CAPÍTULO 1
PARTE 1
DEL CIELO...
***
—Tienes que tranquilizarte, Anna, o puede que alguien pierda una extremidad antes de que acabe el día.
El grito de frustración que se escapó de mi garganta hizo que todos los presentes se asustaran. Kevin, que era el que estaba picándome, casi se cae de la silla al levantarse para ponerse a cubierto detrás de Peter, que llevaba las manos a su rostro con expresión de cansancio. Puede parecer exagerado, pero durante dos semanas habíamos aprendido a la fuerza que, cuando me descontrolaba, podía ser peligroso estar cerca de mí.
—Todos fuera —dijo Peter con voz suave y ronca.
—Pero...
Lily estaba a mi lado y nos miraba con prudencia. Me había tomado del brazo y, aunque agradecí su apoyo, en ese momento lo que más necesitaba era estar sola o, al menos, no estar rodeada de tanta gente. Algo debió de ver en el rostro de Peter, pues me soltó con una ligera caricia y cogió a Kevin, que aun maldecía con la camiseta levantada mirando los moratones que le habían aparecido por el entrenamiento.
Bueno, por mi culpa.
Cuando salieron de la sala, Peter se acercó con una ligera sonrisa; me tomó de los hombros y caminamos juntos hacia una de las pocas sillas que quedaban en pie. Mi luz había causado estragos en el aula durante estas semanas: focos de luz rotos, astillas llenando el suelo, agujeros en las paredes y la estructura del escenario que sujetaba el viejo telón había desaparecido. Aunque, todo hay que decirlo, algunas cosas estaban así desde la noche donde todo mi mundo se puso patas arriba.
Con la suavidad que le caracterizaba me ayudó a sentarme en el suelo mientras el se sentaba detrás de mí en la silla. Me coloqué entre sus largas piernas, apoyando mi cabeza en uno de sus muslos; sentí como comenzaba a acariciar mi cuello y la corriente que siempre aparecía cuando tocaba mi cuerpo relajó mis músculos, que estaban demasiado tensos después de la sesión de entrenamiento, poco a poco.
Un suspiró escapó de mi boca cuando noté como acercaba sus labios a mi frente y posaba en ella un ligero beso. No habíamos tenido oportunidad de hablar de los besos que siguieron a la aparición de mi Don; bueno, lo más probable era que ninguno de los dos estuviese seguro de como perder la vergüenza y sacar el tema. En mi caso, esta era la respuesta, pero estaba contenta con la relación que teníamos y me daba miedo fastidiarla hablando de unos sentimientos que ni yo misma entendía.
Nuestra relación había cambiado. Peter era muy cariñoso conmigo, o todo lo cariñoso que puede llegar a ser un chico tan callado e introvertido. Gestos como el que acaba de hacer para tranquilizarme, tomarme de la mano en momentos insospechados e incluso besos tiernos de despedida cuando me acompañaba a mi habitación; unos besos que me derretían y emocionaban al mismo tiempo.
Todos daban por hecho que éramos pareja, lo que hacía que sufriésemos las bromas constantes de Kevin, Lily e, incluso, de Carol. Cuando alguien sacaba el tema nos mirábamos con una sonrisa y podía notar todo el cariño que me transmitía. Con eso, por el momento, me encontraba realmente feliz.
—Podemos dejarlo para otro día, Anna. Vamos a comer algo y a ver una película, de esas que te gustan con mucho drama y amor adolescente.
—No, vamos a probar un poco más, por favor... —contesté alzando la cabeza.
—De acuerdo —dijo mientras se levantaba y me ofrecía su mano para ayudarme a hacer lo mismo—, pero los dos solos. Ya he tenido demasiada dosis de Kevin Black por hoy.
Nos desplazamos al centro de la habitación, donde nos quedamos uno en frente del otro tomándonos de la mano. Mi respiración aun era un poco acelerada, pero estaba empezando a calmarme del todo. Miré las manos de Peter y mientras las acariciaba con mis dedos pude ver algunas de las cicatrices que le habían quedado del enfrentamiento. Seguramente tendría más por todo el cuerpo y sé que le dolían porque, a veces, hacía gestos llevándose la mano a ciertas partes cuando hacíamos algún ejercicio brusco.
Recordar, de nuevo, ese momento hizo que sintiese una punzada de dolor en el estómago. No sabía cuanto tiempo iba a estar doliéndome lo que Stu nos hizo. Especialmente como jugó conmigo hasta ese punto, llevándome al más absoluto desconcierto en solo unos minutos. Aun no me podía creer que el chico tierno que me había enamorado desde casi la primera vez que lo vi, que me abrazaba cuando éramos pequeños mientras veíamos una película de terror, que me defendió en el instituto cuando unos abusones se empeñaron en hacerme la vida imposible y, lo que más dolía de todo, que me había hecho ilusiones sobre una relación que llevaba imaginando durante mucho tiempo fuese esa clase de villano maquiavélico que todos estábamos empeñados en ver.
Dolía. Dolía demasiado.
Peter agitó mis manos. Parecía que se había dado cuenta de que algo no iba bien, pues cuando alcé la vista vi en sus ojos un ligero brillo que me transmitió calma. Era una de las cosas buenas que había sacado de todo esto: el sentimiento de conexión que tenía con él. Aun no le había contado algunas cosas, como la corriente que sentía cuando nos tocábamos y que esperaba que no fuese fruto de mi imaginación y lo más importante: mis sueños.
No le había confesado a él, ni a nadie, que llevaba mucho tiempo antes de conocerle escuchando su voz justo antes de despertarme. Además, esos sueños habían resultado ser premonitorios, pues las mismas frases inconexas que me acompañaban en mis despertares fueron las que Peter pronunció con tanta energía cuando creía que no me despertaría después de obtener mi don.
Sabía que, en algún momento, tendría que contarlo. No podía guardármelo o todos los sentimientos se convertirían en un ovillo de lana que acabaría ahogándome, pero decidí esperar unos días a que todo volviese a la normalidad.
—¿Estás preparada?
Asentí con toda la seguridad que me fue posible. Cerré lo ojos, no sin antes ver como una sonrisa torcida adornaba su rostro. Comencé a dejar la mente en blanco, olvidándome de todo lo que me rodeaba y sintiendo solo el contacto de Peter. Esa era la única manera en la que había conseguido dominar un poco mi luz durante estos días: tomándonos de la mano. Tenía claro que en algún momento tendría que aprender a hacerlo sola, pero al igual que montar en bici todo tenía un periodo de adaptación.
Después de despejar mis pensamientos empecé a sentir como nacía el color dentro de mí. Una luz blanca comenzó a aparecer en mi mente y, cuando abrí los ojos, estaba justo encima de mis manos. Suspiré con alivió viendo como, cuando conseguía tranquilizarme, la magia fluía en mí sin forzarla y sin que causase un destrozo en la habitación o contra quién estuviese cerca.
Peter creó una bola de luz como la mía, del color fucsia que tanto me gustaba. Comenzó a moverla por la habitación e intenté seguirla sin mucho éxito, pero el solo conseguir acercarme hacia donde estaba y que mi pequeña luz no explotase hiriendo a Peter en el camino ya era un logro. Cuando tocaron el techo estallaron en pequeñas ráfagas de luces que desaparecieron a mitad de camino al suelo.
—Creo que, en este momento, si te aceptaría esa invitación a comer —dije mientras me acercaba a recoger mi bolso de una de las esquinas.
—No he dicho que te invitaría —contestó con una sonrisa, ofreciéndome la mano para salir juntos de la sala.
—¿Seguro? Me parece haber escuchado algo...
Justo cuando salía por la puerta corté de golpe la conversación. Me paré en seco y noté como Peter se tensaba detrás de mí y tuve que impedir con mi cuerpo que se abalanzase hacia el moreno de ojos verdes que tanto me había decepcionado.
Pues Stuart Rogers estaba esperándonos apoyado en la pared con una expresión dura y firme. Aunque fue cambiando poco a poco mientras me acercaba y rayaba en la incredulidad cuando mi mano impactó con toda la fuerza que me fue posible contra su rostro.
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