poco alejado. —Luego de varios minutos en los que los sonidos de los otros bares se van apagando, vislumbro el lugar—. Ahí —señalo.
En cuanto no aproximamos, sonrío al ver de nuevo la fachada del lugar, que parece salido de una novela de fantasía medieval: las paredes de piedra tienen ventanas redondas y réplicas de faroles antiguos, con bombillas que simulan ser velas. Es tan mágico; me encanta.
Entramos en medio de una canción de Blackmore's Night. No hay mucha gente; solo un par de tipos que juegan al billar. Quizás es porque venimos en el horario permitido para menores de edad; seguro que después de las doce se llena. Igual, en la mayoría de los bares te dejan quedarte aunque no seas mayor de dieciocho, incluso hasta te venden alcohol. Claro que no es legal, pero los de los bares quieren vender y los adolescentes tomar, así que ambos se hacen los tontos.
Lo sé por lo que escucho de Simón y Andrés, mis compañeros de curso que tienen más joda encima y están más avispados que Javier y yo. No los envidio; no hay nada que me guste más que quedarme en casa leyendo mis cómics.
Lo cierto es que soy un arcano y necesito salir para descubrir más sobre lo que me está pasando. Pienso en la última vez que estuve en este mismo bar, hace poco, buscando a otros arcanos. Sonrío, feliz por haber encontrado a Mackster. Justo lo escucho reír y giro hacia él, que mira el interior del bar con la frente arrugada.
—¿Dónde me trajiste, Bruno? ¿Qué es esa música? —Señala los parlantes.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Le indico que me siga y voy hacia las mesas que están junto a una pared adornada con distintos escudos. Justo nos acomodamos al lado de un emblema con el rostro de un ser humano con melena de león y cuernos, que me recuerda a ciertas representaciones de los ángeles.
Hago contacto visual con el barbudo que me atendió la otra vez y me saluda con un gesto desde el otro lado de la barra. Asiento para responderle. Está conversando con un hombre flaco mientras le sirve cerveza negra. Luego de unos instantes, viene a atendernos.
—Qué buen escenario —le comenta Mackster y señala hacia el fondo—. ¿Tocan bandas?
—Sí, hoy está Fama Fraternitatis —contesta el barbudo—. Son excelentes.
De pronto, reconozco al hombre que está sentado a la barra: es el de la librería, al que le compré el libro de Flavia Nermal que habla sobre los arcanos. Corro la mirada antes de que nuestros ojos se encuentren.
—Una cerveza, por favor —pide Mackster.
El barbudo se cruza de brazos.
—No vendo alcohol a menores de edad.
—¿En serio? —Mi amigo bufa y mira su vaso.
—Te lo dije... Acá sí respetan la ley —comento, un poco pagado de mí mismo y el dueño del bar se ríe—. Una limonada con menta, por favor, y otra con jengibre —le pido.
Es rápido; solo llego a hablar un ratito con Mackster hasta que nos traen las bebidas. Le agradezco al barman y espero a que se aleje.
—Me gustaría recordar el origen de mis poderes, como hiciste vos —le comento a mi amigo, por fin—. Traté de enfocarme con algunas meditaciones, pero no pude ver nada.
—Bruno, todavía no estuviste con una chica, ¿no? —Me pregunta de una, ignorando por completo mis palabras. Yo, que había dado unos sorbos para calmar mi sed, casi escupo la bebida—. No te preocupes. Si seguís mis consejos te va a ir bien: tenés que fijarte en lo que le interesa a la que te gusta para después sacarle charla de eso. Mostrate seguro y dejá que ella hable más que vos. Sé más canchero, creétela y todos te van a mirar distinto. No importa si en el fondo tenés miedo. Te lo digo por experiencia. Yo ya estuve con un par.
Su comentario me molesta. ¿Qué le pasa? ¿Por qué me dice esto? ¿Acaso doy la impresión de ser inseguro? Si me la paso saliendo de noche para investigar sobre los arcanos. Incluso luché con un demonio. Eso debería notarse y darme un aura de seguridad, ¿no?
Aparte, no me cierra del todo lo que dice; prefiero ser auténtico y mostrar mis miedos a que esconderme detrás de una máscara que simule seguridad. Aunque quizás tenga que resignarme a eso... Tantas veces me dijeron que soy débil, tonto o vueltero por dejar entrever mis sentimientos, que eso demuestra vulnerabilidad y me hace quedar como un debilucho. Compañeros y compañeras del colegio, mis primos y mis tíos, incluso mis papás que no son tan chapados a la antigua.
Todo eso me parece una mierda.
Vuelvo a penar en las palabras de Mackster; quizás no está siendo machista, probablemente dijo lo que se le ocurría para sacar conversación. No quiero pelearme con él, así que asiento para darle la razón.
¿Y si sigo su consejo para acercarme a Débora? No sé si podría hablarle con tanta confianza; seguro no soy su tipo de hombre. A Mackster sí le debe funcionarle esa táctica. Es alto, delgado, tiene tremenda facha. Yo soy gordo, colorado y nerd. Nada que ver con los modelos de esas revistas que hacen suspirar a las chicas.
Quiero decir algo para cambiar de tema, pero no se me ocurra nada. Por suerte, empieza a tocar la banda que nos mencionó el dueño del bar.
Las horas pasan rápido y cuando nos damos cuenta de que se hizo tarde, salimos rápido del lugar. Tenemos ganas de caminar, así que Mackster llama a su chofer para avisarle que no pase a buscarnos. Mejor. No estoy acostumbrado a que me lleven y traigan de todos lados.
Avanzamos hasta dejar el bar atrás. El volumen de la música se pierde poco a poco hasta que solo nos acompaña el sonido de los grillos. Hace frío y no hay un alma en calle. La luz es escasa; algunos faroles parpadean, otros están amarillentos o rodeados por nubes de insectos. Me sorprendo cuando Mackster patea una piedrita, que cae en una zanja y hace saltar a los sapos que se ocultaban en ella.
—Perdón chicos, no sabía que estaban ahí —comenta, apenado.
De pronto, percibo un zumbido extraño que me marea. Me detengo.
—¿Qué te pasa, Bruno?
—¿No lo escuchás?
De pronto, nos sacude el viento. ¡Algo estalla! Nos tiramos al piso. Frente a nosotros, flotando a un metro del suelo, hay una luz violeta. Escupe vapor y titila, mostrando imágenes confusas. Luego, empieza a crecer. Reconozco el fenómeno: es la tecnología del enemigo de Mackster, que vino de nuevo por él.
—¡Amigo! —le grito al tomarlo del brazo, mientras, con la otra mano, me cubro del resplandor del aparato—. ¿Estás bien?
No me responde; solo tiembla con los párpados entrecerrados y la mirada clavada en la luz violeta. Segundos después, recupera la compostura: aprieta los dientes, se levanta y cierra las manos para formar unos puños. Lo sigo y, antes de que podamos transformarnos, salen unos tentáculos de la cosa brillante, que se enroscan en nosotros.
—¡Bruno! —grita Mackster, cuando la luz violeta se expande para formar un portal.
Los tentáculos nos arrastran hacia el interior.
***
Gracias a todos por apoyar la historia y por sus comentarios. XD XD XD
Es muy lindo escribir sabiendo que hay lectores esperando del otro lado. Significa mucho para mí. Es un sueño cumplido!! :)
Les mando un abrazo inmenso!
Mati
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