13. Doubt
Doubt [/dout/]
a feeling of uncertainty, lack of conviction.
[Un sentimiento de incertidumbre, falta de convicción]
Harry había corrido. Corrido como si su vida dependiera de ello.
Le había importado poco que afuera estuviese helando y el llevase sólo un suéter encima.
Tenía que encontrar a Liam, y rápido.
No podía subirse a un avión con Louis, destinado a meses y meses de convivencia sin saber que rayos estaba pasándole.
Tenía una leve idea, pero... no podía, ¿o sí?
Se suponía que estaba mal. Él había visto en las noticias, y a veces se encontraba con esa gente en la calle, cuando iba en el auto.
Esas personas que abarrotaban las calles, exclamando que aquello que él pensaba, estaba mal.
Un hombre amando a otro hombre estaba mal. Y una mujer amando a una mujer, también.
Al parecer, a Dios no le gustaba la idea. Harry no entendía por qué. Después de todo, ¿no decían que Dios nos había creado a su gusto?
¿Entonces porque se disgustaba ante su creación?
Sabía que la única persona que podría responder aquello era Liam.
Tenía miedo igual. Las noticias a veces mostraban a gente muerta por confiar demasiado, por ser demasiado descuidados.
Incluso decían que eso era enfermo.
Que se quitaba con el tiempo.
Que se castigaba con enfermedad.
Esa enfermedad que estaba afectando a tantos cada día.
¿Podría el tenerla?
—¿Harry?— la voz de Liam lo hace saltar. —Estás empapado, ¡entra!
El menor obedece, aún no muy consciente de que ha viajado hasta allí por inercia.
—Se supone que deberías estar empacando. Nos vamos en cuatro horas.
Liam le tiende una toalla, pero permanece observando el rostro angustiado de su compañero.
—¿Te encuentras bien?
Harry niega.
—Necesito preguntar algo.
Liam lo ve con el ceño ligeramente fruncido. —Te escucho.
El de ojos verdes toma una respiración temblorosa. —Tengo miedo.
—Sabes que estoy para ti. Puedes hablar de lo que sea conmigo, Harry. Boxeo, escuela, problemas, chicas. En serio, no pasa nada.
Harry entra en pánico.
No puede. No puede decirle. No puede hablar sobre Louis, Liam le diría a su padre y su padre cancelaría el viaje. O algo peor.
Despediría a Louis.
Le separarían de Louis, el chico que lleva tantos meses haciendo que su corazón se sacuda y retiemble como las olas golpeando la costa.
—Jesús, Harry. Relájate un poco, estás hiperventilando— reprende Liam, colocándole una mano en la espalda.
Pero no puede. Porque su cabeza es un enredo de discursos de odio, linchamientos, pancartas, sirenas policiales y desesperanza.
Es un gran nudo de confusión que le deja el corazón pesado, temeroso de su naturaleza.
—Es que... conocí...alguien— consigue decir. Porque era verdad lo que había dicho anteriormente: no podría viajar tanto tiempo junto al joven maestro si no aclaraba su sentir.
Aclararlo no debía estar basado necesariamente en la verdad, había razonado.
—Oh... así que a mi amiguito le gusta una chica— tararea el mayor, apretando su agarre en el cuerpo de Harry, quien asiente casi a regañadientes. —Bien, ¿y quién es esta chica? ¿En dónde la conociste?
—Uhm... yo... yo...
Liam puede percibir la incomodidad del menor, asi que prefiere no presionar.
Se imagina que Harry nunca ha tenido un interés amoroso, por lo que esto debe ser difícil para él. Y aún más difícil al no saber expresarlo.
—Bueno, no te agobies con eso. ¿Qué quieres preguntarme?
—Tengo duda, ¿cómo sé que me gusta?
Liam ladeó la cabeza y desvió la mirada a ningún punto en particular.
—Creo que sólo te guías por instinto. Si sientes que cada cosa que hace, vuelve a tu corazón un desastre palpitante, ahí tienes tu primera pista.
Harry pasó saliva.
—Si su voz hace que quieras suspirar, o pedirles que sigan hablando. Cuando sus ojos parecen más bonitos que cualquier estrella en el cielo. ¡Oh! Si tus manos pican por tocarles, acariciarles o abrazarles... O si te pillas a ti mismo fantaseando con un beso suyo. Creo que eso es suficiente para saberlo...
—¿Y qué pasa si... siento ganas de proteger?
Liam abrió los ojos. —Oh... no lo sé. Supongo que es lo mismo, pero más intenso.
Harry asintió. —¿Y qué se hace?
—Esperar, mi amigo— sonríe Liam. —Al final, ellas son las que deciden.
—Pero yo quiero... quiero proteger.
—Lo entiendo, pero no podemos forzar a nadie. ¿De acuerdo? Por ahora, encárgate de darle a entender lo que sientes.
Harry lo ve perdido.
—Oh hombre, esto llevará un rato— dijo Liam, para nadie en particular.
—¿Dónde estabas? Te busco hace horas— dice Louis, sentándose a su lado.
Todos se encuentran en el avión, aguardando el despegue. Luego de que Harry pasase un buen rato hablando con Liam, el ojiverde regresó a su apartamento para encontrarlo vacío, sin rastro del ojiazul.
Esto, debido a que el profesor se había ido a buscarlo en todos los lugares posibles, casi perdiéndose el vuelo en el proceso. Le daba gracias a Dios ser tan obsesivo como para haber empacado un día antes. De lo contrario, definitivamente no hubiera llegado a tiempo.
Harry estaba nervioso.
Nadie le había dicho que compartiría asientos con Louis.
Aquello no era realmente un problema. Pero, ¿pasar las cuatro horas de vuelo junto a la persona que recién se había admitido querer?
Eso si que era todo un espectáculo.
—Con Liam— replica simplemente.
Louis le entrecierra los ojos. —Hay algo que no me estas diciendo, Harry. Y lo voy a averiguar.
—Hace mucho que te digo algo, Louis— murmura el ojiverde.
El mayor alza una ceja ante eso, porque: A), Eso era lo más enunciado que Harry había hablado en mucho tiempo, y B), ¿Qué significaba eso?
—Muy bien, señor acertijos. Si asi es como va ser, que asi sea.
—Eso es retumbante.
—Redundante.
Harry le rodó los ojos.
Algunos minutos pasaron, y tras un breve anuncio de la aerolínea, el avión comenzó a desplazarse por la pista, preparándose para despegar.
''Avisamos de antemano que la nave podría sufrir ligeras turbulencias. Mantenga la calma y tenga un buen viaje.''
—Ah, no. Uh, uh. ¡Yo no pienso mantener la calma! — exclamó Louis, sobresaltando al ojiverde.
—¿Qué tienes? — dijo Harry, frunciéndole el ceño.
—Odio las turbulencias— lloriqueó el ojiazul, y justo al cerrar la boca, el avión se sacudió con fuerza. —¡Mierda!
—Shhh— reprendió alguien de los asientos ajenos.
—¡No me ssh-shee! — se quejó Louis en voz alta.
—Louis— Harry le dio una mirada. —Para.
Pero entonces, vio el rostro horrorizado del maestro.
Y no fue capaz de resistirse a esos ojos azules llenos de miedo. Un intenso instinto de protección se derramó dentro de su pecho, como miel caliente que cubrió a su corazón.
Los labios del profesor temblaban con cada sacudida del avión, y Harry no tenía corazón para ser malo con él.
Louis había sido bueno. Había cuidado de él cuando tuvo miedo.
Hacer lo mismo era lo único correcto.
Además, le daba una excusa perfecta para tocar al hombre que le estaba robando los suspiros.
—Ven— dijo Harry, y antes de poder escuchar una objeción, tomó los hombros delicados entre sus manos fuertes y los atrajo a su pecho. Rápidamente, una de sus manos se alzó contra la nuca de Louis, comenzando a acariciarla.
—Oh mi dios— dijo Louis entre lágrimas. —Este maldito despegue está durando una eternidad.
—Y que lo digas— murmuró Liam, leyendo una revista.
—Estoy aquí— susurró Harry cerca de la oreja de Louis, mientras corría sus dedos por el cuero cabelludo de este, haciendo caricias.
Louis se sintió a si mismo relajarse, y ni siquiera fue por el cese de las turbulencias.
Harry nunca había dejado ver este lado.
Era como si... se sintiera protegido. Cómo si, mientras se mantuviera dentro de los brazos del boxeador, el mundo no pudiera hacerle daño.
Cómo si sólo estuviesen ellos dos, y nadie más.
—Oh, vaya— dijo Liam, viendo aquello con atención. —Qué chica tan pequeña.
Nueva York era enorme, ruidoso e increíblemente ocupado.
Las calles parecían nunca tener un momento libre para apreciar el suelo. Un desastre de pies apresurados y ruedas aceleradas se abrían paso en la gran manzana para alcanzar sus destinos, sin importarles nada que no fuese abrirse paso entre el barullo de gente.
El equipo de Harry había llegado hace dos días, a la espera del comienzo del campeonato nacional de boxeo.
Muchos intentos de turista en la gran ciudad habían sido cometidos por Harry y Liam, sin embargo, todos terminaban en un desastre sin éxito.
Ambos provenían de una ciudad sin esta clase de polución, por lo que intentar ganar terreno contra toda la bola de neoyorquinos experimentados era algo asi como un suicidio. El único de todo el grupo con suficiente práctica en ciudades agitadas era Louis, que desde que el avión había aterrizado, se había dedicado a planear las lecciones de clase para Harry.
Se había encerrado en su cuarto designado en el hotel y no había salido en ningún momento. Todos habían cumplido con su tiempo de tocar su puerta continuas veces, pero de igual manera, recibieron la misma respuesta: silencio.
Bueno, si había algo que Harry no hacía, era rendirse fácilmente.
Él realmente quería visitar la ciudad. Ver a Louis era otro poco de su objetivo.
Así que ahí estuvo. Primero de pie, tocando insistentemente, primero con los nudillos y luego con todo el puño. Después utilizó la voz, suplicando piedad. Y ahora estaba derretido contra la puerta, sentado en el suelo con la mano golpeteando ocasionalmente la puerta y tarareando mal una canción de la radio.
Esta en el medio de una nota particularmente alta cantada por los Jackson Five cuando su voz quebrada se ve interrumpida por la puerta abriéndose hacia atrás, dejándole caer de espaldas.
Su cabeza se estrelló contra el duro suelo, haciendo que su visión diese vueltas.
La sensación de mareo fue de repente reemplazada por la vista de dos Louis con una expresión igual de irritada.
—Oh, baby all i need is one more chance. One, two, three that's iiit. Back to your heart! [Oh, bebé todo lo que necesito es una oportunidad más. Uno, dos, tres ya está. ¡De vuelta a tu corazón!
Harry tararea lo último con aire aturdido y Louis no puede evitar romper a reír mientras lo ve desde arriba.
El menor cree que lo más bonito del mundo es la sonrisa de Louis y la forma en la que sus ojos se arrugan por las esquinas. No entiende como pudo privarlo dos días enteros de verle a la cara. Eso debería ser un delito.
—De toda la gente que ha intentado interrumpirme, tu te llevas el premio.
—¿Y eso por qué? — cuestiona el rizado, incorporándose de golpe y tomándose la cabeza entre las manos.
—Nadie me había traído serenata antes. Es un detalle que no puedo pasar por alto.
Harry se sonroja y se pone de pie, evitando verle a la cara.
Louis quisiera poder bromear sobre ello, pero sabe que el ojiverde sólo se alteraría si señala su vulnerabilidad.
—¿Quieres pasar?
—No. Cantar Jackson Five fue puro gusto— responde Harry, mirándole mal antes de abrirse paso en la habitación.
Louis rueda los ojos y cierra la puerta detrás de él. —Yo no te enseñé a interpretar el sarcasmo para que vengas y me ataques con él.
Harry rio ligeramente. —Lo siento.
El mayor camina nuevamente al escritorio proporcionado por el hotel y continua con sus notas, mientras Harry admira la habitación. Está tapizada en un papel color jade de detalles negros que le da cierto brillo esmeralda a los alrededores. Hay un gran ventanal que da vista a una transitada avenida, con los rayos del sol resaltando los detalles y acabados dorados del mobiliario alrededor, además de otorgarle cierto brillo surreal a las verdes plantas que se ubican en distintos puntos de la habitación.
—Siempre hay plantas por donde vas— observa Harry.
Louis sonríe. —Me gusta creer que llevo vida a donde voy. Hice que el entrenador me dejara traer unas cuantas de casa.
Harry asiente. —Cierto.
—¿Escuchaste mi discusión con él y de como importaba más la vida de mis plantas que la comodidad de los del avión? — ríe el profesor.
—No. Es cierto... llevas vida a dónde vas— sonríe Harry.
Louis pausa sus movimientos y se vuelve a verlo. El menor se petrifica en su lugar. Louis le está dando una mirada que conoce, y que siempre lo pone nervioso.
—¿Qué intentas, Harry?
El mencionado traga saliva audiblemente.
¿Podría ser? ¿Acaso había llegado su esperado momento, ese que tanto esperan en las películas?
—No sé a qué refieres.
Louis no se molesta en corregirlo. Se pone nuevamente de pie y avanza hasta el chico como una especie de felino salvaje a punto de encajarle las garras a su presa.
—¿Qué pasa con todo esto que has estado haciendo?
Harry, naturalmente, piensa en todo lo ocurrido las últimas noventa y seis horas. Su confesión tonta, su huida con Liam, la parte del avión.
Pero Louis tiene un pensar más sencillo. Se centra en la insistencia y la terquedad de permanecer del otro lado de la puerta, tocando y cantando por horas hasta ser escuchado.
Cada quien interpreta la situación como puede.
—Yo sólo... sólo quería salir.
Louis ladea la cabeza, divertido. —¿Tanta insistencia por salir?
—Salir contigo.
Louis sacude la cabeza.
¿Saben? Las lecciones de Harry no son tan importantes como para aislarse dos días enteros en una habitación ubicada en una parte del mundo donde nunca ha estado.
¿Pero Harry y sus últimas acciones? ¿Las sugestiones de besos? ¿El coqueteo indiscreto? Eso sí que era un buen motivo.
Se había jurado a si mismo mantener a raya sus preferencias.
Luego de lo que le había ocurrido al mejor amigo de Niall y él, se había prometido jamás volver a ser tan abierto con su amor por los hombres.
Harry podía estar confundido. No lo culpaba. Muchos hombres solían probar la fruta prohibida, para después volver a casa con sus esposas.
Era una época libertina, todo el mundo lo decía y todos lo sabían.
Sin embargo, no podía arriesgar comprometer su corazón en algo que era casi seguramente efímero, y menos podía costear el exponer su sexualidad en un momento donde lo diferente era condenado a morir.
No importaba que tantas ganas tuviera de comerle la boca a su alumno, o de que tan dispuesto pudiese estar el otro, era algo que no pasaría en ningún momento remotamente cercano.
—Harry...
—Sólo quiero ver Nuyork. Pero Liam no sabe, ni yo.
Hay un ligero momento en que sólo se ven a los ojos, tratando de averiguar quién va ganar la discusión.
—Se dice New York— corrige Louis, entrecerrando los ojos.
Harry asiente, expectante.
—Y voy a llevarlos a dar un paseo, pero con una condición-
Antes de que el maestro tenga tiempo de especificar dicha condición, Harry está encima de él, abrazándole por el cuello y diciendo Gracias en un lazo infinito de felicidad.
Louis se tambalea ligeramente hacía atrás y terminan cayendo sobre el mullido sillón de la sala de estar.
Sus brazos vuelan hacía la espalda baja de Harry, tratando de balancear su peso para evitar que caiga al suelo de nuevo.
—La condición es tener dos clases de cuatro horas cada una y un pequeño examen.
La luz en los ojos de Harry se muere un poco ante la idea de pasar ocho horas estudiando, y ya se encuentra a medio camino de un puchero cuando Louis dice:
—¿Quieres pasear o no? — con un dedo sobre los labios rellenos y suplicantes del menor.
Harry se siente a si mismo reprimir un escalofrío y sólo asiente.
—Bueno.
Una mano de Louis se flexiona un poco lejos de la espalda baja del menor, a la vez en que le pincha el labio.
—Así me gusta...
Harry suspira ante ambos toques. —A mí también.
—¿Qué?
—¿Qué?
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