044

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E L   H I L O
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         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    —¡Ajumma! ¡Koemi!—escucha que la llama Suho desde la habitación de la bebé—¡Creo que Misuk se descompuso!

         Koemi casi cayó de cara al levantarse del sillón y tropezarse con una manta que se había enredado en sus pies. Soltó una grosería y corrió hacia la habitación de Misuk donde se encontraba ella al cuidado del torpe de su amigo. Solo para terminar escuchando la armoniosa risa de su hija riendo de la cara de susto de Suho.

         —¡Me has hecho asustar, estúpido!—gritó, haciendo que la carcajada de Misuk aumentara.

        Una risita se unió al ambiente. Koemi se giró para ver que el sonido provenía de la señora Haneul que venía tranquila con un biberón en mano.

          —¡Es hora del desayunooo!—cantó la mujer mientras cargaba a la bebé. Para luego girarse hacia ambos adolescentes—. Ya saben qué hacer.

         Ambos salieron de la habitación, y era por el simple hecho de que la señora Haneul tenía mucha dificultad en hacer dormir a Misuk cuando se encontraba cerca de Suho o de Koemi.

         —Koemi, tengo algo que contarte—comenzó Suho con el rostro serio cuando llegaron a la sala. La pelinegra volteó hacia él con el entrecejo fruncido—. Seojun ha decidido aceptar nuevamente la oportunidad de prepararse como Idol.

         Koemi quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Sabía cuánto significaba para Seojun perseguir su sueño de convertirse en un Idol después del acontecimiento que pasó con Seyeon, pero también era consciente de los desafíos y las dificultades que venían con ese camino.

         —¿Estás seguro de que es lo que realmente quiere?—preguntó Koemi con delicadeza, sintiendo aquella incomodidad instalarse en su cuerpo—. Sabes lo que pasó la última vez.

          Después del suicidio de Seyeon...

         Suho asintió, entendiendo las preocupaciones de Koemi.

         —Lo sé, y he hablado con él en profundidad al respecto. Seojun ha tomado esta decisión después de mucha reflexión y está decidido a enfrentar los desafíos que vienen con ello.

          Koemi miró a Suho con una mirada comprensiva. Sabía cuánto significaba aquel paso para él. Pero también le preocupaba que la presión y las expectativas puedan ser abrumadoras.

         Al menos le agradaba la idea de que Seojun se siguiera superando cada día. Jamás lo había oído cantar, pero Suho había asegurado que su voz era una de las mejores voces que había escuchado en toda su vida.

         Estaba feliz de que Seojun fuera feliz.

         Koemi puso una mano reconfortante sobre la de Suho.

         —Estoy segura de que, si tú estás a su lado, lo apoyas y lo cuidas, Seojun podrá enfrentar cualquier obstáculo que se presente en su camino.

         A medida que continuaban hablando, Koemi y Suho, ambos estaban de acuerdo en que lo más importante era el bienestar y la felicidad de Seojun, sin importar qué camino eligiera.

         —¿Aún te duele?—se refería a su separación forzada con el motociclista.

         Koemi pudo mentir. Fingir demencia y evitar el momento incomodo. Pero no fue así.

         —Duele cada vez menos—una sonrisa fría pareció en su rostro—. Seguro con el tiempo dejará de doler—soltó un suspiro mientras pasaba su mano por su rostro.

          Incluso había pensado abandonar Corea para ir al extranjero. Cortar en verdad cualquier lazo con Seojun le ayudaría bastante. Quería empezar de nuevo con su pequeña familia que había armado. Escapar de lo que le recordaba ser libre y sin ataduras.

          Pero no podía.

         Suho y Soojin estaban en Corea. No podía simplemente abandonarlos. Ella no era su padre para hacer aquello.

         Ella no era él.

         —¿Qué tanto piensas?—cuestionó Suho con preocupación.

         —En todo y en nada a la vez.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    En el rincón del tiempo, en el vuelo del destino, dos almas errantes en busca de camino cruzan sus miradas, ocasionando chispas en el aire. Un lazo invisible que ya estaba tejido se visualiza en sus dedos meñiques.

         Seojun y Koemi

         Los ecos del pasado susurran en el viento, historias compartidas que están enlazadas a un lazo eterno y cierto. Dos almas destinadas en este momento fundido.

         Ambos estaban en un café, en una tarde soleada. Seojun llegó primero y eligió una mesa en una esquina, tratando de mantener la mirada baja mientras esperaba. Cuando Koemi entró, su corazón latía con fuerza. Habían pasado meses desde su última conversación significativa, y aunque había querido hablar con Seojun, el dolor y la confusión la habían mantenido alejada.

         Seojun levantó la vista cuando Koemi se acercó. Sus miradas se encontraron por un breve instante antes de que ambos desviaran la vista. Era evidente que había una tensión incómoda en el aire.

         Koemi se sentó frente a Seojun, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía por dónde empezar ni qué decir. La distancia emocional que se había formado entre ellos se sentía abrumadora.

         —¿Cómo... cómo has estado?—murmuró Seojun, rompiendo el silencio incómodo. Su voz sonando ronca, revelando la emoción contenida.

         —Estoy bien—respondió Koemi en voz baja, su mirada fija en la mesa—. ¿Y tú?

         Seojun asintió, aunque su rostro reflejaba una mezcla de tristeza y añoranza.

          —He estado ocupado... retomando la preparación para ser Idol.

         La mención de su sueño hizo que ambos recordaran los momentos que habían compartido antes de la separación. El silencio volvió a caer sobre ellos mientras las emociones seguían revoloteando en el aire.

         Finalmente, Seojun tomó un sorbo de su café y reunió el valor para hablar.

         —Koemi, sé que las cosas se volvieron complicadas entre nosotros... después de todo lo que ha pasado—aunque ciertamente el chico no sabía casi nada de lo que ocurría ahora en la vida de la chica.

          Koemi asintió, apretando los labios mientras luchaba por mantener las lágrimas a raya.

         —Sí, Seojun, lo sé. Supongo que ha sido difícil para ambos.

         El azabache tomó un respiro profundo, mirando fijamente a Koemi.

         —Quiero que sepas que aún te quiero, Koemi. Nunca dejé de hacerlo.

         A pesar de haberlo intentado. Creía que aquellos sentimientos desaparecían ahora que estaba nuevamente en presión por la agencia para convertirse en un artista, pero no lo hicieron. Siguieron, ahí, envueltos como tallos con espinas en su corazón.

         Las palabras de Seojun resonaron en el aire para la pelinegra, llenando el espacio entre ellos con una profunda honestidad. Koemi sintió un nudo en la garganta y luchó por contenear las lágrimas.

          —Yo también te quiero, Seojun—admitió Koemi en voz baja, sus ojos llenos de tristeza y anhelo. Pero tenía que aceptar la realidad—. Pero las cosas han cambiado, y no sé cómo podemos superar todo esto.

          Ella jamás podría ser feliz con él. Y si estaban juntos, solo lo haría sufrir. Lo había pensado de mil formas. Hasta había ideado escaparse con él lejos, muy lejos, donde su padre no pudiera encontrarla. Pero pensar así era muy egoísta de su parte. Seojun tenía una familia que quería, no podía pedirle que abandonara todo aquello que conoce por un amor adolescente.

          Mientras tanto, Seojun bajó la mirada, sintiendo un nudo en su pecho.

         —Lo entiendo—dijo como pudo—. Solo... espero que algún día podamos encontrar una forma de sanar y estar juntos de nuevo.

         Koemi asintió, a pesar de que sabía que eso jamás podía ser. Las lágrimas ahora cayendo por sus mejillas.

          Con un último vistazo lleno de emoción, Seojun y Koemi se levantaron de la mesa. Aunque se separaron sin las respuestas que tanto anhelaban, el amor que compartían seguía latente, una llama que, con el tiempo, quizás pudiera volver a arder con fuerza y guiarlos hacia una reconciliación y un futuro juntos. O quizás se apagaría con el tiempo hasta que solo quede cenizas y recuerdos.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Suho se sentó a lado de Koemi, una expresión de preocupación en su rostro. Sabía que tenía que darle una noticia difícil, pero quería ser honesto y compartir lo que estaba pasando en su vida.

         —Koemi, hay algo que necesito decirte—comenzó Suho con voz suave—. Mi padre ha sufrido un derrame cerebral y su estado de salud es muy delicado. Los médicos creen que va a ser muy complicada la cirugía.

         Koemi parpadeó, sorprendida por la noticia y la gravedad de la situación. Estaba segura de que aquella novedad debió haber salido en los noticieros, pero ella estaba al tope con sus estudios que ya ni entraba a sus redes sociales.

         —Suho, lo siento mucho. Eso suena realmente difícil.

         Koemi podía detestar al padre de su amigo, pero comprendía que aquel hombro en su tiempo debió haber sido un buen padre para Suho. Podía notarlo en como el rostro serio de su mejor amigo se contenía en llorar.

          Por parte del chico, asintió, agradecido por el apoyo de su amiga.

          —Sí, lo es—se mantuvo en silencio unos segundos antes de volver a hablar—. Estoy... Estoy pensando en...—no podía decirlo. No a ella. No podía dejarla a ella.

         Koemi puso una mano sobre la de Suho para hacerle saber que tenía su apoyo en cualquier decisión que decidiera tomar.

         —Estoy aquí para ti, Suho. Si necesitas algo, cualquier cosa, por favor házmelo saber.

         Suho le sonrió, agradecido por la amabilidad y el apoyo de Koemi. Pero estaba seguro de que lo siguiente que va a decir le iba a afectar. La conoce tan bien. Hay veces donde realmente le sorprende su capacidad de saber lo que ocurre en torno a ella o el simple hecho de ser consciente como va a reaccionar.

          —Gracias, Koemi—lo dice con sinceridad—. Significa mucho para mí saber que estás aquí. Sin embargo—su garganta duele—, esto significa que tendré que irme a Estados Unidos por un tiempo.

         Koemi se sentía abrumada por la noticia de la partida de Suho. La idea de estar separada de su amigo en un momento tan difícil le resultaba insoportable. Mientras procesaba la información, su mente comenzó a girar con posibilidades y pensamientos.

         No pasó mucho tiempo antes de que Koemi comenzara a considerar la idea de acompañar a Suho a Estados Unidos. La sola idea de enfrentar su partida y quedarse sola era demasiado para soportar. Sabía que estar junto a Suho en un momento tan crucial para él sería un apoyo invaluable, y también le brindaría la cercanía que tanto anhelaba.

         Koemi se encontraba en una encrucijada. Por un lado, comprendía la importancia de respetar los asuntos familiares de Suho y no quería imponerse en un momento tan delicado. Por otro lado, el temor a la soledad y la preocupación por su amigo la impulsaban a considerar seriamente la opción de ir con él.

         Pero dentro de ella sabía la decisión que ya había tomado. Desde pequeña venía mendigando amor por todas partes, porque nadie la abrazo y le expresó lo importante que era, porque nadie le dijo que estaban orgullosos de ella, porque todo eso había ocurrido en ese país, en esa ciudad.

         Iba a intentar escapar...

         —Iré contigo—murmuró tras estar en silencio.

         —¿Qué?

         —Iré contigo, Suho.

         La cara del pelinegro se iluminó. No pudo evitar envolver a la chica en sus brazos.

         —¿En serio?—cuestionó, todavía incrédulo.

        —¡Qué si, baboso!

        En los días previos a su partida, se la pasaron arreglando las cosas en Corea para su transferencia hacia el extranjero. Koemi solo tuvo que decirle a su padre que Suho sería quien la acompañaría para que le diera permiso para empezar los tramites.

        Koemi también se dio un tiempo para hablar con Soojin.

         —Si las cosas se complican aquí. Ven a Estados Unidos. Te recibiré con los brazos abiertos y me haré cargo de ti. Así que no toleres las idioteces de tu padre más tiempo.

         Y así, mientras ambos se preparaba para partir hacia Estados Unidos, uno para estar al lado de su padre en un momento tan crucial, y la otra para escapar de la manta de recuerdos dolorosos que era su vida, tenían la certeza de que juntos, enfrentarían los desafíos que se avecinaban y demostrarían que la verdadera amistad puede superar cualquier obstáculo.

         —Él se ha venido a despedir—escucha que murmura Suho a su lado. Ambos ya se encuentran en el aeropuerto, ha esperas de abordar el avión que los sacaría de Corea—. Ya está aquí—sin poder evitarlo, su cuerpo se tensa cuando ve a Seojun ingresar por las gigantescas puertas del lugar—. Lo siento.

         —Está bien. Puedo manejarlo.

         No. No puede manejarlo. Siente un remolino de sentimientos en su interior cuando sus ojos se cruzan por primera vez en ese día. Sigue guapo como la ultima vez que lo vio.

         E iba a dejarlo. A él.

         El nudo en su garganta se aprieta, así que se distrae con Misuk que tiene en brazos para no llorar. Porque se prometió no llorar, se prometió no arrepentirse. Y eso lo iba a cumplir.

         Tiene que aceptarlo, entre ellos ya no puede haber nada.

         —Espero que ambos tengan un buen viaje.

         —Gracias—murmuran ambos.

         Y ella y Hanuel se paran para abordar el avión cuando las bocinas ya han avisado sobre su vuelo, mientras Suho se queda un poco más de tiempo para seguir hablando con Seojun.

         No mira hacia atrás. No porque no quiera, sino porque si lo hace se derrumbará y ya no tendría la fuerza de dejar ir sus cadenas solo por el hecho de saber que en algún momento se volverían a encontrar, ya sea en la calle o en algún otro lugar, y ella soportaría romper su propio corazón una y otra vez con tal de verlo desde lo lejos.

         Así que por eso no voltea. No lo hace, porque ha reunido un poco de su amor propio. Y entonces se va.

         Y se dará cuenta en algún momento que ha dejado una de sus cadenas para ser un poco más libre que antes.  ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

FIN

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