CAPÍTULO 12
—Bien, aquí está la vengadora. ¿Vienes buscando a tu equipo?. Siento decirte que el traje de Viuda Negra te queda pequeño.
Obvie el dardo envenenado que Sonia me había lanzado, pues la situación era más peliaguda de lo que hubiese imaginado. Stu me miraba con una expresión que no logré descifrar. Notaba como el sudor comenzaba a recorrer mi espalda, como siempre que me ponía nerviosa.
—Sonia, por favor...
—¿No quieres que tus amigas sepan lo rencorosa que eres? Pues lo siento. He venido a hablar con Stu porque se que también le hiciste daño y no iba a estar dentro de este complot. Todo el mundo se enterará de esto, Anna. Incluso puede que vaya a hablar con el decano, creo que no le sentará bien que el club de magia haya estado usando sus truquitos para atacarme.
Mientras estaba hablando se iba acercando poco a poco a mí. Al final tuve que retroceder un poco para evitar que chocase conmigo. Me quedé sin palabras mientras Sonia me miraba con furia en los ojos, no sabía que decir. Seguir con el tema de la broma para que Stu no sospechase de ella estaba descartado, no caería en esa treta. Tampoco quería seguir intentando convencerla de que las luces eran reales, ya había metido la pata bastante con ese tema y lo único que quería en ese momento era que viniese conmigo para ver al profesor.
—Te has quedado sin palabras, ¿verdad?. Ahora que no están tus amiguitos y el profesor Solomon para defenderte...
—Sanderson —dije entre dientes.
—¡Me da igual cómo se llame! Solo se que mañana a esta hora estará sin trabajo para siempre, en esta universidad o en cualquier otra.
Stu se acercó a nosotras tomando a Sonia del brazo con delicadeza. Creí que temía que pudiese golpearme, cosa que yo también pensaba. La rubia pareció relajarse ante su contacto y giró para mirarle con una cara de tristeza sobreactuada. Había visto como fingía esa expresión decenas de veces con muchas personas, sobre todo chicos.
—Sonia, ¿crees qué sería bueno para ti que todo esto se supiese? —dijo Stu haciendo que me sorprendiera por la dirección que iba a tomar la conversación.
—¿Por qué dices eso? Se merecen una reprimenda, ¡casi me vuelven loca!
—Lo se, pero si todo el mundo se enterase de que te han tomado el pelo podrían pensar que es fácil engañarte. Es más, puede que piensen que ha sido una buena idea y alguien más trate de dejarte en ridículo. Tienes muchos enemigos, ya lo sabes. Es el precio de ser tan impresionante.
Sonia se quedó pensativa, dándole vueltas a lo que Stu acababa de decir. No estoy de acuerdo en utilizar esa táctica, apelando a la vergüenza de la víctima, pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Me quedé en silencio observándolos y, si me concentraba, estoy segura de que podía escuchar la mente de Sonia sopesando todas las posibilidades.
—Entonces se irán de rositas —contestó mirándome con odio.
—No creo, Sonia —contestó Stu tomándola de la mano y mirándola con esos ojos verdes que un día me volvieron loca—. El saber que has conseguido frustrar sus planes ya es bastante castigo. Además, ahora tienes poder sobre ellos. Si intentan cualquier cosa contra ti podrás usar este conocimiento en su contra. Tú familia es muy poderosa, puedes conseguir que todo el mundo crea que te coaccionaron para no contarlo.
Suspiró, vencida, pero estaba claro que Stu había conseguido convencerla. Tendría que tener mucho cuidado a partir de ahora con mis siguientes pasos, no era el momento de tratar de convencerla para hablar con el profesor. A lo mejor podía convencer a Carol u Oscar, con los que no tenía casi relación, para que la engañasen y provocar una reunión. En ese momento lo más importante era que Sonia se marchase sin causar más drama y que me dejase hablar a solas con Stu. Tenía que convencerle como fuese de que no contase que Sonia podía ver las luces o, al menos, saber cuales serán sus planes.
—Tienes razón. Además, no merece la pena. —Se giró señalándome con el dedo.— Tendréis que tener cuidado con lo que hacéis a partir de ahora y os quiero a ti y a tu nuevo novio lejos de mí.
Salió del salón como una exaltación y cerró dando un portazo que resonó en toda la casa. Nos quedamos en silencio, sin saber muy bien que hacer. Stu se sentó en el sofá, estaba bastante serio, pero relajado. Él sabía que tenía la sartén por el mango en esta situación y notaba que me iba a ser difícil sacar algo bueno de esta conversación.
Señaló el hueco que estaba a su lado indicando que me sentase. Acercándome lentamente me coloqué en la posición más cómoda que pude mirando al frente. Tras unos segundos más de silencio incómodo giré mi cuerpo hacia él, decidida a intentar solucionar todo esto de la mejor forma posible.
—Stu, no voy a mentirte. Sería una estúpida si pensase que puedes tragarte la historia de la "broma". —Asintió con la cabeza mirándome con intensidad.— Se que es imposible que guardes el secreto, pero al menos te pido que me des unos días. Un poco de ventaja, ya sabes. Estoy sonando como una idiota.
No iba a conseguir convencerle, hasta había pensado en apelar al cariño que en algún momento se supone que había sentido por mí, pero sabía que no surtiría efecto. Esto era mucho más importante que un enamoramiento juvenil con la hermana de tu mejor amigo, estaba en juego el futuro de todo el mundo. Suena catastrofista, pero es así. Si había una mínima posibilidad de que todo cambiase estaba en las manos de Sonia.
Me levanté, dispuesta a marcharme, pero noté como Stu me tomaba del brazo con firmeza, guiándome para que me volviese a sentar. Me quedé mirándolo, esperando a que dijese cualquier cosa y se tomó su tiempo.
—No voy a decir nada, Anna.
Le miré, extrañada. Para nada pensaba que fuese a surtir efecto mi petición. Puede que, en el fondo, estuviese arrepentido de todo lo que me había hecho y no quisiera volver a repetir la historia. Seguramente no era nada de eso, simplemente una trampa para que bajásemos la guardia.
—¿Qué? —pregunté, un poco aturdida—. ¿Vas a darme unos días? ¿Por qué?
—Unos días no. No voy a contar nada de lo de Sonia.
Me quedé paralizada, no esperaba esta respuesta. Se suponía que buscaban la revelación de la magia a los humanos, era lo que habían intentado conmigo: volverme loca para que comience a hablar de los dones con todo el mundo y la gente comience a verlos, crear un mundo en el que los humanos y hechiceros conviviesen según los intereses de estos últimos.
—¿Cómo que no vas a contar nada? —pregunté repitiendo sus palabras, para comprobar que lo había escuchado bien.
—Exacto.
—Pero, ¿por qué? —No debería hacer tantas preguntas, podría hacer que cambiase de opinión, pero no lo podía evitar.
—Anna, ya te dije que me arrepentía de todo lo que había pasado contigo. Se que no me vas a perdonar, pero voy a intentar hacer las cosas bien, aunque sea con Sonia.
Nos miramos a los ojos y por un segundo pude ver el arrepentimiento en su rostro. No podía confiar plenamente en él, pero este gesto me reconfortó. Por un momento desee que nada de esto hubiese pasado y que volviésemos a ser esos niños que jugaban en el jardín al escondite, solo preocupados por la película que íbamos a ver esa noche.
—¿Y tu padre?
—Estoy harto de él, de todo esto, Anna —contestó con voz cansada—. No quiero que dominar la sociedad. No quiero volver loca a una pobre chica, ni perder a más amigos por el camino. Ojalá no hubiese tenido que perder a la chica de mis sueños para darme cuenta.
Me miró fijamente a los ojos mientras decía estas palabras y no pude evitar sentir una punzada de dolor en el pecho. Me había dolido mucho todo lo que me hizo, pero más aún dolía saber que lo había perdido y tener la incertidumbre de no saber si todo había sido real o solo estaba fingiendo. Incluso en ese momento dudaba de sus palabras, por muy sinceras que pareciesen.
—Gracias —musité mientras me levantaba—. Ojalá pudiese perdonarte, Stu. De verdad, nada me haría más feliz que desprenderme del rencor y no tener jamás esa duda tan presente de si me estás diciendo la verdad, pero en estos momentos no puedo.
—Lo se. Solo espero que con mis acciones pueda ayudarte, aunque no me quieras en tu vida seguiré protegiéndote, como debí de haber hecho.
Las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro y no pude evitar acercarme a él, que tenía los codos apoyados en las piernas y había puesto su cabeza entre las manos. Me agaché a su lado poniendo mi mano sobre su rodilla, levantó la cabeza y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que volvíamos a estar cerca el uno del otro.
—Stu, no quiero prometerte nada, pero si se que te estoy muy agradecida por lo que acabas de hacer y se que eres sincero con tus disculpas. Solo quiero que me entiendas, es todo muy reciente. Sin embargo, estás dando los pasos correctos. Espero no tener que arrepentirme por confiar en ti.
—No lo harás, Anna. Te lo prometo. Podéis estar tranquilos, nadie sabrá que Sonia puede ver las luces y evitaré por todos los medios que vaya contándolo, para que ninguno de los hechiceros que apoyan a mi padre se enteren.
Me levanté, no sin antes dirigirle una sonrisa sincera. Había dejado de llorar y parecía que su ánimo estaba mejorando. Me despedí con un gesto con la mano, dejándolo más relajado en el sillón, para irme a buscar a los chicos, por si habían conseguido localizar a Sonia e informarles de los avances. Puede que Stu hubiese recapacitado y decidiese estar de nuestro lado, sería difícil convencer a los demás de confiar en lo que me había prometido.
Solo esperaba no equivocarme.
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