0. Origins

origin [awr-i-jin, or-]

something from which anything arises or is derived; source.
[Algo de donde se plantea o se deriva algo; fuente.]

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Londres, Inglaterra, 1971. 12:50 a.m

Anthony Lucas conducía por las calles de un barrio casi desierto, en busca de la casa en la que se hospedaba.

Se encontraba en Londres debido a un congreso significativo para su carrera como entrenador de boxeo. Su reputación había ido cuesta abajo después de que su discípulo estrella fuese vencido incontables veces en el ring, tras una pelea significativa con el entonces campeón, Black FW.

El chico, Joe 'The Thunder' Smith, parecía haberse rendido. Después de aquella pelea titular, simplemente se había dejado decaer, retirándose del medio tras perder contra un novato en su primera pelea.

Y ahora, el entrenador Lucas se encontraba tratando de encontrar a otra estrella con la cual competir. Aun cuando contaba con más alumnos, ninguno daba la talla para competir por el cinturón internacional.

Justo salía de una junta con los entrenadores de aquella zona. Tratándose de aquel país y de aquella hora, las calles estaban invadidas por una espesa neblina que no permitía ver nada después de los faros del auto. El entrenador era ajeno a aquella situación, a diferencia de los nativos de la zona. Al ser americano, no era conocedor de la regla silenciosa que indicaba no conducir después de las once en invierno. Y ahora, se encontraba silenciosamente conduciendo por aquel barrio, buscando el número 598. Dio vuelta en un callejón, esperando encontrar la casa.

Pero lo que encontró fue a un joven estrellándose con su parachoques.

El entrenador frenó en seco, lastimándose un poco el cuello. Al sentir el golpe del cuerpo del chico contra el auto, supo que no había frenado a tiempo. Se deshizo como pudo del cinturón de seguridad, bajando inmediatamente para revisar si el chico estaba herido.

Se trataba de un chico que no pasaba de los quince años. Tenía moretones y heridas frescas cubriéndole el rostro. Pero el entrenador conocía perfectamente las heridas hechas en una pelea.

Este chico había peleado recientemente. Él no era el causante de todos esos golpes.

Como pudo, cargó al chico y lo sentó en el cofre del auto. ''¿Estas bien?'' le preguntó.

El chico negó, haciendo que la enorme boina que portaba se moviese un poco. ''Golpe'' musitó.

El entrenador lo vio con extrañeza ante su forma de hablar. ''Además del golpe, ¿te encuentras bien?''

El chico de ojos verdes asintió de nuevo, sonriendo. ''Gané'' dijo, señalando los golpes y rasguños en su cara.

El entrenador Lucas sonrió, observando al chico. Podía notar que era un guerrero.

_______

Chicago, Illinois, 1976. 4:30 p.m

''¡Muévete más rápido, Harry!'' gritó aquella voz autoritaria detrás de él.

Los rizos achocolatados del chico rebotaban de aquí y allá mientras sus brazos se movían con fuerza por todo el costal de boxeo, que se mecía con pesadez. Las gotas de sudor brotaban como perlas desde su frente, resbalando lentamente por su nariz y llegando hasta su mentón.

—¡Gancho, doble, gancho! —comandó nuevamente la voz del entrenador. Los músculos de Harry se flexionaban y se relajaban al ritmo de sus acciones. Sus bíceps y tríceps marcándose y tensándose con cada golpe descargado en la masa de aquel costal.

Uppercut, ¡Y a las costillas! —exigió el hombre. Harry comenzó a golpear los puños repetida y rápidamente al frente del costal, sin detenerse y sin piedad.

—Gancho izquierdo, gancho derecho. ¡Doble, sencillo y doble!—.

Harry obedecía las ordenes rápidamente, marcando fuerza y precisión con cada comando.

—Bien, descansa— el entrenador suavizó el tono. Harry paró de golpear y se derrumbó contra él costal, abrazándolo para detener su movimiento.

—Tienes que entrenar duro para la pelea del campeonato, Harry— espetó el entrenador Lucas, palmeando la espalda sudada del chico. —Debes conseguir el título.

Harry asintió, con los ojos entrecerrados debido a su agotamiento. Aquel entrenamiento había sido intenso; su camiseta blanca se encontraba pegada a su cuerpo como una segunda piel, debido al sudor. Se podían ver los tatuajes en su pecho, a través de la tela mojada.

—Ducha y a casa— mandó el entrenador.

—No querer casa. Entrenar— protestó Harry, hablando por primera vez en todo el rato.

El entrenador lo vio con serenidad. —No, fue suficiente por hoy. Si te queda energía puedes limpiar la cocina. Ayer dejaste un desastre por hornear esa lasaña— se quejó el hombre.

Harry sonrió. —Pero tú comiste—.

El entrenador Lucas, derrotado, asintió. —Sí, y ahora tú vas a limpiar. Ve a casa, te alcanzo en un rato— dijo.

El joven asintió, comenzando a retirarse los guantes de las manos y caminando lejos del gimnasio. Lucas observó como el chico abandonaba el edificio.

Cinco años habían pasado desde que el entrenador había golpeado a Harry con su auto, aquella noche de neblina.

Aun cuando el chico había afirmado estar bien, el entrenador lo llevó a un hospital.

Ahí fue cuando supo la verdad.

Harry era un chico fugitivo. Era huérfano. Nadie sabía su apellido, ni siquiera sabían si Harry era su verdadero nombre. Sus padres habían muerto, supuestamente en un accidente de avión. Los papeles legales con su identidad fueron traspapelados en algún punto de su infancia, pues el chico vivía de orfanato en orfanato. Nunca duraba más de seis meses, debido a su conducta violenta y errática. Siempre golpeaba o molestaba a los otros niños, además de poseer un carácter fuerte e imponente para un simple niño.

Logró escaparse unas cuantas veces de los orfanatos. La última vez que se escapó, tenía quince años, y nadie se interpuso. Estaban hartos del chico y de su modo violento de comportarse, además de su extraña personalidad.

Y cuando la enfermera en el hospital lo reconoció por su expediente, le rogó al entrenador que se lo llevara. Ni siquiera necesitaba hacer todo ese papeleo legal, pues el chico ni siquiera existía en Inglaterra. Nadie sabía a donde había ido a parar su acta de nacimiento, sus registros. Nada.

Solo sabían que el chico asistió a la escuela, más jamás aprendió algo allí, además de que no sabía hablar correctamente. Además claro, de no tener familia.

El entrenador Lucas, que apenas había superado el duelo de perder a su propia esposa e hijo en un choque automovilístico, pensó inmediatamente en negarse.

Pero después pensó en las heridas del chiquillo. De cómo casi muere esa noche de no ser porque él tenía toda su atención en la calle y tuvo tiempo de frenar el auto.

¿Cuántas peleas callejeras podría sobrevivir, así de desnutrido y descuidado? No muchas. Ni siquiera alcanzaría los diecinueve a ese paso.

Por eso, el entrenador aceptó adoptar al chiquillo, y llevárselo lejos. A pesar de ese carácter de los mil infiernos y actitud algo violenta, aceptó.

Y ahora uno de sus mejores alumnos, incluso había competido unas cuantas veces en peleas citadinas, ganando siempre. Lo apodaban Gentleman, en el ring. Al entrenador le parecía un apodo un tanto estúpido, pero cuando te ganabas un apodo sin antes ponértelo tú, significa que estas causando una impresión allá afuera, y eso era bueno. Así que simplemente lo aceptaba; aunque Harry contaba con más apodos además de ese. Él por su parte, lo llamaba Mechita.

Harry era como su hijo. Y estaba muy orgulloso de él.

Estaba pensando en aquello cuando escuchó el familiar timbre del teléfono sonar en el fondo del gimnasio; el hombre giró sobre sus talones, apresurándose en llegar hasta el aparato. Contestó, tomando una respiración profunda para esconder sus leves jadeos.

—¿Hola?— habló el hombre balanceando el teléfono entre su oreja y hombro.

—Hey Tony,  ¿Reconoces mi voz o tengo que presentarme?—saludó Jordan, un viejo amigo del entrenador.

El entrenador rió. —¡Que tal, Jordan! ¿Qué me cuentas amigo?— el entrenador sonrió.

—Oh, ya sabes. Estamos armando la lista de los seleccionados para la culminación de la competencia. Ya sabes, del cinturón de peso Superwélter. ¿Cómo están tu y la estrella? —.

—Harry está bien— respondió el entrenador, sonriendo. —¡Eso es fantástico, Jordan! Harry compitió por un puesto la semana pasada.

—Exactamente por eso te he llamado— replicó Jordan alegremente. —Adivina quien tiene un puesto en el último encuentro de la competencia.

—¿Qué?— exclamó el entrenador, abriendo los ojos de par en par por la repentina sorpresa. —¡Esto es fantástico! ¡No puede ser! ¿Hablas en serio?—.

—Tan en serio como que te estoy enviando los boletos para el vuelo de Londres— dijo el otro hombre, sonriendo.

El entrenador Lucas también portaba una enorme sonrisa en el rostro. —¿A qué hora debemos estar en el primer encuentro?—.

—La pelea comienza a las siete de la noche, mañana. Deberán volar esta noche para poder llegar y que Harry tenga tiempo de reponer las horas de sueño antes de que se enfrente contra La Tarántula y los demás— espetó Jordan, con tono serio.

—No entiendo la obsesión del comité de boxeo por los apodos sobre arañas, es estúpido— se quejó el entrenador.

Jordan rió al otro lado de la línea. —Mejor preocúpate por cuál de todos los apodos de Harry van a utilizar al presentarlo—.

—Eso, y que tengo que empacar. Creí que la competencia sería hasta el viernes—.

—Técnicamente, lo es. Aquí es miércoles pero allá es jueves. Mañana en la noche, será viernes—.

—Tú y tus balbuceos solo me quitan tiempo, Jordan. Tengo que irme— bromeó el entrenador.

El hombre volvió a reír. —Salúdame a Harry cuando lo veas. Adiós—.

Tras despedirse, el entrenador colgó y tomó las llaves del gimnasio, dispuesto a cerrar.

Tenía que ir a casa y preparar a su campeón en potencia.


_______


Hoy era viernes.

Harry y el entrenador Lucas se encontraban en vestidores con el resto del equipo, preparándose para salir. El chico había dormido toda la tarde, y ahora, tras haber comido un buen plato de pasta y enfrentarse previamente a otras dos peleas, se encontraba entrenando levemente con el asistente del entrenador, Liam.

—¿Por qué le dicen tarántula a Rolland, Hache?— preguntó el castaño mientras esquivaba un golpe a las costillas por parte del chico de ojos verdes.

—Ataque— respondió rápidamente el chico, tratando de darle un derechazo en el rostro al otro chico.

—¿Y cuál es su debilidad?— interrogó Liam, concentrándose en los pies de Harry, cubiertos por las botas de boxeo.

—Hombre derecho— murmuró Harry entre jadeos, con las cejas tejidas en concentración.

—Se dice hombro, Harry— corrigió Liam. Aquello hizo enfurecer al otro chico, quien abandono la facha de boxeador y simplemente tomo al chico por la cabeza con su brazo y comenzó a refregar sus nudillos contra la cabeza de este.

—¡Hey idiota, para de una buena vez!— exclamó Liam. Aquello llamó la atención del entrenador, quien inmediatamente tiró de una de las orejas de Harry.

Aquel era su punto débil.

—Harry, ¿Qué estás haciendo?— llamó autoritariamente. El alto chico dejó ir al otro, inclinándose hasta la altura del entrenador mientras hacia una mueca entre dolor y anticipación.

—Nada, nada— lloriqueó. —Quieto, papá. Quieto—.

—Siempre dices que estarás quieto. Y siempre termina igual— dijo el entrenador, observando a un Liam muy enojado tratando de acomodarse el peinado. Su atención regresó a Harry cuando el chico soltó un pequeño chillido, retorciéndose para tratar de escapar del agarre de su padre.

—Ni siquiera te estoy pellizcando. Solo te estoy sosteniendo la oreja, dramático— se quejó el entrenador, rodando los ojos mientras soltaba al chico.

Una vez que el chico volvió a su estatura normal, sonrió con todos los dientes. Con esa sonrisa que era su firma sobre el ring.

Las parlantes en el vestidor dejaron escuchar una voz femenina anunciando el comienzo del evento.

—Harry, colócate el equipo— ordenó el entrenador. Harry obedeció, y asistido por Liam, se colocó el protector bucal, el de la cabeza y se ató los guantes.

—Si asciendes a la liga mayor ya no podrás utilizar protector en la cabeza. Más vale te vayas acostumbrando— dijo el entrenador, palmeándole el lado izquierdo de la cabeza. —¿Cómo te sientes?—.

—Listo— aseguró el chico, poniéndose de pie y rebotando en sus pies.

''El público aclama al campeón residente, Rolland. Y como no hacerlo, ¡su técnica es impecable, precisa! Es un verdadero héroe en el mundo del boxeo'' exclamó uno de los narradores desde cabina.

Rolland se encontraba en el ring, ya alardeando frente a la multitud.

''Así es, Chuck. Hoy Rolland compite por el cinturón y la oportunidad de entrar a las ligas mayores del peso Mediano-Ligero. Y lo hace contra un contrincante americano, al parecer.''

''¡Este chico solo tiene veinte años, Frederick! ¡Es prácticamente un niño! Un niño, con un historial increíble. Cuenta con 32 knockouts a su favor, y solo una vez ha caído contra la lona, en una pelea a los diecisiete años.''

''Lo vi, Chuck. Tiene una técnica de tres golpes que noquea hasta al contrincante más fuerte! El chico no tiene un apodo fijo. Muchos sobrenombres han sido usados para describirle a lo largo de su carrera, tales como Letal Hawk, Sniper, Snake y muchos otros más.''

Harry se encontraba en la entrada de aquella pequeña arena. Esperando a que los narradores por fin le anunciaran para poder subir al ring.

''Este no es cualquier novato, gente. Él chico empezó peleando en la calle, por lo que su estilo debe ser digno de observar,'' ese era Fred.

''Además de que es inglés de nacimiento'' aportó Chuck.

''Bueno, aquí lo tienen. Con veinte años y una trayectoria casi perfecta... ¡Aquí está, Harry 'Gentleman'!''

Harry comenzó a caminar con seguridad hasta el ring. La multitud vitoreó con ganas mientras el alto y muscular chico se abría paso. La provocadora y rebelde letra de Bodies de los Sex Pistols retumbaba por la arena, animando e incitando al público a provocar más emoción y desastre de gritos y silbidos.

Harry sonrió sin querer directamente a una cámara, mientras se retiraba la bata de seda y se la lanzaba a Liam.

''¿Por qué le dicen Caballero, Frederick? Ilústrame'' preguntó Chuck, observando como el chico abarcaba la atención de todo el mundo.

''Porque te da un beso...con su puño y después te pone a dormir. Como todo un caballero'' explicó Fred, leyendo la ficha de información. ''Al parecer el apodo se lo puso Barrie, en el torneo de peso mediano-ligero, allá en América!''

''Respeto a Barrie Manslow, pero ese apodo es para un chiquillo novato. Y Harry sin duda no lo es'' dijo Chuck, observando el ring. ''Bien, bien. Allí está el choque de puños, y la pelea.... ¡comienza!''

—¡Acabalo, Harry!—gritó Liam, justo cuando el ring sonó.

Rolland fue el primero en saltar hacia delante, dirigiendo un golpe recto hacia la barbilla de Harry.

''La pelea empieza con el chiquillo recibiendo un derechazo justo en el mentón''

Harry se llevó los guantes al rostro, restringiéndose del típico set de cuatro puñetazos al mentón de Rolland. Podía sentir la anticipación y la ira creciendo dentro de sí mismo, esperando el momento preciso de golpear a aquel arrogante bastardo.

Notó la pequeña pausa de Rolland para acomodar mejor su hombro derecho y aquello fue su luz verde. Aprovechando ese segundo, el puño de Harry se elevó en un uppercut derecho. Inmediatamente su izquierda envió dos puñetazos seguidos y rectos hacia el mentón de Rolland, finalizando con un gancho derecho a la mejilla.

''¡WOW! ¡DIGANME QUE TODOS EN CASA OBSERVARON ESOS CUATRO GOLPES!'' gritó Chuck en el micrófono. ''¡Eso fue endemoniadamente rápido!''

Rolland parecía desorientado. Harry sonrió con su típica forma de hacerlo, alejándose unos centímetros para que Rolland se recuperara.

Un oponente que no regresa los golpes no era divertido. Además, dejarlo caer antes del segundo round sería muy aburrido.

Rolland se sacudió la sensación y volvió a enfrentar al chico. Golpeo un par de veces, fallando solo una vez. Harry utilizaba solo golpes rectos y ocasionales ganchos circulares. La campana sonó, anunciando el fin del primer round y el principio del segundo.

Ambos tomaron agua y se limpiaron el sudor antes de continuar.

✖ ✖ ✖

—Ni, es tan sexy— murmuró Louis mientras comía palomitas de maíz.

—Louis, por dios. Este todo sudado, y con medio rostro hinchado. Ew— respondió el rubio, haciéndole una mueca a la televisión.

Ambos se encontraban en la sala de la casa de Niall, viendo los encuentros de boxeo en la televisión, con un tazón de palomitas en medio de ambos y un par de cervezas frente a ellos, descansando en la mesa de café.

La casa estaba impregnada del característico olor a cigarrillos y perfume de mujer barato. El olor característico de los años setenta.

—Pero, sus ojos Ni. ¡Mira sus ojos!— insistió el ojiazul, dejando toda su concentración en el verde jade de aquellos ojos llenos de furia y determinación.

Aquel joven boxeador le hacía suspirar cada vez que Louis lo veía en las noticias o en sus encuentros de box. Aun cuando al joven profesor era pacífico y detestaba con pasión la violencia, siempre hacia una excepción por Harry. Ese chico cuatro años menor que él, que ni siquiera sabía que él existía.

—Que importan sus estúpidos ojos, ¡Acaba de atontar a Rolland Stevens! ¡El Rolland Stevens! ¡A La Tarántula! Y solo es el cuarto round. Seguro que para el sexto la pelea se acaba—.

—Ojalá gane Harry— suspiró Louis, dejando su barbilla descansar encima de sus puños, mientras suspiraba.

—Demasiado gay, Louis. Demasiado gay— dijo Niall, lanzándole una palomita.

La palomita rebotó contra el vidrio de las gafas de montura negra que Louis llevaba. —Pues es lo que es, Niall. Soy gay. Y lo soy más por él— volvió a suspirar, observando como el chico ese golpeaba a aquel idiota arrogante.

—Amigo, tienes problemas serios— dijo Niall, volviendo su atención a la televisión en el momento justo. —¡Lo tumbó! ¡ROLLAND CAYÓ, DIOS SANTO!—.

Louis soltó un grito de victoria. —¡Así se hace, Hazz!—.

—Apostaría hasta mi casa a que Harry lo noquea antes del sexto round— dijo el rubio, observando como Rolland se ponía de pie mientras el referee se encontraba contando hasta diez.

—Te apuesto a que no. Es rápido pero no tanto— protestó Louis, frunciendo su pequeña nariz. —Además de que es humanamente imposible que una persona tenga fuerza y energía para lograr eso. Ni los más grandes han podido, Ni—.

—¿Quieres apostar, Louis?— preguntó Niall, apartando su vista del televisor.

—Claro. Si yo gano—OBVIAMENTE, lo haré. Si yo gano, tú tienes que... limpiar mi casa hasta año nuevo— espetó el ojiazul, sonriendo con suficiencia.

—Bien. Y si yo gano, tú... conseguirás un trabajo. Irás a una entrevista y lo conseguirás. Aunque no te guste— dijo el rubio, sonriendo de lado. Esto era su plan para que Louis por fin trabajara.

Habían pasado dos años desde que Louis se había graduado de la universidad y el chico no encontraba trabajo. Una parte de la razón por la cual no conseguía trabajo, era por su orientación sexual. Y la otra, era Louis poniéndose exigente con los trabajos. Porque, ¿Cómo un maestro titulado y graduado con honores va a trabajar de cajero en una gasolinera, como va a ser un intendente en un autoservicio?

El chico era orgulloso y perfeccionista. Siempre lo había sido.

—Te odio— murmuró Louis, observando con desprecio fingido a su amigo. —Ya te dije que esto solo es una racha—.

—¿Aceptas sí o no, nenita?— urgió Niall, observando como Harry comenzaba a esperar a que Rolland se descuidara.

Louis suspiró. Observó los músculos de Harry flexionarse y tensarse frente a las cámaras, las perlas de sudor resbalar por aquel pecho tatuado e hinchados bíceps.

—Bien—.




Round cinco.

El público estaba vuelto loco.

Gritos.

Vitoreos.

La gente coreaba su nombre. Rolland no era nadie ahora, toda la atención la acaparaba él.

Los narradores lo habían bautizado nuevamente aquella noche. Ahora la gente lo conocía como Thunder.

¡Thunder!

¡Thunder!

¡Thunder!

¡Thunder!

La arena se encontraba encendida en ánimo y ambiente, mientras Harry calculaba sus pasos sobre aquel ring.

Esto era lo mejor de lo mejor. Al menos para las ligas menores.

Si ganaba, su carrera despegaría.

Su padre estaría orgulloso.

Esta era su oportunidad para demostrarle al mundo de que estaba hecho.

Dejó que su pasión y determinación tomaran control sobre la mayoría de su cuerpo. Comenzó con golpes rectos, algunos ganchos y raramente usó uppercuts suaves.

Sentía sus músculos arder por el esfuerzo y ejercicio. Su piel goteaba con sudor mientras su corazón latía contra sus costillas, como tratando de escapar.

¡Thunder!

¡Thunder!

¡Thunder!

¡Thunder!

Harry dejó salir un gruñido mientras golpeaba tres veces seguidas a Rolland, con una fuerza bestial: Un uppercut a la mandíbula, un gancho izquierdo al costado y un golpe crochet hacia el pómulo izquierdo.

Rolland patinó un par de segundos sobre sus talones antes de caer, besando la lona.

Uno. Dos. Tres.

¡Thunder!

Cuatro. Cinco. Seis.

El referee golpeaba su mano contra el suelo del ring. Pero todos sabían que Rolland no se iba a levantar. Harry lo había golpeado hasta convertirlo en una enorme papilla de músculos cansados e hinchazón en la cara.

El referee golpeó su mano por décima vez, anunciando inmediatamente el knockout.

''El  ganador . El ganador del cinturón y de la entrada a las Ligas Mayores, ¡el causante de este momento en la historia del boxeo menor es...¡Harry 'The Thunder'! ¡El extraño que se volvió favorito esta noche, gente! Recuerden bien su nombre'' anunció Chuck en el micrófono.

La gente gritaba de emoción y adrenalina, mientras el referee levantó el brazo de Harry, anunciando su victoria. Recibió el cinturón mientras el entrenador Lucas y Liam se colocaban junto a él, felicitándolo con ganas.

Harry portaba su sonrisa característica mientras se mantenía callado, dejando que Liam y el entrenador respondiesen todas las preguntas.

De todas formas no era como si él quisiera o pudiera, responderlas.



—¡Si! ¡Gané!— exclamó el rubio, saltando del sofá mientras bailaba, disfrutando su victoria.

Louis simplemente le dedicó una mirada dolida. —Bien, conseguiré un trabajo—.

Niall lo vio con algo de culpa. —Vamos, no debe ser tan difícil encontrar trabajo como maestro. Puedes ser un tutor, o dar clases después de la escuela— sugirió el rubio.

Louis asintió. —Al menos estoy feliz de que Hazza ganara— exclamó, sonriendo.

Niall puso los ojos en blanco. —Ya hasta apodo le tienes. Patético— se quejó.

—Patético tu, que no aceptas de una vez que eres gay y te gustan los chicos— atacó Louis, alzándole una ceja.

—Mentira, tu sabes que amo a las chicas. Si no, solo tienes que observar mi cajón para señoritas— se defendió el rubio, arrogante.

El cajón para señoritas era un cajón en el closet de Niall, en donde guardaba todas las panties y sostenes que las chicas con las que duerme a veces olvidan. Y cuando alguna de ellas no lleva alguno de los dos, siempre puede buscar y llevarse algo del mismo cajón.

A pesar de ser un poco cínico, era un buen sistema.

—¿Qué me dices de Logan, en la uni, en esa fiesta de Halloween?—replicó Louis, cruzándose de brazos.

Niall había tenido relaciones en el baño de la facultad de derecho con este chico, Logan. Cuerpo playero, rizos color miel y ojos canela. Niall siempre argumentaba que se encontraba muy borracho y medio drogado cuando el tema sale a conversación.

—Eso fue un error— respondió Niall, sintiendo su seguridad tambalearse. —Pero por lo menos fue con un chico que está a mi alcance y que fácilmente puedo tener—.

—Déjame soñar, ¿sí? — dijo Louis, captando la indirecta. —Harry es un hombre guapo y famoso. Los hombres guapos y famosos fueron hechos para que los solteros y pobres como yo, disfrutemos y fantaseemos durante el día— replicó Louis, abrazándose a sí mismo.

Niall rio. —¿Te imaginas que de la nada tomes un trabajo y por azares de la vida, lo conocieras?

—Me lo cojo, sin dudarlo— replicó Louis, asintiendo muy seguro. —Y después te llamo y te cuento—.




—¿A qué te refieres?— preguntó el entrenador Lucas, observando fijamente a Jordan y aquel hombre, miembro del comité profesional.

Todos se encontraban en vestidores. Todos se habían ido, excepto ambos hombres, Harry y Liam.

—Ha venido a mi atención el hecho de que el joven Harry, parece ser mudo e invalido. No habla, ni en entrevistas. No firma autógrafos, no lee los reglamentos— se quejó el hombre. Cuando llegaron a la arena, Harry se dirigió hacia la entrada hacia el ring, en vez de la entrada a camerinos. Aquello causó un poco de caos con los aficionados y el equipo de seguridad.

Harry simplemente sonrió, mientras esperaba a que Liam terminase de trenzarle el cabello de cierta área de la cabeza.

—¿Qué está tratando de insinuar?— preguntó el entrenador, sudando frio.

El hombre perteneciente al comité, se aclaró la garganta. —No quiero ofenderles de ninguna forma. Es solo que me parece obvio.

—Entrenador Lucas, ¿Harry es analfabeta?

...

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