CAPÍTULO 6
En cualquier otro momento un comentario como ese viniendo de mi hermano me hubiese causado un ataque de risa, pues la seriedad no era algo que fuese con él; pero en cuanto vi su semblante supe que en la conversación que ibamos a tener no había hueco para el humor o, al menos, al principio no.
Además, a riesgo de parecer repetitiva, los eventos de los últimos meses habían activado en mi un sexto sentido para detectar el drama. Aunque es probable que lo que sucedía es que mis nervios estaban a flor de piel y cualquier situación que se saliese de lo común provocaba una reacción exagerada por mi parte.
—¿De qué estás hablando, Rob? —pregunté con la voz más calmada que pude utilizar.
Recorrí el pasillo hasta llegar al salón pricipal. A simple vista se podía comprobar que no habían celebrado una fiesta en esa casa: los sillones estaban bien colocados, los cojines en su sitio, no había marcas de vasos en las mesas y mi olfato notó que no había alcohol u otros fluidos derramados por la sala. Mientras me sentaba en uno de los cómodos sofás con una expresión neutra y animada, Rob se acercó lentamente sin dejar de mirarme a los ojos, escrutando cualquier cambio en mi expresión.
—Anna, vamos a dejarnos de juegos que los dos somos adultos.
—Bueno, eso aun está por ver...
Reí ante mi comentario, pero Rob se mantuvo impasible, lo que me hizo carraspear y moverme incómoda en mi asiento. No estaba acostumbrada a esta clase de dinámica con mi hermano. Robert Ludwig siempre era un chico muy alegre, que quitaba el hierro a cualquier situación y a pesar de su físico imponente, con sus músculos y ojos de un color miel intenso, hacía que cualquier persona estuviese a gusto en su compañía; pero eso no es lo que yo estaba sintiendo en ese momento. Asi es que decidí ir directa al grano.
—Ron, ¿qué esta pasando?
Colocó las manos en sus labios mientras apoyaba los codos en los muslos y me miraba con intensidad. Tras unos segundos que, a mi, me parecieron horas, comenzó a hablar con una voz más suave de la que había utilizado anteriormente.
—¿Qué hay entre Stuart y tú?
De todo lo que podría preguntarme mi hermano relacionado con mi vida en este momento eso era de lo que menos me apetecía hablar. Ni con él, ni con nadie. Algo me decía que si salía corriendo, Rob me alcanzaría en unos segundos y la situación sería mucho más incómoda, por lo que descarté esa opción. También pensé en mentirle y fingir que no sabía de lo que estaba hablando, pero demasiadas personas habían sido testigo de lo que pasó entre nosotros. Otro fallo del que tengo que aprender para futuras relaciones.
Asi es que decidí que la mejor opción era intentar averiguar cuanto sabía y a partir de ello elaborar mis respuestas para no dar más información de la necesaria.
—¿Qué es lo que te han contado? —pregunté con inocencia.
—Nadie me lo ha contado, Anna —respondió con enfado—. Me he enterado escuchando una conversación por casualidad entre Rick y Francis, en el que hablaban de que habíais terminado. Los enfrenté y me contaron los detalles, algo que al parecer todo el mundo sabía. Todo el mundo, menos yo.
Me mordí la lengua antes de responderle que no era mi culpa que hubiese estado tan ciego, pues al ver como había cambiado su expresión comprendí que estaba dolido. Intenté tomar aire disimuladamente y que no notase como pequeñas gotas de sudor empezaban a recorrer mi frente y nuca.
—Lo siento, Rob. Tampoco fue nada serio... No se cómo empezó y ha sido todo tan rápido que... —dije entrecortada, me costaba mucho más hablar del tema con él de lo que creía.
—¿Cuánto tiempo habéis hecho esto a mis espaldas?
—No lo se. Unos meses, nada más. Tampoco fue algo especial, solo nos dejamos llevar. Siento mucho...
—¿Por qué habéis terminado? —preguntó apretando los puños.
—Para el carro —contesté un poco enfadada por el cariz que tomaban sus palabras—. Eso es asunto nuestro, la cosa no ha funcionado y ya está.
—Solo quiero saber si estás bien, Anna —dijo de forma más calmada—. Se que no has tenido ninguna relación seria y me fastidia haber estado tan ciego como para no ver que había algo entre vosotros. Siempre he visto a Stu como un hermano y pensaba que tú también.
—Pues te equivocabas. Muchísimo —respondí mientras reprimía una carcajada.
—Lo se.
Sonrió de forma cálida y se levantó de su asiento para colocarse a mi lado. Me tomó de las manos y una lágrima comenzó a recorrer mi rostro. No estaba acostumbrada a ocultarle cosas, siempre habíamos sido uña y carne, ayudándonos en todas las batallas que librábamos. Rob y Anna contra el mundo, ese era nuestro lema; pero desde que había comenzado este caótico año habíamos perdido la comunicación y sabía que era, en gran medida, por mi culpa. Ojalá pudiese, algún día, contarle todo lo que me había pasado con los dones, los hechiceros y la verdad sobre Stu, pero sabía que ese momento nunca iba a llegar y eso me hizo sentirme mucho peor.
—No estoy enfadado, Anna. Al menos no por lo que crees —dijo mientras se sentaba en el brazo del sillón y pasaba su brazo por mis hombros—. Me hubiese gustado saberlo desde el principio, creía que teníamos la confianza suficiente como para hablar de estas cosas.
—Y la tenemos, Rob. Siento no haberte hecho participe de esta historia, llevo unos meses un poco descolocada, pero te prometo que no volverá a pasar.
—Gracias. Siento la encerrona, además Stu ya me había contado algunas cosas.
Abrí los ojos, sorprendida, mientras mi hermano sonreía con culpabilidad. No creía que Stu le hubiese contado toda la verdad y lo probaba el hecho de que no estaba ingresado en un psiquiátrico. Esperaba que su versión no difiriese mucho de la mía.
—Y, ¿qué te ha contado?
—Qué siempre le has gustado, que nunca se había atrevido a decírtelo. También que lo habéis dejado por su culpa, que es un idiota y espera que puedas perdonarle.
—Lo de idiota lo has añadido tú, ¿verdad?
—Puede —contestó con una sonrisa—, pero seguro que está de acuerdo. ¿Te hizo algo grave, Anna?
Pensé que podría decirle la verdad, que intentó volverme loca atacando a mi familia con luces rojas para que acabase contándole al mundo que la magia existía de verdad y contribuir al despertar de la humanidad, favoreciendo a su padre biológico que tiene aires de dictador; pero no creo que fuese muy creíble, seguramente se reiría en mi cara.
—No. Simplemente yo esperaba una cosa de nuestra relación que él no estaba dispuesto a dar.
—Muy bien —dijo mientras me miraba con recelo—. Espero que no me estéis mintiendo de nuevo.
—Lo prometo —contesté cruzando disimuladamente los dedos.
Me besó en la frente, dándome un abrazo que me dejó sin respiración y empujándome poco a poco a la salida. Sentía que, aunque no de manera totalmente sincera, me había quitado un peso de encima. Por mucho que hubiese pasado con Stu una parte de mi se seguía aferrando a todos estos años de amistad y no quería ser la causante de la ruptura de la relación con mi hermano.
Sabía que no era algo racional, que lo que Stu me había hecho era demasiado grave como para dejarlo pasar, pero a pesar de lo que había pasado las últimas semanas siempre he sido una persona de las que rehúye las confrontaciones y eso nada lo iba a cambiar.
—Nos vemos mañana para desayunar, ¿de acuerdo?
—Claro —contesté mientras bajaba las escaleras de la entrada.
—Y recuerda que siempre puedes contar conmigo.
—Lo sé —dije mientras agitaba la mano en su dirección.
Camino de la residencia recordé que las chicas me habían dicho que esa noche estarían en el bar tomando algo, por lo que cambié el rumbo para dirigirme hacia allí. Parecía que el día estaba saliendo perfecto, iba sorteando los inconvenientes y me sentía más ligera, mucho más libre.
Tan solo esperaba que esta buena racha continuase, al menos, unos días más.
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