CAPÍTULO 17

—¿Qué estáis haciendo todos aquí?

Sonia se acababa de despertar y entró con cara somnolienta a la sala común de las habitaciones de Oscar, donde nosotros nos encontrábamos sentados. Debió de ser una fuerte impresión para ella, pues si las explicaciones de la noche anterior eran ciertas, se habría levantado con una fuerte resaca y una sensación de no saber dónde se encontraba que no envidiaba. A pesar de ello lucía estupenda. Siempre me había fascinado la capacidad de mi antigua amiga para parecer una princesa de porcelana incluso después de la noche más movida. Solo unos cuantos mechones de pelo alborotados parecían señalar que no había pasado aún por el baño.

Obviando, tras la pregunta, nuestra presencia se encaminó hacia uno de los baños, donde pasó unos minutos que llenamos con un silencio incómodo. Kevin se encontraba sentado en el sofá, entre Oscar y Lily. Esta última me miraba fijamente mientras me encontraba apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados, fingiendo que no notaba sus ojos clavándose en mí. Mi nueva amiga era bastante intuitiva y creo que había notado algo en la actitud de Peter y mía que no le cuadraba. Esperaba que el interrogatorio que viniese después no fuese demasiado largo, pues me estaba muriendo de hambre. No recordaba cual había sido el último día en el que había tomado algo consistente para comer, los nervios me estaban jugando una mala pasada y eso podría traducirse en peor humor y mal cuerpo.

Peter estaba mirando por la ventana, seguramente pensando en la revelación que les había hecho hacía unos minutos en la entrada. Nuestra conversación se vio interrumpida por Lily, que llegaba con prisa diciendo que Oscar había escuchado ruidos en la habitación donde Sonia dormía y, probablemente, ya estaría despierta. No le había contado que la voz que escuchaba en sueños era la suya. Ese punto tendría que esperar a que solucionásemos antes otros problemas.

—¿Qué está pasando, Oscar? ¿Dónde está Silvio? Creo que anoche bebí demasiado —dijo Sonia mientras abandonaba el baño y se colocaba bien el vestido.

—Silvio no está, Sonia. Tenemos que hablar contigo —respondió el hechicero con la seriedad que le caracterizaba.

La rubia se cruzó de brazos y comenzó a mirarnos a todos con una expresión condescendiente en su rostro. La resaca hacía que su cerebro fuese mucho más despacio de lo normal y, con toda seguridad, aún no había caído en lo que estaba sucediendo.

—¡Espera un momento! —exclamó, como si hubiese estado escuchando mis pensamientos— ¿No pensaréis continuar con la broma? Ya hablé con Anna de ello, no voy a denunciaros, pero tendréis que dejarme tranquila.

—¿Qué bro...?

Kevin comenzó a responderle, pero Oscar lo cogió del brazo. Este último me miró fijamente y tuve que agachar la cabeza, pues sabía que se había dado cuenta de que les había ocultado mi conversación con ella. Imagino que decidió aprovechar esta situación en nuestro favor y evitar que alguno dijese algo al no saber lo que estaba pasando.

—Ya lo sabemos, pero Albus Sanderson quiere pedirte disculpas en persona. No es propio de un profesor meterse en este tipo de situaciones y está avergonzado. Pensaba que eras amiga nuestra y que te lo tomarías de otra manera, le engañamos. No se lo tengas en cuenta y acompáñanos a hablar con él.

Sonia se quedó pensativa tras el pequeño discurso de Oscar. Sabía lo que estaba pasando por su mente: por un lado, estaba enfadada con nosotros por la supuesta broma, pero, por el otro, le costaba dejar pasar la oportunidad de hacer que un adulto con autoridad, como el profesor Sanderson, se rebajase a pedirle disculpas.

Después de unos segundos que me parecieron horas, Sonia cogió su chaqueta vaquera y se acercó a la puerta, dándome un leve empujón en el camino que no me esperaba, lo que me hizo apretar los puños para controlar mi Don blanco que amenazaba con emerger y estrellarse contra esa perfecta cabellera.

—De acuerdo, pero no prometo aceptar sus disculpas. —Abrió la puerta y continuó sin darse la vuelta.— Aunque tengo una condición, lo haré si me acompaña el chico alto y guapo. Solo.

Remarcó su última palabra con énfasis y, a pesar de que sabía que lo hacía para molestarme, no pude evitar comenzar a acercarme a ella, cegada por los nervios de estos últimos días y la manía que tenía mi mente de atacarme con pensamientos intrusivos. Cuando estaba a punto de hacer que la habitación entera estallase en luces blancas, noté como alguien me cogía suavemente del brazo. Miré hacia arriba encontrándome con un Peter que seguía evitando mi mirada, pero supe que su intención no era dañarme, sino protegerme.

Los dos salieron de la habitación y los demás nos quedamos en silencio. Noté como todos me estaban mirando y la tensión en la habitación iba en aumento. Oscar se acercó a mirar por la ventana y, cuando comprobó que Sonia y Peter salían del edificio, comenzó a hablar.

—¿Cuándo hablaste con Sonia? —preguntó con la mandíbula tensa.

Respiré hondo mientras me sentaba en uno de los sillones, quedando frente a Lily y Kevin que me miraban con curiosidad. Les conté mi encuentro con Stu y Sonia, como ella seguía con el tema de la broma y Stu me ayudó a que no denunciase a ninguno de nosotros. Mientras iba hablando la expresión de Oscar, que se había colocado detrás de mis amigos, se iba endureciendo. Lily me miraba con comprensión, como era habitual en ella, y el rostro de Kevin continuaba reflejando la confusión que le rondaba desde que habíamos descubierto nuestros sueños en común.

—Bueno, eso parece que soluciona nuestro problema —dijo Lily en cuanto terminé de hablar con una sonrisa en los labios—. Si piensa que es una broma, solo tendremos que tener cuidado de no utilizar la magia delante de ella y...

—Por favor, Lily —cortó Oscar—. Stuart lo sabe, no puede salir de aquí nada bueno.

—Puede que no diga nada —respondí, consciente de que mis palabras expresaban más incertidumbre que seguridad.

Oscar levantó las manos al cielo y una extraña carcajada escapó de sus labios. Nunca lo había visto tan nervioso, incluso unas pequeñas gotas de sudor escapaban de su frente. Seguramente se debía a que tenía ganas de comenzar a lanzarnos bolas de luz morada a todos por nuestra incompetencia.

—Claro que lo dirá, Anna. Si no lo ha hecho ya. —Comenzó a acercarse a mí mientras me señalaba con el dedo, lo que hizo que retrocediera un poco—. Su padre necesita a la persona de la profecía, que bien podría ser la cabeza hueca. O, después de los últimos acontecimientos, puede que sea la hechicera negra y también la querrá en su equipo, ya que a ti no te ha conseguido, porque no lo ha hecho, ¿verdad?

La insinuación que desprendían sus palabras hizo que me pusiese de mal humor. Que confiase en mi amigo de toda la vida, por mucho que me hubiese engañado una vez, no quería decir que fuese tonta. Simplemente puede que me negase a aceptar que la gente no puede cambiar de opinión.

—Confío en Stu —dije con firmeza—. Sé que no va a decir nada a nadie. No quiere que se vuelva a repetir la historia.

—Eso ya lo veremos —contestó Oscar a la vez que se dirigía a la puerta—. Y sé que estos idiotas no te lo dirán, porque son muy blandos, pero ha sido horrible que nos lo ocultaras. Podías haber tirado todo el plan por la borda. Si quieres formar parte de todo esto, no vas por el camino correcto.

Cerró de un portazo, dejándonos en silencio por enésima vez en la mañana. Lily se sentó a mi lado pasando su brazo alrededor de mis hombros intentando reconfortarme. Kevin continuaba sin decir una palabra, lo que estaba añadiendo tensión a la situación. Porque, en el fondo, sabía que Oscar tenía razón. No debí ocultarles algo tan importante, pero no podía evitar sentirme atacada. Tal y como había dicho el profesor Sanderson, no teníamos otra opción que confiar en Stu. A no ser que alguien propusiese otro "secuestro", cosa que sería bastante probable considerando nuestros métodos.

—Por eso quería ir Peter a la hermandad esta mañana —murmuró Kevin.

—¿Qué? —pregunté, confundida.

—Cuando te encontramos —respondió el rubio con una voz monocorde y extraña—, volvíamos de la casa de la hermandad de Stu y Lupin. Peter me dijo que puede que necesitase mi ayuda para algo e iba bastante enfadado. Conseguí quitarle la idea de la cabeza contándole que habían vuelto mis sueños. Menos mal que funcionó, parecía querer comenzar una guerra.

—Espera, ¿has vuelto a escuchar mi voz en sueños? —preguntó Lily, preocupada— ¿Qué te decía?

Comenzaron a discutir, como era habitual en ellos, pero yo estaba con la mente en otro lugar. No me podía creer que Peter se comportase así. Es verdad que, desde que lo conozco, siempre ha sido muy pasional en cuanto a temas de su padre se refería, por lo que al saber que Stu era su hermanastro entrase en esa fórmula; pero no podía evitar pensar que su actitud era la de un novio celoso al enterarse que su novia, o lo que fuese, había estado hablando con su ex.

Me agobiaba pensar que esto pudiese ser real y decidí eliminarlo de mi mente hasta saber los motivos que podrían haberle llevado a querer empezar una pelea absurda. Volví a enfocarme en la conversación de mis amigos, que se habían levantado y caminaban nerviosos por la habitación.

—Chicos —dije haciendo que los dos me miraran—, los sueños tendrán que esperar un poco. Tenemos que ir con Oscar a buscar al profesor y a Peter, puede que necesiten ayuda y, si no, tendremos que hablar de que haremos a partir de ahora.

—Pero Anna, la otra vez perdió la conciencia y... —comenzó a decir Lily, pero la callé enhebrando nuestros brazos para salir de la habitación.

—Lo sé. Yo también he tenido esos sueños, pero con la voz de Peter. —Me miró, sorprendida—. Te prometo que hablaremos de ello esta misma noche. Kevin y yo tenemos mucho que contarnos, puede que aprendamos algo de ello.

—Te enseñaré todo lo que sé, Anna. Soy un gran profesor.

Una sonrisa recorrió mis labios, notando que Kevin volvía a usar su tono de voz normal. Nos dirigimos hacia la facultad, esperando que la tormenta se hubiese calmado o, al menos, no hubiese daños. Durante el camino fui respondiendo las preguntas de Lily, que parecía escéptica ante mi confianza en Stu, pero no quería que pareciese que me estaba juzgando. Agradecí llegar al edificio dónde se encontraba el despacho de su padre, pues así no tendría que seguir fingiendo que no notaba las acusaciones veladas en sus palabras.

—Yo también confío en la bondad de la gente, pero...

Lily se quedó petrificada, al igual que nosotros dos. En el umbral del edificio se encontraba el cuerpo de un chico, inmóvil y boca abajo. Me llevé las manos a la cabeza mientras Lily se acercaba a socorrerle. Mi corazón se paralizó, teniendo un mal presentimiento que me hizo correr escaleras arriba mientras escuchaba los gritos de Kevin a mi espalda, intentando hacer que la persona que estaba en el suelo, reaccionase.

—¡Oscar! ¡Despierta!

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