CAPÍTULO 13
—¡Venga, chicas! ¡Todas a ponerse vuestras mejores galas que hoy es noche de fiesta!
Kevin estaba demasiado emocionado, hasta que Peter le dio una pequeña colleja y pasó a tranquilizarse un poco. Se sentó en el sofá con los brazos cruzados mientras Peter, colocándose a su lado, comenzó a murmurarle lo que seguro sería una reprimenda. Esta noche íbamos a asistir a la fiesta que la facultad de Filosofía organizaba en una de las casas del campus, pero nuestra misión era conseguir hablar con Sonia para que fuese a hablar con el profesor.
Ni Peter ni yo podríamos acercarnos a ella sin que monte un espectáculo, así es que el plan era el mismo que teníamos antes: Oscar o Carol hablarían con ella y la intentarían llevar al despacho. La misión era muy complicada, pero después de estar el día anterior buscándola no se nos había ocurrido otra idea mejor.
No les había contado mi encuentro con ella y Stu, pues no sabía como enfocar el tema sin que cundiese el pánico. Si mi antiguo novio no me había mentido, podría estar tranquila, pues no le habría contado nada a su padre y tendríamos tiempo para poder manejar la situación. No es que confiase plenamente en él, pero no me quedaba otra opción. De una cosa estaba segura y es que mis compañeros hechiceros no lo harían y se desataría la locura, por lo que quería aprovechar unas migajas del tiempo que me había dado para intentar llevar a cabo nuestro plan.
—Kevin, no seas impaciente. Además, ¿qué llevas puesto? —preguntó Lucille, que acababa de entrar en la sala común de nuestros dormitorios.
—Es mi traje de gala, ¿te gusta? —Acompañó sus palabras con una sonrisa.
Lucille se quedó mirando durante unos segundos su traje de chaqueta y pajarita hasta que, al final, hizo un gesto de aprobación mientras volvía a su cuarto.
—La tengo en el bote —susurró Kevin en voz más alta de la que pretendía.
—¡Sigue soñando! —gritó Lucille desde su habitación.
El rubio se puso colorado mientras parecía hacerse más pequeño en su asiento. Peter y yo comenzamos a reír, haciendo su incomodidad más patente, hasta que Lily comenzó a mirarnos a los dos con cara de pocos amigos. Era como una mama loba, no le gustaba que nadie se metiese con sus cachorros, ni si quiera entre nosotros.
Al fin conseguimos estar todos listos y salimos en dirección a la fiesta. Llevaba un vestido negro de manga corta con bastante vuelo que me llegaba por encima de las rodillas. Peter iba con unos vaqueros y nos había costado horrores que se pusiese una camisa blanca. El siempre quería ir con sus camisetas, pero si queríamos pasar desapercibidos teníamos que ir un poco arreglados, pues en las fiestas de esa facultad todo el mundo iba de ese tono.
Llegamos a la casa bastante tarde, la gente ya estaba afectada por el alcohol y el ritmo de la música estridente. Pudimos llegar sin prisa al jardín donde, una vez separados de Lucille y Paula que habían ido a ha hablar con unas compañeras, pudimos comenzar el plan.
—De acuerdo —dijo Oscar, tomando el rol de líder que tanto le gustaba—. Peter y Anna, mantener un perfil bajo y si veis a la chica me avisáis. Carol, tú imagino que pasarás la noche con Paula, pero intenta escaparte de vez en cuando por si la vemos y te necesitamos.
—Llevo todo el día hablando de un posible dolor de ovarios, así es que no me será muy complicado escabullirme —contestó la aludida con una sonrisa mientras Kevin hace una mueca.
—No seas crío, Kevin —continuó Oscar tras la interrupción—. Tú y Lily podéis hablar con ella, aunque por su forma de ser creo que os será demasiado difícil. No la asustéis y, si la veis avisadnos a Carol o a mí, pero necesitaremos vuestra ayuda, seguramente.
—¿Cómo vais a conseguir que os acompañe? —pregunté.
—Sabemos que Silvio, uno de los nuevos estudiantes que ha venido a pasar el último semestre desde Europa, le gusta. Es amigo nuestro y no ha venido a la fiesta porque se encuentra mal. Le vamos a decir que quiere hablar con ella y como nos conoce no desconfiará. La llevaremos hacia el dormitorio de Carol, diciéndole que así podrán estar a solas, que lo ha planeado Silvio, pero allí estará el profesor esperándola.
—Un plan sin fisuras —dijo Kevin mientras frotaba sus manos y se alejaba, seguido de cerca por Lily a la que dejó atrás sin darse cuenta.
No me pareció tan mala idea. Cuando Sonia se fijaba en un chico no paraba hasta conseguirlo y si, tal y como dice Oscar, nunca ha estado con él es posible que acepte ir a su habitación a una especie de cita romántica. Otra cosa es que consiguieran que se quedase cuando descubriese el pastel, pero eso ya era problema del profesor Sanderson.
Peter y yo nos alejamos hacia la barra libre, donde cogimos una cerveza y nos quedamos apoyados mientras mirábamos a nuestro alrededor. Había un ambiente de diversión y jolgorio del que en seguida me contagié. Me apetecía desconectar unos segundos de nuestra locura de vida, con dones y luces de colores.
—¿Quieres bailar? —pregunté a Peter tendiéndole una mano.
—Primero, tenemos una misión, ¿recuerdas? —Miró al cielo mientras metía las manos en los bolsillos. — Segundo, no se bailar.
—¡Vamos! —exclamé cogiéndole del brazo y arrastrándole hasta el centro del jardín—. Yo tampoco, pero no parece que ninguno se vaya a dar cuenta. Además, nuestra misión es localizar a Sonia y creo que en la pista podemos hacerlos igual de bien que en cualquier otro lado.
Sonrió ante mi insistencia y acabó cediendo. Nos fundimos con la gente que bailaba unos temas bastante movidos mientras el olor a sudor y alcohol nos inundaba. Saltamos y nos divertimos al ritmo de la música. Conseguí sacarle algunas carcajadas haciendo pasos ridículos y, cuando llevábamos algunas canciones, pude ver como se soltaba un poco y comenzaba a moverse más relajado.
De repente comenzó a sonar una canción lenta que no supe localizar, pero a pesar de las quejas de algunos de los asistentes muchas parejas nos quedamos a bailar pegados en la pista. Abracé su cintura, el lugar más fácil al que mis brazos podían llegar con su altura, mientras el colocaba sus manos detrás de mi cuello, fundiéndonos en un pequeño abrazo en el que podía escuchar los latidos de su corazón.
Cuando terminó la canción y volvió el ritmo frenético salimos del lugar en silencio, pero con una sonrisa en los labios. De la mano comenzamos a caminar hacia la casa, donde ignorábamos a las personas con las que nos cruzábamos. Subimos las escaleras, sorteando borrachos y discusiones y entramos en una de las habitaciones que, gracias al destino, estaba vacía.
—Creo que aquí no encontraremos a Sonia —dije con una sonrisa pícara.
Peter se sentó en la cama cogiéndome de la cintura. Sus ojos oscuros me miraban con una pasión que fue más que evidente cuando empecé a notar las motas fucsias que aparecían cuando no podía controlarse. Me puse a horcajadas encima de él, besando su cuello poco a poco mientras escuchaba los suspiros que salían de sus labios.
Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda, levantando un poco mi vestido y haciendo que mi temperatura subiese. Nuestros besos cada vez eran más apasionados y la promesa de mi primera noche de pasión retumbaba en mis oídos, haciendo que el pulso se me acelerase y no pudiese evitar que pequeñas luces de colores escapasen de mis dedos.
Cuando las vi tuve un bloqueo muy grande, pues recordé mi conversación con Stu el día anterior y la culpabilidad de no habérselo contado comenzó a reconcomerme. Peter se dio cuenta de que algo malo estaba pasando y paro en sus torpes intentos para desabrocharme el sujetador. Puso su mano en mi cara y me miró con preocupación.
—Anna, ¿estás bien?
—Tengo algo que contarte —respondí mientras me levantaba para colocarme a su lado.
Empecé a narrarle mi encuentro con Sonia tras la reunión, como le había contado a Stu que queríamos gastarle una broma y como este le había convencido para que no nos denunciase a la universidad ni le contase a todo el mundo lo que había pasado. Su cara pasó de la preocupación al enfado cuando empecé a contarte mi conversación posterior con su hermanastro, dónde el me prometía no contarle nada a su padre y su arrepentimiento por todo lo que había pasado.
—¿Por qué no me lo has contado antes? —dijo poniéndose de pie con las manos en la cabeza—. Esto lo cambia todo, hay que hablar con Sanderson y localizar a mi padre. Puede que no sea demasiado tarde y aún no hayan hablado con Sonia o intentado algo.
—Esto no cambia nada el plan Peter, puede ser que dijese la verdad y quiere ayudarnos —dije en voz baja.
—Anna, ¿vas a fiarte de él? —contestó enfadado—. ¿Después de todo lo que te ha hecho?
—No se, me pareció sincero —dije intentando defenderme—. Tenías que haberlo visto, Peter. Creo que está arrepentido por todo lo que pasó y que vuestro padre le engañó.
—No me lo puedo creer, ¿lo estás diciendo en serio?
Me quedé en silencio, sopesando mis palabras. En ese momento yo también estaba mosqueada. No me gustaba que insinuase lo inocente que soy por creer sus promesas, pero mi forma de ser siempre me ha llevado a darle una segunda oportunidad a todo el mundo y tantos años de amistad con Stu eran muy difícil de olvidar y eso Peter lo tenía que comprender.
—Lo digo muy en serio. —Traté de sonar lo más convincente posible. —Creo que hacer cundir el pánico por algo que no sabemos si ha pasado solo serviría para el efecto contrario, alertar a tu padre.
Me crucé de brazos mientras esperaba su respuesta. Alzó las manos al techo mientras un gruñido escapaba de sus labios. Se dirigió a la puerta, pero conseguí interceptarlo antes de que saliese. Me imaginaba que la conversación podía tomar ese rumbo, pero esperaba poder convencerlo.
—Si quieres puedes confiar en Stuart, pero no me pidas que yo lo haga —dijo muy serio—. No pienso fiarme de nadie que haya sido aliado de mi padre. Creía que lo entenderías.
—Peter...
—No, Anna. Ojalá me lo hubieses contado antes.
Salió de la habitación dando un sonoro portazo y me quedé quieta en la habitación sin saber exactamente qué hacer. Como tantas otras veces me había pasado, sentí que nadie querría escucharme, así es que mientras pensaba en mi siguiente paso una tristeza me embriagó, haciendo que mis ojos se llenaban de lágrimas al salir a buscar a alguien que pudiese comprenderme en ese momento.
¡Qué ironía!, parece que no todo va a ser de color de rosa.
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