CAPÍTULO 20

—¿Cuándo comenzaste a despertar con la voz de Peter llamándote?

Continuábamos nuestro camino hacia la habitación de Sonia, pero habíamos desacelerado el paso. Nos estaba costando comenzar esta conversación y creo que se debía a que los dos estábamos un poco perdidos. O, al menos, yo.

—No lo se exactamente, quizás unas semanas antes de conocerle —respondí mientras ponía mis manos en los bolsillos—. Aunque no sabía que era él en ese momento.

—Entiendo...

—Y el accidente del que te intentó avisar Lily en sueños, ¿cuándo fue? —pregunté intentando que no decayese, ahora que habíamos conseguido avanzar.

—Hace dos años... —Miró alrededor, como si estuviese buscando algo—. Espera.

Comenzó a andar hasta un pequeño parque había cerca del camino que estábamos siguiendo. En el había un pequeño banco de metal que estaba colocado justo en frente de un bonito y frondoso árbol. Sentí un pinchazo, pues esa especie de jardín me recordó a la noche de la fiesta donde coincidí con Peter en un banco muy parecido a ese. No me gustaba la situación en la que nos encontrábamos y me maldije en silencio, pues sabía que era por mi culpa.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin mientras se sentaba en el banco.

—Sí —respondí colocándome a su lado. El banco estaba frío y me estremecí con el contacto.

—No lo parece. ¿Es por Peter?

Asentí. Estaba cansada de fingir. La tensión de estos días se me estaba acumulando y puede que su mejor amigo pudiese ayudarme a revertir la situación. Peter y yo teníamos una conexión especial y tenía claro que trascendía más allá de nuestro entendimiento. Sobre todo por la sensación que me recorría cada vez que nos tocábamos y como se activaba de forma inconsciente mi don cuando pensaba en él, pero no nos conocíamos lo suficiente, tradicionalmente hablando. Habíamos tenido muchas citas, solos y con los demás hechiceros, y hablamos de mil cosas, pero no tuvimos una discusión hasta ese momento.

Si estuviésemos en una situación normal habría intentado hablar con él, aunque no estaba segura, pero en este momento las cosas que pasaban a nuestro alrededor no nos dejaban manejar las cosas de la manera en la que lo haría una pareja. Y eso no hacía más que empeorar las cosas.

—Sonará a tópico, pero no te preocupes —dijo Kevin con una sonrisa—. Peter es un poco pasional y, cuando algo le duele, le cuesta expresar sus emociones. Estoy seguro de que, en algún momento, se dará cuenta de que no lo hiciste a propósito.

—La he cagado, Kevin —respondí mientras me tapaba la cara con las manos—. Y lo sigo haciendo, no se por qué defiendo a Stu si lo más probable es que fuese él quién se lo contó a Lupin y su padre. Encima, en vez de disculparme con él, no hago más que ponerme a la defensiva.

—Tienes razón, la has cagado. Pero no seré yo quien te juzgue, te queda mucho para alcanzarme en malas decisiones.

Sonreí mientras me apartaba las manos de la cara, quitándome una pequeña lágrima que se deslizaba por mi rostro. Admiraba la capacidad del rubio para sacar una sonrisa a los que le rodeaban en cualquier momento, aunque eso no estaba reñido con su don para molestar a sus amigos.

—¿Crees que me perdonará? —pregunté, suplicante.

—Estoy seguro, Anna. Sé lo mucho que le importas y tú también. Nunca le había visto tan emocionado con alguien como lo está contigo. Cada vez que alguien dice tu nombre, en su cara aparece una sonrisa. Ahora mismo está dolido y, sobre todo, enfadado con su padre y su hermano. En cuanto solucionemos todo esto volveréis a ser la pareja más lenta en formalizar su relación de toda la universidad.

—Tú sí que sabes animar a una chica, Kevin —dije, volviendo a sonreír.

—Lo sé. Pero no lo cuentes por ahí, tengo una reputación que mantener.

Nos quedamos en silencio unos segundos. Aunque pareciese que no teníamos nada de lo que hablar, estaba segura de que Kevin estaba dándome un tiempo para que me recompusiera. La verdad, me había quedado más tranquila con sus palabras y estoy segura de que no lo había dicho para reconfortarme. Podía ser que las cosas no saliesen como él decía, pero lo creía de verdad. Y ojalá fuese así.

El ambiente universitario empezaba a hacer su aparición a nuestro alrededor. Escuchaba las conversaciones cotidianas de la gente que pasaba cerca de nosotros. Eso me trajo a la mente el recuerdo de que los exámenes finales eran en unas pocas semanas y que llevaba días sin coger un libro y faltando a algunas clases. Siempre había sido una estudiante modelo y no creía que unas pocas faltas influyesen en mis notas, más cuando no estábamos en época de trabajos, pero la falta de estudio me iba a pasar factura, eso estaba claro.

Cerré los ojos con fuerza, enviando esos pensamientos a lo más profundo de mi consciencia, pues no tenía tiempo de ponerme a pensar en exámenes justo en ese momento.

—Bueno, tenemos dos opciones: continuar con la conversación sobre nuestros sueños o ir a buscar a Sonia, ¿qué eliges? —pregunté.

—Los sueños. Lo otro puede traer consecuencias peores.

—¿Cuáles consecuencias?

—Podríamos encontrarla y tener que lidiar con ella —respondió.

Le di un pequeño golpe en el brazo que hizo que de sus labios escapase un pequeño grito fingido. Era muy complicado tener una conversación seria con él, pues sus bromas eran continuas. Pero sabía que, en el fondo, estaba igual de preocupado que yo.

—De acuerdo, vamos a recapitular. —Kevin asintió mientras fingía coger una libreta y un bolígrafo invisible para apuntar—. Hemos escuchado voces en sueños que nos despiertan: tú, la de Lily y yo, la de Peter. En mi caso ni siquiera le conocía cuando comenzó a ocurrir.

—Esas voces —continuó el rubio— parecen ser premociones de algo que nos va a ocurrir, pues a los dos nos dijeron las mismas frases después de tener un accidente en el que perdimos en conocimiento.

—Tú un accidente, yo lancé un montón de luces blancas a todo el mundo por primera vez.

—Cierto, pero el resultado fue el mismo. Entonces, de esto podemos deducir que el hecho de que las estemos volviendo a escuchar significa que, en un futuro cercano, vamos a estar en peligro.

Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Kevin tenía razón, era la conclusión acertada. El problema es que no sabíamos cuándo ni dónde sucedería, ni si podríamos evitarlo. Además, aunque habíamos salido ilesos la primera vez, puede que esta no corriésemos la misma suerte. Eso era lo que más miedo me daba.

—¿Qué te ha contado el profesor? —preguntó Kevin.

—No mucho, solo que la primera portadora del don blanco le pasaba lo mismo que a nosotros, que con el tiempo supo dominarlo, aunque, al final, fue demasiado tarde.

—Exactamente lo mismo que a mí, creo que el está igual de perdido que nosotros con este tema.

—Puede ser —respondí—, aunque me dijo algo sobre un libro... ¿Caleidoscopio?

—Si, me lo pasó en un archivo para que me lo leyese. Tanto él como Lily han insistido mucho en que lo haga, pero ¿quién tiene tiempo?

Suspiré mientras me levantaba. No me podía creer que no tuviese ni un ápice de curiosidad de saber que es lo que le pasaba. Envidiaba su capacidad para vivir en el momento y no pensar mucho en lo que sucede a su alrededor.

—Deberíamos leerlo, Kevin. Puede que ahí esté la clave para dominarlo.

—Tienes razón. Lo apunto en mis lista de cosas pendientes, justo después de encontrar a la petarda de tu amiga y antes de las próximas vacaciones.

Le di un leve empujón mientras nos levantábamos, haciendo que se cayese de nuevo en el banco. Puso cara de ofendido, aunque se le pasó enseguida. Continuamos nuestro camino a la habitación de Sonia, cada vez más seguros de que no la encontraríamos, pero seguíamos sin tener un sitio mejor por el que empezar.

Pensé en nuestra conversación, de la que no habíamos conseguido sacar nada en claro. Al menos, teníamos el libro. Puede que, entre los dos, podamos localizar algo en sus páginas que nos ayude y que el profesor no hubiese visto. O puede que Albus Sanderson supiese que no podíamos escapar a nuestro destino y solo quería mantenernos ocupados para que no cundiese el pánico.

Cualquier opción me parecía peor que la anterior, así que preferí centrarme en el problema inmediato que teníamos ahora, que era una rubia un poco desquiciada que puede que fuese la persona de la que hablaba la profecía y también puede que estuviese en manos de una comunidad de hechiceros que quería dominar el mundo. Bueno, puede que no fuese algo tan drástico, pero en mi cabeza no dejaba de resonar que toda la palabrería que escondían las palabras de este grupo conducían a eso. Creían que los hechiceros eran superiores y ese pensamiento siempre conducía a lo mismo.

Sin darme cuenta, mientras estaba perdida en mis caóticos pensamientos, llegamos al edificio donde se encontraba la habitación de Sonia. Me había quedado un poco atrás, por lo que Kevin tuvo que esperarme en el umbral. Subimos las escaleras mientras, para no variar, protestaba en silencio por la falta de ascensores en los edificios de la universidad.

Llegamos a la puerta y, justo cuando Kevin estaba a punto de llamar, alguien abrió desde dentro. Nos quedamos sin palabras cuando vimos quien era la rubia que había abierto la puerta, pues todas nuestras suposiciones habían sido erradas.

—¿Qué queréis, pardillos?

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